NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.
15. Jesucristo es Señor del Universo: ÉSTE ES EL DOGMA. "Él es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda criatura, porque en Él fueron creadas todas las cosas ... Todo ha sido creado por Él y para Él" (Col 1, 15-16). "En Él reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Col 2,9). "Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: '¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre" (Fil 2, 10-11). Y en el Apocalipsis se puede leer: "Lucharán contra el Cordero [el Cordero es Jesucristo], pero el Cordero, junto con sus llamados, elegidos y fieles seguidores, los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes" (Ap 17,14).
El poderío supremo de Jesús así como la misión recibida por los apóstoles quedan bien claros en estas palabras que les dijo antes de su Ascensión a los cielos: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20).
En lo que concierne al diálogo con los judíos dice San Pablo que los judíos "son los que mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también a nosotros nos han perseguido. Y así no sólo no agradan a Dios, sino que se hacen enemigos de todos los hombres, al impedir que prediquemos a los gentiles para que se salven" (1 Tes 2, 15-16). Y, en coherencia perfecta con estas palabras añade, en otro lugar: "¿Qué consorcio hay entre la justicia y la injusticia? ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial, o qué asociación del fiel con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo del Dios vivo" (2 Cor 6, 14-16). Pero esto no se lo ha inventado San Pablo, sino que lo ha aprendido de Jesús quien dijo de Sí mismo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12).
Si todo esto es así, puesto que es palabra de Dios; y Dios no puede equivocarse, ¿cómo se explica, por ejemplo, la siguiente imagen?
[El fortísimo abrazo de tres líderes religiosos -un judío, un cristiano y un musulmán- frente al Muro de Jerusalén marcó el momento cumbre de la última jornada del Papa Francisco en Tierra Santa. Cuando el Santo Padre terminó de rezar en el lugar más sagrado de los judíos, el rabino Abrahán Skorka y el líder musulmán argentino Omar Abboud, salieron a su encuentro emocionados. Los tres hombres se fundieron en un abrazo y un comentario: «¡Lo logramos!». (ABC.es, 26-May-2014)]
La imagen en sí es preciosa, como corresponde a un abrazo entre personas. Todo abrazo posee un atractivo. El problema se encuentra en el significado de ese abrazo, que parece indicar que, en el fondo, lo mismo da una religión que otra, porque todos adoran al mismo Dios ... ¡y esto es falso! El Dios de los católicos no es el mismo que el Dios de los judíos ni es tampoco el mismo que el Dios de los musulmanes. Hay un único Dios, y éste se ha revelado en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Este abrazo parece sugerir que las tres religiones son iguales: cada uno en la suya. Lo que importa es que haya paz y reconciliación. Ésta sería la nueva religión, una religión universal, en la que todos son hijos del mismo Padre y en la que, por supuesto, todos se salvarán. Todo muy bonito, a primera vista, y si se considera superficialmente. Pero la realidad es otra.
Me viene a la mente la imagen de la gente de la antigüedad que se fabricaba sus propios dioses paganos, y luego los adoraban. Todo eso era una farsa: ¿cómo voy a adorar a un dios que yo fabrico? Las primeras persecuciones contra los cristianos fueron precisamente porque ellos no inclinaron la cabeza ante los ídolos. Tenían muy claro, en su mente y en su corazón que el único Dios, creador de todo cuanto existe, se reveló en Jesucristo. Así lo escribe San Juan: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de Vida ... os lo anunciamos también a vosotros" (1 Jn 1,1), "pues la Vida se manifestó y nosotros hemos visto y atestiguamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba ante el Padre y se nos ha manifestado" (1 Jn 1,2). "Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,3)
Cuando Jesús resucitó y se apareció a sus discípulos en el Cenáculo, éstos se asustaron pensando que veían un espíritu. Pero Jesús les dijo: "¿Por qué os asustáis y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies: soy Yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que Yo los tengo" (Lc 24, 38-39). Y cuando los apóstoles fueron llamados por el Sanedrín y les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús, ésta fue su respuesta: "Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hech 4, 19-20).
La Religión católica es Revelación de Dios al hombre, es algo objetivo: Dios mismo irrumpe en la Historia y se manifiesta haciéndose realmente hombre en la Persona de su Hijo, sin dejar de ser Dios: éste es Jesucristo. "En ningún otro está la salvación" (Hech 4,8). Esta circunstancia no se produce en las demás religiones que son, así, algo subjetivo, pues son inventos de hombres que se fabrican sus propios dioses, son algo subjetivo, aunque en el caso del judaísmo es diferente. Aquí sí hay Revelación. Pero cuando vino Jesús no le reconocieron como el Mesías prometido, en quien se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento, sino que lo rechazaron y lo crucificaron. Por eso decía Jesús a sus discípulos hablándoles del pueblo judío: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15, 22). Todas las religiones no son iguales: sólo una es la verdadera. Y ésa es la Religión Católica, pues sólo ella nos ha sido dada como Revelación; y no así las demás. Sobre este tema ya he escrito en este blog.
