Ya se sabe que la ONU solamente convence a los tontos y a los ingenuotes, porque los que allí habitan suelen ser pájaros de cuenta con apariencia de palomitas mensajeras, cuya misión esencial es la depredación. Y en concreto, la depredación de todo lo que suene a catolicismo de forma específica. Los verbos que más se conjugan en ese antro suelen ser los de corromper, destruir, saquear y, por supuesto pecar e incitar al pecado. Claro que para el monseñor de turno, eso del pecado es algo que no se puede tratar en la Comisiones, porque sería imponer las creencias propias en el lugar inadecuado.
Solamente los programas de Naciones Unidas para promover la ideología de género, la homosexualidad, las esterilizaciones en diversas partes del planeta, las campañas de anti-natalidad de todos los colores, el control de la educación y de la cultura, y un largo etcétera, darían material para una Encíclica en la que se excomulgara a todo el que pasara por la puerta y mirara hacia adentro.
Acompañado, claro está, de un exorcismo general, tirando agua bendita por todos los conductos apagafuegos del edificio. A lo cual habría que añadir un entredicho para todo el que colabore con esta infame organización.
Sin embargo, la Santa Sede, de forma insistente y machacona, no sólo ha colaborado con tamaña máquina de corrupción, sino que además nunca ha dejado de alabarla, -o sea, darle la coba-, por activa y por pasiva. Los papas del último medio siglo han acudido allí para mostrar que la Iglesia es experta en humanidad (Pablo VI dixit), o que la Iglesia tiene muchas cosas en común con ellos y ve con buenos ojos sus proyectos en favor de la dignidad de los pueblos. Pues no faltaba más. Todavía recuerdo la visita de la Madre Teresa de Calcuta para “rezar por la paz” con la Asamblea General, encandilados todos aplaudiendo su amor por los pobres. Como si un cristiano tuviera que mostrar su amor por los pobres a quienes están destruyendo sistemáticamente las almas y los cuerpos de los pobres.
Sin embargo, la Santa Sede, de forma insistente y machacona, no sólo ha colaborado con tamaña máquina de corrupción, sino que además nunca ha dejado de alabarla, -o sea, darle la coba-, por activa y por pasiva. Los papas del último medio siglo han acudido allí para mostrar que la Iglesia es experta en humanidad (Pablo VI dixit), o que la Iglesia tiene muchas cosas en común con ellos y ve con buenos ojos sus proyectos en favor de la dignidad de los pueblos. Pues no faltaba más. Todavía recuerdo la visita de la Madre Teresa de Calcuta para “rezar por la paz” con la Asamblea General, encandilados todos aplaudiendo su amor por los pobres. Como si un cristiano tuviera que mostrar su amor por los pobres a quienes están destruyendo sistemáticamente las almas y los cuerpos de los pobres.
Por eso ahora nos ha anunciado la ONU hace poco que comenzará una campaña de paz para Colombia con las imágenes de Teresa de Calcuta y Mandela.
La pareja perfecta para estos pájaros de cuenta. Les preocupa la paz tanto como a mí el precio de la alcachofa coreana. Aunque sí les preocupan los recursos de la madre tierra, sobre todo si estos recursos pueden llenar el bolsillo y llevan el signo del dólar en la etiqueta. El último Secretario General, al que pillaron con las manos en la masa, sigue no obstante por ahí, dando lecciones de honradez y de moralidad.
Como llevo años observando estas cosas, no me extraña ahora que la ONU esté más que envalentonada este último año, a la vista de los guiños constantes de Francisco: con sus llamadas al anticapitalismo, sus proyectadas encíclicas sobre los recursos de la Tierra, sus gestos de complicidad con la homosexualidad, con el divorcio, con la comprensión de los problemas actuales del hombre periférico y sobre todo con la pobreza; porque como ya he dicho, la pobreza de los pueblos le quita el sueño a todos los que trabajan en la ONU.
Y en ese gesto de valentía, ya está exigiendo a la Iglesia Católica ciertos comportamientos que deben adecuarse a lo que son los Derechos del Niño. Casi me muero de la risa. Que la ONU hable de los Derechos del Niño es lo mismo que si el Abad de Monserrat, dijera que le preocupa que sus frailes ya no canten el Cara al Sol.
Por eso, esta semana, los muy corruptos se han atrevido a indicar lo que debe hacer la Iglesia Católica para salvaguardar a los infantes, dándoles a conocer además de eso, un programa sobre cómo tiene que tratar a los niños, cómo deben ser los seminarios, cómo hay que culturizar a los futuros sacerdotes y no sé cuantas cosas más.
La pareja perfecta para estos pájaros de cuenta. Les preocupa la paz tanto como a mí el precio de la alcachofa coreana. Aunque sí les preocupan los recursos de la madre tierra, sobre todo si estos recursos pueden llenar el bolsillo y llevan el signo del dólar en la etiqueta. El último Secretario General, al que pillaron con las manos en la masa, sigue no obstante por ahí, dando lecciones de honradez y de moralidad.
Como llevo años observando estas cosas, no me extraña ahora que la ONU esté más que envalentonada este último año, a la vista de los guiños constantes de Francisco: con sus llamadas al anticapitalismo, sus proyectadas encíclicas sobre los recursos de la Tierra, sus gestos de complicidad con la homosexualidad, con el divorcio, con la comprensión de los problemas actuales del hombre periférico y sobre todo con la pobreza; porque como ya he dicho, la pobreza de los pueblos le quita el sueño a todos los que trabajan en la ONU.
