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viernes, 27 de julio de 2012

JURAMENTO ANTIMODERNISTA (José Martí)



Si los lectores de este blog han leído los post anteriores sobre el modernismo, se darán cuenta de que esos errores son los mismos que se dan en la actualidad, pero ampliados y llevados a situaciones sumamente graves para desconcierto de muchos fieles católicos.

Por lo difuso de la herejía modernista, la lucha contra ella fue (y sigue siendo) muy difícil, razón por la que el papa Pío X (posteriormente canonizado) estableció el Juramento antimodernista el 1 de Septiembre de 1910. Mandó que, de forma pública, "todo el clero, los pastores, confesores, predicadores, superiores religiosos y profesores de filosofía y teología en seminarios" debían prestar dicho juramento, el cual se mantuvo vigente desde esa fecha hasta el 17 de julio de 1967 cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, en tiempos del papa Pablo VI, lo suprimió.

En ese juramento se rechazan solemnemente los principales puntos de la herejía modernista. Dado que el modernismo vuelve a imperar en estos tiempos actuales "pos-modernistas" escribo en este blog dicho juramento, al que me adhiero expresamente de todo corazón, junto a otros blogueros que ya lo han hecho, comenzando por Bruno Moreno, de Infocatólica, el 29 de junio de este año 2012.

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“Yo, José Martí Florenciano, abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

- En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.

- En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.

- En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.

- En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. 

- Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.

- En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que es un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor.

Más aún, con la debida reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones, declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como la historia de los dogmas.

- Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.

- Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de un historiador, como si fuera permisible para una historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o bien dudosos.

- Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y licenciosamiente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.

- Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar los escritos de cada uno de los Padres solamente por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los documentos históricos ordinarios.

- Declaro estar completamente opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles.

- Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente, y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me ayude Dios, y estos santos Evangelios [que toco con mi mano]".

José Martí

jueves, 26 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos:3/3)




Por ello, venerables hermanos, hemos resuelto sin más demora acudir a los más eficaces remedios. Os rogamos encarecidamente que no sufráis que en tan graves negocios se eche de menos en lo más mínimo vuestra vigilancia, diligencia y fortaleza; y lo que os pedimos, y de vosotros esperamos, lo pedimos también y lo esperamos de los demás pastores de almas, de los educadores y maestros de la juventud clerical, y muy especialmente de los maestros superiores de las familias religiosas.

En primer lugar, por lo que toca a los estudios, queremos, y definitivamente mandamos, que la filosofía escolástica se ponga por fundamento de los estudios sagrados.

... es preciso notar que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado

A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.  

Colocado ya así este cimiento de la filosofía, constrúyase con gran diligencia el edificio teológico. Preceptos estos nuestros y de nuestro predecesor, que conviene tener muy en cuenta siempre que se trate de elegir los rectores y maestros de los seminarios o de las universidades católicas. Cualesquiera que de algún modo estuvieren imbuidos de modernismo, sin miramiento de ninguna clase sean apartados del oficio, así de regir como de enseñar, y si ya lo ejercitan, sean destituidos

En esta materia, venerables hermanos, principalmente en la elección de maestros, nunca será demasiada la vigilancia y la constancia; pues los discípulos se forman las más de las veces según el ejemplo de sus profesores; por lo cual, penetrados de la obligación de vuestro oficio, obrad en ello con prudencia y fortaleza.

Ninguno en lo sucesivo reciba el doctorado en teología o derecho canónico si antes no hubiere seguido los cursos establecidos de filosofía escolástica; y si lo recibiese, sea inválido. Los obispos que estén al frente del régimen de dichos institutos o universidades procuren con toda diligencia que se observe constantemente todo lo mandado hasta aquí.

Y todos los sacerdotes tengan muy fijo en el ánimo lo que recomendó León XIII con estas gravísimas palabras: «Consideren los sacerdotes como cosa intangible la autoridad de sus prelados, teniendo por cierto que el ministerio sacerdotal, si no se ejercitare conforme al Magisterio de los obispos, no será ni santo, ni muy útil, ni honroso».

Para que estos mandatos no caigan en olvido, queremos y mandamos que los obispos de cada diócesis, pasado un año después de la publicación de las presentes Letras, y en adelante cada tres años, den cuenta a la Sede Apostólica, con Relación diligente y jurada, de las cosas que en esta nuestra epístola se ordenan; asimismo, de las doctrinas que dominan en el clero y, principalmente, en los seminarios y en los demás institutos católicos, sin exceptuar a los exentos de la autoridad de los ordinarios. Lo mismo mandamos a los superiores generales de las órdenes religiosas por lo que a sus súbditos se refiere.

