En el Nuevo Testamento nos encontramos con textos que hablan del Espíritu, en primer lugar, como una fuerza divina que vivifica. Es el caso en que el ángel le dice a María: "El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35). Y, en San Mateo se puede leer que, antes de que José conviviese con su esposa "se encontró que María había concebido por obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 18). Estas expresiones nos recuerdan algunas del Antiguo Testamento, como aquellas en que se dice que "la tiniebla cubría la faz del abismo y el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas" (Gen 1,2) o bien: "El Espíritu del Señor llena la tierra" (Sab 1,7).
En la concepción de Jesús en el vientre de María hay una intervención especial del Espíritu de Dios, de modo que el hijo engendrado por María será llamado, en forma exclusiva y única, Hijo de Dios (Lc 1,35)
Luego se dice que "cuando Jesús fue bautizado mientras estaba en oración, se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como una paloma..." (Lc 3,21-22). El Espíritu Santo se encuentra constantemente presente en todo el Nuevo Testamento: "Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto..." (Lc 4,1). Cuando Juan Bautista habla de Jesús les dice a los judíos: "Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego" (Mt 3, 11). Pedro, en su predicación a Cornelio, le explica "cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él" (Hech 10, 38).
En la sinagoga de Nazaret, cuando Jesús lee el texto de Isaías (Is 61, 1-2), se atribuye a Sí mismo las palabras que pronuncia: "El Espíritu del Señor está sobre Mí, por lo que me ha ungido para evangelizar a los pobres...Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Y comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír" (Lc 4, 18. 20-21). Tenemos también otras palabras del profeta Isaías (Is 42, 1-2), que Jesús se atribuye a Sí mismo: "He aquí a mi Siervo, a quien elegí; mi Amado, en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre Él y anunciará la justicia a las naciones" (Mt 12, 18). Jesús afirma que actúa con el poder del Espíritu: "Si Yo expulso a los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros" (Mt 12-28)
El Espíritu Santo es también fuerza divina que santifica. Por ejemplo, tenemos el caso del Bautista que "estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre" (Lc 1,15). Esto ocurrió también con sus padres: "Isabel quedó llena del Espíritu Santo" (Lc 1,41) y Zacarías "quedó lleno del Espíritu Santo" (Lc 1,67). Y lo mismo podemos decir del anciano Simeón de quien se escribe que "el Espíritu Santo estaba en Él" (Lc 2,25). Después de resucitar, una de las veces en que Jesús se apareció a los apóstoles, "sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retengáis, les son retenidos" (Jn 20, 22-23).
La historia de la Iglesia primitiva podría describirse como la epopeya del Espíritu Santo, que se manifiesta con mucha frecuencia, como podemos leer en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de San Pablo, especialmente. Así Jesús, poco antes de su Ascención a los cielos, dijo a sus discípulos: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (Hech 1,8), lo que ocurrió diez días después, el día de Pentecostés: "Estaban todos reunidos en el mismo lugar. Y sucedió que, de repente, sobrevino del cielo un ruido como de viento huracanado, que invadió toda la casa en la que estaban. Se les aparecieron lenguas como de fuego, que se distribuían y se posaban sobre cada uno de ellos. Y todos se llenaron del Espíritu Santo..." (Hech 2, 1-4).
En el discurso que dio San Pedro entonces, a consecuencia del cual se bautizaron unas tres mil personas, dijo entre otras muchas cosas, hablando de Jesús: "A este Jesús le resucitó Dios, y de eso todos nosotros somos testigos; exaltado, pues, a la diestra de Dios, y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo derramó según vosotros veis y oís" (Hech 2, 32-33). El poder del Espíritu Santo se manifiesta con muchísima frecuencia en todas las actuaciones de los apóstoles. Por ejemplo, cuando Pedro estaba predicando sobre Jesús, en casa del centurión Cornelio, "que todo el que cree en Él recibe por su Nombre el perdón de los pecados" (Hech 10,43) "...descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra... Y entonces habló Pedro: ¿Podrá alguien negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo" (Hech 10, 44.47.48).
