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jueves, 24 de abril de 2025

La muerte del papa Francisco (2013-2025): ¿el final de una era? (Roberto De Mattei)



A las 7:35 horas del 21 de abril pasado, lunes de Pascua, el alma de Jorge Mario Bergoglio se separó de su cuerpo mortal para comparecer ante el juicio de Dios. Hasta el día del Juicio Universal no sabremos cuál habrá sido para Francisco la sentencia del tribunal supremo al que un día todos tendremos que presentarnos. Roguemos por su alma, como hace la Iglesia en sus novendiales. Y, dado que la Iglesia es una sociedad pública, unamos nuestras plegarias a una tentativa de evaluación histórica de su pontificado.

Jorge Mario Bergoglio, 266º Romano Pontífice y primero en elegir el nombre de Francisco, ha sido durante doce años el Vicario de Cristo, si bien prefirió en lugar de este el título de Obispo de Roma. Pero el Obispo de Roma se convierte en tal en el momento en que, tras la elección, acepta el cargo petrino. Al aceptar el pontificado, el Papa acepta igualmente los títulos, que se recogen en el Anuario pontificio, de Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana, Soberano de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los siervos de Dios y Patriarca de Occidente (este último título, que había sido eliminado en 2006 por Benedicto XVI, fue recuperado en 2024).

Estos títulos ameritan unos honores especiales, sobre todo el de Vicario de Cristo, que hace del Papa no el sucesor, sino el representante en la Tierra de Jesucristo, Dios y hombre, Redentor de la humanidad. No se honra al Papa por su persona, sino por la dignidad de la misión que Cristo le encomendó a San Pedro. Del mismo modo que en los sacramentos cristianos un gesto expresa una gracia invisible, también los honores (títulos, vestiduras, ceremonias) son signos sensibles de realidad espirituales, e incluso institucionales. La autoridad es una realidad espiritual e invisible, pero para que sea reconocida, es preciso que se manifieste de un modo visible, por medio de gestos y ritos. Sin ellos, la instituciones corren el riesgo de volverse invisibles, y la sociedad religiosa, al igual que la política, se sumiría en el caos. El cristianismo se basa en este principio: que el Dios invisible ha asumido un rostro, un cuerpo y un nombre: «El Verbo se hizo carne» (Jn.1,14). «Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios, Hijo único, que es en el seno del Padre, Ése le ha dado a conocer» (Jn.1, 18). Entre los autores del Nuevo Testamento, es San Juan Evangelista quien desarrolla más a fondo en su Evangelio –y sobre todo en el Apocalipsis– una teología de la visibilidad de lo invisible. En ella el símbolo se transforma en visión profética a fin de demostrar el accionar oculto de Dios en la historia.

El papa Francisco no ha demostrado respeto por el decoro del papado. Desde el primer «Buenas tardes, hermanos y hermanas» que dirigió desde el balcón de la logia de San Pedro el día de su elección, hasta la aparición pública del pasado 9 de este mes, cuando se presentó en la Basílica sentado en silla de ruedas vistiendo una manta a rayas que parecía una especie de poncho sin nada que indicara su dignidad pontificia. Bergoglio sustituyó el simbolismo sagrado por un simbolismo mediático a base de imágenes, palabras y encuentros, que en muchos casos llegaron a ser mensajes mucho más elocuentes que los de los documentos oficiales: del ¿quién soy yo para juzgar?, pasando por el lavado de pies de mujeres y musulmanes, hasta su participación en el Festival de Sanremo de este año a través de un videomensaje. Hay quienes han afirmado que al hacer esas cosas el papa Francisco ha humanizado el papado, pero en realidad lo que ha hecho es banalizarlo y mundanizarlo. Es la institución del papado, y no la persona de Jorge Mario Bergoglio, la que sido deshonrada con estos y muchísimos otros gestos que han secularizado el lenguaje y los signos de los que siempre se ha servido la Iglesia para expresar el misterio divino.

Ahora bien, el primero que despojó a la Iglesia de su majestad no fue Francisco sino Pablo VI, que renunció a la tiara y el 13 de noviembre de 1964 la depuso sobre el altar del Concilio, después de lo cual abolió el uso de la silla gestatoria, la guardia noble y la Casa Pontificia, que no eran pompas superfluas, sino manifestaciones de la honra que corresponde a la Iglesia Católica Romana en cuanto institución humana y divina a la vez fundada por Jesucristo. Desde esta perspectiva, el pontificado de Bergoglio no supone, como piensan algunos, una ruptura con los anteriores, sino más bien la culminación de una línea pastoral introducida por el Concilio Vaticano II, a la que apenas parcialmente Benedicto XVI intentó dar marcha atrás.

La exhortación apostólica Amoris laetitia del 19 de marzo de 2016 creó sin duda alguna desorientación en vista de su apertura hacia los divorciados vueltos a casar y parejas en situación irregular. El Documento sobre la fraternidad humana suscrito con el gran imán de la mezquita Al Azhar el 4 de febrero de 2019 inició una nueva etapa en la vía del falso ecumenismo; el fomento de la inmigración, la promoción de la agenda global, la proclamación del sinodalismo, la discriminación de los tradicionalistas y la posibilidad de bendecir a las parejas de homosexuales y la posibilidad de que laicos de ambos sexos puedan llegar a presidir un dicasterio han suscitado legítimas reacciones en el mundo católico. Gracias a esta resistencia, objetivos a los que apuntaban obispos progres, como la ordenación de diaconisas, el matrimonio para los sacerdotes o la atribución de autoridad doctrinal a las conferencias episcopales no se han alcanzado con el papa Francisco, y esto ha decepcionado a sus más ardientes partidarios. El aspecto más revolucionario de su pontificado sigue siendo con todo la larga serie de palabras y actos que han transformado, mundanizándola y debilitándola, la manera en que se entiende el primado petrino.

Se cierra una época, y nos preguntamos cuál será la nueva que se abra. El próximo papa podrá ser más conservador o más progresista que Francisco, pero no será bergogliano, porque el bergoglianismo no ha sido un proyecto ideológico, sino un estilo de gobierno pragmático, autoritario y con frecuencia improvisado. Al no dejar un legado, las grandes tensiones y polarizaciones que se han dado con Francisco podrían estallar ya desde el cónclave.

Hay que recordar que Francisco proclamó el Año de San José en 2021; consagró Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María el 25 de marzo de 2022; dedicó al su cuarta encíclica, Dilexit nos, del 24 de octubre de 2024, al culto al Sagrado Corazón de Jesús. Todas estas cosas se ajustan a la espiritualidad tradicional de la Iglesia y son muy distintas del culto pagano a la Pachamama, a la que el mismo Papa llegó a venerar en el Vaticano. Como vemos, lo que ha caracterizado a la era bergogliana han sido las contradicciones. Entre otras cosas, Francisco negó a la Virgen el título de Corredentora y la calificó de mestiza del Misterio de la Encarnación, pero escribió en su testamento que siempre había confiado su vida y su ministerio «a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima». Por eso, pidió que sus restos mortales «descansen esperando el día de la resurrección en la Basílica Papal de Santa María la Mayor». «Deseo –añadió– que mi último viaje terrenal concluya precisamente en este antiquísimo santuario mariano, al que acudía para rezar al comienzo y al final de cada viaje apostólico, para encomendar con confianza mis intenciones a la Madre Inmaculada y darle las gracias por su dócil y maternal cuidado».

