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miércoles, 7 de mayo de 2014

La vía de los hechos: Algunos ejemplos de clara escisión entre teoría y praxis: divorcio; comulgar en pecado mortal; presencia real de Cristo en la Eucaristía; divinidad de Jesucristo; Cielo e Infierno; carácter sólo pastoral del CVII; los judíos no adoran al mismo Dios que nosotros (4 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Me vienen a la mente algunas ideas, que paso a exponer, a modo de ejemplo (sin pretender hacer una lista exhaustiva de todo lo que está ocurriendo) comparando teoría y praxis.

1La Iglesia no admite el divorcio: ¡no puede hacerlo! Esto es doctrina divina: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mc 10,9). Ésta es la teoría, el dogma, que es intocable... PERO OBSERVAMOS QUE hoy se están concediendo un gran número de nulidades, la mayoría de las cuales (aunque no todas) son auténticos divorcios. Y esto entre católicos. De modo que, bajo manga, tenemos el divorcio introducido (de facto) en la misma Iglesia católica¡Esto es algo inconcebible, pero es lo que está ocurriendo ... sin tocar la teoría de que el matrimonio es indisoluble!


2. La Iglesia no dice (¡no puede decirlo!) que se pueda comulgar en estado de pecado mortal... pero LO CIERTO ES que, salvo honrosas excepciones, en las predicaciones no se insiste con suficiente fuerza en la existencia y en la gravedad del pecado, así como en la necesidad de la confesión para recuperar la gracia. De modo que la gente no le da importancia al hecho de la confesión, como si tener pecados o no tenerlos no tuviese la menor importancia. Muchos no creen en eso del pecado. Si se añade que tampoco se cree en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, ya sobran los comentarios. Pues de hecho, muchísima gente comulga en estado grave de pecado mortal, sin haberse confesado antes, añadiendo así un nuevo pecado de sacrilegio a los pecados que ya tenía antes de recibir la comunión.


3. No se niega explícitamente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía (¡no podría hacerse!) pero LO CIERTO ES que hay muchos cristianos (y también muchos jerarcas de la Iglesia) que no creen en dicha presencia real y comulgan como si tal cosa, siendo así que "quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" ( 1 Cor 11, 27) ... "porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo, como y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29)




4. No se niega abiertamente (¡no podría hacerse!) la divinidad de Jesucristopero EL HECHO ES que ya no se habla  (prácticamente)  de esa divinidad, no se habla de que Jesucristo murió y resucitó verdaderamenteno en el corazón de sus discípulos, sino realmente, con su cuerpo glorioso.  La resurrección del Señor es la prueba evidente de su divinidad"Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es también nuestra fe" (1 Cor 15,13). "Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15,19). La realidad de la resurrección de Jesús nos concierne a todos"Como en Adán todos murieron, así también en Cristo todos serán vivificados" (1 Cor 15,22)


5. Las palabra cielo e infierno (sobre todo, esta última) son tabú; ya nadie las utiliza, como si se tratara de creencias ancestrales, que hoy no tienen ningún sentido: no se niegan (¡ por supuesto!), pues se trata de dogmas de fe, pero no se habla de ellas, como si no existieran o como si no tuvieran ninguna o muy poca importancia... pero la tienen ... y mucha. Tanto el cielo como el infierno existen. EL HECHO REAL es que hay mucha gente, de los que se denominan a sí mismos católicos que no cree en la existencia del infierno (si acaso, creen en el cielo). Por escribir alguna cita, pues las hay y muy numerosas: con respecto al Cielo decía San Pablo que "ni ojo vio ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman" (1 Cor 2,9); y con respecto al Infierno, el mismo Jesús decía que "más te vale perder uno de tus miembros que dejar ir todo tu cuerpo al Infierno" (Mt 5,29). Y Jesucristo es Dios. Y no se puede equivocar. Se podrían dar muchísimas más citas, aunque no es ésta la ocasión.


