Pero lo verdaderamente importante es que el Espíritu Santo no
es, sencillamente, una fuerza divina que vivifica y santifica. Lo esencial es
que se trata de un ser personal: el
Espíritu Santo es una persona y una
Persona Divina, al igual que lo son el Padre y el Hijo. Esto se puede ver
en diversos pasajes del Nuevo Testamento en los que es descrito como
"Alguien" distinto del Padre y del Hijo; y que se encuentra, por otra
parte, en una relación íntima con ellos. Se trata, pues de "Alguien"
-o sea, una persona-, "distinto" -es decir, no es el Padre ni es el
Hijo- , y "en relación íntima con el Padre y el Hijo" - tan
"íntima" que es Dios mismo. De modo que el mismo y único Dios, además de ser Dios
Padre y de ser Dios Hijo, es también Dios Espíritu Santo.
La distinción personal se encuentra expresada con gran
claridad en el mandato de bautizar dado por Jesús: "Id y haced discípulos a todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). En esta
fórmula trinitaria del bautismo, el Espíritu Santo es equiparado al Padre y al
Hijo, siendo realmente Dios igual que lo son el Padre y el Hijo. Aparece
también en el Bautismo de Jesús: "Cuando Jesús fue bautizado, mientras estaba en
oración, se abrió el cielo y bajó el
Espíritu Santo sobre Él, en forma corporal, como una paloma. Y se oyó una
voz que venía del cielo: Tú eres mi Hijo, el Amado. En Tí me he
complacido" (Lc 3, 21-22). (pasaje que aparece, además, en los
otros dos sinópticos: Mt 3, 13-17; Mc 1,9-11; también San Juan evangelista hace
referencia al descenso del Espíritu sobre Jesús en el Bautismo: "Juan (el bautista) dio testimonio diciendo:
He visto al Espíritu que bajaba del Cielo como una paloma y permanecía sobre Él.
Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: 'Sobre el
que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre Él, ése es quien bautiza
en el Espíritu Santo' " (Jn 32,33)
Donde encontramos los textos más explícitos en torno al
Espíritu Santo como Persona es en el discurso de despedida de Jesús, en la
Última Cena, cuando les promete a sus discípulos la venida del Espíritu Santo:
"Si me
amáis, guardaréis mis mandamientos; y Yo
rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre: el
Espíritu de Verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le
conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros"
(Jn 14, 15-17). Y poco más adelante añade: "Os he hablado de todo esto estando con
vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu
Santo que el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará
todas las cosas que os he dicho" (Jn 14, 25-26)... Y luego:
"Cuando
venga el Paráclito que Yo os enviaré de
parte del Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, Él dará
testimonio de Mí" (Jn 15, 26).
Así pues, según nos dice Jesús, se trata de un Enviado distinto del Hijo ... "que el Padre enviará en Mi Nombre" (Jn 14,26) y
también ... "que Yo os enviaré de parte del Padre"
(Jn 15,26). Dos son los que envían: el Padre y el Hijo. Uno es el Enviado: el
Espíritu Santo. Y además: "Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si Yo
me voy, os lo enviaré" (Jn 16,7). Más adelante trataré de
explicar, en la medida en que Dios me dé a entender, el significado de estas
enigmáticas palabras. De momento, y aunque solo sea a grosso modo, parece
desprenderse de la lectura de este texto que es condición necesaria para que
venga el Espíritu Santo, el que tenga que ser enviado por el Padre y por el Hijo.
O, en otras palabras: Sólo si el Hijo (Cristo resucitado) regresa junto al
Padre, entonces y sólo entonces, el Espíritu podrá venir a nosotros, porque
ambos nos lo enviarán: Uno solo de Ellos no podría hacerlo.
Me viene a la memoria el siguiente párrafo del Evangelio
que, de alguna manera, viene a ser una explicación , aunque necesitada de ser
profundizada personalmente por cada uno: "En el último día, el más solemne de la fiesta, puesto Jesús
en pie exclamó: 'Si alguno tiene sed venga a Mí y beba. Quien cree en Mí, como
dice la Escritura, de sus entrañas brotarán ríos de agua viva'. Esto lo dijo
refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Pues todavía no había sido dado el Espíritu, ya
que Jesús aún no había sido glorificado" (Jn 7,
37-39). De ahí que Jesús diga a sus discípulos: "Os conviene que Yo me vaya"
(Jn 16,7).
Y para que ellos entiendan mejor el porqué era tan
importante que Él se fuera, les dice: "Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis
sobrellevarlas ahora. Cuando venga
Aquél, el Espíritu de la Verdad, Él os
guiará hasta la Verdad completa, pues no hablará por Sí Mismo, sino que
hablará de lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará porque recibirá de lo Mío y os lo anunciará. Todo
lo que tiene el Padre es Mío. Por eso dije que recibirá de lo Mío y os lo
anunciará" (Jn 16, 12-15). Y les habla claramente: "Salí del Padre y
vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre" (Jn
16,28). Y es desde ahí, junto a Su Padre, como podrán ambos enviarnos Su Espíritu.
(Continuará)