Confieso sinceramente que cuando oí que se iba a realizar tal encuesta no acababa de creérmelo. Me parecía que era una broma, puesto que no tenía ningún sentido. Luego he comprobado que el asunto iba en serio y que no se trataba de ninguna patraña periodística, por desgracia. Y la verdad es que me deja completamente perplejo: La Iglesia tiene muy clara cuál es su misión en este campo concreto de la pastoral de la familia. ¿Qué necesidad tiene de realizar un cuestionario a este nivel? Produce confusión y desconcierto. Es difícil de entender que se tenga que preguntar a la gente que diga lo que le parece que está bien y lo que está mal, lo que debe ser mantenido y lo que debe ser corregido. Por otra parte, las respuestas que se van a dar a esas preguntas se conocen ya de antemano, pues están enfocadas claramente en una determinada dirección. A mi entender el problema es muy grave.
Dada la mentalidad materialista y hedonista que reina en el mundo, incluso entre católicos, las respuestas que se van a dar van a ser, casi con toda seguridad, de este tipo: Ya va siendo hora de que la Iglesia se amolde a los nuevos tiempos: los preservativos y los anticonceptivos son avances de la ciencia y la Iglesia debería aceptarlos, como algo propio del progreso; las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo deberían admitirse para no crear en estas personas complejos de culpabilidad que les llevan a sufrir; a los divorciados y vueltos a casar se les debería permitir recibir la Eucaristía, pues el no hacerlo supone para ellos grandes sufrimientos, etc, etc, (Por cierto, los "católicos" que contestasen así no serían realmente católicos, pues esas respuestas van directamente contra la moral cristiana)
Aunque si esas son las respuestas que se van a dar, como es más que previsible, ¿qué va a hacer la Iglesia entonces? Porque si no hace nada, ¿para qué tanto sensacionalismo, tanto realce y tanto marear la perdiz, con lo que eso conlleva de pérdida de tiempo y de dinero? (entre otras cosas). Por supuesto que los "progres" lanzarían el grito al cielo (un cielo en el que no creen), bramando contra aquellos componentes de la Curia que le ponen trabas al pobre Papa (dando por supuesto que eso es lo que el Papa desea realmente para que la Iglesia se abra al mundo y así la noticia del Evangelio sea aceptada por la mayoría).
Y si hace algo (en el sentido de ceder respecto a temas capitales del cristianismo), estaría actuando contra la voluntad de su Fundador, lo que es mucho más grave. No puede caber ninguna duda acerca de que la situación de divorciados y vueltos a casar es objetivamente pecaminosa y constituye un adulterio (esto no lo digo yo, lo dijo Jesucristo). De modo que si recibieran la comunión lo harían en estado de pecado mortal, sumando un nuevo pecado de sacrilegio al que ya tienen. Lo correcto (y lo bueno para ellos) es que reconozcan que están viviendo realmente en una situación de pecado, que se arrepientan de él, que se confiesen y cambien de vida y vuelvan al redil y a la unión con Jesucristo, que tanto desea su salvación y su felicidad, mucho más que ellos mismos. Respecto a la homosexualidad y el reconocimiento de que se trata de algo normal, dados los tiempos en los que vivimos, decir eso es una falacia y una gran mentira, es un auténtico engaño: no supone ningún progreso, en absoluto, sino un enorme retroceso hacia épocas muy primitivas -y supuestamente superadas- de la historia de la humanidad. Además, está condenada explícitamente en las Sagradas Escrituras, o lo que es igual, está condenada por Dios mismo, puesto que la Escritura es Palabra de Dios: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1Cor 6, 9-10).
Todo da la impresión, aunque no nos vamos ahora a detener en este punto, de que nos encontramos ya muy cerca de los últimos tiempos. "Vendrá un tiempo-dice San Pablo- en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos" (2 Tim 4, 3-4)
En mi opinión, esta encuesta es una grave imprudencia por parte de la alta Jerarquía de la Iglesia. Pues, lógicamente, (y esto se sabe) surgirán los archiconocidos temas del aborto, la contracepción, los medios artificiales de reproducción, el divorcio, etc, ..., temas que no pueden ser aprobados por la Iglesia de ninguna de las maneras: El Papa no tiene autoridad para permitir esos comportamientos anormales. Su misión es la de guardar y conservar íntegro el depósito de la fe que le ha sido confiado, según lo que decía San Pablo a Timoteo: "guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 6, 20-21). La Iglesia tiene la misión de mantener íntegro el mensaje de Jesús. Y no puede añadir ni quitar nada a las palabras contenidas en las Sagradas Escrituras. Así viene recogido en el Apocalipsis, hablando de las palabras proféticas: "Si alguien añade algo a ellas, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro. Y si alguien quita alguna de las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa que se han descrito en este libro" (Ap 22, 18-19). Hay un texto del Nuevo Testamento que es ciertamente consolador, para evitar en nosotros la confusión. Es aquél en el que dice San Pablo a los Gálatas: " Aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8). Anatema, o sea, maldito.
Por eso debemos conocer el Evangelio que nos ha sido anunciado, que proviene directamente de Jesucristo, así como la tradición oral y escrita, para no dejarnos engañar de nadie: "Hermanos, manteneos firmes y observad las tradiciones que aprendisteis, tanto de palabra como por carta nuestra" (2 Tes 2,15)
¿Cuándo ha dicho la Iglesia que no haya que ser comprensivo y misericordioso? Si precisamente esto es esencial al cristiano y fue predicado insistentemente por Jesús:"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7)."Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado" (Jn 13, 34). Ahora bien: la misericordia hacia los demás no consiste en darles la razón, aunque no la tengan. El engaño no procede de Dios. Nuestra actitud ha de ser la de "amar al pecador, pero odiar el pecado", como decía San Agustín. Y el mejor ejemplo de esto lo tenemos en el mismo Jesús. Recordemos el episodio de la mujer adúltera, aquella a la que los judíos querían apedrear. Y entonces "Jesús les dijo: El que de vosotros esté sin pecado que tire la piedra el primero...Al oírle, empezaron a marcharse uno tras otro, comenzado por los más viejos, y quedó Jesús solo, y la mujer, de pie, en medio. Jesús se incorporó y le dijo: -Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? - Ninguno, Señor -respondió ella. Le dijo Jesús: Tampoco yo te condeno; vete y a partir de ahora no peques más" (Jn 8, 10-11). Ambas cosas tienen que ir siempre de la mano. No hay verdadera misericordia por los demás si no se les dice la verdad para que, reconociendo su pecado y arrepintiéndose, puedan encontrar el perdón que Jesús desea ardientemente para ellos.
(Continuará)