Y San Pablo: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?" (1 Cor 3,16) "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?" (1 Cor 6, 19). Todos los bautizados han sido santificados por el Espíritu Santo: "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor 6, 11). Y en otra ocasión: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dado" (Rom 5,5)... "Recibistéis un espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: Abba, Padre. El mismo Espíritu da testimonio junto con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Rom 8, 15-16).
Eso significa que, puesto que no nos pertenecemos, es preciso vivir según el Espíritu y no según la carne: "Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Ahora bien, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu , si es que el Espíritu habita en vosotros. Si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo" (Rom 8, 8-9). Pero tenemos una gran esperanza, y es que "el Espíritu acude en ayuda de nuestra flaqueza, pues no sabiendo pedir lo que conviene, el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8,26)
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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domingo, 26 de mayo de 2013
sábado, 11 de mayo de 2013
LA SANTÍSIMA TRINIDAD (DIOS ESPÍRITU SANTO I)
En todo lo que se ha venido hablando hasta ahora acerca de
Dios, el objetivo principal ha sido, y sigue siendo, el de conocerlo, en la
medida en la que esto sea posible, a la luz de la fe y de las enseñanzas
contenidas en el Nuevo Testamento, tomando siempre como guía aquello que la
Iglesia Jerárquica, en comunión con el Santo Padre, considera que es la recta
interpretación de la Escritura, y no
olvidando que toda Escritura es
divinamente inspirada (2 Tim 3, 16-17) y que cuantas cosas fueron escritas en el pasado, para nuestra enseñanza han
sido escritas, con el fin de que por la
paciencia y por el consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza
(Rom 15,4) y plenamente consciente de las palabras que dice Jesús por boca de
San Juan, en el Apocalipsis: si alguien añade algo a esto, Dios enviará
sobre él las plagas escritas en este libro; y si alguien substrae alguna
palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la
vida y de la ciudad santa que se describen en este libro (Ap 22, 18-19).
Así es que, con la ayuda de Dios, que sé que no me ha de
faltar, me propongo continuar hablando del misterio de la Santísima Trinidad,
en el mismo sitio en que lo dejé. Y como punto de referencia y de inicio voy a
tomar prestadas las palabras que San Pablo dirigió a los corintios, cuando les
dijo: "¿Qué hombre conoce lo íntimo
del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie conoce lo que hay en Dios, sino el
Espíritu de Dios" (1 Cor 2,11). Y poco antes: Está escrito que "lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al
corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman. Pues bien: A
nosotros nos lo ha revelado Dios por su Espíritu, pues el Espíritu lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios"
(1 Cor 2, 9-10)
Mucho hay escrito sobre el Espíritu de Dios, ya incluso en
el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando se dice: "El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las
aguas" (Gen 1,2). El Espíritu se identifica aquí con el viento, que no se considera como una
simple fuerza natural sino como una fuerza que se atribuye directamente a Dios:
"Dios hizo soplar un viento sobre la
Tierra, de manera que las aguas decrecieron" (Gen 8,1). Es digno de
mencionar aquí el pasaje de la Biblia en el que Dios se manifiesta a Elías en
el monte Horeb, aunque no fue precisamente en el fuerte viento donde se le
manifestó: "Un
viento fortísimo conmovió la montaña y partió las rocas... pero el Señor no
estaba en el viento. Detrás del viento un terremoto; pero el Señor no estaba en
el terremoto. Detrás del terremoto, un fuego; pero el Señor no estaba en el
fuego. Detrás del fuego un susurro de
brisa suave. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y
se detuvo a la puerta de la cueva. Entonces le llegó una voz que decía:- ¿Qué
te trae aquí, Elías?" (1 Re 18, 11-13). El viento que procede de Dios no es precisamente un viento impetuoso.
Otro significado de Espíritu, muy relacionado con el
anterior, es el de aliento, un
aliento que da vida, una vida que procede de Dios. Es el mismo Dios quien
infunde su aliento en los vivientes,
en particular en el hombre: "El
Señor Dios formó al hombre del polvo de la Tierra, insufló en sus narices
aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo" (Gen 2, 7).