Su último viaje queda, pues, encomendado a la Santísima Virgen María mientras la Iglesia afronta un momento de extraordinaria gravedad y complejidad en su historia. Y en María también, Madre del Cuerpo Místico de Cristo, ciframos hoy todas nuestras esperanzas, con la certeza de que a los días de sufrimiento de la Iglesia sigan cuanto antes los de su resurrección y su gloria.

Roberto De Mattei

En la muerte del papa Francisco (Michael Matt)



Algunas personas me han preguntado cómo es que no he hecho ningún comentario todavía sobre la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. La verdad es que sí lo he hecho: pocas horas después de su muerte posteé una oración por el eterno descanso de su alma.

¿Nada más? Sí. Por el momento. Ahora Francisco ha comparecido ante el temible tribunal de Dios Todopoderoso. No hace falta que diga más. Además, mi irlandesa madre que paz descanse se revolvería en la tumba si me oyera hablar mal de un difunto ya antes del funeral. Yo soy de los antiguos, y en otros tiempos, cada vez que alguien se moría –fuera bueno o malo, te cayera bien o mal–, un católico reaccionaba siempre de la misma manera: rezaba por su alma y dejaba pasar algún tiempo antes de recordar a otros los pecados del finado.

Enseguida estarán intentando canonizar a Francisco en virtud de supuestos milagros, reescribirán malamente la historia y muchos harán política a costa del fallecido. Yo no lo pienso hacer. ¿Por qué? Porque no soy como ellos.

Recuerdo cuando vi el funeral de Pablo VI en el pequeño televisor en blanco y negro de la sala de mi casa cuando era niño. Pocos periodistas católicos habían sido más críticos con el programa del modernista Montini que mi padre. Metí la pata haciendo algunas observaciones negativas sobre el difunto papa a una de mis hermanas, y mi padre me regañó por ello. Y para recalcar más la idea, luego nos puso a toda la familia a rezar un rosario por el alma de Pablo VI.

Huelga decir que la enseñanza se me quedó grabada. Al igual que Pablo VI aquel día, Francisco comparece ante Dios ahora y necesita nuestras oraciones. Ya habrá tiempo de hablar de su pontificado en las próximas semanas. Pero yo prefiero aprovechar estos momentos para reaccionar a la muerte de Francisco lanzando un pedido urgente de oración por su eterno descanso. Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; ROGAD por los que os calumnian» (Lucas 6,27). Si tal es nuestro deber para con nuestros adversarios del mundo, es indudable que el Señor también quiere que hagamos lo mismo (¡y con más razón!) cuando se muere un modernista.

Yo no quiero la condenación eterna para Francisco; ni para nadie. No tengo manera de saber qué le haya podido decir a Dios en sus últimas horas en este mundo, cómo pueda haber respondido a su gracia en sus últimos momentos. Lo único que puedo hacer es rezar porque se arrepintiera, que Dios haya tenido misericordia y Francisco se haya salvado. Esa es la gran ventaja que tenemos los católicos: que a los hechos consumados podemos seguir empeñados en lograr aparentes imposibles. Mi madre decía que quien pide misericordia al caerse del caballo la encuentra antes de llegar al suelo. Las monjas del colegio nos enseñaban que no diéramos nada por sentado, y que un día nos llevaríamos una gran sorpresa al ver quién había llegado al Cielo y quién no.

El de presunción es uno de los grandes pecados contra el Espíritu Santo, y otro es el de desesperación. Según lo entiendo yo, el católico fiel ni presume de la salvación ni pierde la esperanza en ella; ni canoniza ni condena a los muertos. Se limita a rogar por ellos, sobre todo en los días inmediatamente posteriores a su muerte, contentándose con dejar el destino definitivo en manos del supremo Juez. Eso se hacía cuando yo era niño, y espero que siga siendo así. El mundo hará lo que quiera, pero tenemos que seguir comportándonos como católicos ante la misteriosa y sobrecogedora realidad de la muerte, el juicio, el Cielo y el Infierno.

Por último, no creo que ningún lector de The Remnant ni nadie que vea mis videos tenga la menor duda en cuanto a mi postura en lo que se refiere al pontificado del último papa. Ya habrá tiempo de publicar críticas en las próximas semanas. De momento, recemos por Francisco y por su sucesor, para que Dios bendiga a la Iglesia haciendo que el próximo sea verdaderamente católico.

Michael Matt

Con estos bueyes

ESPADA DE DOBLE FILO


“Con estos bueyes hay que arar” es un antiguo refrán castellano que indica la necesidad de aceptar la realidad o por desagradable que sea: estos son los bueyes que tienes y deberás arar el campo con ellos o dejarlo sin arar.

En ese espíritu de aceptar la realidad, creo que conviene reconocer que una buena parte de los cardenales que están participando en el cónclave son heterodoxos, es decir, no creen en la doctrina o la moral de la Iglesia. No es algo que diga yo. No hace falta, porque son abiertamente heterodoxos. Solo hay que revisar un poco las hemerotecas para descubrir cardenales favorables al divorcio, los anticonceptivos, la inseminación artificial, la ordenación de mujeres, la fornicación, la disolución del orden sacerdotal en el sacerdocio común de los fieles, la inexistencia de actos intrínsecamente malos, la idea blasfema de que Dios a veces quiere que pequemos o no nos da siempre la gracia necesaria para no pecar, la reducción de los milagros de Cristo a mera psicología, las relaciones del mismo sexo (una heterodoxia extrañamente frecuente), etcétera. O, dicho de otra manera y para resumirlo en una sola heterodoxia paradigmática, en lo que creen es en la revisibilidad perpetua de la doctrina católica para adecuarla a la mentalidad mundana de cada época.

El de la foto, por ejemplo, es el cardenal Timothy Radcliffe OP, antiguo Maestro General de la Orden de Predicadores, vulgo dominicos, y conocido por lo defender lo contrario que la doctrina de la Iglesia en relación con las relaciones entre personas del mismo sexo, en las que, según él, “Dios está presente” y que deben “respetarse y estimarse y protegerse”, porque son “eucarísticas” y “expresión de la autodonación de Cristo”.


Solo es uno entre muchos. Desgraciadamente, aunque esta situación se ha agravado en gran medida en el último pontificado, no es exclusiva de él. Por alguna razón, tanto Pablo VI, como Juan Pablo II o Benedicto XVI nombraron y toleraron a cardenales y obispos heterodoxos, que no creían en lo que ellos enseñaban. Lo que ha sucedido en los últimos doce años es que esas heterodoxias se han hecho más claras, más desvergonzadas y más desafiantes ante el clima general de impunidad.

Esto debería hacernos pensar, porque la lógica indica que los cardenales heterodoxos harán todo lo posible por que no sea elegido nadie que ose defender la fe de la Iglesia y denunciar sus errores. En casi cualquier otra época, habrían sido disciplinados, pero, en la nuestra, se pone en sus manos la elección del Sumo Pontífice, el encargado de velar por la fe de la Iglesia. Es el colmo del disparate y del absurdo. Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede subsistir. Una cosa es que sea necesario arar con los bueyes que se tienen y otra es esta situación en que, en vez de bueyes, algunos son más bien jirafas, camellos o cabras.

Por otro lado, también es cierto todo esto es algo que Dios permite, por razones que Él conocerá. El cardenal Radcliffe, por ejemplo, fue nombrado cardenal cuando solo le quedaban ocho meses hasta la fecha en que ya no podría votar en un conclave. Eso fue hace cuatro meses. De algún modo, la Providencia ha querido permitir que participe y vote en la elección de un nuevo Papa, cosa que solo cuatro meses después ya no habría sido posible.

