Como sabemos, el Padre y el Hijo envían su Espíritu,
Espíritu que es de ambos, Espíritu que es el Amor que se profesan mutuamente,
el Padre al Hijo y el Hijo al Padre, Espíritu del Padre y Espíritu también del
Hijo, conjuntamente, pues procede de ambos: un único Espíritu, el Espíritu de
Dios, el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Sabemos también que Jesucristo es una Persona
Divina (el Hijo) pero poseedor de dos naturalezas (la naturaleza divina y la
naturaleza humana), de modo que es verdadero Dios y es verdadero hombre.
Todo esto es doctrina católica, y es conforme a lo que
enseña la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Se trata, además, de un
dogma de fe.
Con esta idea "in mente" paso a comentar una frase
que he leído en un libro de espiritualidad que es totalmente errónea y que
puede llevar a confusión o engaño a quien la lea (si no posee unos mínimos
conocimientos de su fe). Decía este autor: Cristo, como hombre, no envía el
Espíritu Santo. Lo hace solamente como Dios (¿..?). Esto es radicalmente
falso. ¿Acaso hay escisión en Jesús?
Una vez que el Hijo se hizo hombre y tomó nuestra naturaleza
humana, es impensable que sólo la naturaleza divina del Hijo nos envíe, junto
al Padre, al Espíritu Santo. El Hijo -desde que se hizo
hombre y tomó como propia la naturaleza humana- no es pensable ya con sólo su
naturaleza divina: "El que me ve a Mí ve al Padre" (Jn
14,9), le responde a Felipe. "¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre?
¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí?" (Jn 14,
9-10). Sabemos que el Padre es espíritu; y por eso "a Dios nadie lo ha visto jamás; Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, Él mismo es quien nos lo ha dado a conocer" (Jn 1,18). Y nos lo ha dado a conocer precisamente porque ha tomado un cuerpo: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Viendo a Jesús (que es realmente un hombre como nosotros; y por eso podemos verle) estamos viendo su Persona (que es divina, pues el Hijo es Dios) y estamos viendo también al Padre, pues "Yo y el Padre y somos Uno" (Jn 10, 30).No es posible imaginar a Dios si no es viendo a Jesús: "El que me ve a Mí ve al Padre" (Jn 14,9). Y esto será así "por eternidad de eternidades".
Ahora el Hijo está en el Cielo (junto al Padre); y lo está con su naturaleza humana, con su cuerpo glorioso que conserva para siempre las señales de las llagas de su Pasión. Y ese Hijo Único de Dios, que es Jesucristo, es quien nos envía su Espíritu, que es también el Espíritu de su Padre. Este envío no es de la naturaleza divina del Hijo, sino del Hijo tal y como está ahora y para siempre junto a su Padre, o sea, también con su cuerpo. No es el Hijo-Dios el que envía su Espíritu, sino el Hijo Dios-hombre el que nos lo envía (o no sería realmente el Espíritu de Jesús el que recibiríamos).
Ahora el Hijo está en el Cielo (junto al Padre); y lo está con su naturaleza humana, con su cuerpo glorioso que conserva para siempre las señales de las llagas de su Pasión. Y ese Hijo Único de Dios, que es Jesucristo, es quien nos envía su Espíritu, que es también el Espíritu de su Padre. Este envío no es de la naturaleza divina del Hijo, sino del Hijo tal y como está ahora y para siempre junto a su Padre, o sea, también con su cuerpo. No es el Hijo-Dios el que envía su Espíritu, sino el Hijo Dios-hombre el que nos lo envía (o no sería realmente el Espíritu de Jesús el que recibiríamos).
Desde que el Hijo se hizo realmente hombre, ambas
naturalezas, la divina y la humana, son realmente suyas, (¡también la
humana!) en su única Persona divina de Hijo. Esto fue así mientras vivió entre
nosotros. Y esto es así también en el Cielo junto al Padre con su cuerpo
glorioso. De modo que si nos envía su Espíritu, este Espíritu es el de Cristo
completo, como verdadero Dios que es y como verdadero hombre que es, sin
escisiones de ningún tipo.