En realidad, si se piensa un poco en la actuación del Papa Francisco a lo largo del tiempo que lleva como Papa, no tendríamos por qué escandalizarnos. Además, el Papa no hace más que seguir las directrices del Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a Ecumenismo, Libertad religiosa y Diálogo interreligioso. Estos temas, introducidos en el último Concilio, pretenden hacerse pasar como fundamentales y casi dogmáticos, luego a luego (sin pronunciar nunca esa palabra, lógicamente). Como sabemos, el Concilio Vaticano II, del que hablaremos más adelante (aunque se ha adelantado ya algo en este blog) nació única y exclusivamente como Concilio Pastoral, convocado por el papa Juan XXIII hace poco más de cincuenta años. En él nunca se ha pretendido introducir ningún dogma nuevo... ¡afortunadamente! (o mejor, ¡providencialmente!)
¿Por qué digo esto? Pues porque al no ser un concilio dogmático (los dogmas ya han sido definidos en los concilios anteriores y no pueden cambiarse), pudiera darse la circunstancia de que incurriera en error si tocaba puntos dogmáticos (definidos ya de una vez para siempre) y contradijera el Dogma ya establecido. De hecho así ha ocurrido -o, al menos lo parece- en esos tres puntos concretos que antes he señalado (y tal vez en alguno más). Y es que, aunque se habla de pastoral -y por más que se insista en que eso es así- lo cierto es que se oponen a lo que la Iglesia de siempre ha dicho, por activa y por pasiva. No son temas pastorales opinables o cambiantes los que se tocan, sino dogmáticos. ¡Y la iglesia no ha nacido hace cincuenta años porque así lo hayan determinado ciertas cabezas pensantes!... Además, es que no tenemos más que leer el Nuevo Testamento, del cual he entresacado algunas citas que son muy claras a este respecto, para darnos cuenta de que eso es así. Lo verá todo aquel que quiera ver, porque "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8)
Pongamos algún ejemplo que sirva como botón de muestra acerca de lo que he dicho anteriormente: Y ESTO SON LOS HECHOS. Uno muy reciente: el Papa Francisco ha dicho con toda claridad, y repetidamente, que "los que son cristianos con la Biblia y los que son musulmanes con el Corán"; también ha dicho que "El proselitismo es una solemne tontería", y otras cosas por el estilo. Pero si esto que dice el Papa fuera así, realmente, entonces ¿dónde quedan las palabras y la realeza de Jesucristo?. Son incompatibles. No es ya que debamos aceptar esos puntos sino que, si queremos ser fieles a la Iglesia, y por el bien de la propia Iglesia, no podemos admitirlos. Nos seguiremos manteniendo en la Iglesia, que es la legítima Iglesia, pues ésta no nos puede obligar a nada que vaya en contra de su propia esencia como Iglesia: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29).
Todas estas cosas del ecumenismo (mal entendido), del diálogo con otras religiones e incluso con los no creyentes, son un poco raras y no cuadran con la razón. Dado que Jesucristo es la Verdad y que no podemos comulgar con el error (es dogma de fe que la razón y la fe no se pueden contradecir) nos vemos obligados, como cristianos, y con la conciencia muy tranquila, a actuar conforme al sentir de la auténtica Iglesia de siempre, lamentando la enfermedad que asola a nuestra Iglesia en la actualidad y pidiendo con insistencia (y con abundantes lágrimas) al Señor para que surjan santos en la Iglesia (¡verdaderos santos!) que hagan que cambie completamente el giro equivocado que la Iglesia actual está tomando.
No siempre ha sido así, afortunadamente (ni tiene por qué seguir siéndolo, aunque los problemas actuales en la Iglesia son muy graves). Tenemos un testimonio clarividente en la entrevista que tuvo lugar entre el Papa San Pío X y Teodoro Herzl (el padre del sionismo). Así, a una determinada pregunta de Herzl el Papa le contestó de la siguiente manera:
"No podemos favorecer vuestro movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén, si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío". Y más adelante le dijo:
"La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra, pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir que hoy día tenga alguna validez. Los judíos, que debían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy". Aquí se observa la valentía de este Papa, santo donde los haya, que no se avergüenza de proclamar la verdad del Evangelio, de la cual él no es más que un transmisor, que intenta ser fiel, por todos los medios, al depósito recibido, como no puede ser (no debería ser) de otra manera. Para leer la entrevista completa pincha aquí.