Sabemos que, si Dios permite algo, por muy absurdo, terrible o malo que pueda ser, también será capaz de transformarlo para bien de los que permanecen fieles, porque todo sucede para el bien de los que aman a Dios. La única conclusión posible, pues, es que debemos permanecer fieles contra viento y marea. Y también, supongo, que debemos agarrarnos bien para no caernos, porque si uno pretende arar con jirafas, camellos y cabras, puede suceder cualquier cosa.

Bruno Moreno

martes, 22 de abril de 2025

"El Papa Francisco ha generado el desconcierto en la Iglesia" (Fernando Paz)



Duración 7:57 minutos

El Cónclave que viene: ¿Quién será el próximo Papa?



En las sombras de la Capilla Sixtina, los cardenales serán testigos y actores de una elección que marcará el futuro de la Iglesia. Como en toda gran historia, hay héroes, villanos y figuras ambiguas que podrían inclinar la balanza en una u otra dirección.

He querido esbozar tres listas: La terna de los que, modestamente, desearía ver en la sede de Pedro, los que tienen posibilidades reales, más allá de mis gustos, y aquellos cuya elección me helaría la sangre. Y, por encima de todo, hay un nombre que merece una mención especial.
Los tres que elegiría

Entre los nombres que despuntan hay tres que podrían contribuir a restablecer el daño causado en los últimos años a la Iglesia:

Willem Jacobus Eijk (Países Bajos): Un cardenal de hierro en un país que se ha convertido en uno de los cementerios de la fe en Europa. Médico y teólogo, ha denunciado sin tapujos la crisis moral de Occidente y la laxitud doctrinal en la Iglesia. Sería un Papa dispuesto a restaurar la claridad en la enseñanza y a devolver el sentido de lo sagrado.

Péter Erdö (Hungría): Primado de Hungría, intelectual de peso y con experiencia de gobierno. Su pontificado podría traer orden y estrategia en un momento de confusión.

Malcolm Ranjith (Sri Lanka): Ex secretario de la Congregación para el Culto Divino, defensor acérrimo de la liturgia tradicional y crítico con los abusos postconciliares. Benedicto XVI le tuvo en alta estima y le confió diversas tareas clave. En su país ha sabido lidiar con tensiones interreligiosas y gobernar con mano firme. En Roma, sería un Papa con el objetivo de restaurar el sentido de lo sagrado, sin miedo a desandar los caminos errados.
Los que tienen posibilidades reales

Más allá de mis preferencias, la realidad vaticana marca otras tendencias. En el tablero de poder hay tres nombres que, por distintos motivos, parecen estar en la recta final:

Pietro Parolin (Italia): El eterno candidato. Como Secretario de Estado, ha sido el arquitecto de la política diplomática de Francisco, pero su papel en el desastroso acuerdo con China debería bastar para inhabilitarlo. Sin carisma de pastor ni experiencia conocida. Un pontificado suyo podría significar una continuidad pragmática, sin grandes sacudidas, pero también sin un rumbo claro en lo doctrinal.

Matteo Zuppi (Italia): Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, mediador en conflictos internacionales y hombre de confianza del Papa actual. Su cercanía con la Comunidad de San Egidio le otorga una red de influencia global, aunque en ambas direcciones. Como sacerdote, negoció con ETA en nombre de San Egidio, y su elección supondría, en muchos aspectos, el papado de Andrea Riccardi. Es visto como un “Francisco II”, con su mismo énfasis en los temas sociales y ecuménicos, pero con una mayor capacidad de gestión.

Luis Antonio Tagle (Filipinas): Carismático, cercano y con la etiqueta de “papable” desde hace años. Escuela de Bolonia, su nombramiento como Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos fue interpretado como un guiño a su candidatura. Es el rostro del catolicismo asiático y, para muchos, la continuación natural del actual pontificado.

Pierbattista Pizzaballa (Italia/Israel): El Patriarca de Jerusalén es otro de los nombres de ‘consenso’ que suena con fuerza. Su figura se ha revalorizado en estos últimos meses por su papel en la guerra de Gaza. El cardenal llegó a ofrecerse a los terroristas de Hamas a cambio de los rehenes israelíes. Su figura es vista con buenos ojos tanto por conservadores como por progresistas como un papable que sea capaz de volver a unir a la Iglesia dividida.

Timothy Dolan (Estados Unidos): El arzobispo de Nueva York podría verse beneficiado del ascenso de Trump en Estados Unidos. Dolan sabe moverse en ambientes muy variopintos y podría ser considerado por muchos cardenales como un posible sustituto que sepa entenderse con las nuevas fuerzas políticas que emergen en Occidente.
Los tres que más miedo me dan

No es cuestión de alarmismo, pero hay nombres que generan preocupación. Cardenales que podrían consolidar una tendencia ya marcada, llevando a la Iglesia a territorios inciertos:

Blase Cupich / Robert McElroy (EE.UU.): Mencionados juntos porque representan lo mismo: el ala más progresista del episcopado estadounidense. Cupich, cercano a la línea de Francisco, ha sido un promotor de la “Iglesia inclusiva”. McElroy, aún más radical, ha abogado por una moral más “flexible” y ha sido un defensor del acceso de políticos abortistas a la comunión.

Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo): Relator del Sínodo sobre la Sinodalidad, abiertamente favorable a una revisión de la moral sexual de la Iglesia. Su elección marcaría un cambio de rumbo en la doctrina, con consecuencias imprevisibles.
INFOVATICANA

Michael Czerny (Canadá): Es prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Es conocido por sus mensajes de corte social en defensa de la inmigración y del ecologismo.

Mención especial: Robert Sarah

En esta ecuación falta un nombre que sería, sin duda, el mejor candidato: Robert Sarah. El cardenal guineano, ex Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, es un hombre de oración, con una visión clara y una fe inquebrantable. No está en ninguna de las tres ternas porque tiene categoría propia: tiene posibilidades reales, pero su perfil no encaja con ninguna de las otras clasificaciones. A su favor corre el hecho de que, con 79 años, su pontificado no sería largo, lo que podría ser un factor de consenso entre los electores que buscan evitar una guerra abierta en el cónclave.

Jaime Gurpegui

Empieza el ruido: el cardenal Zen planta cara al primer intento de maniobra en el cónclave



No ha pasado ni un día desde el fallecimiento del Papa Francisco, y ya suenan los primeros pasos de los que no están dispuestos a tolerar ni trampas ni prisas en el proceso de sucesión.

El primero en alzar la voz ha sido el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, quien ha desafiado abiertamente la decisión del Colegio de Cardenales de iniciar mañana martes 22 de abril a las 9:00 de la mañana —¡tan pronto!— las Congregaciones Generales en el Vaticano.

Zen ha enviado un breve pero contundente comunicado, que la periodista Diane Montagna ha publicado en exclusiva, en el que plantea una pregunta que resuena como una bofetada a quienes pretenden precipitar el proceso: «el cardenal Zen quiere saber por qué hay tanta prisa en comenzar. ¿Acaso se pretende dejar fuera a los que vienen de lejos —a los “viejos” de las periferias, como él mismo dice— simplemente porque no pueden llegar a tiempo? ¿Y eso de que “no están obligados” a asistir… significa que se les quiere disuadir de hacerlo? ¿O tienen, sí o no, derecho a estar presentes?»

El miedo se ha ido. Con Francisco todavía de cuerpo presente, los cardenales han empezado a hablar. Y ya no hay quien los detenga.