El aliento de vida aparece como aliento de Dios; y su ausencia es causa de
muerte: "Les retiras tu aliento y
mueren, vuelven al polvo. Pero envías tu
Espíritu, y son creados, y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104,
29-30). "El Espíritu de Dios me ha creado, el aliento del Omnipotente me ha dado la vida" (Job 33,4)
Pero el Espíritu de Dios va mucho más allá: "Os daré un corazón nuevo y pondré en vuestro
corazón un Espíritu nuevo. Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os
daré un corazón de carne. Pondré mi
Espíritu en vuestro interior y haré que caminéis según mis preceptos, y
guardaréis y cumpliréis mis normas ... Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré
vuestro Dios" (Ez 36, 26-28) . Este Espíritu está relacionado también
con la sabiduría: "¿Quién podrá conocer tu designio si Tú no le
das la sabiduría y envías desde las alturas tu santo Espíritu?"
(Sab 9,17). Y de una manera permanente reposará plenamente este Espíritu en el
futuro Mesías, es decir, en Jesús, según predice el profeta Isaías, predicción
que se hizo realidad, como sabemos: "Sobre
Él reposará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de entendimiento,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del
Señor" (Is 11,2)
jueves, 2 de mayo de 2013
E-MAIL SOBRE EL ABORTO
Hola:
Cuando sabemos, sin ningún género de
dudas, que el aborto es un crimen, la muerte de un ser humano que, además, está
completamente desprotegido y que es inocente.
Cuando sabemos que, legalmente, se ha
reconocido este derecho a matar... ¡Y no hacemos nada! ...siendo ésta la mayor
injusticia que existe ... creo que nuestra conciencia debería despertar ya de
una vez. ¡Y actuar! ... Se nos va a juzgar no sólo por lo que hacemos mal, sino
por aquello que podríamos haber evitado que se hiciera y no lo hicimos.
Dicen que se va a "modificar"
la ley del aborto ... pero todas las noticias que se tienen al respecto es que
se va a quedar prácticamente igual, con algún ligero retoque, y además, el aborto seguirá
estando financiado por el Gobierno, o sea, por todos nosotros.
Pienso que es el momento...¡ahora!...
de no mirar para otra parte como si eso no fuera con nosotros. Se impone un
mínimo de humanidad para evitar todas esas muertes que, se quiera o no se
quiera, de algún modo pesan también sobre nuestras
conciencias... sobre todo si no hacemos nada, si no hacemos absolutamente nada.
Esa es la razón por la que te escribo
este e-mail. Espero que te haga pensar un poquito, sin intereses ocultos o
partidistas de ningún tipo, basándote sólo en la verdad de las cosas ... ¡Y que
reacciones!
No podemos consentir que el mal triunfe
en un mundo como éste que tan necesitado está de ideas claras ... y que tan
engañado vive y tan metido de lleno en la mentira que no es capaz de llamar a
las cosas por su nombre.
Y así, por más demostrado que esté
desde el punto de vista científico y desde todos los puntos de vista, que el
aborto es la muerte de un ser humano, como nosotros (pero más pequeñito), da la
impresión, por nuestro modo de reaccionar (o más bien, de no reaccionar) de que
se trata de algo banal y sin importancia ...¡nos tiene sin cuidado, vamos!
Parece mentira, pero siendo algo tan
sencillo de entender, desgraciadamente la gente cierra los ojos ante
esta realidad. ¡En general, salvo excepciones, por lo único que la gente se
indigna hoy es por los recortes! ... Nos subleva mucho más el hecho de que nos
quiten nuestro dinero que el hecho, muchísimo más grave, de que se estén
matando a mas de 300 personas diariamente.
Hemos cambiado el chip ... ¡Y lo que es
aún peor: el aborto, siendo, como es, un crimen, se ve hoy como una señal de
progreso; y como un derecho!. Así está recogido expresamente en la ley vigente.
Esto es muy grave.
Si por un casual (y tal vez no tan
casual) alguno de nosotros pensáramos de este modo es que tenemos un serio
problema y deberíamos replantearnos nuestra existencia ... ¡con urgencia y muy
seriamente!
En fin, cuento contigo. Tal vez firmar
esta petición no sirva de mucho. Pero lo que es seguro es que si ni siquiera
hacemos esto, va a servir aún menos.
Te envío el enlace que yo ya he
firmado, por si te animas.
Nota: Este e-mail (con algún retoque de forma, que no de fondo) fue dirigido a unos compañeros el 29 de abril de este año de 2013
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