Estas cosas, venerables hermanos, hemos creído deberos escribir para procurar la salud de todo creyente. Los adversarios de la Iglesia abusarán ciertamente de ellas para refrescar la antigua calumnia que nos designa como enemigos de la sabiduría y del progreso de la humanidad. Entre tanto... para vosotros, en cuyo celo y diligencia tenemos puesta la mayor confianza, con toda nuestra alma pedimos la abundancia de luz muy soberana que, en medio de los peligros tan grandes para las almas a causa de los errores que de doquier nos invaden, os ilumine en cuanto os incumbe hacer y para que os entreguéis con enérgica fortaleza a cumplir lo que entendiereis.

Asístaos con su virtud Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe; y con su auxilio e intercesión asístaos la Virgen Inmaculada, destructora de todas las herejías, mientras Nos, en prenda de nuestra caridad y del divino consuelo en la adversidad, de todo corazón os damos, a vosotros y a vuestro clero y fieles, nuestra bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 8 de septiembre de 1907, año quinto de nuestro pontificado.

miércoles, 25 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos:2/3)




[Según los modernistas]...hay una regla fija, y es que la fecha de un documento cualquiera se ha de determinar solamente según la fecha en que cada necesidad surgió en la Iglesia... No vacilan a cada paso en asegurar que los libros de la Escritura, y en especial el Pentateuco y los tres primeros evangelios, de una breve narración que en sus principios eran, fueron poco a poco creciendo con nuevas adiciones e interpolaciones, hechas a modo de interpretación, ya teológica, ya alegórica, o simplemente intercaladas tan sólo para unir entre sí las diversas partes. Según ellos... es necesario admitir la evolución vital de los Libros Sagrados, que nace del desenvolvimiento de la fe y es siempre paralela a ella.

...Ya cuanto hasta aquí hemos dicho manifiesta de cuán vehemente afán de novedades se hallan animados tales hombres; y dicho afán se extiende por completo a todo cuanto es cristiano. Quieren que se renueve la filosofía, principalmente en los seminarios: de suerte que, relegada la Escolástica a la historia de la filosofía, como uno de tantos sistemas ya envejecidos, se enseñe a los alumnos la filosofía moderna, la única verdadera y la única que corresponde a nuestros tiempos.

Así es que... abarcando con una sola mirada la totalidad del sistema [modernista], ninguno se maravillará si lo definimos afirmando que es un conjunto de todas las herejías. Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas. Pero han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión católica, sino, como ya hemos indicado, absolutamente toda religión.

Para un conocimiento más profundo del modernismo, así como para mejor buscar remedios a mal tan grande, conviene ahora, venerables hermanos, escudriñar algún tanto las causas de donde este mal recibe su origen y alimento. La causa próxima e inmediata es, sin duda, la perversión de la inteligencia. Se le añaden, como remotas, estas dos: la curiosidad y el orgullo... En verdad, no hay camino más corto y expedito para el modernismo que el orgullo.

 ¡Si algún católico, sea laico o sacerdote, olvidado del precepto de la vida cristiana, que nos manda negarnos a nosotros mismos si queremos seguir a Cristo, no destierra de su corazón el orgullo, ciertamente se hallará dispuesto como el que más a abrazar los errores de los modernistas!

Por lo cual, venerables hermanos, ... examinad diligentemente a los alumnos del sagrado clero, y si hallarais alguno de espíritu soberbio, alejadlo con la mayor energía del sacerdocio: ¡ojalá se hubiese hecho esto siempre con la vigilancia y constancia que era menester!

Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus conatos: el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la Tradición; y el Magisterio eclesiástico. Contra ellos dirigen sus más violentos ataques

Por esto ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y teología escolástica, y ya hagan esto por ignorancia o por miedo, o, lo que es más cierto, por ambas razones, es cosa averiguada que el deseo de novedades va siempre unido con el odio del método escolástico, y no hay otro más claro indicio de que uno empiece a inclinarse a la doctrina del modernismo que comenzar a aborrecer el método escolástico.

Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia...Finalmente, ... , si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad.                                            (Continuará)

martes, 24 de julio de 2012

CARTA ENCÍCLICA PASCENDI DE SAN PÍO X (Algunos párrafos: 1/3)


Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia.


En los últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo...

Hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno mismo de la Iglesia... traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro... han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas... 

Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo. 

Si sólo se tratara de ellos, podríamos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.