Que sea precisamente Zen quien inaugure esta nueva etapa de libertad no es casual. Encarcelado por el régimen comunista chino, abandonado por la diplomacia vaticana de Francisco y ninguneado por buena parte de la curia, el anciano cardenal se ha convertido en símbolo de resistencia. Ahora levanta la voz para advertir que los que vienen del otro lado del mundo no aceptarán componendas ni acelerones sospechosos.

Las Congregaciones Generales son el espacio donde los cardenales deben prepararse espiritualmente para el cónclave, compartir información y discernir juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Manipular su inicio para favorecer candidaturas o excluir a quienes no puedan llegar a tiempo sería una grave traición al proceso.

Este es solo el primer ruido. Y no será el último. Porque si algo ha quedado claro en esta primera jornada de sede vacante es que el temor reverencial a las decisiones papales ha desaparecido. El reinado del miedo ha terminado. Y los cardenales, por fin, vuelven a hablar

Jaime Gurpegui

¿Dónde está ¡oh muerte! tu victoria? (Padre Alfonso Gálvez)

ADELANTE LA FE


Duración 29:27 minutos

miércoles, 16 de abril de 2025

Cuenta atrás para que Sánchez destruya el Valle de los Caídos: Mayo de 2026



Duración 15:36 minutos

La reciprocidad en el amor entre Dios y los hombres (Padre Alfonso Gálvez)



Homilía del 28 de marzo de 2010,
 festividad del Domingo de Ramos

Duración 40 minutos

El Valle de los Caídos. Por fin un documento firmado




Los rumores, los líos, las explicaciones, los desmentidos y las matizaciones no son más que una forma de explicar sin hacer públicos los documentos. Sabemos que el cardenal secretario de estado del Vaticano, Parolin, y el ministro de la presidencia de España, Bolaños, firmaron un acuerdo para la resignificación de todo el conjunto del Valle de los Caídos, hoy de Cuelgamuros. Acuerdo cuyo contenido desconocemos. Sí que lo hay, pero nada más.

Conocemos lo que se nos ha dicho: que se garantiza la permanencia de la cruz, y que seguirán la comunidad benedictina y el culto en la basílica. Lo que se nos ha dicho. Pero nos falta mucha documentación que aclare lo que llega en rumorología. Por ejemplo, lo que hacía referencia al prior, P. Santiago Cantera, cuya salida del Valle, según él mismo, les fue impuesta, que sería bueno saber por quién.

También sabemos que hubo filtraciones de las notas o cartas intercambiadas entre el ministro Bolaños y el cardenal Cobo, pero no el contenido exacto de las mismas.

Es decir, hay un acuerdo Parolin - Bolaños, del que no conocemos más que la existencia, y un intercambio Bolaños - Cobo que más de lo mismo.

Ayer hemos podido conocer el primer documento oficial sobre el asunto: el pliego de condiciones para la resignificación del Valle de los Caídos. Esto no son rumores ni explicaciones generales.

Entre otras cosas en este pliego podemos leer lo siguiente:

El pasado 4 de marzo de 2025 se suscribió un Acuerdo entre los representantes de la Iglesia Católica y del Gobierno de España, representado este último por el ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, por el que se estableció el alcance de los proyectos, que deberán respetar los siguientes grados de intensidad de la intervención.

Es decir, que todo lo que se va a llevar a cabo, especialmente en la basílica, está aceptado por los representantes de la Iglesia católica, se supone que es lo firmado con Parolin.

1. En el interior de la Basílica, el Altar y las bancadas adyacentes se conservarán como espacios destinados al culto religioso. Por ello, las intervenciones para la resignificación de carácter artístico y museográfico no alcanzarán dichos espacios.

Altar y bancadas adyacentes. ¿Dos, tres, cinco, doscientas?

2. El resto de los espacios del interior de la Basílica (vestíbulo, atrio, espacio intermedio, nave desocupada, cúpula (pero sin Altar) y capillas del Santo Sepulcro y del Santísimo) no están destinados al culto y podrán ser objeto de intervenciones de naturaleza artística y museográfica para la resignificación del lugar. Dichas intervenciones serán compatibles con la celebración de actos de culto en el espacio del Altar y de las bancadas adyacentes.

Sigo. Según el acuerdo firmado con la Iglesia, eso al menos dice el gobierno, todo lo demás no está destinado al culto. ¿No está destinada al culto la capilla del Santisimo?

3. En el exterior de la Basílica, en el ámbito de la gran plaza/explanada, se ubicará el centro de interpretación. Se recomienda explorar los condicionantes físicos del subsuelo para su posible implantación bajo rasante.

Como no conocemos todos los documentos, a uno le vienen a la cabeza unas cuantas preguntas. Por ejemplo, ¿lo de dejar reducida la basílica al altar y unas cuantas bancadas adyacentes, cargándose hasta la capilla del Santísimo, lo ha aceptado la Iglesia o es una triquiñuela más del gobierno? ¿La salida del P. Cantera fue algo normal de cambio de comunidad (si puede ser considerado normal saltar por encima del voto de estabilidad) o una imposición de quién y para qué? ¿El acuerdo Parolin - Bolaños es una simple concesión de la iglesia o contempla algún tipo de contraprestación como es normal cuando hay acuerdos? ¿Y en ese caso, qué ha ofrecido el gobierno? ¿Cuál es el contenido de las notas intercambiadas Bolaños - Cobo?

Estoy convencido de que con los documentos en la mano todo quedaría claro. Y hoy por hoy lo único por escrito y con acceso público son las bases para el proyecto de resignificación, en las que se dice claramente que la basílica queda reducidísima a un altar y unos bancos. No dejan ni la cúpula. ¿Esto lo ha aceptado expresamente la Iglesia como se dice en el proyecto? Si es verdad, que nos digan a cambio de qué, si es que hay un “de qué". Si no lo es, lo desmientan.

Jorge González Guadalix

Solo hay dos sexos: Hombre y Mujer. Una verdad biológica que incomoda al globalismo




En un contexto internacional cada vez más dominado por la ideología de género y la imposición de postulados anticientíficos, Estados Unidos, Argentina y Hungría han marcado un precedente de sentido común y valentía.

En un hito histórico, el Parlamento de Hungría ha protegido constitucionalmente una verdad tan elemental como el binarismo de género, con 140 votos a favor y 21 en contra. El nuevo texto de la Constitución húngara consagra una obviedad científica: solo existen dos sexos biológicos, “hombre” y “mujer”. Una postura clara, firme y sin complejos frente a la ideología de género.

Si aún quedaban dudas sobre el rumbo que están tomando algunas naciones, durante la reciente conferencia anual de la Comisión de la ONU sobre la Mujer, Estados Unidos y Argentina reafirmaron que solo existen dos géneros: masculino y femenino. Una afirmación que responde no solo a criterios biológicos y científicos, sino también al respeto por la verdad, la lógica y la libertad frente al dogmatismo ideológico.

El representante de EE.UU. ante Naciones Unidas fue tajante al afirmar: “sólo hay dos géneros”, y declaró que su país únicamente respaldaría una declaración que empleara un “lenguaje claro y preciso que estableciera que las mujeres son biológicamente mujeres y los hombres son biológicamente hombres”.

En la misma línea, el diplomático de Argentina reafirmó la binariedad sexual en términos claros: hombre y mujer. Un planteamiento que contrasta abiertamente con el discurso cada vez más confuso y contradictorio de la ONU, atrapada en su propio entramado ideológico, de ingeniería social y terminología ambigua.

