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miércoles, 12 de marzo de 2014

Lo ha dicho el Papa... (1 de 2)

En la Constitución Dogmática "Pastor Aeternus"  del 18 de julio de 1870 de Pío IX aparece bien definido el dogma de la infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra. Dice así:

"Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que El Romano Pontífice, cuando habla "ex cathedra", esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables. Canon: De esta manera, si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema". 


Se hace necesario aquí interpretar bien la infalibilidad del Papa. Es evidente que todo lo que el Papa diga en cualquier momento, o como resultado de alguna entrevista, no es dogma de fe. Dicho de otro modo: cualquier idea que se le pase al Papa por la mente y la exprese, sin más, como un simple comentario, sin intención de sentar doctrina, o incluso TODO lo que diga en sus homilías de cada día, no podemos interpretarlo como palabra inspirada directamente por Dios y, por lo tanto, como infalible: lo normal y lo propio es que todo lo que el Papa diga esté en conformidad con la recta doctrina, pues el Papa no puede inventarse una doctrina diferente a la que ha recibido, como muy bien se dice también en la "Pastor Aeternus":

"El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, NO DE MANERA QUE ELLOS PUDIERAN, por revelación suya, DAR A CONOCER ALGUNA NUEVA DOCTRINA, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la Revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el Depósito de la Fe". 



Como así debe de ser, teniendo en cuenta las palabras de la Sagrada Escritura: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado , ¡sea anatema!" (Gal 1,8). A mí personalmente no me gusta la expresión, tan utilizada hoy, de "nueva evangelización". ¡Hay que evangelizar de nuevo, pero no hay que evangelizar cosas nuevas, sino a Jesucristo que "es  el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8). Yo hablaría, en todo caso, de re-evangelización, de volver a evangelizar, porque mucha gente, que antes era cristiana, se ha paganizado. De ahí la gran responsabilidad de los pastores de transmitir íntegro el mensaje del Evangelio, sin añadir ni omitir nada. 

Las palabras que vienen a continuación (y que dice San Juan en el Apocalipsis) las refiere a Jesús : "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). Esto mismo que se dice para el Apocalipsis puede aplicarse para todo cuanto hay escrito en el Nuevo Testamento: "Como hemos dicho, y ahora vuelvo a decirlo: si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). Y en otro lugar, dirigiéndose a los cristianos de Tesalónica, les dice: "Manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2,15) 


Esa es la meta a conseguir: la realidad histórica de la Iglesia, sin embargo, nos muestra que no siempre ha sido así. Ha habido Papas santos, pero también Papas que han dejado mucho que desear como tales Papas; y no sólo en su comportamiento moral, sino incluso, aunque sólo en alguna rara ocasión, en lo concerniente a la doctrina. Cuando esto ocurrió, luego se retractaron, como fue el caso del Papa Juan XXII. Viene aquí a cuento lo que dijo la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a propósito del primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, por boca del cardenal Ratzinger:


 "No han faltado en la historia del Papado errores humanos y faltas, incluso graves: Pedro mismo se reconocía pecador: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lc 5,8). Pedro, hombre débil, fue elegido como roca, precisamente para que quedara de manifiesto que la victoria es sólo de Cristo y no resultado de las fuerzas humanas. El Señor quiso llevar en vasijas frágiles su tesoro a través de los tiempos: así la fragilidad humana se ha convertido en signo de la verdad de las promesas divinas: "Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia sea del poder de Dios, y no parezca nuestra" (2 Cor 4,7)


Dicho esto, pues, y consciente de que lo definitivo, lo que verdaderamente importa (para mí, para el Papa y para todos los hombres) es el encuentro amoroso con la Verdad, una verdad que se identifica con Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) ..., aun a riesgo de equivocarme, me atrevo a expresar mis ideas, dando por falsa cualquiera de ellas que no estuviese en armonía o disintiera de algún modo de lo que siempre ha dicho la Iglesia durante veinte siglos.

Lo primero que conviene dejar muy claro es que la centralidad de la vida cristiana es Jesucristo y no es el Papa. Esto es muy importante: existe el peligro (¡real!) de la papolatría, lo que no es bueno. Podría ocurrir, por ejemplo, que al Papa, aunque lo que diga fuese bueno (como se supone que así debe ser, aunque no necesariamente, excepto si habla "ex cathedra"), por lo que fuese (no entramos ahora en ese aspecto), no se le entendiera bien...de modo que nos encontráramos con personas (entre ellas muchos que se dicen católicos) que citaran al Papa (interpretando alguna de sus expresiones) y afirmando que el Papa de hoy apoya una serie de situaciones que, en absoluto, puede apoyar, por muy Papa que sea, puesto que su misión es la de vicario de Cristo en la Tierra y la de conservar el depósito recibido. Hay cosas que el Papa no puede cambiar, porque no tiene competencia para ello. Valga, a modo de ejemplo, el caso de los que piensan que el Papa apoya el divorcio,  la homosexualidad, el aborto, el poder recibir la comunión en estado de pecado mortal, etc...

En esos y en análogos casos (y acudiendo siempre, como referencia) a las palabras del propio Papa, me limitaré a reflexionar sobre ellas indagando su sentido y, en la medida en que yo sepa y pueda ( siempre en la presencia del Señor y contando con su ayuda), intentaré esclarecerlas para que nadie ponga en su boca cosas que él no ha dicho. Y si lo que dicen que ha dicho lo ha dicho realmente, usaré el discernimiento, tan querido por nuestro Papa; y con la ayuda del Señor, que sé que no me ha de faltar, procuraré interpretarlas adecuadamente, dándoles el sentido que deben de tener para un católicoapoyándome para ello no en mi conocimiento (siempre deficiente), sino en la palabra de Dios. Como sabemos, ésta se pone de manifiesto en las Sagradas Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento, y en la Tradición de la Iglesia de veinte siglos. Si tales palabras contradicen la Tradición recibida entonces sería preciso disentir de esa enseñanza, como no proveniente de Dios, aunque sea el mismo Papa quien las pronuncia. Como ya digo, y vuelvo a repetir, no es el Papa la centralidad del Cristianismo, sino que lo es Jesucristo.


(Continuará)