Lo primero que debemos hacer es recordar que la gracia santificante es una cualidad sobrenatural, infundida por Dios en nuestra alma, que nos eleva sobre nuestra propia naturaleza, haciéndonos partícipes de la naturaleza divina. Lo que significa que no es algo exigible por nuestra naturaleza humana, como tal. De ahí el nombre de sobre-natural. Al pecar, el hombre perdió para sí y para su descendencia, esta gracia santificante, que es la única que le capacita para poder ver a Dios. El hombre nace con ya con ese pecado, que no es personal como lo fue en Adán, sino propio de la naturaleza humana que ha heredado; pero pecado, al fin y al cabo. Y el estado de pecado, aunque sea el original, es incompatible con la visión de Dios.
Dicho lo cual, vamos a ir analizando determinados puntos:
1. Las almas que, por la
muerte, salen de esta vida con sólo el pecado original quedan excluidas, para
siempre, de la visión de Dios o visión beatífica, por lo que ya se ha dicho: el estado
de pecado, aunque se trate del pecado original, supone la carencia de la gracia
santificante y, por lo tanto, la imposibilidad y la incapacidad de poder ver a
Dios. Existe, pues, el pecado original y la pena que conlleva dicho pecado
es la privación de la visión de Dios, o visión beatífica. Esto es
enseñanza de la Iglesia y es dogma de fe.
2. Este pecado, en el caso de los
niños, carentes de uso de razón, sólo puede borrarse mediante el
bautismo de agua, que es el medio ordinario para ello, aunque también puede
borrarse por el bautismo de sangre, como medio extraordinario excepcional. Y esto también es enseñanza de la
Iglesia y dogma de fe.
El bautismo es necesario para salvarse. Tenemos las palabras del mismo
Jesucristo: "el
que no renaciere del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de
los Cielos" (Jn 3,5). Sobre la necesidad del
bautismo pueden verse los puntos 1257 y 1258 del Catecismo de la Iglesia
Católica (en lo sucesivo CEC).
Por supuesto que Dios podría haber elegido otros modos de salvar a las
personas, pero ha querido hacerlo de la manera en que lo ha hecho, y no
de otra. Por lo tanto: el
bautismo es absolutamente necesario para la salvación.
Lógicamente éste es el camino ordinario que Dios ha escogido para nuestra
salvación. Podríamos preguntarnos si existe algún otro medio. Sí, aunque a modo
excepcional o extraordinario, está previsto ya por la Iglesia, que aquellos
niños que mueran por odio a la fe católica, se salvarán y gozarán de la visión
beatífica. Es lo que se conoce como bautismo de sangre. Por ejemplo, si matan a
una mujer embarazada y a su bebé, y lo hacen por odio a la Iglesia, el niño,
así muerto, participa en la pasión de Cristo y adquiere la gracia santificante,
necesaria para salvarse. Como se ve, se trata de situaciones
excepcionales.
De ahí la enorme importancia de que los niños sean bautizados lo
más pronto posible (ver CEC nº 1250). El Catecismo Mayor de San Pío X es, en
este sentido, bastante más claro y explícito:
562.- ¿Cuándo hay que llevar a los niños a la Iglesia para que los bauticen? - Hay que llevar a los niños lo más pronto posible a la Iglesia para que los bauticen.
563.- ¿Por qué tanta prisa en bautizar a los niños? - Hay que darse prisa en bautizar a los niños, porque están expuestos por su tierna edad a muchos peligros de muerte, y no pueden salvarse sin el Bautismo.
564.- ¿Pecarán, pues, los padres y las madres que por negligencia dejen morir a sus hijos sin Bautismo o lo dilatan? - Si, señor; los padres y madres que por negligencia dejan morir a los hijos sin Bautismo, pecan gravemente porque les privan de la vida eterna, y pecan también gravemente dilatando mucho el Bautismo, porque los exponen al peligro de morir sin haberlo recibido
3. La realidad del limbo no es dogma de fe, pero es doctrina común de la Iglesia y doctrina cierta: no es una mera hipótesis o conjetura. Cierto que no se trata de un dogma de fe ... pero podría llegar a serlo si la Iglesia, fiel depositaria de la fe, lo proclamara así en algún momento. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el caso concreto de la Asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos: se trataba de una creencia común de todos los fieles cristianos desde los primeros siglos del cristianismo, pero fue proclamada, expresamente, como dogma de fe el 1 de noviembre de 1950 por el papa Pío XII. La existencia cierta del limbo se deduce, en cierto modo, a partir de los datos dogmáticos de los dos primeros puntos; aunque-como digo- no es un dogma de fe.
El limbo sería el lugar adonde van aquellos que mueren sólo con el
pecado original (sin pecados personales). No pueden ir al Cielo, pues carecen
de la gracia santificante, pero tampoco pueden ir al infierno, pues nunca
ofendieron a Dios ni se aferraron a los criaturas. No tienen pecado personal,
luego es imposible que Dios los castigue en la otra vida.
4. Los niños que mueren sólo con el
pecado original no sufren en la otra vida la pena de sentido; tan solo la pena
de daño, que consiste en que carecen de la visión beatífica de Dios. Al igual que el punto 3 ésta es también una verdad cierta o
doctrina común de la Iglesia, pero no es ningún dogma de fe.
Según Santo Tomás de Aquino, a excepción de no poseer la visión
beatífica, tienen la felicidad natural más perfecta que podemos imaginar en
esta vida. Tendrán un alto grado de conocimiento, de bondad y de amor
tales que realmente, para ellos, más vale existir que no existir. Su existencia
está más que justificada. Llegarán a un conocimiento natural de Dios tal
como se le puede conocer a partir de sus criaturas y lo adorarán como a su
Creador supremo, porque les ha dado el ser y la vida. Eso sí: lo sobrenatural
les está vedado, pero ya hemos dicho al principio que lo sobrenatural no es algo que sea exigible por la propia naturaleza humana, como tal.
De manera que no sólo no sufrirán, sino que serán felices, con una
felicidad real, aunque sólo natural. Solo les está vedada la visión beatífica,
a causa del pecado original. Sin embargo, hay que decir, siguiendo a Santo Tomás, que:
a) Nadie se puede
doler de un mal desconocido
Estos niños sabrán que estaban destinados a la felicidad
sobrenatural, que jamás tendrán, pero no tendrán ni la menor idea de en qué
consiste esa felicidad. Y al no saberlo, ni poder saberlo, ello no les causará
ninguna pena.
b) Nadie se puede
doler de carecer de algo que nunca ha podido alcanzar
Estos niños nunca pudieron recibir el bautismo, ni pudieron darle un sí personal a Dios. No tuvieron jamás la posibilidad de tener la gracia santificante, de modo que no están capacitados para ver a Dios. Y ellos lo saben. Si saben que no son ni pueden ser capaces de poseer la visión beatífica, por ello mismo no van a tener dolor por no poseerla. Su felicidad va a ser real, pero de orden natural y no sobrenatural.
(continuará)