Tomando como base la idea del discernimiento en la que el Papa Francisco hace tanto hincapié, y razonando acerca de a qué discernimiento se refiere, entiendo que el mejor modo de encontrar una respuesta segura, sin posibilidad de error, es el de acudir, como siempre, a las Sagradas Escrituras. En ellas se encuentran todos los problemas que asedian a los hombres de todos los tiempos y lugares, así como la solución a los mismos.
Conviene traer a la memoria la respuesta que dieron San Pedro y los Apóstoles al Sumo Sacerdote, cuando fueron reprendidos por haber desobedecido sus órdenes, pues continuaban enseñando en el nombre de Jesús: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29). Aunque quienes les reprendieron eran hombres consagrados a Dios (nada menos que el Sumo Sacerdote y el Sanedrín en pleno), sin embargo los Apóstoles no los obedecieron. ¿Por qué? Pues porque no procedían conforme a la voluntad de Dios, manifestada en Jesús, a quien mataron, colgándole de un madero; y a quien Dios exaltó como Salvador para conceder a Israel la conversión y el perdón de sus pecados. (Hech 5, 30-31). Es más: cuando después de azotarlos los soltaron, ordenándoles que no hablaran más en el nombre de Jesús, "ellos se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín, por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre; y todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y anunciar a Cristo Jesús" (Hech 5, 40-42)
Esto nos da ya una referencia de cómo debemos actuar si nos encontramos con alguna situación parecida. Por otra parte, la contundencia de San Pablo nos viene como anillo al dedo, cuando les escribe a los romanos: "No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, DE MODO QUE PODÁIS DISCERNIR CUÁL ES LA VOLUNTAD DE DIOS; esto es, lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12,2). Y por si no fuera todavía suficiente, recalca esta misma idea a los corintios: "Pedimos a Dios...que obréis el bien, aun cuando nosotros fuéramos dignos de reprobación" (2 Cor 13, 7) y a los gálatas: "aunque nosotros o un ángel del Cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1,8). Se podrían citar muchos más textos en este mismo sentido.
Prueba de ello nos la da el mismo apóstol Pablo que no tuvo más remedio que reprender al propio Pedro: "Cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2,11). Y prosigue más adelante: "Cuando vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas, en presencia de todos: 'Si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo obligas a los gentiles a vivir como judíos?' (Gal 2,14).
Pues bien: Dada, por una parte, la actual situación de crisis de fe que hoy existe (a nivel mundial), posiblemente la mayor crisis que haya tenido lugar en la Historia de la Iglesia, una falta de fe que afecta también a algunos miembros de la Jerarquía de la propia Iglesia Católica. Y, teniendo a la vista -y grabadas en el corazón y en la mente- todo lo dicho más arriba; concretamente las palabras de la Sagrada Escritura (que son palabra de Dios), con la ayuda de Dios que sé que no me va a faltar, me atrevo a disentir de "algunas" de las expresiones que han salido de la boca del Papa actual y pienso, incluso, que es una obligación el hacerlo así, pues, como sigue diciendo San Pablo, "no podemos nada contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13,8)
(Continuará)