Es un triunfo que, frente a la dictadura cultural promovida desde los foros internacionales, EE.UU., Argentina y Hungría se hayan erigido en referentes de claridad frente a la confusión y el sectarismo globalista. Han recordado algo elemental: las categorías de hombre y mujer no son construcciones sociales ni percepciones subjetivas, sino realidades objetivas, sustentadas en la biología y esenciales para la vida en sociedad.

Resulta esperanzador constatar que aún existen naciones con la claridad y el coraje necesarios para hacer frente al delirio ideológico que impera en instituciones como la ONU, cuyo propósito original —la defensa de los derechos humanos universales— ha sido desplazado por una agenda sectaria y antinatural.

Sorprende —aunque cada vez menos— el silencio cómplice de buena parte del feminismo ante estas agresiones ideológicas. Muchas de sus líderes, que aseguran defender a las mujeres, atrapadas por su propio radicalismo, han renunciado a lo evidente: si no se reconoce que solo existen hombres y mujeres, el propio concepto de mujer se desvanece. Resulta irónico que quienes dicen luchar por los derechos de las mujeres guarden silencio cuando se niega su existencia biológica. En lugar de respaldar a países como Hungría, EE.UU. y Argentina, optan por atacarlos, demostrando que su lucha no es por la mujer, sino por una ideología.

En medio del relativismo y la confusión reinantes, EE.UU., Argentina y Hungría han ofrecido una auténtica lección de sentido común y coherencia. Su ejemplo debe inspirar al resto de naciones que aún valoran la verdad, la biología y la libertad.

No estamos ante una cuestión de opinión, sino de realidad. Cuando una ideología necesita negar lo que la naturaleza muestra con total claridad —que solo existen dos géneros: hombre y mujer—, es señal inequívoca de que ha perdido todo vínculo con la razón.

martes, 15 de abril de 2025

La Iglesia vs el Valle de los Caídos, por Luis Felipe Utrera Molina


EL ESPAÑOL DIGITAL


Luis Felipe Utrera-Molina es licenciado en Derecho y Asesoría de Empresas por la Universidad Pontificia de Comillas, socio del prestigioso bufete J.Y. Hernández-Canut Abogados y árbitro de las Cortes de Arbitraje de Madrid, Corte Española de Arbitraje y de la Corte del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.La Duquesa de Franco designó a Luis Felipe como albacea universal y contador partidor de su herencia.

¿A qué atribuye esa obsesión del gobierno con el Valle de los Caídos y lo que significa?


El Gobierno busca fundamentalmente dividir a los españoles con objeto de anatemizar a una parte de los ciudadanos y fidelizar a los votantes de izquierda, evitando que puedan “contaminarse” con todo lo que signifique la derecha sociológica de España. Para dividir han utilizado dos armas que para mí son verdaderamente satánicas: el odio y la mentira. Son las tres patas de la estrategia del gobierno (división, mentira y odio). Con la mentira y el odio han logrado la división, incluso la división entre los fieles católicos.

Yo ya predije este ataque al Valle tras la profanación de Franco. Muchos obispos pensaron que ya les dejarían en paz y yo les dije que no sabían con quién se estaban jugando los cuartos. El Gobierno tiene clarísimos sus objetivos y no van a parar hasta conseguirlos. Al otro lado no tienen a nadie con la firmeza necesaria para defender lo que nos es propio, un templo, un lugar de culto y su entorno.

¿Por qué resignificar el Valle sería reescribir la Historia?

La resignificación no es más que un eufemismo. Quieren utilizar nuestras propias obras para someternos a una denigración. Buscan utilizar un lugar sagrado para maldecirlo. Pretenden defender un relato absolutamente falsario de la historia y buscar el enfrentamiento y no la reconciliación, como era el espíritu inicial y fin con el que se construyó. Nos quieren hacer recordar que una mitad de españoles masacró a la otra mitad, en definitiva convertir el Valle en un museo de los horrores del franquismo. Buscan la caricaturización y demonización de toda una época. No podemos permitir que vuelvan a enfrentar a los españoles porque asegura la hegemonía cultural y una falsa superioridad moral de la izquierda. La derecha se ha plegado a la izquierda durante mucho tiempo sin poner pie en pared y ya es tiempo de reaccionar.

A nivel legal el hecho de que el Valle pertenezca a Patrimonio Nacional, ¿les da el poder de hacer lo que quieran? ¿Qué límites legales hay?


El tema de la titularidad se está utilizando de forma torticera, pues aquí no hay problema de titularidad sino de jurisdicción. El Valle de los Caídos, al ser una basílica y un lugar de culto, goza de inviolabilidad tal y como consagra el artículo 1-5 de los acuerdos Iglesia y Estado del año 1979. La inviolabilidad significa que el Estado y sus agentes carecen de jurisdicción para realizar actuación alguna sin permiso de la autoridad del recinto.

El problema para ellos es que la autoridad de la basílica estaba en el prior, el Padre Santiago Cantera. Roma ha negociado con el Estado que ellos tomen esa decisión sobre el cese del prior renunciando a la autoridad que les corresponde, como sucede con la Iglesia en China. No se puede justificar esta negociación. No tengo ninguna duda de que el objetivo final será derribar la Cruz. Ellos avanzan por erosión ante la debilidad de la Iglesia, que no defiende lo propio.

¿Cómo valora la destitución del Padre Santiago Cantera?

Lo más doloroso, humillante e inexplicable es que la Iglesia haya permitido que el Estado influyese en la destitución del Padre Cantera y se le haya desterrado del Valle, pese al voto de estabilidad que tienen los benedictinos. Me parece especialmente grave que un obispo sugiriese que el prior haya accedido voluntariamente a su cese para facilitar las cosas. Esto es mentira. El Padre Cantera ha sido desterrado y le han obligado a irse y han dado órdenes a los obispos de no declarar nada al respecto, igual que pasó en la exhumación de Franco.

Pienso que se han excedido todos los límites y a mí se me han quitado las ganas de respetar a quién no se hace respetar, de respetar a quién, siendo pastor y teniendo que dar ejemplo, ha contribuido con el mal permitiendo que triunfe. No me vale de nada que el arzobispado de Madrid saque una nota triunfalista en la que nos vendan la idea de que ha conseguido salvar la Cruz y a los benedictinos. Si seguimos así, creo que lo mejor que podemos hacer es volar la Cruz nosotros para evitar que el Valle se convierta en un museo de los errores y un espacio de odio y enfrentamiento entre españoles.

¿Debería ser declarado cuanto antes el Valle, Bien de Interés Cultural para blindarse contra futuros abusos de poder?

La Comunidad de Madrid tiene una responsabilidad enorme porque desde el primer momento ha hecho dejación de su responsabilidad, pues sin duda ninguna es competente para declarar el Valle de los Caídos como Bien de Interés Cultural. Esto es así mientras la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos no haya sido extinguida. El problema es que no hay voluntad política de hacerlo. La excusa que dio la Comunidad de Madrid es que la Ley de Memoria Democrática prevé la extinción del Valle de los Caídos, el ejercer la competencia supondría una deslealtad institucional al Gobierno de la nación. Esto lo tiene que saber todo el mundo porque es muy grave.

Plataforma 2025 y otras asociaciones tratan de organizar la resistencia contra los ataques al Valle. Pero, ¿Qué debemos hacer los españoles?

Primero tenemos la obligación de denunciar públicamente lo que es una actuación moralmente ilícita por parte de la jerarquía de la Iglesia. Los católicos tenemos que ser conscientes de que la Iglesia no solo es la jerarquía sino somos todos los fieles. La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo ha sobrevivido 2025 años, a pesar de los errores de la jerarquía. 

