El mundo de hoy rechaza abiertamente a Dios: el ataque al cristianismo en la actualidad está cobrando unas dimensiones como jamás se recuerda en la historia, desde que Dios se hizo hombre. Y no se trata de un rechazo a cualquier religión, pues la mayoría de ellas son inventos humanos. No hay nada contra ellas; al contrario: se habla de Alianza de civilizaciones... El problema lo tienen los católicos que quieren mantenerse fieles al depósito Revelado y a la Tradición recibida. Hacia ellos van dirigidos todos los ataques. Para ellos no hay ningún tipo de "misericordia", sino una intransigencia total. Y esto ocurre incluso en el seno de la misma Iglesia, en su Jerarquía que, desgraciadamente, está impregnada de la herejía modernista, condenada de un modo contundente por el Papa San Pío X.
Hoy la gente se está fabricando su propia religión, una religión cambiante en función de los tiempos (los llamados "signos de los tiempos"): una religión del hombre (por llamarla de alguna manera) que pretende sustituir al verdadero Dios, el cual debe desaparecer de la faz de la tierra, para que así se produzca el verdadero "progreso". Se trata, además, de una lucha atroz y sin tregua, con un odio como jamás se ha conocido. No deberíamos asustarnos. De esto ya nos avisó San Pedro, en su momento: "Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar." (1 Pet 5,8). Este aviso nos sirve para ahora de un modo especial.
¿Por qué está sucediendo esto? Lo que yo veo es que la idea del amor hasta dar la vida, la idea de la cruz y del sacrificio como manifestación de amor, es completamente rechazada por el mundo actual. No se admite que pueda haber verdades absolutas. Todo lo que suene a sobrenatural es rápidamente ridiculizado o silenciado. Sencillamente no se habla de ciertos temas, aunque no se niegue tampoco nada, expresamente. Esto es el modernismo puro y duro, que se ha infiltrado peligrosamente en el seno de la misma Iglesia, de manera tal que pocos lo perciben. Y así nos encontramos, en las manifestaciones de las más altas Jerarquías eclesiásticas, con el uso de expresiones que pueden tener diversas interpretaciones, de modo que si yo les doy una determinada interpretación siempre me podrían decir que esa interpretación no era la correcta, que no es eso lo que ellos querían decir. La ambigüedad como procedimiento de actuación en el mismo Colegio Cardenalicio (tal y como hacen los políticos). Pero no era ése el modo de hablar de Jesús: "Sea, pues, vuestra palabra: 'Sí, sí', 'No, no'. Lo que pasa de esto del Maligno procede" (Mt 5,37).
Por otra parte, hoy se hace hincapié en unas cuantas ideas, buenas en principio, pero de contenido meramente humano: que si los pobres (algo que, a base de tanto bombo y platillo, da la impresión de tratarse, más bien, de un montaje), que si el ecumenismo (por cierto, mal entendido), que si el diálogo interreligioso (que no tiene ningún sentido, a mi entender), que si la libertad religiosa (entendida como libertad para elegir cualquier religión, como si todas fueran iguales, lo que es completamente falso) etc... Parece que éstos fueran los verdaderos problemas de la Iglesia, siendo así que lo que realmente ocurre es que se ha perdido la fe en un amplio sector de cristianos que piensan ser católicos, cuando, en realidad, no lo son.
La Religión católica se compara con las demás, como si se tratase de una más siendo, como es, la única verdadera, la única poseedora del depósito íntegro de la fe, que se nos ha entregado, de una vez para siempre, para no cambiarlo. Se dice expresamente en el Apocalipsis: "Si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre el las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19).
Hoy apenas si se habla del pecado (excepto del pecado "social" y de la falta de "solidaridad") y, por supuesto, no se toca nunca el tema del infierno, como si se tratara de algún mito o leyenda, muy desagradable, por otra parte, y ante la cual lo mejor es taparse los ojos y no hablar de ella, como si no existiera. Eso sí, por razones pastorales, no vaya a ser que la gente se aparte de la doctrina cristiana. Eso es un grave error. La verdad, enseñada por Jesucristo y mantenida durante casi dos mil años, no cambia: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8).
Los misterios del Cristianismo le son esenciales. Sin ellos el Cristianismo dejaría de ser lo que es. Hay una serie de Dogmas muy bien establecidos de los que apenas se habla, de modo que los "católicos" de hoy desconocen su fe. Y eso es muy grave. Y no vale lo de adaptarse a los tiempos. Son los tiempos los que deben adaptarse a la Iglesia y ésta debe ser fiel a la Tradición recibida. No nos podemos inventar una nueva religión.
(Continuará)