Este artículo fue publicado en la revista arvo.net, en abril o mayo de 2004 (no recuerdo exactamente la fecha), recién llegado el PSOE al poder. Han pasado ya seis años y medio desde entonces. Pero la realidad que estamos viviendo es aún peor de lo que yo vaticinaba en dicho artículo. En todo caso, lo cierto y verdad es que, cuando se parte de una premisa equivocada, y se actúa con lógica, el final es fácilmente predecible. Para no hacerme excesivamente cansado, resumiré un poco dicho artículo (y añadiré algún hecho producido con posterioridad a ese escrito), conservando lo esencial del mismo. Y comienzo ya, sin más preámbulos:
Hay muchas cosas que no entiendo, aunque estudiando, tal vez, podría llegar a entender; en todo caso, me queda el consuelo de saber que hay otras personas que sí son capaces de llegar a ese conocimiento; y que luego, además, nos lo comunican para nuestro personal enriquecimiento. No estoy diciendo nada nuevo, ni extraño: eso nos ocurre a todos.
Pero entre esas cosas, hay una (aunque no es la única, ciertamente) que no he llegado nunca a entender, ni pienso, realmente que haya nadie que (razonando con lógica, en función de los hechos) llegue a comprender. Tal es el caso de la democracia en la actualidad española.
Etimológicamente "democracia" significa "gobierno del pueblo". Da la impresión de que las palabras democracia y libertad van unidas. Pero si analizamos los hechos que caracterizan a muchos de los gobiernos que se denominan a sí mismos "demócratas", en concreto el caso de España, tal vez nos encontremos con un cierto desequilibrio mental.
Desde que el PSOE llegó al poder (en marzo de 2004) “da la impresión” (que es mucho más que una mera impresión) de que su objetivo principal y prioritario –por no decir único- es conseguir que todos “pensemos” en clave socialista. Es más: se nos pretende hacer creer que sólo el pensar de ese modo es lo que nos conducirá al "progreso".
El Sistema es dueño absoluto de la verdad y sabe lo que conviene a los ciudadanos y dónde se encuentra el progreso. La misión de los ciudadanos no es la de pensar (de eso se encargan ellos), sino la de aceptar lo que el Sistema establezca como verdad (una verdad que, además, puede variar de un día para otro, siempre que el Sistema así lo decida). El Sistema tiene como misión , en primer lugar, que el ciudadano "piense" que nada hay mejor que la democracia (ser "antidemócrata" es lo peor que le puede ocurrir a una persona; peor que robar o matar) y en segundo lugar, y lo más importante, conseguir que el ciudadano esté convencido de que sólo será demócrata, verdaderamente, cuando piense según lo que el Sistema decida que tiene que pensar. Y el que no piense de esa manera, automáticamente será tildado de fascista, reaccionario, primitivo, retrógrado y yo qué sé cuántas cosas más. El Sistema tiene poderosos medios para cumplir esa misión (la prensa, la radio, la televisión, la educación en las aulas, etc...). Sus seguidores deben encargarse de llevar a cabo estas ideas del Sistema.
Para ello deben tener muy claro que es esencial el uso de palabras que, aunque realmente signifiquen poco o nada, consigan el efecto que ellos esperan, que es el de descalificar a todos aquellos que no piensen como ellos. Una descalificación a base de palabras nunca argumentadas, ni demostradas; pero eso sí: que inciten a la rebelión, a la crispación y al desprecio de aquellos que no las compartan.
Pondré algún ejemplo, para que se entienda lo que quiero decir. Recién llegados al poder eran comunes las siguientes expresiones, tal y como suenan (tomadas textualmente de los periódicos de esa época): “Por fin ha triunfado la democracia en este país, después de ocho años vividos bajo la dictadura de un gobierno peor que el de Franco” (Se referían al gobierno de Aznar). “El partido socialista ha triunfado. Por fin tenemos democracia" y otras por el estilo, que no tienen ni pies ni cabeza, que no resisten un análisis serio y riguroso.
Según esa “lógica” ser demócratas supone pensar al modo socialista, y solamente al modo socialista. No hay otra opción. Lo “bueno” es el socialismo; y todo lo demás es condenado como opuesto al progreso de la sociedad y a la democracia (¿?). Desde el momento en que alguno no piense en socialista, automáticamente es considerado como persona "non grata", que se opone al progreso y se queda anclado en el pasado. El cambio, por el cambio (y, además, el cambio que ellos consideren que debe ser considerado): eso sería el "progreso" para el socialismo (Se puede leer, a este respecto, el artículo que he escrito, en este mismo blog, acerca del progreso).
Pues yo, con permiso o sin él, “me atrevo” a pensar: tengo para mí (y considero que esto le ocurrirá a cualquier persona con un mínimo de sentido común), que progresar supone ir a mejor, pasar de una situación mala a una situación buena; o de una buena a otra más buena todavía. ¿O no? La respuesta no puede ser sino positiva.
