Lo primero de
todo, y lo lógico, en un cristiano y, sobre todo, en un católico, es conocer
bien los consejos que nos dan nuestros pastores acerca de cómo debemos
proceder. Esto viene recogido en la Nota ante las elecciones generales de 2011 de la Conferencia Episcopal Española.
Son diez puntos.
Haré referencia en este artículo tan solo a los puntos 5 y 7 que, en mi opinión,
son los más concretos; y los que hacen referencia a situaciones especialmente
graves, que conciernen a temas tan debatidos como los del aborto, el
“matrimonio” homosexual y la “Educación” para la ciudadanía.
Al actuar así, la
Iglesia no se está entrometiendo en cuestiones políticas. Es todo lo contrario:
El Estado se ha arrogado a sí mismo un poder que no le corresponde,
inmiscuyéndose en temas morales, que no son de su competencia. Y es un grave
deber, por parte de la Jerarquía Eclesiástica el de orientar a sus fieles, de
modo que si votan no lo hagan a favor de aquellos partidos que se oponen
claramente a la ley de Dios.
Resumiendo, nos
dicen nuestros obispos lo que escribo a continuación en letra cursiva (lo que
va entre paréntesis y con letra azul es mío):
Son peligrosos y
nocivos para el bien común:
a) Determinadas
opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la
vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, o que
incluso llegan a tratar como un derecho lo que, en realidad, constituye un
atentado contra el derecho a la vida. (Oposición rotunda, pues, al aborto y a la eutanasia)
b) Ordenamientos
legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto
unión firme de un varón y una mujer, ordenada al bien de los esposos y de los
hijos, (oposición total al mal llamado “matrimonio” homosexual),…, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de la
voluntad de las partes ni, menos aún de una sola de las partes (oposición al
divorcio y, en particular, al divorcio “express”)
c) Las
imposiciones ideológicas del Estado que lesionen el derecho de los padres a
elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos. (oposición
clarísima a la llamada “educación” para la ciudadanía)
Estos consejos
serán mejor o peor recibidos por la gente, pero eso es lo que los obispos, en
comunión con el Papa, nos dicen acerca de la postura que “debe” tomar un
católico, si actúa con recta conciencia, a la hora de votar en las elecciones
generales del 20-N.
En un artículo de
Infocatólica (no recuerdo ahora exactamente cuál) se hacía un poco de historia rápida y se decía lo que viene a
continuación:
En treinta años la situación de la familia en
España ha cambiado de modo vertiginoso. En 1981
se legaliza el divorcio y en 1985 se despenalizó el aborto en
tres supuestos. Lo que ha venido después, particularmente en los últimos
años, se ha calificado de auténtico “tsunami” contra la familia y la
vida.
Desde 2004 se han intentado promover diecinueve leyes o directivas que introducen la ideología de
género, la agilización del divorcio, la supresión de los conceptos de
paternidad y maternidad, el vaciamiento del concepto de matrimonio y la
destrucción de la vida naciente o terminal.
Al mismo tiempo este proyecto de ingeniería
social ha promovido la
anticoncepción, la esterilización masculina y femenina, y la equiparación
de la unión de personas del mismo sexo al matrimonio. Todo este bagaje ha
entrado de lleno en el campo
de la educación con un conjunto de leyes y directivas que
violentan el derecho de los padres a la educación de sus hijos.
El resultado
de todo este cambio legislativo, unido
a una cultura relativista y laicista, está resultando devastador para la sociedad
española: ha descendido la tasa de nupcialidad, aumentan los divorcios y
por tanto crece el número de familias rotas; la natalidad en España ha
decrecido peligrosamente (1.38 % por pareja) y aumentan los abortos
quirúrgicos, la dispensación de la PDD, etc.
Todos estos datos se exacerban cuando los
relacionamos con el número de parados (4.978.300 personas), el incremento de
las drogas, el alcoholismo, la frecuencia de la prostitución, la pornografía,
etc.
A la vista de lo
cual, si hay algo que queda claro es que un católico no puede votar al Partido
Socialista ni a Izquierda Unida o a partidos afines a éstos, por razones
evidentes. Es más: un católico socialista es una contradicción. No se puede ser
católico y socialista al mismo tiempo. Y si alguien afirma tal cosa o bien es
un ignorante (que no sabe lo que significa ser católico, ni lo que es el
socialismo; y me consta que hay muchas personas así); o bien, que es lo más
grave, es un cínico, que pretende “nadar y guardar la ropa”.
El socialista
convencido no es ya que sea ateo, sino que es antirreligioso (o mejor,
anticatólico) y, además, descaradamente. ¿Cómo puede un socialista coherente
pedir el voto católico o, lo que es peor, afirmar tranquilamente que es
católico, como el que más, o acusar a la Iglesia de que se mete en política y
de que lo mejor que podía hacer es quedarse calladita?
Pues sí que puede.
