Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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jueves, 14 de noviembre de 2013
Encuesta universal (y 4)
Se me viene a la mente aquella frase del Evangelio que hoy tiene una tremenda actualidad: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26,31). Aquellas palabras que pronunció el papa Pablo VI en la homilía de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, en 1972: "el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia", son ahora más ciertas que entonces... porque, a lo que parece, ese humo aún sigue dentro. Es cierto que dijo Jesús: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4), pero también dijo: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe en la Tierra?" (Lc 18, 8). Hoy hay una gran crisis de fe, una apostasía universal. El mundo, en su conjunto, ha dejado de ser católico, se diga lo que se quiera. Por ejemplo: ¿Quién cree hoy, de verdad, en Jesucristo, como Hijo de Dios y Dios verdadero? ¿Quién cree en su presencia real en la Eucaristía? ¿Quién cree que existe el Cielo y el Infierno? ¿Quién cree en la resurrección real del Señor? ¿Quién en la virginidad de María, la Madre de Jesús y, por lo tanto, madre de Dios? ¿Quién cree en la Iglesia como Una, Santa, Católica y Apostólica? Y así podríamos seguir haciendo todo tipo de preguntas relacionadas con la fe. De seguro que nos encontraríamos con respuestas sorprendentes provenientes de los mismos católicos, aquellos precisamente a quienes se les va a consultar sobre qué es lo que les parece que está bien y lo que no está bien en el ámbito de la familia. Esto es muy preocupante.
"Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24). No se puede estar con Dios y con el mundo. "Quien no está conmigo está contra Mí; y quien no recoge conmigo, desparrama" (Lc 11,23). Y las palabras de San Juan son muy fuertes: "todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ése es el espíritu del Anticristo, de quien habéis oído que va a venir, y ya está en el mundo" (1 Jn 4, 3), palabras que si tenían actualidad cuando fueron dichas, hoy la tienen aún más.
Yo respeto profundamente a los Papas, porque son los representantes de Cristo en la Tierra y hacen sus veces. Pero eso no me impide pensar: si no hay amor a la verdad no hay tampoco amor a Jesús quien dijo de sí mismo que "Él era la Verdad" (Jn 14,6). Por eso me permito hacer las reflexiones que hago en este artículo, cuyo objeto no es la crítica, sin más, sino el ejercicio del discernimiento, del que, con toda la razón del mundo, tanto habla nuestro querido Papa que debemos hacer uso, en conformidad con lo que hacía San Ignacio de Loyola.
Yo no pretendo juzgar aquí al Papa ni a nadie, ni siquiera a mí mismo. Eso es cosa del Señor, que es quien conoce el fondo de todos los corazones y posee todos los datos que nosotros ignoramos. Además, podría hablar de infinidad de temas sobre los que se ha pronunciado el Santo Padre, con relación a Jesús y a la fe, que son muy hermosos. Hay homilías muy bellas del Papa Francisco. Yo he comentado alguna. Pero ello no obsta para que me haga preguntas sobre aquello que no entiendo. Por ejemplo: ¿A qué se debe que casi todo el mundo hable hoy bien del Papa Francisco, tanto cristianos como no cristianos e incluso ateos? De hecho hay un libro, escrito por un sacerdote, titulado "Francisco, el Papa de todos". A mí eso me llama la atención. No hay día que no aparezca un titular en los periódicos hablando del papa Francisco, ..., alabándolo, sobre todo en aquellos periódicos que son anticlericales. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que los enemigos de la Iglesia celebren tanto las actuaciones de este nuestro Papa? Luego está el hecho de que hace ciertas declaraciones que, aunque no sean pronunciadas ex cathedra (y en ese sentido son opiniones) no cabe duda de que, siendo el Papa quien las hace, en el mejor de los casos, le dejan a uno bastante confuso. Surgen voces, con muy buena intención (no me cabe duda) que dan a la gente la interpretación de lo que ha querido decir el Papa, en realidad. Eso es así. Pero lo cierto y verdad es que lo que ha dicho lo ha dicho. (Hay una serie de afirmaciones que ha hecho el Santo Padre que son bastante discutibles, por no decir otra cosa, y de las que hablaré en otros artículos). Y se ha creado un clima de confusión y desconcierto en el pueblo cristiano, lo que no tendría por qué ocurrir. La referencia es siempre nuestro Señor Jesucristo. Esto era lo que decía el Señor a sus discípulos: "Que vuestro modo de hablar sea: 'Sí, sí; 'no, no'. Lo que exceda de esto, viene del Maligno" (Mt 5,37).Y luego, el Señor aconseja prudencia y sencillez: "Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas" (Mt 10, 16).
Y, sin embargo, a pesar de todo lo dicho, los cristianos no debemos inquietarnos. El Señor nos ha colocado en este mundo con una misión. La época en la que vivimos es la mejor época en la que podríamos haber vivido, puesto que en ella nos ha colocado el Señor. Y Él quiere lo mejor para nosotros. Es aquí y ahora donde tenemos que santificarnos. Sabemos, porque Jesús nos lo ha dicho, que Dios es un Padre bueno, que cuida de nosotros y que nos quiere con locura; y no consentirá que se pierda ninguno que, actuando con sinceridad y buena voluntad, ponga los medios que Dios le ha dado para poder hacer frente a todos los avatares que vayan surgiendo a lo largo de su vida:"Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 Cor 10,13).
Pero eso sí: no podemos descuidarnos. Debemos estar siempre alerta, lo que, en realidad, no es tan difícil si de verdad lo queremos. Estas son sus palabras: "Velad porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24,42). En el mundo vamos a tener dificultades. Eso ya lo sabemos. Pero tenemos la fortaleza del Espíritu de Jesús, que es el Espíritu Santo, que nos impide atemorizarnos: "No hay temor en el amor, porque el amor perfecto rechaza el temor, pues el temor mira al castigo, y quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor" (1 Jn 4, 18). Es precisamente todo lo contrario: "Cuando comiencen a suceder estas cosas (catástrofes, persecuciones, etc...) tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se aproxima vuestra redención".(Lc 21, 28) Debemos grabar estas palabras en nuestra mente y en nuestro corazón, porque nos va en ello la vida, en todos los sentidos (la felicidad en esta vida terrena y luego la vida eterna).
Como colofón a este artículo deseo volver a recordar estas consoladoras palabras, que ya cité en la primera parte, pero que nos conviene retener con fuerza, pues nos pueden y nos deben orientar, en este mundo tan confuso, acerca de lo que tenemos que hacer si no queremos perdernos: AUNQUE NOSOTROS MISMOS O UN ÁNGEL DEL CIELO OS ANUNCIÁSEMOS UN EVANGELIO DIFERENTE DEL QUE HABÉIS RECIBIDO, ¡SEA ANATEMA! (Gal 1, 8)
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