En los últimos tiempos ha crecido, en modo extraño,
el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes
enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las
energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera
posible, el reino de Jesucristo...
Hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno mismo de la Iglesia... traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro... han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas...
Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
Si sólo se tratara de ellos, podríamos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
Hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno mismo de la Iglesia... traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro... han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas...
Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
Si sólo se tratara de ellos, podríamos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
Según la doctrina y maquinaciones de los
modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Iglesia. En la cual
sentencia les precedieron aquellos de quienes nuestro predecesor Pío IX ya
escribía: «Esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas
alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y sacrílega osadía,
introducirlo en la religión católica, como si la religión fuese obra de los
hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con trazas humanas pueda
perfeccionarse»
Según el agnosticismo [filosofía que siguen los
modernistas] la historia, no de otro modo que la ciencia, versa únicamente
sobre fenómenos. Luego, así Dios como cualquier intervención divina en lo
humano, se han de relegar a la fe, como pertenecientes tan sólo a ella.
Por lo tanto, si se encuentra algo que conste de dos
elementos, uno divino y otro humano — como sucede con Cristo, la Iglesia, los
sacramentos y muchas otras cosas de ese género —, de tal modo se ha de dividir
y separar, que lo humano vaya a la historia y lo divino a la fe. De aquí la
conocida división, que hacen los modernistas, del Cristo histórico y el Cristo
de la fe...
... Afirman que en la historia que llaman real
Cristo no es Dios ni ejecutó nada divino; como hombre, empero, realizó y dijo
lo que ellos, refiriéndose a los tiempos en que floreció, le dan derecho de
hacer o decir.
...oponen la historia de la fe a la historia real en
cuanto real. De donde se sigue que hay dos Cristos: uno, el real, y otro, el
que nunca existió de verdad y que sólo pertenece a la fe; el uno, que vivió en
determinado lugar y época, y el otro, que sólo se encuentra en las piadosas
especulaciones de la fe. Tal, por ejemplo, es el Cristo que presenta el
evangelio de San Juan, libro que no es, en todo su contenido, sino una mera
especulación. (Continuará)