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El poderío supremo de Jesús así como la misión recibida por los apóstoles quedan bien claros en estas palabras que les dijo antes de su Ascensión a los cielos: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20).
En lo que concierne al diálogo con los judíos dice San Pablo que los judíos "son los que mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también a nosotros nos han perseguido. Y así no sólo no agradan a Dios, sino que se hacen enemigos de todos los hombres, al impedir que prediquemos a los gentiles para que se salven" (1 Tes 2, 15-16). Y, en coherencia perfecta con estas palabras añade, en otro lugar: "¿Qué consorcio hay entre la justicia y la injusticia? ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial, o qué asociación del fiel con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo del Dios vivo" (2 Cor 6, 14-16). Pero esto no se lo ha inventado San Pablo, sino que lo ha aprendido de Jesús quien dijo de Sí mismo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12).
Si todo esto es así, puesto que es palabra de Dios; y Dios no puede equivocarse, ¿cómo se explica, por ejemplo, la siguiente imagen?
[El fortísimo abrazo de tres líderes religiosos -un judío, un cristiano y un musulmán- frente al Muro de Jerusalén marcó el momento cumbre de la última jornada del Papa Francisco en Tierra Santa. Cuando el Santo Padre terminó de rezar en el lugar más sagrado de los judíos, el rabino Abrahán Skorka y el líder musulmán argentino Omar Abboud, salieron a su encuentro emocionados. Los tres hombres se fundieron en un abrazo y un comentario: «¡Lo logramos!». (ABC.es, 26-May-2014)]
La imagen en sí es preciosa, como corresponde a un abrazo entre personas. Todo abrazo posee un atractivo. El problema se encuentra en el significado de ese abrazo, que parece indicar que, en el fondo, lo mismo da una religión que otra, porque todos adoran al mismo Dios ... ¡y esto es falso! El Dios de los católicos no es el mismo que el Dios de los judíos ni es tampoco el mismo que el Dios de los musulmanes. Hay un único Dios, y éste se ha revelado en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Este abrazo parece sugerir que las tres religiones son iguales: cada uno en la suya. Lo que importa es que haya paz y reconciliación. Ésta sería la nueva religión, una religión universal, en la que todos son hijos del mismo Padre y en la que, por supuesto, todos se salvarán. Todo muy bonito, a primera vista, y si se considera superficialmente. Pero la realidad es otra.
Me viene a la mente la imagen de la gente de la antigüedad que se fabricaba sus propios dioses paganos, y luego los adoraban. Todo eso era una farsa: ¿cómo voy a adorar a un dios que yo fabrico? Las primeras persecuciones contra los cristianos fueron precisamente porque ellos no inclinaron la cabeza ante los ídolos. Tenían muy claro, en su mente y en su corazón que el único Dios, creador de todo cuanto existe, se reveló en Jesucristo. Así lo escribe San Juan: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de Vida ... os lo anunciamos también a vosotros" (1 Jn 1,1), "pues la Vida se manifestó y nosotros hemos visto y atestiguamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba ante el Padre y se nos ha manifestado" (1 Jn 1,2). "Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,3)
Cuando Jesús resucitó y se apareció a sus discípulos en el Cenáculo, éstos se asustaron pensando que veían un espíritu. Pero Jesús les dijo: "¿Por qué os asustáis y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies: soy Yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que Yo los tengo" (Lc 24, 38-39). Y cuando los apóstoles fueron llamados por el Sanedrín y les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús, ésta fue su respuesta: "Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hech 4, 19-20).
La Religión católica es Revelación de Dios al hombre, es algo objetivo: Dios mismo irrumpe en la Historia y se manifiesta haciéndose realmente hombre en la Persona de su Hijo, sin dejar de ser Dios: éste es Jesucristo. "En ningún otro está la salvación" (Hech 4,8). Esta circunstancia no se produce en las demás religiones que son, así, algo subjetivo, pues son inventos de hombres que se fabrican sus propios dioses, son algo subjetivo, aunque en el caso del judaísmo es diferente. Aquí sí hay Revelación. Pero cuando vino Jesús no le reconocieron como el Mesías prometido, en quien se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento, sino que lo rechazaron y lo crucificaron. Por eso decía Jesús a sus discípulos hablándoles del pueblo judío: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15, 22). Todas las religiones no son iguales: sólo una es la verdadera. Y ésa es la Religión Católica, pues sólo ella nos ha sido dada como Revelación; y no así las demás. Sobre este tema ya he escrito en este blog.
