Recordemos la oración sacerdotal de la
Última Cena, en donde Jesús, dirigiéndose a su Padre le dice: "Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. Ahora,
Padre, glorifícame Tú con la gloria que tuve junto a Tí antes que el mundo
existiera" (Jn 17, 4-5).
Ya ha quedado suficientemente claro, en lo que
hemos venido diciendo, que toda la Vida de Jesús fue glorificar a su Padre,
llevando a cabo la misión para la que había sido enviado. El Amor de Jesús
hacia su Padre ha quedado más que evidente: "Yo
hago siempre lo que le agrada" (Jn 8,29). "Yo nada hago por Mï Mismo,
sino que hablo lo que me enseñó mi Padre" (Jn 8,28). "Yo hablo lo que
he visto en mi Padre"(Jn 8,38)."Yo no busco mi voluntad sino la
voluntad del que me envió"(Jn 5,30), etc...
Nos
preguntamos ahora si el Padre ama al Hijo de la misma manera. Por supuesto que
sí. Tenemos abundantes citas del Nuevo Testamento que nos lo revelan: "El Padre ama al Hijo y lo ha puesto
todo en sus manos" (Jn 3,35). "Dios nos ha dado la vida eterna, y esa
vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida. Quien no tiene al
Hijo, no tiene la Vida de Dios" (1 Jn 5, 11-12). Y en otro
lugar: "Ésta
es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida
eterna" (Jn 6,40). Por eso, "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre"(1
Jn 2,23). Y "el que no honra al Hijo, no honra al Padre, que lo ha
enviado" (Jn 5,23). En cambio, "quien confiesa
al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2,23). Esa es la razón por la que el Hijo puede
decir: "Si me conocierais a Mí conoceríais
también a mi Padre" (Jn 8, 19).
Todo esto está en consonancia con lo que Jesús ha
dicho en frecuentes ocasiones: "El Padre está en Mí y Yo en el Padre"
(Jn 10,38). Por ejemplo, cuando Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta",
Jesús le responde: "Felipe, tanto tiempo como
llevo con vosotros, ¿y no me has conocido? El
que me ha visto a Mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al
Padre? (Jn 14, 8-10). Y
prosigue: "Creedme: Yo estoy en el Padre y el
Padre en Mï" (Jn 14,11). ¿Hay mayor modo de amar a otro que
estar en él? : el Hijo está en el Padre
y el Padre está en el Hijo.
Observamos, por una parte, una distinción de Personas: el Padre, que está en el Hijo, y el Hijo, que está en el Padre: Padre e Hijo se relacionan mutuamente y se conocen: "Como el Padre me conoce a Mï, así Yo conozco al
Padre" (Jn 10, 15). Es más: "Nadie
conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo..." (Mt
11,27; Lc 10,22). Esta relación Padre-Hijo aparece como eterna, anterior al nacimiento de Jesús según la
carne: "En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios" (Jn 1,1). De hecho, "a Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el
que está en el seno del Padre, Él mismo nos la ha dado a conocer" (Jn
1,18). Por eso pudo decir a los judíos: "Antes
de que Abrahán naciese, Yo soy" (Jn 8,58). Y en la oración
sacerdotal: "Ahora, Padre, glorifícame Tú, a
tu lado, con la gloria que tuve junto a
Tí, antes de que el mundo existiera" (Jn 17,5).
Por otra parte, esta igualdad de conocimiento
existente entre Padre e Hijo, esta intimidad tan perfecta entre ambos, nos está
hablando, de alguna manera, de un modo misterioso, pero real, de la igualdad de
naturaleza de ambas Personas. Así dice San Juan en el prólogo de su Evangelio,
refiriéndose al Hijo, el Verbo, que no sólo estaba junto a Dios sino que
también "... el Verbo era Dios" (Jn 1,1). El mismo Jesús así lo expresó cuando dijo: "Yo y el
Padre somos uno" (Jn 10,30).
[¿Cabe amor mayor entre dos personas que la unidad entre
ellas? En el lenguaje ordinario cuando dos personas se aman se dicen cosas
como: "Me gustaría fundirme contigo y que fuéramos uno". Estos bellos
deseos se quedan, ciertamente, sólo en deseos. El amor humano no puede llegar
hasta ese extremo. En Dios no sucede así. Realmente el Hijo está en el Padre y
el Padre está en el Hijo; y realmente son Uno. Eso sí, sin confusión de
Personas: la Persona del Padre es distinta de la Persona del Hijo; y la Persona
del Hijo es distinta de la Persona del Padre. Se trata de Personas diferentes, en cuanto Personas.
De no ser así, ¿cómo podría darse el Amor en Dios? ... un Amor, por otra parte, que
es tan perfecto que, aunque nuestro Dios es único, no es, sin embargo, un Dios solitario. El amor se
da siempre entre dos personas. Si en Dios no hubiese una pluralidad de Personas, no
podría entenderse cómo es posible que Dios sea Amor, tal y como conocemos por la Revelación.
Más adelante iremos ahondando en esta idea (más que idea, Realidad), que es de una
importancia vital para todos nosotros, como veremos]
(Continuará)