 

Los católicos seglares debemos de ser conscientes de que somos Iglesia y de que tenemos derecho a denunciar actuaciones que nos parecen contrarias a la moral y a los principios de caridad. La Iglesia está renunciando a defender lo que es propio de todos los católicos. No podemos permanecer callados ante una verdadera infamia como es dejar en manos de los que representan el odio y el mal un lugar sagrado que se erigió para el hermanamiento y la reconciliación bajo la Cruz y los brazos de la Virgen. El cardenal Osoro me dijo algo que me dejó estremecido. El Gobierno le había pedido por carta que deshiciese la bendición que en su día se había hecho del panteón de hombres ilustres. Esto me parece algo satánico porque denota que no les es indiferente, que saben de la existencia de Dios y que les molesta lo sagrado. El cardenal Osoro les dijo que evidentemente él no podía deshacer ninguna bendición del pasado.

Javier Navascués

El gobierno pretende que el Valle de los Caídos se asemeje al Memorial del Holocausto de Berlín



El Ministerio de Vivienda del gobierno social-comunista de España ha convocado un certamen que busca transformar el conjunto monumental del Valle de los Caídos en un espacio inspirado en referentes internacionales como el Memorial al Holocausto de Berlín. La Basílica será gravemente alterada por la transformación. De hecho, sólo se salvará el altar. El resto, incluidas las capillas del Santísimo y el Santo Sepulcro se verán afectadas.

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(InfoCatólica) El Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana ha convocado un concurso internacional de ideas para la resignificación del Valle de Cuelgamuros. El certamen pretende reactivar el conjunto monumental y su entorno desde una perspectiva artística, arquitectónica y paisajística, con el fin de convertirlo en un lugar que refleje las tesis históricas e ideológicas del propio gobierno.

Memorial del Holocausto

El objetivo del concurso es seleccionar propuestas que proporcionen una nueva mirada sobre el conjunto ubicado en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), siguiendo el modelo de actuaciones internacionales como el Memorial al Holocausto de Berlín, de Peter Eisenmann. Según el Ministerio, se trata de una apuesta por transformar un espacio con una fuerte carga simbólica e histórica en un ámbito de «aprendizaje, encuentro y proyección hacia el futuro».
En ese sentido, conviene recordar que, efectivamente, en España los católicos sufrieron algo muy parecido a un holocausto, cometido por parte de la izquierda durante la II República y la Guerra Civil, cuando miles de mártires -obispos, sacerdotes, frailes, monjas y seglares- fueron asesinados por odio a la fe
La iniciativa se desarrollará en torno a tres grandes proyectos: un proyecto de resignificación, que actuará sobre todo el conjunto monumental; un proyecto arquitectónico, centrado en el diseño de un centro de interpretación para exposiciones y restauración; y un proyecto de musealización, que articulará el discurso expositivo tanto en dicho centro como en el interior de la basílica.
Innovador e inclusivo

El Ministerio señala que las propuestas deberán garantizar un enfoque respetuoso, innovador e inclusivo, alineado con los principios de la memoria democrática y los Derechos Humanos, que exactamente lo contrario de lo que representaron los antepasados políticos e ideológicos del actua goberno. Se ha indicado que se valorará especialmente la incorporación de soluciones alejadas de los planteamientos conmemorativos tradicionales.

El ámbito de actuación comprende todo el conjunto del Valle de Cuelgamuros, incluyendo elementos como el Mirador de la Cruz —de 150 metros de altura—, la Basílica excavada en la roca, la Exedra con veinte arcos clásicos, y la gran Explanada de 30.600 m², organizada en terrazas y escalinatas.

Lo que dijo la CEE

Cabe recordar que el Secretario General y Portavoz de la Conferencia Episcopal Española, explicó de la siguiente manera el acuerdo al que había llegado la Iglesia con el gobierno:

«El planteamiento que presentó la Iglesia fue la conservación siempre de la Basílica y el mantenimiento del culto católico en el lugar, como lugar de oración por la paz, la reconciliación y por todos los caídos en la nefasta guerra civil española. Segundo, la presencia de una comunidad monástica en el lugar para atención de la Basílica; y tercero, que la Cruz no se podía destruir, puesto que es una expresión del amor, de la entrega, del perdón por parte de Jesucristo».

Actuaciones en la Basílica: solo se salva el altar

El pliego del concurso para la resignificación establece límites claros en torno al altar mayor de la basílica, un espacio que permanecerá inalterado en virtud de su función litúrgica. Según el documento, este elemento central del conjunto monumental no podrá ser objeto de intervenciones artísticas ni museográficas en el marco del proyecto de resignificación.

Sin embargo, sí se podrá actuar sobre las Capillas del Santo Sepulcro y del Santísimo. Así se lee en la página 44 del pliego:

«El resto de los espacios del interior de la Basílica (vestíbulo, atrio, espacio intermedio, nave desocupada, cúpula —pero sin Altar— y capillas del Santo Sepulcro y del Santísimo) no están destinados al culto y podrán ser objeto de intervenciones de naturaleza artística y museográfica para la resignificación del lugar. Dichas intervenciones serán compatibles con la celebración de actos de culto en el espacio del Altar y de las bancadas adyacentes».

Resulta altamente significativo que se considere que unas capillas no están destinadas al culto. ​

Dos fases

El concurso se celebrará en dos fases. En la primera, que durará dos meses, se seleccionarán hasta diez propuestas finalistas. En la segunda, también de dos meses, los finalistas presentarán versiones desarrolladas de sus ideas, y el jurado elegirá la ganadora. En total, se estima una duración de seis meses para el desarrollo completo del certamen, tras el cual se formalizará un contrato con la propuesta seleccionada.

Un libro necesario para tiempos decisivos: «La Misión Histórica de España»



En tiempos convulsos, cuando los enemigos de la patria atacan sin pudor nuestra memoria histórica, nuestra unidad y nuestros valores más esenciales, de vez en cuando surgen obras que iluminan el camino. Y La Misión Histórica de España, editado por Luz de Trento, es precisamente eso: un libro indispensable que todo español con conciencia nacional debe leer.

En un contexto donde la desmemoria, la tergiversación y la imposición ideológica se han convertido en herramientas de ingeniería social, este libro surge como una respuesta firme, rigurosa y luminosa. Una obra que, como pocas, recupera con brillantez el alma de España y la razón de ser de nuestra nación.

Una obra coral de primeras espadas

Coordinado por el historiador Fernando Paz, el libro reúne a un elenco de autores de primer nivel: Fray Santiago Cantera, Alberto Bárcena, José Luis Orella, Blás Piñar Gutiérrez, Cásar Olivera, don Ángel David Martín Rubio y Javier Barraycoa. Todos ellos, con un profundo conocimiento histórico y una fidelidad incuestionable a la verdad, desarrollan cada capítulo con la seriedad y profundidad que merece el tema.

Esta obra colectiva aborda cuestiones de capital importancia para entender lo que verdaderamente ha sido, es y debe seguir siendo España. Entre los capítulos más destacados se encuentran:

«LA ESENCIA CATÓLICA DE ESPAÑA»


«EL NACIMIENTO DE ESPAÑA. El reino visigodo y el III Concilio de Toledo»


«LA RECONQUISTA. Recuperar lo perdido: ser es defenderse»


«LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS. Reforma y vocación de unidad»


«EL SIGLO DE ORO. El Imperio en el que nunca se ponía el sol»


«LA HISPANIDAD. La evangelización de América, la gran obra de España»


«LAS REVOLUCIONES LIBERALES. El camino hacia el abismo»


«LAS GUERRAS CARLISTAS. La lucha entre dos concepciones de España»


«LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA DE ESPAÑA. El triunfo de la Revolución y la Cruzada de Liberación»


«LA ERA DE FRANCO. España recupera su grandeza y su libertad»


«LA TRANSICIÓN. Del Estado nacional al Estado liberal y de partidos»

Cada capítulo está cuidadosamente documentado y tiene como fin despertar en el lector la conciencia nacional y el amor por una historia gloriosa que nos quieren hacer olvidar.

