BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



miércoles, 23 de octubre de 2013

Acerca de la Iglesia Católica y su historia (6)

Una vez que hemos repasado, brevemente, los comienzos de la Iglesia Católica, antes de continuar, debemos recordar que la Iglesia, en sentido estricto,  es el Cuerpo Místico de Cristo (místico en el sentido de misterioso) y es, por lo tanto, invisible. Esta realidad sólo puede ser captada por la fe. Por eso se dice que la Iglesia es santa"Sin mancha ni arruga o cosa parecida, sino santa e inmaculada" (Ef 5,27). Y es que la santidad de la Iglesia es la santidad del mismo Cristo: esta santidad objetiva de la Iglesia no puede ser empañada por la sombra del error o del pecado de sus miembros, pues eso somos los cristianos, por pura gracia: miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia"Vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros cada uno por su parte" (1 Cor 12, 27). 

Esta realidad es muy importante, porque al formar todos un solo cuerpo con Cristo (un verdadero cuerpo, aunque misterioso), unidos a Él mediante la savia de su Espíritu, que es el Espíritu Santo, resulta que "si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los demás comparten su gozo" (1 Cor 12, 26). Así se explica el misterio de la Comunión de los santos (dogma de fe). Y así se explica también que seamos realmente hijos de Dios, hijos en el Hijo: "Mirad qué amor tan grande nos ha tenido el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos!" (1 Jn 3,1). "Y porque sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama:'¡Abba, Padre'" (Gal 4,6). Esto explica, entre otras cosas, la razón del sufrimiento de un cristiano: "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24). Sufriendo, nos hacemos corredentores con Cristo, redimimos también nosotros al mundo de sus pecados: ¡Gran misterio es éste y digno de ser meditado en silencio delante del Señor!


En el Catecismo Mayor de San Pío X podemos leer, hablando del Papa:

El Papa, a quien llamamos asimismo Sumo Pontífice o también Romano Pontífice, es el sucesor de San Pedro en la Cátedra de Roma, Vicario de Jesucristo y cabeza visible de la IglesiaEl Romano Pontífice es Vicario de Jesucristo porque le representa en la tierra y hace sus veces en el gobierno de la IglesiaEl Romano Pontífice es cabeza visible de la Iglesia porque él la rige visiblemente con la misma autoridad de Jesucristo, que es cabeza invisible.

Con relación a la infalibilidad del Papa, se dice que:


El Papa no puede errar, es decir, es infalible en las definiciones que atañen a la fe y a las costumbres. El Papa es infalible por la promesa de Jesucristo y por la continua asistencia del Espíritu Santo. El Papa es infalible sólo cuando, en calidad de Pastor y Maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema y apostólica autoridad, define que una doctrina acerca de la fe o de las costumbres debe ser abrazada por la Iglesia universalDios ha otorgado al Papa el don de la infalibilidad para que todos estemos ciertos y seguros de la verdad que la Iglesia nos enseña.

La Iglesia no ha establecido ninguna nueva verdad de fe al definir que el Papa es infalible, sino solamente ha definido, para oponerse a los nuevos errores, que la infalibilidad del Papa, contenida ya en la Sagrada Escritura y en la Tradición, es una verdad revelada por Dios, y, por consiguiente, que ha de creerse como dogma o artículo de feEl que no creyese las solemnes definiciones del Papa, o aunque sólo dudase de ellas, pecaría contra la fe, y si persistiese obstinadamente en esa incredulidad, ya no sería católico, sino hereje. La Iglesia definió en el Concilio Vaticano I que el Papa es infalible, y si alguien presumiese contradecir a esta definición, sería hereje y excomulgado.

El conocimiento de la Historia de la Iglesia, de una Iglesia de dos mil años, de la que formamos parte, nos puede ser muy útil para entender bastantes de los acontecimientos que están ocurriendo hoy en el seno de la propia Iglesia. Ha habido situaciones gravísimas. Como las más significativas podemos citar:



La crisis arriana de finales del siglo III y comienzos del IV: la herejía de Arrio consistía en que negaba la divinidad de Jesucristo; y fue excomulgado y exiliado a raíz del primer concilio ecuménico,  convocado por el emperador Constantino, el llamado Concilio de Nicea (año 325). Pese a ello,  el arrianismo siguió teniendo muchísimos partidarios en la Iglesia, debido en gran parte, al apoyo de los emperadores, entre ellos el propio Constantino. Hubo un momento en que prácticamente toda la cristiandad se había vuelto arriana. San Atanasio (296- 373) fue, en aquel momento histórico, el alma de la oposición contra el arrianismo. Muerto ya San Atanasio,  fue convocado por el emperador Teodosio, el segundo concilio ecuménico, llamado Concilio I de Constantinopla (año 381), en el que confirmó solemnemente el símbolo de Nicea: el Hijo es engendrado, no creado, consustancial (homoousiosal Padre. 
(Continuará)