Y bien: dando eso por sentado, ¿vemos que se esté produciendo el tan cacareado progreso en la sociedad? Analicemos los hechos, pues los hechos cantan. Son los hechos, y no las palabras, los que indican si tal progreso se ha ido produciendo, aunque de entrada advierto que, aunque los hechos estén ahí, "sólo serán vistos por aquél que quiera ver". Consideremos sólo algunos de estos hechos y entenderemos lo que el PSOE entiende por progreso (en función de cómo ha ido actuando):
1. Lo primero de todo; y antes de cualquier otro tipo de consideraciones políticas, económicas, etc,..., el objetivo principal del PSOE, como así lo ha puesto de manifiesto por activa y por pasiva, es el de extirpar la religión de la sociedad, como si se tratase de un cáncer que se opone a la libertad. Y para ser más concretos, extirpar no cualquier religión, sino la Religión católica que, por lo visto, debe ser muy perniciosa y muy perjudicial para la sociedad, anticuada y obsoleta; de modo que debe ser eliminada del entorno social, en el que sólo ellos tendrán algo que decir: ("¡Qué hermosa palabra es la democracia!")
2. Favorecer la investigación usando embriones humanos. Bien: está más que demostrado la curación de determinadas enfermedades usando células madre de los adultos (lo que no ocurre con las células madre embrionarias). Curiosamente, se invierte el dinero en investigación con células madre embrionarias (o sea, con embriones humanos, que son manipulados genéticamente; es decir, eliminados). Realmente increíble. Pero es que, además, aun cuando no se hubieran obtenido resultados con las células madre adultas–hecho que sí se ha producido, aunque no se publique demasiado- , lo cierto y verdad es que el fin no justifica nunca los medios.
No se puede cosificar a un ser humano en las primeras etapas de su vida. Eso es lo que se conoce como la “la ley de la Selva” o ley del más fuerte, que es lo propio de las grandes dictaduras, desde los emperadores romanos, como Nerón, hasta otros más recientes como Hitler y Stalin, famosos por sus campos de concentración y los “gulags”.
3. Favorecer las separaciones en los matrimonios, quitando todo tipo de trabas (divorcio "express"). El concepto de justicia, el más que posible daño a los hijos de esos matrimonios, etc..., todo eso es algo banal y sin importancia.
4. Favorecer la sexualidad indiscriminada entre los seres humanos, sean del sexo que sean (eso es lo de menos), mediante el reparto gratuito de preservativos; y por si fallan, mediante la píldora del “día siguiente” a la que, por otra parte, se tendrá fácil acceso.
5. Favorecer las posibilidades de abortar (y además, haciendo lo imposible para que los padres no se inmiscuyan, aunque sean niñas menores de 16 años). Para lo que se aduce una razón “humanitaria”: hay que respetar la libertad de la madre, una libertad que ese “ser” (ese "algo" ) que lleva dentro está amenazando.
Se difumina así la realidad; porque resulta que ese “ser” es también un ser humano, una persona en su primera fase de crecimiento, pero persona, al fin y al cabo. Hay aquí dos seres humanos, la madre y el hijo. La ciencia lo demuestra categóricamente, por si cabía alguna duda (aunque los que presumen de "científicos" lo son según y cómo; o lo que es igual, de científicos no tienen absolutamente nada, pues es propio de la ciencia el amor a la verdad). Cumplen muy bien lo que decía Stalin: "Si los hechos me contradicen, peor para los hechos" (¡muy "científico" y muy "democrático").
De los dos, el hijo es el ser humano más débil, el más pobre, el más necesitado, pero no por ello es menos persona. Es un ser humano, distinto a su madre, aunque esté en su vientre, que merece ser respetado y amado, al igual que debe serlo su madre. La madre tiene derecho a la vida. Y su hijo también tiene derecho a poder seguir viviendo, a “ver” la luz, y a desarrollarse.
La madre debería estar bien orientada por personas “profesionales”, honradas, con buen juicio y con sentido común; y esto, por desgracia, no ocurre en una infinidad de casos, cada vez mayor. Y, a partir de ahora, en que reescribo este artículo, menos que nunca, pues "legalmente" se ha establecido el "derecho al aborto" (¡derecho a matar! : asesinato legalmente consentido). Por supuesto que esta "ley" debe ser desobedecida, y no tiene rango de ley, al ser contra natura: "No matarás". "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 4, 19). Pero ahí está, como si fuera un logro y un progreso, según las ideas socialistas.
6. Inventar un nuevo lenguaje, acorde con los tiempos modernos. Por ejemplo: la unión entre homosexuales se llama también ahora "matrimonio". ¿Qué nombre habría que darle, entonces, al matrimonio; porque desde luego, no es lo mismo, lo diga quien lo diga, la unión entre un hombre y una mujer, que la unión entre dos hombres o la unión entre dos mujeres. Se trata de absurdos, de sinsentidos, inventados por “personajes” o “personajillos” que desconocen la naturaleza humana. De hecho se ha "legalizado" el "matrimonio" entre homosexuales.
7. Un "teórico" no a la violencia. Y digo "teórico" porque es esa misma violencia la que se está alimentando. ¿Hay acaso mayor violencia -y, además, cobarde- que la de matar a seres humanos indefensos, bien sea en el primer estadio de su vida (diciendo "falsamente" que no son humanos) o bien en el último (llamando "muerte digna" a la eutanasia)?
