Porque, si analizamos los hechos (y los hechos son innegables), parece que hay en la Iglesia un deseo de agradar a todos (¡ojalá me equivocase!) como si el Catolicismo no fuese la Única Religión verdadera, como si todas las religiones tuviesen el mismo valor; o, si se quiere, como si todas las religiones fuesen verdaderas (lo que equivale a decir que todas son falsas) Se pretende que la Religión haga referencia tan solo al sentimiento de cada uno y que no sea ni conocida ni estudiada; que la Religión no tiene por qué influir en la marcha del mundo, que eso es un retroceso, desconociendo así la enorme influencia positiva que ha tenido la Religión (y me refiero ahora a la Religión Católica) tanto en el progreso y desarrollo de la humanidad (en todos los ámbitos, incluido también el científico), como la realidad incontestable de que ha hecho felices a millones de personas. No hay razones de peso para ir contra la Religión... ...en verdad no hay ninguna razón razonable.
Claro que el Demonio es el padre de la mentira y es muy hábil en su terreno, así como también lo son sus hijos, para hacerle creer a la gente que la Religión (sobre todo, la Católica) ha sido nefasta para el progreso. No importa que eso sea completamente falso, como demuestra la historia, pues "si los hechos están en contra de las ideas paganas, peor para los hechos" (sencillamente se falsea la historia para transmitir a la gente -tergiversándolo, además- sólo aquello que ellos quieren que la gente conozca). La manipulación histórica es, en este sentido, tremenda. De modo que, tal como están las cosas, se está consiguiendo (si es que no se ha conseguido ya) que el reinado de Dios sea sustituido por el de los hombres. Dios no existe; es un mito propio de personas sin cultura. El hombre es dios para sí mismo. Y si cabe hablar de alguna religión ésta es la religión del hombre, que es el único que cuenta. Esto sería así, lógicamente, para los ateos y los agnósticos... en principio.
Y digo esto porque, además, se está extendiendo también, en el seno de la misma Iglesia, la idea (¡falsa!) de que todos los hombres se salvan, hagan lo que hagan, lo quieran o no, lo sepan o no lo sepan. Ya no se habla del pecado ni del infierno, ni de la divinidad de Jesucristo ni de su Resurrección y su Presencia real en la Eucaristía, etc... En otras palabras: se omiten las verdades sobrenaturales, que siempre ha enseñado la Iglesia, lo que es de una enorme gravedad, pues aquello de lo que no se habla, al final acaba olvidándose (si es que alguna vez llegó a aprenderse) y lo que es real queda reducido a mito.
¡Qué pocos son los pastores en la Iglesia de nuestro tiempo que hablen de estas cosas que son fundamentales para que la Iglesia pueda continuar existiendo como tal Iglesia, conservando las verdades que recibió de su Fundador; sin las cuales acabaría desapareciendo. Sabemos que la Iglesia no será destruida, pero sí puede quedar reducida a su mínima expresión. Jesús hablaba de "mi pequeño rebaño" (Lc 12,32), refiriéndose a sus discípulos.
¿Significa esto que estamos cerca del final de los tiempos? Es difícil saberlo, aunque hay bastantes indicios de que así podría ser. Recordemos, por ejemplo, lo que dice san Pablo a los Tesalonicenses, acerca de la proximidad de los últimos tiempos y de la segunda venida del Señor: "Que nadie os engañe de ninguna manera, porque antes ha de venir la apostasía y se ha de manifestar el hombre de iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza sobre todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta llegar a sentarse en el templo de Dios, manifestando que él es dios" (2 Tes 2, 3-4). No es arriesgado aventurar que nos encontramos actualmente en una situación de apostasía general a nivel mundial. De manera que si no estamos ya en la Apostasía general, de la que nos habla san Pablo, sí es cierto que nos estamos acercando a ella a pasos agigantados.
Sobre este asunto dice Jesús que "acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24,36) [Se refiere, evidentemente, al Hijo, en cuanto hombre, y en cuanto que no es su misión revelar ese día] Pero hay algo que sí es cierto y es que ese día vendrá, y vendrá sin anunciarse: "Aquel día vendrá de improviso y caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra" (Lc 21, 34b-35). "Habrá una tribulación tan grande como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si no se acortasen tales días, nadie se salvaría; pero por los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 23, 21-22)... "Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre (es decir, la Cruz) y en ese momento todas las tribus de la tierra gemirán y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria" (Mt 23, 30).
Siendo esto verdad, el Señor, como siempre hace, nos da la solución junto al problema, una solución que es sencilla: "Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24,42). Tan importante es esto que insiste, repetidamente y en varias ocasiones, en que estemos siempre vigilantes : "Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre" (Mt 24,44). Y san Pedro también es muy claro, cuando nos aconseja cómo proceder en nuestra vida, sabiendo lo que nos espera: "Si todas estas cosas van a destruirse de ese modo, ¡cuánto más debéis llevar vosotros una conducta santa y piadosa, mientras aguardáis y apresuráis la venida del día de Dios, cuando los cielos se disuelvan ardiendo y los elementos se derritan abrasados! Nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que habita la justicia" (2 Pet 3, 11-13). Y finalmente san Juan, en el Apocalipsis, refiriéndose a la situación en la que se encontrarán aquellos cuyos nombres estén escritos en el libro de la vida ( o sea, en el cielo) dice: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y ya no existe el mar... Ésta es la morada de Dios con los hombres: habitará con ellos y ellos serán su pueblo, y Dios, habitando realmente en medio de ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos; y no habrá ya muerte ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo anterior ya pasó. Y el que estaba sentado en el trono dijo: Mira, hago nuevas todas las cosas. Y añadió: 'Estas palabras son fidedignas y veraces' " (Ap 21, 1.3-5)
(Continuará)