-------
Hay muchas otras señales sobre el final que son indicativas de que el Señor está ya a la puerta, aunque ninguna es definitiva, entre otras cosas porque "el día del Señor llegará como un ladrón" (2 Pet 3,10). Y, además, como dijo el mismo Jesús: "A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24,44). No obstante, hoy se dan muchas de las señales predichas por Él: "Todas las gentes os odiarán a causa de mi Nombre" (Mt 24,9). "Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11-12), etc... Hay muchísimos textos evangélicos que hablan sobre el fin del mundo; y no vamos aquí a citarlos todos. Además, ése no es nuestro tema específico.
Pero estemos o no cercanos a ese fin, el consejo del Señor es que debemos estar preparados en todo momento, mediante la oración; y que debemos perseverar hasta el fin, con la confianza puesta completamente en Él, sin temor a nada: "Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza, porque se aproxima vuestra Redención" (Lc 21,28) ...es señal de que "está cerca el Reino de Dios" (Lc 21,31). Por lo tanto: "Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros" (Lc 21,34). "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 19).
No vamos a explayarnos aquí sobre este tema del fin de los tiempos; pero es bueno caer en la cuenta de que, efectivamente, hoy se está perdiendo la fe a marchas forzadas, en todo lo concerniente a lo sobrenatural . Y no puedo evitar que me vengan a la mente las siguientes palabras de Jesús: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18,8). Curiosamente, según algunos, estamos viviendo lo que ha dado en llamarse "primavera eclesial". Es la postura del avestruz. Se trata ciertamente de una gran mentira, muy meditada, que tiene la virtud, como toda mentira bien planeada, de engañar y de convencer a mucha gente; aunque sólo serán engañados aquellos que han optado por la mentira, por desgracia, es cada día mayor el número de los incrédulos. No por taparse los ojos la realidad desaparece.
Todo lo dicho me hace pensar de nuevo en san Pablo, cuando advertía a los corintios: "Mucho me temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, corrompa también vuestras mentes apartándolas de la sinceridad y pureza hacia Cristo" (2 Cor 11,3). "Pues si alguno viniera -continúa diciendo- y os anunciara un Jesús distinto del que os hemos predicado, o recibierais un espíritu distinto del que habéis recibido, o un Evangelio distinto del que habéis abrazado, lo soportaríais de buena gana" (2 Cor 11,4). Y es que san Pablo predicaba "a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles" (1 Cor 1,23)
Pero no hay otro Evangelio: "Si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). ¿Cómo es posible que, una vez recibida la buena noticia del Evangelio, por parte de Jesús mismo, de sus apóstoles, de los Santos Padres y de la sana Tradición de la Iglesia, actuemos como aquellos que no conocen dicho mensaje? ¿Pensamos que saldremos impunes viviendo como si Jesucristo no hubiera venido a este mundo y nos hubiera manifestado, en Sí mismo, al único Dios verdadero? Sí, claro que podemos pensarlo, pero no es eso lo que leemos en la Sagrada Biblia; o sea, no es ésa la palabra de Dios: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado -decía Jesús-, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado (Jn 15, 22).¿Pensamos que todo da igual? ¿Pensamos que todos nos vamos a salvar por aquello de que Dios es bueno? Pues san Pablo, o sea, el Espíritu Santo, no opina del mismo modo: "Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba conforme a lo bueno o malo que hizo durante su vida mortal " (2 Cor 5,10).
Lo que hoy está ocurriendo en la Iglesia es imposible de explicar con argumentos puramente humanos. Se está llevando a cabo una destrucción de la Iglesia, en el seno de la misma Iglesia... y todo porque se ha perdido la fe, que es la única que vence al mundo, en palabras de Jesús: "Todo reino dividido contra sí mismo será desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no subsistirá" (Mt 12,25). ¿Tan olvidado tenemos ya el Evangelio? Pues debemos recordar (o aprender, si no lo sabíamos) que "nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires" (Ef 6,12).
