Y nos ama: Somos importantes para
Dios y tiene cuidado de cada uno de nosotros, como si cada uno fuese el único. Estas son sus palabras: "No temas, que te he redimido y te he llamado por tu nombre: tú eres mío" (Is 43,1). "Eres precioso a mis ojos... y te amo...
No temas, que Yo estoy contigo" (Is 43, 4-5). "El Señor me llamó desde el seno materno, desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre "(Is 49,5).
"Con
amor eterno te amo, por eso te mantengo mi gracia-dice el
Señor" (Jer 31,3).
Su amor supera infinitamente al que nos pueden dar nuestros padres según
la carne, como así se dice expresamente en la Biblia: "Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recogerá"(Sal 27, 10). "¿Puede una mujer olvidarse de su
niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se
olvidaran, Yo no te olvidaré!" (Is 49, 15). Y le preocupan
nuestras penas, y nos consuela con un amor indescriptiblemente superior al que
podría venirnos de la mejor de las madres: "Como alguien a quien su madre consuela, así Yo os
consolaré" (Is 66,13)
Aunque aún
hay más. Su Amor hacia nosotros,
hacia cada uno, es realmente enamoramiento. Así se desprende de las siguientes
expresiones bíblicas, que aunque van, en principio, dirigidas a los habitantes
del pueblo de Israel, pueden considerarse dirigidas hacia todos los hombres. El profeta Isaías, refiriéndose al Mesías, el Ungido de Dios, así lo expresa: "Te he puesto para ser luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los extremos de la tierra" (Is 49,6). De todos modos esto se entenderá mejor a la luz del Nuevo Testamento.
Pero sigamos leyendo lo que dice la Sagrada Escritura acerca del amor privilegiado de Dios por su pueblo: "El Señor se
ha prendado de vosotros y os ha elegido, no porque seáis el pueblo más grande
todos los pueblos, puesto que sois el más pequeño, sino que ha sido por el amor
del Señor y por su fidelidad a la promesa que hizo a vuestros padres".
(Det 7, 7-8) . Y de una manera íntima y personal a cada uno, como si cada uno fuese
el único que existe para Él; así nos ama Dios: "Como
se alegra el novio con la novia, se deleitará en tí el Señor" (Is 62, 5). "Como
azucena entre espinas, así es mi amada entre las muchachas" (Ca 2,2).
Lo más curioso de todo, y lo más incomprensible,
algo que sólo podremos comprender con la llegada de Jesús, y siempre que
tengamos su gracia, es que también Él (¡Dios!) necesita de mi amor: "¡Levántate,
ven, amada mía, hermosa mía, vente!" (Ca 2, 13). "Paloma mía, en los
huecos de las peñas, en los escondites de los riscos, muéstrame tu cara, hazme escuchar tu voz: porque tu voz es dulce y
tu cara muy bella" (Ca 2, 14). Así es Dios, así se manifiesta
ya en el Antiguo Testamento. Esto no se comprenderá en profundidad hasta la
venida de Jesucristo. Y es que (no debemos olvidarlo cuando pensemos en Dios): "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos" (Is 55, 8). Así lo dice el Señor.
(Continuará)