6. El Concilio Vaticano II nace como pastoral  y solamente pastoral (esto es, disciplinar) con la idea de no imponer nada. Así lo estableció expresamente el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio, indicando que en absoluto se pretendía introducir ninguna verdad doctrinal que no estuviera ya establecida en los Concilios anteriores. Muy bien: Ésta es la teoría. Teóricamente, por lo tanto, no debería haber problemas doctrinales, pues los dogmas ya están establecidos y son intocables. Todo perfecto. 


Pero DE HECHO nos encontramos con determinados puntos quede alguna manerasí tocan aspectos dogmáticos, entre ellos la "nueva" idea del Ecumenismo, según la cual (¡los hechos cantan!) no se trata ya de atraer a la Verdad  a los que son herejes o apóstatas (hoy llamados "hermanos separados") sino de "ceder" para tener contentos a todos (al menos, eso es lo que parece). No procedía así San Pablo, quien decía: "Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gal 1,10), pues sólo en Cristo está la salvación: "En ningún otro hay salvación" (Heb 4,12) Se toca también el tema de la libertad de religión, como si diera lo mismo tener una religión u otra; según el Papa Francisco:  "el mahometano con el Corán, el cristiano con la Biblia", etc... Comentar esta idea daría pie para otro post; y no conviene alargarse demasiado.


7. Según San Juan (y esto es una verdad de fe) "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2,23), hasta el punto de que el que niega a Jesús como el Cristo es el Anticristo"¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo" (1 Jn 2,22).  Palabras claras y contundentes, que no dejan lugar a dudas o confusiones, como no podía ser de otro modo, pues son palabra de Dios. Imposible llegar a Dios si no es a través de Jesucristo y en Jesucristo: dogma fundamental del cristianismo, que debe ser creído, sí o sí, so pena de caer en herejía


Pues bien: con relación al Judaísmo, dice el papa Francisco, en Evangelii Gaudium num. 247, que "los cristianos no podemos  considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluir a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios, porque creemos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada". Pero eso no es cierto: vamos, eso no es lo que dice Dios a través del apóstol Juan, como acabamos de leer en el Nuevo Testamento. Todo el mundo sabe que los judíos no reconocen a Jesucristo como Hijo de Dios


Desde el momento en que el verdadero y único Dios se ha manifestado en Jesucristo, y sobre esto no puede haber ninguna duda, a menos que hayamos perdido la fe, ¿cómo es posible negar a Jesucristo y decir que adoramos al mismo Dios? Se trata de una imposibilidad metafísica. Cuando los judíos niegan a Jesucristo están negando a ese Dios "común"  que, en realidad de verdad, ya no sería tan común: "El que niega al Hijo niega también al Padre" (1 Jn 2,23). 


El Dios que Jesús nos enseña, el Dios de los judíos antes de que viniera Jesucristo, ése que es el único Dios verdadero, se nos ha dado a conocer ya, de un modo inequívoco, en Jesucristo, en quien se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento. De modo que el Dios que los judíos adoran, desde el momento en que niegan a Jesús, ya no es el mismo Dios al que adoraban sus padres, pues ese Dios, el Mesías esperado, ya vino y se manifestó claramente en Jesucristo. Eso sí: "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11), como ahora tampoco le reciben. No conocen a su propio Dios, al que dicen adorar, pues le niegan al negar a Jesús como Hijo de Dios; de donde se sigue que no se puede hablar de un Dios común


Jesús es muy claro y todas sus palabras son verdad. Él mismo es la Verdad (Jn 14,6). Los hombres podemos equivocarnos. Dios no se equivoca nunca. Jesús, fundador de la Iglesia, además de ser verdadero hombre, como lo es, es también verdadero Dios, el único Dios. No hay otro Dios más que Él. El Nuevo Testamento clarifica el Antiguo. Y ahora podemos conocer realmente a ese único Dios anunciado en el Antiguo Testamento. 


Jesús está muy por encima de la palabra de cualquier vicario suyo aquí en la Tierra: las palabras de un Papa jamás pueden contradecir las palabras de Jesús, porque son la palabra de Dios. Y lo que Dios dice, en palabras de Jesús, con relación a los judíos, es: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Quien me odia a Mí odia también a mi Padre" (Jn 15, 22-23). Odiando a Cristo están odiando, en realidad, a ese Dios al que dicen adorar.

 (Continuará)