Según la doctrina y maquinaciones de los modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Iglesia. En la cual sentencia les precedieron aquellos de quienes nuestro predecesor Pío IX ya escribía: «Esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si la religión fuese obra de los hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con trazas humanas pueda perfeccionarse»

Según el agnosticismo [filosofía que siguen los modernistas] la historia, no de otro modo que la ciencia, versa únicamente sobre fenómenos. Luego, así Dios como cualquier intervención divina en lo humano, se han de relegar a la fe, como pertenecientes tan sólo a ella.

Por lo tanto, si se encuentra algo que conste de dos elementos, uno divino y otro humano — como sucede con Cristo, la Iglesia, los sacramentos y muchas otras cosas de ese género —, de tal modo se ha de dividir y separar, que lo humano vaya a la historia y lo divino a la fe. De aquí la conocida división, que hacen los modernistas, del Cristo histórico y el Cristo de la fe...

... Afirman que en la historia que llaman real Cristo no es Dios ni ejecutó nada divino; como hombre, empero, realizó y dijo lo que ellos, refiriéndose a los tiempos en que floreció, le dan derecho de hacer o decir.

...oponen la historia de la fe a la historia real en cuanto real. De donde se sigue que hay dos Cristos: uno, el real, y otro, el que nunca existió de verdad y que sólo pertenece a la fe; el uno, que vivió en determinado lugar y época, y el otro, que sólo se encuentra en las piadosas especulaciones de la fe. Tal, por ejemplo, es el Cristo que presenta el evangelio de San Juan, libro que no es, en todo su contenido, sino una mera especulación. (Continuará)

lunes, 23 de julio de 2012

LA HEREJÍA MODERNISTA

Tras un tiempo sin escribir en el Blog, lo retomo de nuevo. En los próximos "post" continuaré hablando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, aunque alternando, a veces, con otros temas de menor extensión. En este post, en concreto, hablaré acerca del modernismo, tomando como referencia un artículo de Ramón García de Haro, prestigioso profesor de Teología Moral, ya fallecido (1996) y la encíclica Pascendi del Papa S. Pío X.

El modernismo, en sentido teológico, se entiende como una corriente de pensamiento promovida por algunos pensadores católicos de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que dio lugar a una fuerte crisis religiosa.

El tema de las relaciones de la fe con las corrientes subjetivistas y naturalistas del pensamiento moderno había sido objeto de especial atención por parte del Magisterio, ya desde hacía más de medio siglo, dando lugar a una serie de manifestaciones que culminaron con la publicación por Pío IX en 1864 del Syllabus y con la convocatoria, en 1868, del Concilio Vaticano I, cuya constitución Dei Filiis declara y define ampliamente la doctrina cristiana sobre la Revelación, la fe y la razón humana.

La Iglesia se opuso a la adaptación de la fe a la llamada "filosofía moderna", porque ésta situaba el origen de la verdad en el hombre, en su certeza de conciencia, en lo que se ha venido a llamar filosofía de inmanencia. Cuando se comenzó a juzgar la fe desde la aceptación previa e incondicionada de esa filosofía es precisamente cuando nació la crisis modernista, que condujo a muchos a la pérdida de la fe. Ocasión definitiva para esta crisis fue L'Evangile et l'Eglise (París, 1902) de Loisy, obra que produjo un inmenso revuelo en los medios católicos por lo peligroso de las ideas propuestas, claramente tendentes a negar la divinidad de Jesucristo y la institución divina de la Iglesia y de los sacramentos.

La Santa Sede se vio obligada a intervenir, condenando los graves errores cometidos por un gran número de escritores católicos "modernistas", con el Decreto Lamentabili sane exitu (3 julio 1907) que recoge 65 proposiciones tomadas en su mayoría de las obras de Loisy, algunas de Tyrrell y otras de Le Roy. Se pueden agrupar en cuatro apartados de errores:

1) Referentes a la Revelación: negación de la inspiración divina de las Sagradas Escrituras; independencia de la crítica respecto del Magisterio; negación de la verdad histórica de los evangelios, que narraría sólo la experiencia religiosa de sus autores, etc.
2) Respecto a la Iglesia: negación de su institución divina; su estructura y sus dogmas serían mudables, como en cualquier sociedad humana; el catolicismo actual no sería conciliable con la ciencia, etc.
3) Relativos a Cristo: no resucitó propiamente, ni es cierta la concepción virginal, ni su divinidad, a menos que se entiendan como hechos del sentimiento religioso, es decir, creación posterior de la conciencia cristiana.
4) Sobre los sacramentos: no son de institución divina sino disciplinar de la Iglesia, a veces bastante tardía, como la confesión y el matrimonio, etc.