Ciertamente la Iglesia tiene -y ha tenido- muchos enemigos a lo largo de su Historia, y gran parte de ellos han surgido de su propio seno, dando lugar a los cismas y a las herejías. En la actualidad estos enemigos son muchos; de modo que, aunque no únicamente, pero sí abiertamente se encuentran los socialistas, los comunistas y (muy, muy escondidos) los masones. [Por cierto, hay muchas personas que piensan tranquilamente que se puede ser cristiano y ser también socialista; o incluso comunista. Suele ser gente sin preparación y fácil de engañar, que no conoce en realidad estas ideologías como tampoco conoce lo que significa ser cristiano]. Por supuesto que hay muchos más enemigos que los que he dicho. En todos los casos estos enemigos cuentan con un gran poder mediático y económico. Y, sin embargo, el enemigo más temible, si vamos al fondo del problema que asola la Iglesia, el que está detrás de todos esos movimientos, es el mismísimo Diablo, cuya gran victoria actual es la de haber conseguido que el mundo no crea en su existencia: no se habla de él, como si no existiera; o si se dice algo, suena a irreal o a cuento chino. De este modo puede actuar a sus anchas, sin oposición e incluso con la aquiescencia (¡triste es decirlo!) de muchos jerarcas de la propia Iglesia. ¡ÉSTE ES EL HECHO! (la ocultación de la realidad del Diablo)
Ciertamente la Iglesia tiene -y ha tenido- muchos enemigos a lo largo de su Historia, y gran parte de ellos han surgido de su propio seno, dando lugar a los cismas y a las herejías. En la actualidad estos enemigos son muchos; de modo que, aunque no únicamente, pero sí abiertamente se encuentran los socialistas, los comunistas y (muy, muy escondidos) los masones. [Por cierto, hay muchas personas que piensan tranquilamente que se puede ser cristiano y ser también socialista; o incluso comunista. Suele ser gente sin preparación y fácil de engañar, que no conoce en realidad estas ideologías como tampoco conoce lo que significa ser cristiano]. Por supuesto que hay muchos más enemigos que los que he dicho. En todos los casos estos enemigos cuentan con un gran poder mediático y económico. Y, sin embargo, el enemigo más temible, si vamos al fondo del problema que asola la Iglesia, el que está detrás de todos esos movimientos, es el mismísimo Diablo, cuya gran victoria actual es la de haber conseguido que el mundo no crea en su existencia: no se habla de él, como si no existiera; o si se dice algo, suena a irreal o a cuento chino. De este modo puede actuar a sus anchas, sin oposición e incluso con la aquiescencia (¡triste es decirlo!) de muchos jerarcas de la propia Iglesia. ¡ÉSTE ES EL HECHO! (la ocultación de la realidad del Diablo)
Y, sin embargo, el Diablo existe. No lo digo yo. Mis palabras no tienen más relevancia que la que podría tener una simple opinión de cualquier persona. Pero es que esto lo ha dicho Jesús, en infinidad de ocasiones, a lo largo del Evangelio. Y sus palabras son palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Así, por ejemplo, en una determinada ocasión, a algunos judíos de su tiempo, les dijo: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y el padre de la mentira. Sin embargo, a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8, 44-45) . ¡ÉSTE ES EL DOGMA! (el Diablo existe).
El Diablo odia la Cruz, porque odia a Dios, que es Amor. Y la Cruz es la máxima manifestación de amor posible que existe, desde que el Hijo de Dios se hizo hombre y dio su vida por nosotros en un patíbulo para salvarnos; y también para enseñarnos aquello en lo que consiste el verdadero amor: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13). ¡Esto es algo que ni el Diablo ni sus hijos pueden soportar! Y esta idea de la esencia del Amor, que consiste en la entrega de la propia vida y que supone la cruz como testimonio de autenticidad, digo, esta idea, que es esencial al Cristianismo, es silenciada y atacada.
Y es por eso que se quiere acabar con la Tradición, que es la que mantiene en la memoria, en la mente y en el corazón de los cristianos, la realidad de la existencia de Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, así como su amor por nosotros hasta dar la vida. Cuando los judíos afirmaban que tenían un solo Padre y que éste era Dios, Jesús les dijo: "Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais; pues Yo salí y vengo de Dios; no he salido de mí mismo, sino que Él me ha enviado. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi Palabra" (Jn 8, 42-43).
(Continuará)