En todo lo que se ha venido hablando hasta ahora acerca de
Dios, el objetivo principal ha sido, y sigue siendo, el de conocerlo, en la
medida en la que esto sea posible, a la luz de la fe y de las enseñanzas
contenidas en el Nuevo Testamento, tomando siempre como guía aquello que la
Iglesia Jerárquica, en comunión con el Santo Padre, considera que es la recta
interpretación de la Escritura, y no
olvidando que toda Escritura es
divinamente inspirada (2 Tim 3, 16-17) y que cuantas cosas fueron escritas en el pasado, para nuestra enseñanza han
sido escritas, con el fin de que por la
paciencia y por el consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza
(Rom 15,4) y plenamente consciente de las palabras que dice Jesús por boca de
San Juan, en el Apocalipsis: si alguien añade algo a esto, Dios enviará
sobre él las plagas escritas en este libro; y si alguien substrae alguna
palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la
vida y de la ciudad santa que se describen en este libro (Ap 22, 18-19).
Así es que, con la ayuda de Dios, que sé que no me ha de
faltar, me propongo continuar hablando del misterio de la Santísima Trinidad,
en el mismo sitio en que lo dejé. Y como punto de referencia y de inicio voy a
tomar prestadas las palabras que San Pablo dirigió a los corintios, cuando les
dijo: "¿Qué hombre conoce lo íntimo
del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie conoce lo que hay en Dios, sino el
Espíritu de Dios" (1 Cor 2,11). Y poco antes: Está escrito que "lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al
corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman. Pues bien: A
nosotros nos lo ha revelado Dios por su Espíritu, pues el Espíritu lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios"
(1 Cor 2, 9-10)
Mucho hay escrito sobre el Espíritu de Dios, ya incluso en
el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando se dice: "El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las
aguas" (Gen 1,2). El Espíritu se identifica aquí con el viento, que no se considera como una
simple fuerza natural sino como una fuerza que se atribuye directamente a Dios:
"Dios hizo soplar un viento sobre la
Tierra, de manera que las aguas decrecieron" (Gen 8,1). Es digno de
mencionar aquí el pasaje de la Biblia en el que Dios se manifiesta a Elías en
el monte Horeb, aunque no fue precisamente en el fuerte viento donde se le
manifestó: "Un
viento fortísimo conmovió la montaña y partió las rocas... pero el Señor no
estaba en el viento. Detrás del viento un terremoto; pero el Señor no estaba en
el terremoto. Detrás del terremoto, un fuego; pero el Señor no estaba en el
fuego. Detrás del fuego un susurro de
brisa suave. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y
se detuvo a la puerta de la cueva. Entonces le llegó una voz que decía:- ¿Qué
te trae aquí, Elías?" (1 Re 18, 11-13). El viento que procede de Dios no es precisamente un viento impetuoso.
Otro significado de Espíritu, muy relacionado con el
anterior, es el de aliento, un
aliento que da vida, una vida que procede de Dios. Es el mismo Dios quien
infunde su aliento en los vivientes,
en particular en el hombre: "El
Señor Dios formó al hombre del polvo de la Tierra, insufló en sus narices
aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo" (Gen 2, 7).
El aliento de vida aparece como aliento de Dios; y su ausencia es causa de
muerte: "Les retiras tu aliento y
mueren, vuelven al polvo. Pero envías tu
Espíritu, y son creados, y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104,
29-30). "El Espíritu de Dios me ha creado, el aliento del Omnipotente me ha dado la vida" (Job 33,4)
Pero el Espíritu de Dios va mucho más allá: "Os daré un corazón nuevo y pondré en vuestro
corazón un Espíritu nuevo. Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os
daré un corazón de carne. Pondré mi
Espíritu en vuestro interior y haré que caminéis según mis preceptos, y
guardaréis y cumpliréis mis normas ... Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré
vuestro Dios" (Ez 36, 26-28) . Este Espíritu está relacionado también
con la sabiduría: "¿Quién podrá conocer tu designio si Tú no le
das la sabiduría y envías desde las alturas tu santo Espíritu?"
(Sab 9,17). Y de una manera permanente reposará plenamente este Espíritu en el
futuro Mesías, es decir, en Jesús, según predice el profeta Isaías, predicción
que se hizo realidad, como sabemos: "Sobre
Él reposará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de entendimiento,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del
Señor" (Is 11,2)