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lunes, 14 de noviembre de 2011

EL CRISTIANO ANTE LAS ELECCIONES GENERALES DEL 20-N


Lo primero de todo, y lo lógico, en un cristiano y, sobre todo, en un católico, es conocer bien los consejos que nos dan nuestros pastores acerca de cómo debemos proceder. Esto viene recogido en la Nota ante las elecciones generales de 2011 de la Conferencia Episcopal Española.

Son diez puntos. Haré referencia en este artículo tan solo a los puntos 5 y 7 que, en mi opinión, son los más concretos; y los que hacen referencia a situaciones especialmente graves, que conciernen a temas tan debatidos como los del aborto, el “matrimonio” homosexual y la “Educación” para la ciudadanía.

Al actuar así, la Iglesia no se está entrometiendo en cuestiones políticas. Es todo lo contrario: El Estado se ha arrogado a sí mismo un poder que no le corresponde, inmiscuyéndose en temas morales, que no son de su competencia. Y es un grave deber, por parte de la Jerarquía Eclesiástica el de orientar a sus fieles, de modo que si votan no lo hagan a favor de aquellos partidos que se oponen claramente a la ley de Dios.

Resumiendo, nos dicen nuestros obispos lo que escribo a continuación en letra cursiva (lo que va entre paréntesis y con letra azul es mío):

Son peligrosos y nocivos para el bien común:

a) Determinadas opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, o que incluso llegan a tratar como un derecho lo que, en realidad, constituye un atentado contra el derecho a la vida. (Oposición rotunda, pues, al aborto y a la eutanasia)
b) Ordenamientos legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer, ordenada al bien de los esposos y de los hijos, (oposición total al mal llamado “matrimonio” homosexual),…, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de la voluntad de las partes ni, menos aún de una sola de las partes (oposición al divorcio y, en particular, al divorcio “express”)
c) Las imposiciones ideológicas del Estado que lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos. (oposición clarísima a la llamada “educación” para la ciudadanía)

Estos consejos serán mejor o peor recibidos por la gente, pero eso es lo que los obispos, en comunión con el Papa, nos dicen acerca de la postura que “debe” tomar un católico, si actúa con recta conciencia, a la hora de votar en las elecciones generales del 20-N.

En un artículo de Infocatólica (no recuerdo ahora exactamente cuál) se hacía un poco de historia rápida y se decía lo que viene a continuación:

En treinta años la situación de la familia en España ha cambiado de modo vertiginoso. En 1981 se legaliza el divorcio y en 1985 se despenalizó el aborto en tres supuestos. Lo que ha venido después, particularmente en los últimos años, se ha calificado de auténtico “tsunami” contra la familia y la vida. 
Desde 2004 se han intentado promover diecinueve leyes o directivas que introducen la ideología de género, la agilización del divorcio, la supresión de los conceptos de paternidad y maternidad, el vaciamiento del concepto de matrimonio y la destrucción de la vida naciente o terminal
Al mismo tiempo este proyecto de ingeniería social ha promovido la anticoncepción, la esterilización masculina y femenina, y la  equiparación de la unión de personas del mismo sexo al matrimonio. Todo este bagaje ha entrado de lleno en el campo de la educación con un conjunto de leyes y directivas que violentan el derecho de los padres a la educación de sus hijos.
El resultado de todo este cambio legislativo, unido a una cultura relativista y laicista, está resultando devastador para la sociedad española: ha descendido la tasa de nupcialidad, aumentan los divorcios y por tanto crece el número de familias rotas; la natalidad en España ha decrecido peligrosamente (1.38 % por pareja) y aumentan los abortos quirúrgicos, la dispensación de la PDD, etc. 
Todos estos datos se exacerban cuando los relacionamos con el número de parados (4.978.300 personas), el incremento de las drogas, el alcoholismo, la frecuencia de la prostitución, la pornografía, etc.

A la vista de lo cual, si hay algo que queda claro es que un católico no puede votar al Partido Socialista ni a Izquierda Unida o a partidos afines a éstos, por razones evidentes. Es más: un católico socialista es una contradicción. No se puede ser católico y socialista al mismo tiempo. Y si alguien afirma tal cosa o bien es un ignorante (que no sabe lo que significa ser católico, ni lo que es el socialismo; y me consta que hay muchas personas así); o bien, que es lo más grave, es un cínico, que pretende “nadar y guardar la ropa”.

El socialista convencido no es ya que sea ateo, sino que es antirreligioso (o mejor, anticatólico) y, además, descaradamente. ¿Cómo puede un socialista coherente pedir el voto católico o, lo que es peor, afirmar tranquilamente que es católico, como el que más, o acusar a la Iglesia de que se mete en política y de que lo mejor que podía hacer es quedarse calladita?