Y en ese gesto de valentía, ya está exigiendo a la Iglesia Católica ciertos comportamientos que deben adecuarse a lo que son los Derechos del Niño. Casi me muero de la risa. Que la ONU hable de los Derechos del Niño es lo mismo que si el Abad de Monserrat, dijera que le preocupa que sus frailes ya no canten el Cara al Sol.
Por eso, esta semana, los muy corruptos se han atrevido a indicar lo que debe hacer la Iglesia Católica para salvaguardar a los infantes, dándoles a conocer además de eso, un programa sobre cómo tiene que tratar a los niños, cómo deben ser los seminarios, cómo hay que culturizar a los futuros sacerdotes y no sé cuantas cosas más.
Imagino que la ONU querrá también organizar cómo se reza el Rosario en los conventos (si es que se reza) o cómo se juega al fútbol en los colegios católicos. Acabarán por nombrar a Sor Forcades comisaria política bajo la supervisión directa de la Bibiana Aído que trajo a España la libertad de las niñas en situación embarazosa, que quisieran desprenderse de su niño, antes de entrar en este mundo en el que sus Derechos serán salvaguardados por todos.
Pues bien. Ante esta intromisión clara y absolutamente intolerable en la doctrina de la Iglesia, las autoridades no entienden lo que pasa. Así lo expresa el informe presentado por el P. Lombardi en el que se asegura que no hay enfrentamiento alguno y que la ONU y la Santa Sede se siguen queriendo y amando como siempre. Son tantos los compromisos, que solamente se puede solventar por la vía diplomática. Vean si no, estas palabras en las que se pide perdón buscando unos puntos de encuentro. Como si tuviera que encontrarse puntos de encuentro con esta ralea y esta gentuza:
“Es típico de tales organizaciones no querer reconocer lo que ha sido realizado por la Santa Sede en la Iglesia en estos años recientes, al reconocer errores, al renovar las normativas, al desarrollar medidas formativas y preventivas”. Y concluye: “Pocas o ninguna otra organización o institución ha hecho lo mismo”.
Y el punto más grave es que las observaciones del Comité parecen superar sus competencias propias, al interferir en las posiciones doctrinales y morales de la Iglesia católica, dando indicaciones que implican evaluaciones morales sobre la contracepción y el aborto, o la educación en las familias, o la visión de la sexualidad humana, a la luz de una propia visión ideológica de la sexualidad. El Padre Lombardi alienta a encontrar el plano correcto del compromiso por el bien de los niños. También a través del instrumento de la Convención. La Santa Sede no hará faltar sus respuestas atentas y argumentadas.
Yo no entiendo nada. O mejor dicho, entiendo demasiado. Pero pienso que este asunto merecería unas palabras de Francisco para dejar a la dichosa ONU en el puesto que le corresponde. Estoy seguro que todos los medios de comunicación, -que hasta ahora han alabado la valentía del Santo Padre para romper los esquemas tradicionales de una Iglesia vetusta-, alabarán y ensalzarán su actitud valiente y decidida. Lo mismo le nombra de nuevo Hombre del Año por haberse atrevido a denunciar a esta panda de ladrones corruptos vestidos con el arco iris gay.
Por eso tiene tanta razón el refrán castellano: Quien con perros se acuesta, con pulgas se levanta. Dos y dos son cuatro. La Iglesia Católica es la que se esfuerza por acercarse a la ONU, mientras la ONU se ceba en las doctrinas de la Iglesia Católica. Así nos luce el pelo.
Pues bien. Ante esta intromisión clara y absolutamente intolerable en la doctrina de la Iglesia, las autoridades no entienden lo que pasa. Así lo expresa el informe presentado por el P. Lombardi en el que se asegura que no hay enfrentamiento alguno y que la ONU y la Santa Sede se siguen queriendo y amando como siempre. Son tantos los compromisos, que solamente se puede solventar por la vía diplomática. Vean si no, estas palabras en las que se pide perdón buscando unos puntos de encuentro. Como si tuviera que encontrarse puntos de encuentro con esta ralea y esta gentuza:
“Es típico de tales organizaciones no querer reconocer lo que ha sido realizado por la Santa Sede en la Iglesia en estos años recientes, al reconocer errores, al renovar las normativas, al desarrollar medidas formativas y preventivas”. Y concluye: “Pocas o ninguna otra organización o institución ha hecho lo mismo”.
Y el punto más grave es que las observaciones del Comité parecen superar sus competencias propias, al interferir en las posiciones doctrinales y morales de la Iglesia católica, dando indicaciones que implican evaluaciones morales sobre la contracepción y el aborto, o la educación en las familias, o la visión de la sexualidad humana, a la luz de una propia visión ideológica de la sexualidad. El Padre Lombardi alienta a encontrar el plano correcto del compromiso por el bien de los niños. También a través del instrumento de la Convención. La Santa Sede no hará faltar sus respuestas atentas y argumentadas.
Yo no entiendo nada. O mejor dicho, entiendo demasiado. Pero pienso que este asunto merecería unas palabras de Francisco para dejar a la dichosa ONU en el puesto que le corresponde. Estoy seguro que todos los medios de comunicación, -que hasta ahora han alabado la valentía del Santo Padre para romper los esquemas tradicionales de una Iglesia vetusta-, alabarán y ensalzarán su actitud valiente y decidida. Lo mismo le nombra de nuevo Hombre del Año por haberse atrevido a denunciar a esta panda de ladrones corruptos vestidos con el arco iris gay.
Por eso tiene tanta razón el refrán castellano: Quien con perros se acuesta, con pulgas se levanta. Dos y dos son cuatro. La Iglesia Católica es la que se esfuerza por acercarse a la ONU, mientras la ONU se ceba en las doctrinas de la Iglesia Católica. Así nos luce el pelo.