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Da la impresión (y es más que una impresión) de que cuando se habla de la "nueva" evangelización se estuviera pensando en una evangelización "nueva" [en el sentido de diferente], pues cada vez son menos los pastores que transmiten fielmente el mensaje que Jesucristo nos dejó: callan y ocultan verdades fundamentales; y hacen una selección de pasajes evangélicos que, a su vez, interpretan eliminando siempre todo aquello que no pueden entender; o sea, eliminan lo sobrenatural ... de modo que lo que se nos transmite, lo que nos llega ya no es la auténtica palabra de Dios, sino una palabra "filtrada" según criterios puramente humanos.
Da la impresión (y es más que una impresión) de que cuando se habla de la "nueva" evangelización se estuviera pensando en una evangelización "nueva" [en el sentido de diferente], pues cada vez son menos los pastores que transmiten fielmente el mensaje que Jesucristo nos dejó: callan y ocultan verdades fundamentales; y hacen una selección de pasajes evangélicos que, a su vez, interpretan eliminando siempre todo aquello que no pueden entender; o sea, eliminan lo sobrenatural ... de modo que lo que se nos transmite, lo que nos llega ya no es la auténtica palabra de Dios, sino una palabra "filtrada" según criterios puramente humanos.
Se quiere sustituir la Religión de Dios por la religión del hombre: en esta "nueva religión" todo tiene una explicación racional, o mejor, "racionalista" ... ¡Hay, sin embargo, una pega, un "ligero" inconveniente y es que esa "religión" no es la Religión Católica, sino un espécimen, cuajado de mentiras e inventado por una serie de teólogos que han perdido la fe en Jesucristo como verdadero Dios y ven en él tan solo un mero hombre!
En esa "nueva religión" (por llamarla de alguna manera, pues no es la Religión Católica, aunque se diga otra cosa) habría que reescribir todo el Nuevo Testamento. Y quedarse sólo con lo que se entienda ... y si se mantuviese algo de lo que no se entiende, entonces se le daría una explicación de tipo simbólico. En ese "nuevo engendro" [¡que no evangelización!] las grandes verdades de nuestra fe son eliminadas: Jesucristo no resucitó realmente, ni ascendió a los cielos; sus milagros y los de sus apóstoles son mentiras piadosas; la virginidad de María y su Asunción en cuerpo y alma a los cielos es una falsa leyenda, etc... En definitiva, se quiere quitar todo valor histórico a los Evangelios y transformar su contenido en algo simbólico. Lo importante no serían los hechos que, según ellos, no ocurrieron, sino el sentimiento religioso. En fin, se pretende construir un edificio sin cimientos, una Iglesia sin base, sin fundamento, minimizando y disminuyendo la figura de Jesús. Esto no ocurrirá de modo global, pero serán muchos los que serán seducidos y pensarán -no sin culpa- que están obedeciendo a Dios, cuando en realidad, obedecen preceptos de hombres.
¿Qué está ocurriendo aquí? Simplemente una repetición más del primer pecado, causa de todos los males que afligen a la humanidad. Adán y Eva cayeron en la tentación del "seréis como Dios" (Gen 3, 5). Su gran pecado fue la soberbia, seguido de la mentira y de no reconocer su culpa. El hombre de hoy, como el de todos los tiempos, no es -tampoco en esto- muy original: pretende abarcar a Dios (que es inconmensurable) y hacer un dios a su medida, fabricándose su propia religión, una "religión" que sería cambiante con los tiempos, etc... O sea: ¡un auténtico disparate, basado en la mentira más atroz! ... cuyo origen se encuentra básicamente en el modernismo, teoría filosófica condenada expresamente por el papa San Pío X en su encíclica "Pascendi". El modernismo no es una herejía más, sino la suma de todas las herejías. Por desgracia para nosotros, este tipo de filosofía ha influido mucho en bastantes sectores "progres" de la Iglesia Católica (sectores de gran influencia) así como en la génesis, desarrollo y aplicación del CVII, del que se ha dicho algo en otras entradas, con las consecuencias perniciosas que todo esto ha tenido para la Iglesia, y que ya conocemos.