En realidad, si se piensa un poco en la actuación del Papa Francisco a lo largo del tiempo que lleva como Papa, no tendríamos por qué escandalizarnos. Además, el Papa no hace más que seguir las directrices del Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a Ecumenismo, Libertad religiosa y Diálogo interreligioso. Estos temas, introducidos en el último Concilio, pretenden hacerse pasar como fundamentales y casi dogmáticos, luego a luego (sin pronunciar nunca esa palabra, lógicamente). Como sabemos, el Concilio Vaticano II, del que hablaremos más adelante (aunque se ha adelantado ya algo en este blog) nació única y exclusivamente como Concilio Pastoral, convocado por el papa Juan XXIII hace poco más de cincuenta años. En él nunca se ha pretendido introducir ningún dogma nuevo... ¡afortunadamente! (o mejor, ¡providencialmente!)
¿Por qué digo esto? Pues porque al no ser un concilio dogmático (los dogmas ya han sido definidos en los concilios anteriores y no pueden cambiarse), pudiera darse la circunstancia de que incurriera en error si tocaba puntos dogmáticos (definidos ya de una vez para siempre) y contradijera el Dogma ya establecido. De hecho así ha ocurrido -o, al menos lo parece- en esos tres puntos concretos que antes he señalado (y tal vez en alguno más). Y es que, aunque se habla de pastoral -y por más que se insista en que eso es así- lo cierto es que se oponen a lo que la Iglesia de siempre ha dicho, por activa y por pasiva. No son temas pastorales opinables o cambiantes los que se tocan, sino dogmáticos. ¡Y la iglesia no ha nacido hace cincuenta años porque así lo hayan determinado ciertas cabezas pensantes!... Además, es que no tenemos más que leer el Nuevo Testamento, del cual he entresacado algunas citas que son muy claras a este respecto, para darnos cuenta de que eso es así. Lo verá todo aquel que quiera ver, porque "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8)
Pongamos algún ejemplo que sirva como botón de muestra acerca de lo que he dicho anteriormente: Y ESTO SON LOS HECHOS. Uno muy reciente: el Papa Francisco ha dicho con toda claridad, y repetidamente, que "los que son cristianos con la Biblia y los que son musulmanes con el Corán"; también ha dicho que "El proselitismo es una solemne tontería", y otras cosas por el estilo. Pero si esto que dice el Papa fuera así, realmente, entonces ¿dónde quedan las palabras y la realeza de Jesucristo?. Son incompatibles. No es ya que debamos aceptar esos puntos sino que, si queremos ser fieles a la Iglesia, y por el bien de la propia Iglesia, no podemos admitirlos. Nos seguiremos manteniendo en la Iglesia, que es la legítima Iglesia, pues ésta no nos puede obligar a nada que vaya en contra de su propia esencia como Iglesia: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29).
Todas estas cosas del ecumenismo (mal entendido), del diálogo con otras religiones e incluso con los no creyentes, son un poco raras y no cuadran con la razón. Dado que Jesucristo es la Verdad y que no podemos comulgar con el error (es dogma de fe que la razón y la fe no se pueden contradecir) nos vemos obligados, como cristianos, y con la conciencia muy tranquila, a actuar conforme al sentir de la auténtica Iglesia de siempre, lamentando la enfermedad que asola a nuestra Iglesia en la actualidad y pidiendo con insistencia (y con abundantes lágrimas) al Señor para que surjan santos en la Iglesia (¡verdaderos santos!) que hagan que cambie completamente el giro equivocado que la Iglesia actual está tomando.
No siempre ha sido así, afortunadamente (ni tiene por qué seguir siéndolo, aunque los problemas actuales en la Iglesia son muy graves). Tenemos un testimonio clarividente en la entrevista que tuvo lugar entre el Papa San Pío X y Teodoro Herzl (el padre del sionismo). Así, a una determinada pregunta de Herzl el Papa le contestó de la siguiente manera:
"No podemos favorecer vuestro movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén, si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío". Y más adelante le dijo:
"La noción de «diálogo» con las demás religiones no tiene ningún sentido y tiende (como podemos observar) a desvirtuar el auténtico espíritu misionero, que consiste en anunciar a los hombres la salvación en Jesucristo"
Lo mismo cabe decir en lo que se refiere a los musulmanes: Dios no ha hablado a los hombres a través del Corán y los decretos de Dios no son los del Islam.
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[El tema del diálogo interreligioso, entre cristianos, judíos y musulmanes, ha sido ya tratado en este blog, mediante una serie de artículos de Alejandro Sosa Laprida, que habla sobre este asunto y sobre otros más... muy bien documentado en todo lo que dice. Para la religión musulmana pinchar aquí y para el judaísmo aquí]
(Continuará)