Este libro no es una revisión más. Es una reafirmación de nuestra misión universal como nación católica, forjada en siglos de historia, luchas y gestas al servicio de la civilización cristiana.

Menéndez Pelayo, faro y guía

En el centro del mensaje de esta obra resuena con fuerza la célebre cita de Marcelino Menéndez Pelayo, que condensa la esencia misma de nuestra identidad histórica:


«España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas».

Esa advertencia, formulada en otro siglo, hoy adquiere una actualidad dramática. Porque es exactamente lo que estamos viviendo: la fragmentación de España, la pérdida del sentido de misión, y el abandono de nuestra raíz cristiana.

Un llamado a la conciencia nacional

La Misión Histórica de España no es un libro más para coleccionar en la estantería. Es un manual de combate cultural, una defensa de la verdad histórica y una llamada a la acción para quienes no estamos dispuestos a rendirnos ante el relato oficial que pretende borrar nuestra alma nacional.

Con 240 páginas de contenido profundo y bien documentado, este libro está disponible por 20€ (+ 5€ de gastos de envío hasta cinco ejemplares). Para pedidos superiores, se puede consultar directamente los gastos de envío.

Para adquirirlo, basta con escribir a: luzdetrentoeditorial@gmail.com

Un libro para los que no se rinden

En definitiva, estamos ante una obra que todo patriota español debería leer y difundir. Porque no basta con indignarse ante los ataques a nuestra historia: es hora de conocerla a fondo, defenderla y transmitirla. Y para ello, este libro es una herramienta poderosa.

lunes, 14 de abril de 2025

De Cruzada a Guerra Civil Por Rodrigo Menéndez Piñar


He querido esperar un tiempo ─con el sosiego de unos días de reflexión y de conocimiento de las diversas noticias y artículos─ hasta escribir sobre el pacto del Gobierno con las autoridades eclesiásticas sobre El Valle de los Caídos, su “resignificación” y la “salvaguarda” del culto y de la simbología religiosa del gran monumento.

Cualquier persona con sentido común repararía en el espíritu de revanchismo, odio y venganza que mueve a sus promotores, siendo un paso más a la exhumación forzosa de los restos mortales de Francisco Franco y otras análogas. Y, también, cualquier persona con sentido común se daría cuenta de la poca y frágil ─¿quizá ninguna?─ oposición a estos atropellos por parte de la jerarquía eclesiástica. Se intentará dilucidar si esto último se debe a ciertas concesiones para evitar consecuencias indeseables ─la ausencia de explicaciones no ayuda a clarificarlo─; si a un simple y llano sometimiento a la presión gubernamental; o si, incluso, a una cierta anuencia ideológica para que la Igleisa sea aceptable para la democracia. Habría que considerar la hoja de ruta, dizque marcada por Roma, siendo quizá la actuación de la jerarquía española un simple reflejo de lo dictado por instancias superiores. Además, se debería preguntar a la orden benedictina en qué medida se resistió, pues tiene una responsabilidad directa sobre “lo suyo” ─mucho más suyo que del arzobispo de la capital, por ejemplo─. En todo este proceso habrá informaciones sesgadas ─como la “salida impuesta” de Santiago Cantera de la comunidad benedictina─ o lecturas parciales, destacando la “unanimidad” dentro de la Conferencia Episcopal. Todo lo anterior lo dejo a mejores conocedores en la materia que quien suscribe, sin quitar nada a las muchas y muy acertadas plumas que van saliendo a la palestra.

A mi modo de ver, mucho antes de las leyes de “memoria histórica o democrática” se ha dado una reelaboración falsaria de los acontecimientos de la contienda bélica de 1936-1939. De aquí viene todo, no nos engañemos. Y mucho antes de las “resignificaciones” que se van produciendo con la colaboración del estamento eclesial ─sea de omisión, tácita o, incluso, positiva─ ha habido un giro copernicano en la consideración del papel que desempeñó en la guerra la fe católica y el apoyo moral de la jerarquía, tanto romana como española.

La guerra comienza tras un tiempo de terribles vejaciones y tropelías en el último período de la República contra el alma de España, cuyo principio configurador no es otro que la fe católica. Se produce, providencialmente, un levantamiento cívico-militar para restaurar el orden y la justicia y para defender los fundamentos de la civilización cristiana. No se trata de una guerra de odio fratricida o de querellas entre hermanos, sino de la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religión (Pío XI, 14 de septiembre de 1936) frente al comunismo, que en España no ha derribado alguna que otra iglesia, algún que otro convento; sino que, siempre que le fue posible, destruyó todas las iglesias, todos los conventos y hasta toda huella de religión cristiana, aunque se tratase de los más insignes monumentos del arte y de la ciencia. El furor comunista no se ha limitado a matar Obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, escogiendo precisamente a los que con mayor celo se ocupaban de los obreros y de los pobres: sino que ha hecho un número mucho mayor de víctimas entre los seglares de toda clase, que aún ahora son asesinados cada día, en masa, por el mero hecho de ser buenos cristianos o, al menos, contrarios al ateísmo comunista (Pío XI, 19 de marzo de 1937).

Cuando terminó la guerra, las primeras palabras de la Santa Sede ─en este caso ya Pío XII─ fueron las siguientes:
Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros Nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria (la negrita es mía), con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos […]. La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu […]. Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de la fe y la civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo fecundo de España; y ayudado por Dios, «que no abandona a los que esperan en Él», supo resistir al empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo (Pío XII, 16 de abril de 1939).
Esta posición de la Santa Sede no era sino un coronamiento de la posición moralmente unánime del episcopado español, que quedó consignada de manera precisa en la famosa Carta colectiva del 1 de julio de 1937, encabezada por el primado de España, el cardenal Gomá. No es necesario reproducir los largos pasajes de esa carta que todos pueden leer con tranquilidad. Sirvan de ejemplo de la toma de postura de la jerarquía unas palabras de Gomá en otra ocasión. Cuando se liberó Toledo el 27 de septiembre de 1936, el arzobispo de la sede toledana, envió un mensaje radiofónico con una clara consigna de gozo y alegría: ¡Toledo es nuestro! Es un mensaje lleno de regocijo, pero a la vez profundo y grave, pues daba cuenta de que a Toledo se le iba a arrancar su alma cristiana, porque iba a ser de los sin Dios o contra Dios; y sin Dios, sin Jesucristo nuestro Dios, le falta a Toledo el espíritu que la vivifique y la clave que interprete sus maravillas. Toledanos, albricias: Toledo vuelve a ser nuestro. Al difundirse ayer la gran nueva se llenó España de júbilo; porque en Toledo radica el espíritu genuinamente español. Ella es el centro espiritual de nuestra patria. Es la ciudad de los Concilios, de la unidad católica, del cristianísimo imperio español, que tuvo su trono en el Alcázar. Ahí, en Toledo, se apoyó y se movió durante siglos el resorte de todas nuestras grandezas.