Pues sí que puede. Por una razón muy sencilla: porque la mentira es el ambiente propio en el que se desenvuelve el socialismo (desgraciadamente); se maneja en ella como pez en el agua. No se rigen por la razón, sino por sentimientos de odio y de resentimiento contra todo lo que se les opone. Utilizan la razón sólo si les conviene, cuando les conviene y mientras les convenga, en una extraña mezcla de buenas palabras y de intenciones torcidas para engañar al mayor número posible de gente.

¿Y qué diremos del PP, el Partido Popular? De momento sólo podemos decir que es el principal partido de la Oposición. No está en el poder; por lo tanto no se le pueden pedir responsabilidades sobre actos que no son suyos. Durante los ocho años que estuvo en el Poder (de 1996 a 2004) España prosperó bastante en lo económico. ¿Que ha habido gente en el PP (y la sigue habiendo) que deja mucho que desear? Eso es un hecho. Pero son casos contados. Sería deseable que pudiéramos votar a personas concretas, en lugar de listas cerradas; pero todo se andará (eso espero).

¿Qué dice el PP en su programa, en particular en aquellos temas que, como cristianos, nos interesan de un modo especial? Ciertamente, no se define claramente en todos ellos (sí en algunos); pero deja la puerta abierta a una solución. Mi opinión personal (ojalá que esté en lo cierto) es que, como buenos políticos, actúan con cierta mano izquierda, al objeto de conseguir un mayor número de votos por parte de todos los españoles; y conseguir la mayoría absoluta, de modo que luego puedan hacer y deshacer, sin necesidad de contar con el apoyo de partidos minoritarios, que hagan casi imposible que pueda cumplir luego sus promesas electorales (en el caso de que llegue al Gobierno).

Entre esas promesas he leído algunas que me han parecido bien:

Con relación a la Educación para la Ciudadanía se cambian los contenidos por otros relativos al aprendizaje de los valores constitucionales y el conocimiento de las instituciones españolas y europeas… evitando los contenidos adoctrinadores.
Con relación al tema del aborto  se cambiará  el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida
Con relación al tema del matrimonio homosexual, aunque no aparece explícitamente en su programa (que yo sepa), sin embargo sí habla de la importancia de las familias como un sustento esencial de la sociedad, a las que apoyará, en especial a las que tienen hijos menores y a las familias numerosas. Por otra parte, en el debate del 7 de Noviembre entre Mariano Rajoy y Alfredo P. Rubalcaba, si mal no recuerdo, salió a relucir que Mariano ha interpuesto ya un recurso contra la denominación de “matrimonio” en el caso de personas del mismo sexo, un tema sobre el que ya había hablando antes con Zapatero, indicándole que deberían llamarse “uniones de hecho” o algo así.

En fin, hay un programa del PP que no está en contradicción con la nota de la Conferencia Episcopal. Otra cosa es que luego lo cumpla. Y que sea más concreto en algunos puntos. Pero para eso es necesario que gobiernen. El votante observará entonces lo que hacen en realidad. 

Por otra parte, no podemos tampoco juzgar todo el "futuro" del PP por aquellas acciones u omisiones de las que adoleció en el pasado.  

Yo espero que, si gana las elecciones, y las gana con mayoría absoluta, y es un partido honrado, actúe en consecuencia. Y que no engañe a quienes les han votado. 

Espero que cumpla pronto y bien el compromiso adquirido en su programa.

Espero que el próximo curso escolar la EpC  sea ya historia; y que el diseño de esa nueva “educación cívica” que sustituirá a la EpC no se convierta en un nuevo intento adoctrinador, aunque sea de otro signo. Las imposiciones ideológicas no son buenas nunca.

Espero que suprima de las leyes el mal llamado “derecho” al aborto, lo más pronto posible (puesto que tal “derecho” no existe, es una falacia).

Espero también que suprima la palabra “matrimonio” en lo que concierne a la unión entre homosexuales (no hay tal “matrimonio”, no puede haberlo por más que se empeñen: un hombre no es una mujer, y viceversa; y entre dos personas del mismo sexo no puede haber prole ni familia, por lo tanto).

Mi intención personal  es la de votar al PP, darle un voto de confianza y ver luego cómo actúa, en relación a sus promesas electorales. De un modo muy expreso, Vidal-Quadras pide a Rajoy que derogue el aborto, el matrimonio homosexual y EpC en sus primeros cien días de gobierno.

Este voto al PP no está reñido con la nota de los obispos respecto a las elecciones: En el programa del PP se indica claramente que “se cambiará  el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida”. ¿En qué sentido? No lo especifica con claridad. Pero pienso que se les puede dar un voto de confianza y ver qué ocurre. Es cierto que el famoso tercer supuesto, que hablaba del aborto permitido en caso de  “grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la embarazada” en cualquier momento de la gestación, era “de hecho y, por desgracia”,  un coladero para el aborto; aunque no tendría por qué ser así. Aquí entra en juego la conciencia de los médicos y el buen asesoramiento a la mujer para que no aborte. De ahí la enorme importancia de la moral en éste como en tantos otros aspectos de la vida social.