Por una razón muy sencilla: porque la mentira es el ambiente propio en el que
se desenvuelve el socialismo (desgraciadamente); se maneja en ella como pez en
el agua. No se rigen por la razón, sino por sentimientos de odio y de
resentimiento contra todo lo que se les opone. Utilizan la razón sólo si les
conviene, cuando les conviene y mientras les convenga, en una extraña mezcla de
buenas palabras y de intenciones torcidas para engañar al mayor número posible
de gente.
¿Y qué diremos del
PP, el Partido Popular? De momento sólo podemos decir que es el principal
partido de la Oposición. No está en el poder; por lo tanto no se le pueden
pedir responsabilidades sobre actos que no son suyos. Durante los ocho años que
estuvo en el Poder (de 1996 a 2004) España prosperó bastante en lo económico.
¿Que ha habido gente en el PP (y la sigue habiendo) que deja mucho que desear?
Eso es un hecho. Pero son casos contados. Sería deseable que pudiéramos votar a
personas concretas, en lugar de listas cerradas; pero todo se andará (eso
espero).
¿Qué dice el PP en
su programa, en particular en aquellos temas que,
como cristianos, nos interesan de un modo especial? Ciertamente, no se define
claramente en todos ellos (sí en algunos); pero deja la puerta abierta a una
solución. Mi opinión personal (ojalá que esté en lo cierto) es que, como buenos
políticos, actúan con cierta mano izquierda, al objeto de conseguir un mayor
número de votos por parte de todos los españoles; y conseguir la mayoría
absoluta, de modo que luego puedan hacer y deshacer, sin necesidad de contar
con el apoyo de partidos minoritarios, que hagan casi imposible que pueda
cumplir luego sus promesas electorales (en el caso de que llegue al Gobierno).
Entre esas
promesas he leído algunas que me han parecido bien:
Con relación a la
Educación para la Ciudadanía se cambian los contenidos por
otros relativos al aprendizaje de los valores constitucionales y el
conocimiento de las instituciones españolas y europeas… evitando los contenidos
adoctrinadores.
Con relación al
tema del aborto se cambiará el
modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho
a la vida
Con relación al
tema del matrimonio homosexual, aunque no
aparece explícitamente en su programa (que yo sepa), sin embargo sí habla de la importancia de las familias como
un sustento esencial de la sociedad, a las que apoyará, en especial a las
que tienen hijos menores y a las familias numerosas. Por otra parte, en el
debate del 7 de Noviembre entre Mariano Rajoy y Alfredo P. Rubalcaba, si mal no
recuerdo, salió a relucir que Mariano ha interpuesto ya un recurso contra la
denominación de “matrimonio” en el caso de personas del mismo sexo, un tema
sobre el que ya había hablando antes con Zapatero, indicándole que deberían
llamarse “uniones de hecho” o algo así.
En fin, hay un
programa del PP que no está en contradicción con la nota de la Conferencia
Episcopal. Otra cosa es que luego lo cumpla. Y que sea más concreto en algunos
puntos. Pero para eso es necesario que gobiernen. El votante observará entonces
lo que hacen en realidad.
Por otra parte, no
podemos tampoco juzgar todo el "futuro" del PP por aquellas acciones
u omisiones de las que adoleció en el pasado.
Yo espero que, si
gana las elecciones, y las gana con mayoría absoluta, y es un partido honrado,
actúe en consecuencia. Y que no engañe a quienes les han votado.
Espero que cumpla
pronto y bien el compromiso adquirido en su programa.
Espero que el
próximo curso escolar la EpC sea ya historia; y que el
diseño de esa nueva “educación cívica” que sustituirá a la EpC no se convierta en un nuevo intento
adoctrinador, aunque sea de otro signo. Las imposiciones ideológicas no son
buenas nunca.
Espero que suprima
de las leyes el mal llamado “derecho” al aborto, lo más pronto posible (puesto
que tal “derecho” no existe, es una falacia).
Espero también que
suprima la palabra “matrimonio” en lo que concierne a la unión entre
homosexuales (no hay tal “matrimonio”, no puede haberlo por más que se empeñen:
un hombre no es una mujer, y viceversa; y entre dos personas del mismo sexo no
puede haber prole ni familia, por lo tanto).
Mi intención personal
es la de votar al PP, darle un voto de confianza y ver luego cómo actúa,
en relación a sus promesas electorales. De un modo muy expreso, Vidal-Quadras pide a Rajoy que derogue el aborto, el matrimonio homosexual y EpC
en sus primeros cien días de gobierno.
Este voto al PP no
está reñido con la nota de los obispos respecto a las elecciones: En el programa del PP se
indica claramente que “se cambiará el modelo de la actual
regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida”. ¿En qué sentido? No lo especifica con claridad.
