Vemos cómo Jesús se
identifica con su Padre: "Yo y el Padre
somos uno" (Jn 10, 30). A Felipe le dice: "Tanto tiempo
como estoy con vosotros¿ y no me has conocido? El que me ve a Mí ve al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al
Padre?" (Jn 14,9). Y poco más
adelante: "Creedme
que Yo estoy en el Padre y el Padre en
Mí"(Jn 14,11).
En realidad, ésta fue la
verdadera causa por la que los judíos querían dar muerte a Jesús, como así se
dice expresamente en el Evangelio: "Los judíos buscaban el modo de matarle porque no sólo
quebrantaba el sábado sino que también llamaba
a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios" (Jn 5,18)
En la oración
sacerdotal, Jesús se dirige a su Padre diciéndole: "Padre, glorifícame Tú, a tu lado, con la gloria que tuve junto a Tí, antes que el mundo
existiera" (Jn 17,5); en donde pueden apreciarse, al menos, dos
cosas: por una parte, la pre-existencia de Jesús (en cuanto que es verdadero Dios) antes de la creación del
mundo, en conformidad con aquello que dijo a los judíos, y por lo que quisieron
apedrearle: "En
verdad, en verdad os digo: antes de que
Abraham naciese, Yo soy" (Jn 8,58). Pero, por otra parte,
es de notar que Jesús se dirige a su
Padre como a Alguien distinto de Él, con quien dialoga: estaba a Su lado, junto a Él.
San Juan, en el prólogo
de su Evangelio, relata esto mismo: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio
junto a Dios. Todo se hizo por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido
hecho" (Jn 1, 1-3). En este contexto, el Verbo se refiere al
Hijo, antes de venir a este mundo y hacerse hombre, en Jesucristo (verdadero
Dios y verdadero hombre). El Dios junto al cual estaba el Verbo (el Verbo estaba
junto a Dios) se refiere al Padre (Padre, glorifícame...con la gloria que tuve
junto a Tí). Observamos cómo aparecen aquí ya dos Personas
distintas, dialogando entre sí, con la peculiaridad de que ambas Personas
poseen la Naturaleza Divina. Del Hijo se dice que es Dios, exactamente igual
que se dice del Padre; siendo así, como lo es, que sólo hay un único Dios. Esto
es algo absolutamente incomprensible, aunque no contradictorio, como veremos. Y
es que nos encontramos ante el mayor de todos los Misterios del Cristianismo.
(Continuará)