Alguno podría pensar que estas declaraciones son una cesión a la epopeya ideológica que pretende justificar las propias acciones. El mismo Gomá, con el conocimiento que da el tiempo y las circunstancias, escribió un artículo casi dos años después en el que señala en qué se concretaba esta lucha de cosmovisiones irreconciliables:
Mientras en el Alcázar se escribía una epopeya incomparable, la ciudad era presa de tragedia horrenda. El robo y el pillaje, organizados por bandas de ladrones, «científicos» y vulgares; matanzas en masa de ciudadanos pacíficos, el cogollo de la Ciudad Imperial. ─«Pero ¡si va lo mejor de la ciudad!»─ decía una sencilla mujer, a la vista de un grupo numerosísimo de ciudadanos que iban a ser fusilados; la tortura de unas semanas interminables, vivida entre todos los horrores; la conmoción tremenda, por tres veces, del peñón en que la ciudad se asienta, causada por la explosión de las minas del Alcázar; la orgía callejera, infernal, que parecía el canto del triunfo definitivo de la barbarie sobre la civilización cristiana de siglos, encarnada en nuestra ciudad… (18 de agosto de 1938).
La consideración moral de la guerra es clara: una Cruzada en defensa del orden natural y cristiano frente a las fechorías y desmanes de sus enemigos. Claro que las autoridades de entonces no obviaban que una guerra siempre trae gravísimos males y hay que evitarla, mientras sea posible. Por eso, se esforzaron por la conquista de una paz estable en la que hubiese una reconciliación entre los españoles. Signo preclaro de esa reconcilación es la gran cruz de El Valle de los Caídos y el extraordinario complejo monumental que alberga a los de un bando y de otro. Pero es una paz, fruto de la victoria; es una España reconciliada, fruto de haber regado sus campos con la sangre de sus mejores hijos; y es una Cruz imponente, fruto de no haber arriado la bandera de Cristo, esencia de nuestra Patria. Esto es lo que no se puede olvidar.

No es que la Iglesia “tomase postura” o “eligiese un bando”. Ni siquiera es que se viera obligada por la persecución a ponerse bajo el amparo del bando sublevado. Es que la misma vida de la Iglesia ─si de verdad nos creemos eso de que “la Iglesia somos todos los cristianos”─ desencadenó un alzamiento en defensa de Dios y de España, tomando cada uno el papel que le pudiera corresponder: los sacerdotes y religiosos rezando, atendiendo espiritualmente al pueblo y sufriendo el martirio con caridad heroica; los militares cumpliendo con su deber de defender a España; los seglares de todo tipo y condición: unos tomando las armas, otros ayudando en todo lo posible fuera del frente; los obispos ─sufriendo doce de ellos el martirio─, fortaleciendo moralmente a sus ovejas, a la vez que procurando todas las posibles gestiones materiales y diplomáticas para atenuar los efectos devastadores de una guerra…; pero todos ellos católicos, todos ellos Iglesia. Esto es lo que no se puede olvidar.

Podrían multiplicarse tanto los testimonios históricos que no se acabaría este artículo. Solo queda hacer un llamamiento y poner verdad en las conciencias para que no olviden lo que no se puede olvidar. No es cuestión ni de equilibrios ni de polarizaciones o sandeces memocráticas. Es una cuestión de verdad histórica, con los matices que pueda adquirir esa presentación de la verdad con el paso del tiempo. El día en que una gran parte del estamento eclesial y del pueblo español olvidaron esto, ese día se pusieron los cimientos de los pactos y las resignificaciones.

Y ese día fue hace décadas. A qué quejarse tanto del presidente del gobierno o del arzobispo de la capital, a no ser que en esta queja se incluyan los trabajos sistemáticos de “resignificación” tras la muerte de Franco ─incluso antes─. A qué tanta queja, si la mayoría ha estado muy a gusto con el Estado desde la Transición, rompiendo así con los siglos de historia hispánica. Fue esa historia y ese alma de España lo que se defendió el 18 de julio; y sus vestigios ─vestigios, sí, pues así los quiso la mayoría democrática─ son hoy los atacados en El Valle de los Caídos. Por eso es tan simbólico y tan trascendente.

No es la ofensiva a una persona que gobernó 40 años España, sino a lo que representa; no es un mero símbolo religioso, por muy grande que sea, lo que molesta, sino lo que ese símbolo y esa obra representan: la esencia de España. Y, antes de los enemigos de hoy, los “amigos” de ayer olvidaron y renegaron de España, porque lo hicieron de la Cruzada. Señalemos las causas, no sólo las consecuencias.

Es triste ver cómo los enemigos tienen más razón que muchos de “los nuestros”, pues nos atacan porque nos consideran defensores de un orden político cristiano que ha vivificado la historia de España; mientras que “los nuestros” reniegan de aquello que se les achaca, pasando por abogados del consenso democrático. ¿No sería más noble reconocerse hijos y descendientes de los grandes del pasado? Si sólo insistimos en que la Cruz es signo de reconciliación, como una especie de mantra del olvido, ignorando quiénes lucharon por esa Cruz, nos colocamos en una posición inexistente. Hay que elegir entre la barbarie y la civilización. Nuestros antepasados tuvieron que elegir, incluso cuando esa elección tenía graves y dolorosas consecuencias.

¡Despierta pueblo español! Has caído en la trampa de que hubo una guerra civil que hay que olvidar. Esa ha sido la desgracia: la hemos olvidado. Ellos no. La historia no se olvida, sino que se aprende de ella. Una lección de la que puede ser un símbolo representativo Francisco Franco. Más allá de los juicios propios que de todo su gobierno se puedan hacer, no se le puede negar ser representante de la “Victoria del 18 de julio” y de una voluntad clara y firme de auténtica paz y reconciliación, alcanzada mediante la lucha armada y consignada para la historia en El Valle de los Caídos. A causa de todo lo que hizó y lo que representaba recibió el máximo reconocimiento y distinción por parte de la Santa Sede.

Fue una Cruzada. Lo fue, aunque dentro de una misma patria y, por eso, fue también guerra civil. Entre hermanos, sí. Desearíamos que nada semejante se produzca de nuevo, pero más debemos desear la defensa de aquello por lo que lucharon nuestros mayores y que quedó simbolizado en las pétreas estructuras de El Valle de los Caídos.

En la adaptación cinematográfica a la leyenda artúrica de Jerry Zucker (El primer caballero, 1995), el Rey Arturo (Sean Connery) sostiene una conversación con el antagonista de la película, Meleagante (Ben Cross). Éste acude a negociar, pretendiendo el influjo sobre el reino de Lyonesse, pero choca con la postura firme de Arturo:

– Otros pueblos viven con otras leyes, Arturo. ¿O es acaso la ley de Camelot la que rige el mundo entero?

– Hay leyes que esclavizan a los hombres, y leyes que los liberan. O nos preocupamos de que la justicia, bondad y lealtad sean justicia, bondad, y lealtad para todos los pueblos de Dios Nuestro Señor, o seremos otra más de esas tribus saqueadoras.

– Vuestras hermosas palabras os apartan de la paz y os conducen a la guerra

– Hay una paz que sólo está al otro lado de la guerra. Si ha de llegar esa guerra, yo lucharé.

Les invito a hacer este ejercicio de memoria histórica y no dejar que los que atacan El Valle de los Caídos tengan más razón que nosotros.

Rodrigo Menéndez Piñar

Biznieto de defensores del Alcázar de Toledo

Nieto de requeté y marinero voluntario de la Cruzada

Sobrino de mártires in odium fidei

12 de abril de 2025