Pero pienso que se les puede dar un voto de confianza y ver qué ocurre. Es
cierto que el famoso tercer supuesto, que hablaba del aborto permitido en caso
de “grave peligro para la vida o la
salud física o psíquica de la embarazada” en cualquier momento de la gestación,
era “de hecho y, por desgracia”, un
coladero para el aborto; aunque no tendría por qué ser así. Aquí entra en juego
la conciencia de los médicos y el buen asesoramiento a la mujer para que no
aborte. De ahí la enorme importancia de la moral en éste como en tantos otros
aspectos de la vida social.
Podría ocurrir que
ese tercer supuesto desapareciera. Lo ideal
sería volver a la ley anterior a 1985, lo que parece bastante difícil, pero no
imposible: como poder ser, puede ser. Otra cosa es que llegue a ser.
No podemos saberlo. Se trata de “futuribles”, lo que significa que
también puede ocurrir que todo siga igual, e incluso es lo más probable, viendo
cómo está el mundo (esto no lo pongo en duda). Pero no es seguro: siempre cabe
la posibilidad del cambio (aunque éste sea menos previsible). Esta es la razón,
pienso yo, por la que hay católicos que han decidido no votar, o bien votar en
blanco.
Yo mismo pensaba
hacerlo. Y así lo escribí en este blog en la “segunda carta a Mariano Rajoy”.
Pero también en dicha carta especificaba que mi actuación a la hora de votar
dependería mucho de lo que leyera en su programa, y estaría en función,
también, de lo que fuera viendo durante estos días previos a la votación. He
optado finalmente por votar PP. Por supuesto que es posible que me equivoque;
es posible que mi decisión no sea la mejor, aunque eso sólo Dios lo sabe. Yo me
atrevería a decir, con San Pablo: “En cuanto a mí ni siquiera yo mismo me juzgo. Quien me juzga es el
Señor” (1 Cor 4, 3.4).
En cualquier caso,
hay algo que es completamente cierto. En la situación actual en la que vivimos
ahora no nos estamos enfrentando a “futuribles”, sino a hechos comprobados y
muy concretos, elevados a la categoría de ley; es el caso de aberraciones tales
como el “derecho” al aborto o el “derecho” al “matrimonio” entre personas del
mismo sexo.
Y es preciso, con
necesidad de urgencia, poner todos los medios a nuestro alcance para salir de
esta situación lo más pronto posible. Votar al PP “puede” ser un primer paso en
ese proceso, aunque no sea “la solución”. Lo deseable (es mi opinión
personal) sería que el PP consiguiera una mayoría absoluta; de ese modo no
dependería de ningún otro partido para llevar a cabo sus propuestas
electorales.
Comprobaríamos,
entonces, sobre hechos concretos, hasta qué punto son sinceras las palabras que
el Sr. Rajoy nos está diciendo ahora. Y en qué medida piensa llevarlas a cabo.
Pero si no le damos ninguna oportunidad de llevar a cabo sus proyectos y nos
basamos sólo en conjeturas… creo que nos estamos jugando demasiado y que no
deberíamos desentendernos. Acudamos, como siempre, a las palabras que decía el
Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 16). Porque así es: un árbol se conoce por sus frutos. Cierto. Pero dejemos
que se haga un árbol. Dejemos que se planten primero las semillas. Y después,
sólo después, estaremos en condiciones de emitir algún juicio; y -esta vez sí-
en base a hechos comprobados y no a meros “futuribles” o suposiciones.
Por otra parte pienso
que la crisis actual que padecemos en España (en particular) y en toda Europa (en
general) no es sino la consecuencia de una crisis muchísimo más profunda, que
es causa y raíz de todas las demás crisis: el rechazo de Dios. Nos estamos
avergonzando de nuestras raíces cristianas, negándolas cínicamente y actuando
contra la verdad de los hechos históricos y contra toda evidencia. Y eso es
grave: “A quien me
niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que
está en los cielos” (Mt 10,33)
En el Nuevo
Testamento podemos leer lo siguiente (y esto es Palabra de Dios): “No os engañéis: de
Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará” (Gal 6,7).
Estas palabras no
deberían caer en saco roto, sino que deberíamos meditarlas, muy seriamente, en
nuestro corazón. Nos va en ello la vida; no sólo esta vida terrena (que
también: separados de Dios somos “ya” unos infelices; tanto más infelices
cuanto menos conscientes somos de nuestra desgracia) sino también, y sobre
todo, nos va en ello la vida eterna.
De nosotros depende, porque aunque “Dios quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4) también ha querido que trabajemos por nuestra salvación: “Con temor y
temblor, trabajad por vuestra salvación” (Fil 2, 12). Él ya ha puesto todo de su parte. Y ya sabemos qué es lo que Él
quiere y lo que Él espera: nuestro corazón.
Ahora es nuestro turno. Ahora nos
toca a nosotros el mover pieza. No lo pospongamos. “Hoy es el día de
nuestra salvación” (2 Cor 6,2). Y tengamos confianza siempre, porque el Señor nunca nos desampara,
si somos humildes, y amamos la verdad: “un corazón quebrantado y humillado, Señor, Tú no lo desprecias”
(Sal 51, 19).