Podría ocurrir que ese tercer supuesto desapareciera. Lo ideal sería volver a la ley anterior a 1985, lo que parece bastante difícil, pero no imposible: como poder ser, puede ser. Otra cosa es que llegue a ser.  No podemos saberlo. Se trata de “futuribles”, lo que significa que también puede ocurrir que todo siga igual, e incluso es lo más probable, viendo cómo está el mundo (esto no lo pongo en duda). Pero no es seguro: siempre cabe la posibilidad del cambio (aunque éste sea menos previsible). Esta es la razón, pienso yo, por la que hay católicos que han decidido no votar, o bien votar en blanco.

Yo mismo pensaba hacerlo. Y así lo escribí en este blog en la “segunda carta a Mariano Rajoy”. Pero también en dicha carta especificaba que mi actuación a la hora de votar dependería mucho de lo que leyera en su programa, y estaría en función, también, de lo que fuera viendo durante estos días previos a la votación. He optado finalmente por votar PP. Por supuesto que es posible que me equivoque; es posible que mi decisión no sea la mejor, aunque eso sólo Dios lo sabe. Yo me atrevería a decir, con San Pablo: “En cuanto a mí ni siquiera yo mismo me juzgo. Quien me juzga es el Señor” (1 Cor 4, 3.4).

En cualquier caso, hay algo que es completamente cierto. En la situación actual en la que vivimos ahora no nos estamos enfrentando a “futuribles”, sino a hechos comprobados y muy concretos, elevados a la categoría de ley; es el caso de aberraciones tales como el “derecho” al aborto o el “derecho” al “matrimonio” entre personas del mismo sexo.

Y es preciso, con necesidad de urgencia, poner todos los medios a nuestro alcance para salir de esta situación lo más pronto posible. Votar al PP “puede” ser un primer paso en ese proceso, aunque no sea “la solución”. Lo deseable (es mi opinión personal) sería que el PP consiguiera una mayoría absoluta; de ese modo no dependería de ningún otro partido para llevar a cabo sus propuestas electorales.

Comprobaríamos, entonces, sobre hechos concretos, hasta qué punto son sinceras las palabras que el Sr. Rajoy nos está diciendo ahora. Y en qué medida piensa llevarlas a cabo. Pero si no le damos ninguna oportunidad de llevar a cabo sus proyectos y nos basamos sólo en conjeturas… creo que nos estamos jugando demasiado y que no deberíamos desentendernos. Acudamos, como siempre, a las palabras que decía el Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 16). Porque así es: un árbol se conoce por sus frutos. Cierto. Pero dejemos que se haga un árbol. Dejemos que se planten primero las semillas. Y después, sólo después, estaremos en condiciones de emitir algún juicio; y -esta vez sí- en base a hechos comprobados y no a meros “futuribles” o suposiciones.

Por otra parte pienso que la crisis actual que padecemos en España (en particular) y en toda Europa (en general) no es sino la consecuencia de una crisis muchísimo más profunda, que es causa y raíz de todas las demás crisis: el rechazo de Dios. Nos estamos avergonzando de nuestras raíces cristianas, negándolas cínicamente y actuando contra la verdad de los hechos históricos y contra toda evidencia. Y eso es grave: “A quien me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,33)

En el Nuevo Testamento podemos leer lo siguiente (y esto es Palabra de Dios): “No os engañéis: de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará” (Gal 6,7).
Estas palabras no deberían caer en saco roto, sino que deberíamos meditarlas, muy seriamente, en nuestro corazón. Nos va en ello la vida; no sólo esta vida terrena (que también: separados de Dios somos “ya” unos infelices; tanto más infelices cuanto menos conscientes somos de nuestra desgracia) sino también, y sobre todo, nos va en ello la vida eterna.

De nosotros depende, porque aunque “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4) también ha querido que trabajemos por nuestra salvación: “Con temor y temblor, trabajad por vuestra salvación” (Fil 2, 12). Él ya ha puesto todo de su parte. Y ya sabemos qué es lo que Él quiere y lo que Él espera: nuestro corazón.

Ahora es nuestro turno. Ahora nos toca a nosotros el mover pieza. No lo pospongamos. “Hoy es el día de nuestra salvación” (2 Cor 6,2). Y tengamos confianza siempre, porque el Señor nunca nos desampara, si somos humildes, y amamos la verdad: “un corazón quebrantado y humillado, Señor, Tú no lo desprecias” (Sal 51, 19).