Ciertamente, todos estos hechos se disfrazan de palabras suaves como "comprensión", "tolerancia", etc...; pero jamás ha habido tanta intolerancia, ni tanta censura, tanta incomprensión y tanta locura como la que se está dando en la actualidad "moderna".
8. La Educación para la Ciudadanía, asignatura obligatoria e impuesta (y no de libre elección, "por aquello de que hay que ser demócratas") en todos los colegios, cuyos contenidos -como se puede ver en determinados libros- son un adoctrinamiento en la "doctrina socialista", única "doctrina" verdadera, según la cual, entre otras cosas, Dios no existe (eso es algo propio de civilizaciones anticuadas), la sexualidad y el desenfreno, en situaciones aberrantes, se las considera como actividades normales, tc.
En fin, todo un lavado de cerebro a niños, cuya educación principal no es responsabilidad del Estado sino de los padres. Y a éstos, en cambio, no se les permite ni siquiera objetar contra dicha asignatura. El Estado tiene solamente una función subsidiaria en la educación de los alumnos; y, sin embargo, éstos son considerados, de hecho, como propiedad del Estado: ideología propia de los regímenes totalitarios y marxistas (y todo ello ante la pasividad de la mayoría de los ciudadanos, lo que es aún más lamentable, si cabe).
En fin, la lista sería interminable, aunque creo que estos datos son lo suficientemente significativos como para llegar a la conclusión de que estamos asistiendo y, además, como cómplices, al desarrollo de una sociedad “tanática”, a una "cultura" de la muerte (si es que a ésto se le puede llamar cultura); y a una de las mayores hipocresías que se han conocido a lo largo de toda la historia de la humanidad. La razón de fondo por la que se ha llegado a esta situación no es otra, se reconozca o no, que la falta de fe a la que estamos llegando. En este sentido, tenemos todos una grave responsabilidad. Deberíamos volver a Dios, y convertirnos.
En fin, lo cierto y verdad es que el ser de las cosas no depende de lo que el hombre piense de ellas; ni siquiera de lo que piense la mayoría (una mayoría que, además, está manipulada) en la mal llamada democracia española actual. Las cosas son lo que Dios piensa acerca de ellas, que es quien las ha creado, y las conoce mejor que nadie.
¿En serio creemos que el régimen actual en España es democrático, tal como se ha entendido siempre la democracia? ¿Realmente pensamos que estamos en un estado de derecho? ¡Ojalá que así fuera! Pero los hechos son los hechos, aunque la letra de la ley sea otra.
A mi corto entender, y los puntos a los que he aludido más arriba lo justifican, (¡siendo, como son, sólo un botón de muestra!) estamos atravesando por la mayor dictadura (totalitaria y tiránica) que se haya conocido hasta el momento aquí en España (aunque eso sí, una dictadura muy “sutil” y con mucho “talante”; obsérvese que la palabra talante es un sustantivo; se puede tener un talante cínico y perverso. Como vemos el juego de las palabras, y el engaño, aprovechándose de la ignorancia de la gente, en general).
Franco sería un dictador, pero no era un tirano y no dictaba leyes "anti-natura"; y se preocupaba, de verdad, por el bien de España, independientemente de otras consideraciones; o de otros fallos que hubiera cometido.
Dicho todo lo cual no debemos olvidar que el que de veras ama la verdad no rechaza a Dios, sino que se vuelve hacia Él. Ese Dios que se ha revelado en la Persona de su Hijo, Jesucristo, para que podamos conocerle. Un Dios que es Amor, que nos hace libres, y que nos revela cómo es nuestra verdadera naturaleza. Revolverse contra Dios, rechazarlo, es ir contra el Amor, ir contra la Vida, ir hacia la muerte: es autodestructivo. El hombre sin Dios se vuelve inhumano.
Así, pues, podemos estar orgullosos de ser cristianos, y dar gracias a Dios por ello, pues lo somos por pura Gracia. ¡No nos avergoncemos de llevar ese nombre; y vivamos coherentemente con nuestra condición de cristianos y de verdaderos hijos de Dios. No importa que seamos incomprendidos. Jesús lo fue. Y "no es el discípulo mayor que su Maestro". Jesús nos advirtió claramente: "Seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre" (Mt 24,9). Pero sus palabras son siempre de ánimo y de esperanza: "Quien perservere hasta el fin, ése se salvará" (Mt, 24,13). Y en otro lugar: "Vosotros tenéis ahora tristeza. Pero os volveré a ver; y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría" (Jn 16, 22-23). Además, sus promesas se cumplen siempre: "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Y no se hará de esperar por mucho tiempo: "He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap. 22,12)
Así pues no nos dejemos atemorizar, pues la recompensa, que es segura, supone estar con Jesucristo para siempre, con Aquél que tanto nos quiere, y al que nosotros también deseamos: "¡Ven, Señor Jesús!" (Ap. 22,20). Todo lo que hayamos hecho en esta vida por Él habrá merecido la pena, pues lo tendremos a Él, y en Él lo tendremos todo.
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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lunes, 6 de diciembre de 2010
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