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Como acabamos de ver, el Señor habla de la necesidad de la conversión como algo esencial para poder recibir su Mensaje y deja como misión a Pedro y a los apóstoles la de ir por todo el mundo enseñando a las gentes todo cuanto Él les ha enseñado a ellos así como la de bautizarlos para que pasen a formar parte del Reino de Dios, sin esperar nada a cambio: "Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis" (Mt 10, 8). Él es nuestra recompensa: "He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno conforme a sus obras" (Ap 22, 12)
Aunque las palabras de Jesús son claras, ante posibles interpretaciones erróneas (que, como sabemos por la Historia, siempre han tenido lugar), la Iglesia Jerárquica es -y ha sido siempre- la fiel depositaria del mensaje recibido y de su correcta interpretación. Evidentemente, nos referimos a la Iglesia de siempre, aquella que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Ya sabemos que las dos fuentes de la Revelación de las que un católico debe de alimentarse son las Sagradas Escrituras y la Tradición. Ésos son los buenos pastos que las ovejas del rebaño de Cristo esperan de sus pastores Recordemos algunas recomendaciones del apóstol Pablo, en este sentido, cuando le decía a Timoteo: "Tú persevera en lo que has aprendido y creído, sabiendo de quiénes lo aprendiste, y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que pueden instruirte en orden a la salvación por medio de la fe que está en Cristo Jesús. Pues toda Escritura es divinamente inspirada, y es también útil para enseñar, para rebatir, para corregir, ... (2 Tim 3, 14-16). Y en otra parte añade: "hermanos, manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2, 15)
La Iglesia tiene, pues, una doble misión, recibida de Jesucristo. En primer lugar -y esto está recibido como un mandato- debe extenderse por todo el mundo, proclamando el Evangelio a todas las gentes y bautizándolas (Mt 28, 19); por una razón muy sencilla, cual es la de que "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), lo que únicamente será posible si lo conocen a Él y lo aman, pues sólo Él ha podido decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6).
¿Para qué, si no, se hizo hombre el Hijo de Dios? ¿Qué sentido habría tenido su venida al mundo? El mundo cambiará [a mejor] en la medida en que la gente conozca y ame a Jesucristo. Y ésta es una de las misiones de la Iglesia. De ahí las importantes palabras de san Pablo a los romanos: "No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, de modo que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios; esto es, lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2)
En segundo lugar, es fundamental que la Palabra de Dios llegue íntegra a los que van a recibirla, sin ser adulterada, tergiversada, escamoteada o modificada; sin añadir y sin quitar nada de lo que en ella se contiene. El autor de las Sagradas Escrituras es el Espíritu Santo, que inspiró a aquellos que las escribieron, de manera tal que no erraran en nada de lo que escribiesen. No son simples palabras pronunciadas por cualquiera. : "Mis palabras -decía Jesús- son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63). "El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35).
De ahí la enorme importancia de las traducciones que se hagan de la Sagrada Escritura a los diferentes idiomas: es preciso que transmitan, con la mayor fidelidad posible, los escritos originales para que el mensaje del Jesús que se predique a la gente sea lo más parecido al auténtico mensaje de Jesús. En la medida en la que esto sea así sus efectos serán los esperados, pues "la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que una espada de doble filo; entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13)
De ahí la enorme importancia de las traducciones que se hagan de la Sagrada Escritura a los diferentes idiomas: es preciso que transmitan, con la mayor fidelidad posible, los escritos originales para que el mensaje del Jesús que se predique a la gente sea lo más parecido al auténtico mensaje de Jesús. En la medida en la que esto sea así sus efectos serán los esperados, pues "la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que una espada de doble filo; entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13)
(Continuará)