Dos meses después del Decreto anterior se publicaba la encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907), que no se limita sólo a denunciar unos errores, sino que hace una síntesis de todo el movimiento modernista, poniendo de relieve la actitud desde la cual se había llegado o se podía llegar a esos errores: "El primer paso lo dio el protestantismo; el segundo corresponde al modernismo; muy pronto hará su aparición el ateísmo".

El modernismo, señala la encíclica, se caracteriza por dos rasgos esenciales: el agnosticismo, que anula todas las pretensiones de demostración racional de la existencia de Dios; y la inmanencia vital que hace buscar todas las explicaciones de la verdad religiosa en el sujeto y en las necesidades de la vida: la fe sería una percepción de Dios en los más íntimo del hombre en virtud de la ley de la inmanencia. El desarrollo de esta fe, mediante el trabajo de la inteligencia, daría lugar al dogma. Así los libros de la Sagrada Escritura serían una recopilación de experiencias hechas por los primeros creyentes de Israel y los primeros apóstoles del cristianismo. El crítico, al estudiar la Sagrada Escritura, ha de "excluir todos los añadidos que la fe ha hecho" y " todo lo que no está en la lógica de los hechos". Para los modernistas, el Cristo real fue el hombre que mejor ha intuido el sentimiento religioso de la humanidad, pero sólo un hombre. Cristo no sería Dios según la historia, sino sólo por la fe.

Nada cuenta para ellos la autoridad del Magisterio -del que no soportan ningún tipo de corrección- ni de los Padres y Doctores de la Iglesia: "sus doctrinas- señala la Pascendi- les llevan al desprecio de toda autoridad... y nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que no es más que obstinación en el propio juicio". Obstinación que les conducirá, en la mayor parte de los casos, a romper con la Iglesia, pero manteniendo siempre la pretensión de que lo hacen por defender la verdadera faz de la Iglesia.

En el choque de la fe con las nuevas corrientes de pensamiento, el modernismo considera que la Revelación está obligada a expresarse continuamente según las perspectivas y términos que la historia le impone: un expresarse que no es hacerse inteligible a su tiempo, sino adaptarse a cualesquiera exigencias de la filosofía dominante. La función de la Iglesia, según Loisy, es "adaptar la verdad histórica contenida en la Escritura a las necesidades de los tiempos". En definitiva, los modernistas confían antes en la ciencia que en la fe: el Magisterio -a su juicio- no goza de seguridad ante las afirmaciones del "pensamiento moderno". Si hay que revisar algo, por falta de acuerdo, debe ser el Magisterio el que lo revise.

Otro elemento observable en todos los modernistas es un humanismo antropocéntrico, que desplaza a Dios. Bajo la pretensión de dar una construcción "menos extraordinaria y más humana" que el cristianismo tradicional, borran, en realidad, todo elemento sobrenatural. La Iglesia, los sacramentos, los dogmas son tan solo un producto de la evolución del pensamiento religioso y de la conciencia humana, pero no son sobrenaturales.

Loisy, ya en el seminario, comenzó a acariciar el proyecto de un cambio radical del cristianismo. Antes de cumplir los 30 años, entre 1883 y 1886, ya había abandonado todas sus creencias teológicas. Sin embargo, se incrustó insinceramente en la Iglesia para reclutar compañeros en su empresa de reformarla, cuando en realidad opina que la Iglesia es irreformable y que ha de ser exterminada como el más grande enemigo del progreso.

Cuando en 1902 publica L'Evangile et l'Eglise hace cerca de 20 años que no tiene fe; aun a los más íntimos oculta su incredulidad fundamental y mantendrá esta postura hasta abandonar su sacerdocio y salir de la Iglesia (1908). Resulta duro leer las frases que anotaba Loisy en su diario: "Desde hace tiempo no puedo rezar a Dios como uno rogaría a una persona de quien se espera un favor. Mi oración consiste en recogerme en mi conciencia para decidir lo que yo creo bueno y lícito... me parece evidente que la noción de Dios no ha sido jamás otra cosa que una suerte de proyección ideal, un desdoblamiento de la personalidad humana, y que la teología no ha sido ni podrá ser jamás otra cosa que una mitología más y más depurada" (Choses passées).

Después de la publicación del Motu propio Sacrorum antistitum (1910) podría decirse que la crisis había sido resuelta, pero el problema que la suscitó -tensiones entre la fe y el llamado "pensamiento moderno"- continúa vivo y susceptible, por tanto, de replantearse.