¡Pero la mentira no es buena!. Ya conocemos la opinión que le merecen a Jesús los mentirosos (una opinión que coincide con la realidad de las cosas). Recordemos lo que dijo, en cierta ocasión, a los judíos: "Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cumplir las apetencias de vuestro padre; el era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira de lo suyo habla, porque es mentiroso y el padre de la mentira" (Jn 8, 44). Son palabras muy fuertes, pero así es. Y continúa diciendoles Jesús: "Sin embargo, a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8,45)
¿A quien hacemos caso, entonces? ¿A aquellos hombres [¡y no importa que algunos de esos hombres sean pastores de la Iglesia, porque serían falsos pastores!] que nos quieren apartar de Dios, del único y auténtico Dios que es el que se ha manifestado en Jesucristo, como verdadero Dios y como verdadero hombre ... o a Jesús, tal como aparece en los Evangelios y en la Tradición de la Iglesia Católica de casi dos mil años, a quien hemos conocido como a nuestro Amigo y como a nuestro Maestro? ¿A quién vamos a creer?
Es importante tomar una decisión en este sentido porque nos va en ello la salvación eterna. No podemos esquivar la decisión. Tampoco podemos excusarnos ni culpar a nadie de la decisión que tomemos, una decisión libre de la que seremos los únicos responsables. Decía Jesús: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22).
Debemos, pues, mantenernos vigilantes: "Ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13, 11), nos decía el apóstol san Pablo, "porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar" (1 Pet 5,8) [palabras del apóstol Pedro]. Para vencer en esta batalla contra el diablo tenemos que ponernos la armadura de Dios (Ef 6,13) ... "tomando en todo momento el escudo de la fe" (Ef 6,16a). "Resistidle firmes en la fe" (1 Pet 5, 9), decía el apóstol Pedro. Y San Juan: "Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5,4). El Señor insiste mucho en la necesidad de la fe si queremos salvarnos, una fe que debemos pedirle machaconamente y con confianza, pues sin ella estamos perdidos y derrotados. Sigue diciendo san Juan: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el hijo de Dios?". (1 Jn 5,5)
Una "religión" en la que la figura de Jesucristo [del Jesucristo real histórico, no del inventado por algunos teólogos de pacotilla que han perdido la fe] hubiera desaparecido, nos la hubieran robado, sería cualquier cosa menos la verdadera religión. Por supuesto que tal "religión" no sería la Religión Católica [si acaso esto llegara a producirse] y, además, y sin ningún problema de conciencia, no sólo no habría obligación de ser obedecida. Nuestra obligación [ante Dios que es ante quien hemos de rendir cuentas] no podría ser otra que la desobediencia, pues "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29).
Lo más sorprendente de todo es que este "nuevo" mensaje
"evangélico" [que
poco o nada se parece al auténtico, al que hemos recibido los católicos -por
pura gracia y sin ningún mérito- a través de los buenos pastores que la Iglesia
Católica siempre ha tenido] pretende, sin embargo, aparecer como católico; y no
sólo eso, sino que se está
llegando hasta el punto - así
se está haciendo ya en algunos lugares- de 'imponer'
esa visión meramente humanista de la religión católica a todos los católicos. Esto es muy grave (y nos sitúa en
lo que diré después acerca de quiénes son, en verdad, los
"fundamentalistas" cristianos, los llamados violentos por el papa
Francisco)
Los que no comulgan con ese enfoque de la vida cristiana son considerados como rémoras que están retrasando el progreso de la Iglesia, hasta el punto de que los que no piensan conforme a esta "nueva" idea de Iglesia son tachados por el propio Papa de cristianos tristes, anestesiados, formalistas, hipócritas, etc, ... Incomprensible, pero ahí están los hechos, que hemos señalado tantas veces en estas entradas, para demostrarlo.
(Continuará)