Mis deseos de felicidad a Su Santidad, el Papa
Benedicto XVI, con motivo de su séptimo aniversario como Papa, para que el
Señor lo ilumine en todas sus decisiones y cumpla la misión que le ha sido
encargada con fidelidad al depósito de la fe que ha recibido.
Una carta semejante a la que sigue le escribí el 24 de
abril de 2005, hace siete años, al comienzo de su Pontificado, y he vuelto a escribirle ahora, de nuevo, la misma carta que entonces, aunque con algunos retoques (los problemas siguen siendo básicamente los mismos, aunque agravados):
Su Santidad: España va mal. Necesitamos
ideas claras, ilusión, alegría... Necesitamos fe. Hay mucha confusión.
Necesitamos buenos pastores, fieles a la Iglesia y enamorados de Jesucristo.
Pienso en el pasaje evangélico que
habla de Jesús cuando “vio una gran muchedumbre y se llenó de compasión, porque
estaban como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34). Es cierto que Él mismo nos señalaba
el remedio: "Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies"
(Mt 9,38). Sí, eso es verdad, pero para pedir es preciso un mínimo de fe, y
ésta es hoy muy débil: cada vez es menor la gente con fe, cada vez hay menos
vocaciones al sacerdocio... ¡justo, precisamente, cuando más falta hace! Y
nosotros, los que decimos llamarnos cristianos, ¡qué lejos estamos de serlo!
Necesitamos de su oración a Dios, para
que recobremos nuestra fe y nuestra ilusión; para que no perdamos la esperanza,
al ver tanta maldad y tanto cinismo; para que el Señor signifique
"todo" para nosotros y no nos avergoncemos de ser llamados cristianos
y de vivir como tales, con la alegría que proviene de saber que Jesús nos
quiere personalmente a cada uno: "Yo soy el buen Pastor" (Jn 10, 11), dice el Señor.
No dice "un"
buen pastor, sino "el"
buen pastor, porque no hay ningún otro pastor bueno más que Él, ni hay otro
Nombre sobre la Tierra
por el que podamos ser salvos. ¡Si nos creyéramos estas cosas!
Yo le ruego que pida por mí de un modo
especial. Pídale tan solo una cosa: que caiga
en la cuenta, algún día, de que el Señor me quiere (¡a mí!) de un
modo exclusivo y único. No deseo nada más. ¡Que me crea (de verdad, de corazón)
esta realidad del Amor que Dios me tiene! Esto que pido para mí lo pido también
para todos los cristianos.
Si hasta este momento no lo he hecho de
una manera consciente y decidida, a partir de ahora (¡desde este mismo
momento!) voy a tener presente a S.S.todos los días, en mi oración, a fin de que el
Señor lo ilumine y le dé fuerzas para cumplir fielmente con su misión, sin
importarle lo que "el mundo" diga o deje de decir, recordando las
palabras del Señor: “¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros” (Lc
6, 26).
Necesitamos (me voy a atrever a
decirlo, aunque se me quemen los labios), necesitamos ver en S.S. al mismo
Jesús, necesitamos oír salir de su boca las palabras que Jesús diría en las
circunstancias actuales, aunque ello arrecie las persecuciones del “mundo”
contra los cristianos. Me da miedo hablar así, pero es precisamente por mi
falta de fe. Sí, S.S., porque necesitamos conocer y amar a Jesús, a este Jesús
que parece que se ha escondido. Él es el Único que puede dar
"solución" (¡la única, la
verdadera solución, no hay otra!) a todos los problemas que padece hoy el mundo.
Sé que estas cosas que digo a S.S. soy
yo el primero que debo vivirlas. Pero también es verdad que soy sencillamente
(¡nada más y nada menos!) una pobre oveja de este rebaño
"maravilloso" que es la
Iglesia , y que ha sido encomendado a S.S., como "pastor supremo" de todos los que componemos este redil. Y yo estoy necesitado,
como lo estamos todos los cristianos, de "pasto fresco y puro", para
poder así ayudar también, de un modo eficaz, a aquellos que se nos acerquen en
busca de consejo o de ayuda.
Dios le ha elegido como Papa. Es una
"carga" difícil, sobre todo en estos tiempos postcristianos y
anticatólicos. Sepa que cuenta con mi oración, con mi pequeña contribución. Muy
poca cosa, es cierto. Aunque son muchos los cristianos que hacen lo mismo. S.S. cuenta con la oración de muchos cristianos. Y me
consta que quien ora posee la fuerza del mismo Dios, porque así Él lo ha
establecido.
Que el Espíritu Santo lo ilumine en
todo momento, y S.S. se deje iluminar dócilmente por Él; y actúe en conformidad
con Su Voluntad. Que Él le conceda la fortaleza necesaria para llevar a buen término la misión que le ha sido encomendada, y la seguridad en su Palabra: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35)
Y no tenga miedo, porque los cristianos "no hemos recibido un espíritu de servidumbre para recaer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, con el que clamamos: Abba, Padre" (Rom 8,15); aunque no soy yo,
precisamente, quien debería decirle esto, porque me considero completamente
indigno.
Reciba un abrazo de éste su hijo en el Señor.
Reciba un abrazo de éste su hijo en el Señor.
Un cristiano que desea ser
siempre fiel a la Iglesia