La explicación va a venir, propiamente, del Secretario de la comisión directiva del Concilio Vaticano I, Mons. Fessler, cuyos amplios conocimientos en Patrología y Derecho Canónico fueron decisivos para que el Papa Pío IX le elogiara por el Opúsculo que escribió con respecto al tema de la infalibilidad papal. Aquí transcribo lo más relevante:
Papa Pío IX |
El error del infabilismo
«No debe decirse que el Pontífice Romano es personalmente infalible, en el sentido de que cada una de sus afirmaciones sea infalible, y que él no dependería más que de sus gustos personales para imponer a los fieles la fe en nuevos dogmas. El Papa no es infalible ni como hombre, ni como sabio, ni como sacerdote, ni como obispo, ni como príncipe temporal, ni como juez, ni como legislador. Él no es infalible ni impecable, ni en su vida, ni en su conducta, ni en sus criterios políticos, ni en sus relaciones con los príncipes, ni siquiera en el gobierno de la Iglesia». Como dice Denzinger "no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe." (Dz 1836)
Es por lo tanto la revelación recibida de Dios, el depósito de la fe, el dominio perfectamente trazado y exactamente circunscrito dentro del cual se extienden las decisiones infalibles del Papa ... No depende del capricho del Papa, o de su deseo, disponer que tal o cual doctrina sea objeto de una definición dogmática. Está atado, está limitado a la revelación divina y a las verdades que ella contiene; está atado, está limitado por los símbolos de la fe ya existentes y por las precedentes definiciones de la Iglesia. Está ligado y limitado por la ley divina y la constitución de la Iglesia. Finalmente, está atado y limitado por esta doctrina divinamente revelada que afirma que a la par de la sociedad religiosa existe la sociedad civil, que a la par de la jerarquía eclesiástica está el poder de los gobernantes temporales, investidos en su dominio de una plena soberanía, y a los cuales se debe obediencia en conciencia y respeto en todas las cosas moralmente permitidas, y que son del dominio de la sociedad civil»
Ciertamente el Papa posee la suprema potestad en:
Las cuestiones concernientes a la Fe.
Cuestiones relativas a la moral.
Cuestiones disciplinarias.
Cuestiones de gobierno.
Pero la infalibilidad que el Concilio Vaticano I define no recayera sobre las cuestiones tercera y cuarta, sino sólo sobre las dos primeras, y en ciertas condiciones. Cuáles sean esas condiciones para determinar que estamos ante un acto infalible del Papa, las veremos enseguida.
La infalibilidad del papa está limitada por cinco conceptos, si tiene continuidad con los símbolos de la fe y las definiciones de la Iglesia dadas en la Tradición. Si está continuidad se altera, nunca se podrá considerar infalible. Pero si no se rompe, debe cumplir las siguientes condiciones, para saber que el Papa habla ex cathedra:
Por razón del sujeto, puesto que es infalible sólo cuando habla como Pastor supremo y Juez.
Por razón del objeto. Es infalible sólo en cuestiones de fe y de moral.
Por el modo. Debe definir : el concepto de definición exige fijación con claridad, exactitud y precisión, y distinción de la naturaleza de una cosa.
Por razón del ámbito. Debe ser vinculante para toda la Iglesia.
Por razón de su imperio. Debe obligar.
Si alguna de estas condiciones no se cumple el acto del Papa no es infalible y puede errar e incluso caer en herejía e incluso llegar a perder el Oficio Supremo como lo aseguran muchos santos doctores de la Iglesia ¿Cómo es esto? Porque la infalibilidad está referida al oficio y en este sentido es personal, pero no en cuanto a la persona privada, sino en cuanto a la persona pública que está ejerciendo el cargo. Si la infalibilidad perteneciera a la persona individual, entonces sería siempre infalible, porque la persona es indivisible, y eso sería una aberración.
Puesto que el papa no goza de la impecabilidad, como bien dice Mons. Fessler, está sujeto a las debilidades humanas y por ende, y aunque repugne el pío sentir de los fieles, no se puede excluir que como persona privada el Papa caiga en error e, incluso, en herejía, pues de lo contrario sería impecable en este género de culpa; impecabilidad que ni Cristo le prometió ni la Iglesia ha dicho jamás que posea.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid ¿cuántas veces tienen que decir Juan XXIII, Pablo VI y Benedicto XVI que el Concilio Vaticano II no es dogmático sino pastoral, para que los adoradores de Juan Pablo II y Bergoglio se enteren de que sus textos pueden errar y que, de hecho, contienen errores...?
Resumiendo: Lo único que exige la Fe es creer que el Papa es infalible cuando habla ex cathedra.
La confusión sobre las condiciones necesarias para estar cierto de que determinado acto de un Papa es infalible, ha generado una papolatría tal que los liberales, dentro de la Iglesia, han sabido aprovechar muy bien para introducir falsas doctrinas, formando obispos y cardenales de su propia orientación y que han ascendido a la Sede primera, desde la que expanden los errores, extraviando así a las almas.
Mientras no seamos capaces de deshacernos de este monstruoso infalibilismo, y lo comprendamos en la manera que lo ha definido la Iglesia en el Concilio Vaticano I [y también en el Concilio Vaticano II], será humanamente muy difícil salir de esta crisis, pues el error penetró, hace tiempo, en las mentes de la mayoría de los católicos.
Acaba el autor de este artículo recordando al lector que lo que se dice en el opúsculo de Mons. Fessler está aprobado nada menos que por el Papa Pío IX
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Nota: La Constitución Dogmática "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II ratifica esta doctrina en su párrafo 18, en donde se especifica, para entenderlo correctamente, que lo hace siguiendo las huellas del Concilio Vaticano I