Es algo inimaginable e inconcebible que Aquel por quien todo ha sido hecho, optara libremente, sin dejar de ser Dios, por asumir nuestra condición humana y hacerse un hombre como nosotros, "en todo igual a nosotros, menos en el pecado" (Heb 4, 15).
Hemos considerado ya una razón muy importante y es la de nuestra salvación. Posterior al pecado de nuestros primeros padres, la humanidad entera quedó herida por ese pecado original que afecta a toda persona que viene a este mundo y le incapacita para la unión con Dios en el Cielo. Mediante la Encarnación del Hijo de Dios en ese Dios-hombre, que es Jesucristo, todos los hombres tienen la posibilidad de salvarse, pues "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20). La salvación es ahora posible; pero sólo en unión con Jesucristo por medio del Espíritu Santo, "pues ningún otro nombre hay bajo el cielo dado a los hombres por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12).
[Recordemos otra vez la parte del trozo del Credo que nos ocupa y al que ya nos hemos referido en la primera entrada de este estudio: "Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, (...) engendrado, no creado, consustancial al Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, (...) y se hizo hombre".]
Por supuesto que el motivo de la Encarnación del Verbo, como así lo cree la Iglesia, fue librarnos del pecado y abrirnos las puertas del Cielo, que estaban cerradas. En las entradas anteriores pienso que se ha hecho suficiente hincapié en esta idea de la salvación del hombre como razón fundamental para que el Verbo se encarnara. Aunque es obvio decirlo, queda aquí suficientemente claro que somos muy importantes para Dios y que nos quiere. ¿Cómo no nos iba a querer si precisamente para salvarnos tomó nuestra condición humana?
Y esto nos introduce ya en la segunda razón de la Encarnación del Verbo, que va íntimamente unida a la primera, cual es la del Amor de Dios hacia el hombre. No es posible pensar en la Encarnación, como causa de salvación, sin que venga a la mente, de modo inmediato, el Amor de Dios por nosotros. En el Credo se lee que el Verbo se hizo hombre "por nosotros los hombres, y por nuestra salvación" . De algún modo aquí se deja entrever una cierta distinción entre "nosotros los hombres" y "nuestra salvación" como si se tratase de dos motivos diferentes.
Puesto que Dios es simple, en Dios su Voluntad se identifica con su Ser. Luego el motivo por el que actuó como lo hizo fue único. Sin embargo, con relación a nosotros Dios se nos revela de diferentes modos para que vayamos entendiendo, poco a poco, su modo de proceder; y dado que nadie conoce al hombre mejor que Dios, que es quien lo ha creado, no cabe duda de que la mejor pedagogía para el hombre es la divina.
Y esto nos introduce ya en la segunda razón de la Encarnación del Verbo, que va íntimamente unida a la primera, cual es la del Amor de Dios hacia el hombre. No es posible pensar en la Encarnación, como causa de salvación, sin que venga a la mente, de modo inmediato, el Amor de Dios por nosotros. En el Credo se lee que el Verbo se hizo hombre "por nosotros los hombres, y por nuestra salvación" . De algún modo aquí se deja entrever una cierta distinción entre "nosotros los hombres" y "nuestra salvación" como si se tratase de dos motivos diferentes.
Puesto que Dios es simple, en Dios su Voluntad se identifica con su Ser. Luego el motivo por el que actuó como lo hizo fue único. Sin embargo, con relación a nosotros Dios se nos revela de diferentes modos para que vayamos entendiendo, poco a poco, su modo de proceder; y dado que nadie conoce al hombre mejor que Dios, que es quien lo ha creado, no cabe duda de que la mejor pedagogía para el hombre es la divina.
Así es que haciendo uso de la facultad de razonar que Dios me ha dado, considero que aunque es completamente cierto que el Verbo se hizo hombre por nuestra salvación, sin embargo, estoy convencido de que la causa más profunda y determinante de la venida de Jesucristo a este mundo fue el Amor de Dios por nosotros [ "Por nosotros los hombres" ] Un convencimiento basado, por otra parte, en el misterio íntimo de Dios [cual es el de la Santísima Trinidad] de quien podemos leer que "es Amor" (1 Jn 4, 8), Amor intratrinitario que se manifestó, libérrimamente [y no necesariamente, pues no sería Amor] en la Creación del Universo, primero, y luego en la Creación de su obra más perfecta, que es el ser humano.
El Amor de Dios para con nosotros, los hombres no es un amor cualquiera, un amor genérico, como el que tiene al resto de la creación: la tierra, los astros, las plantas, los animales, etc... Se trata de un amor que va más allá de lo concebible por cualquier imaginación, por muy grande que ésta sea. Un amor de verdadero enamorado, tal como los humanos entendemos esta palabra, pero en un grado más sublime e inefable, un amor sin medida, como corresponde a un Ser que es infinito; como corresponde, en definitiva, a Dios.
Dado que el que ama de veras quiere hacerse igual que su amado para que éste, a su vez, pueda amarlo del mismo modo; dado que el amor de enamoramiento sólo se da entre iguales, pienso que ésta es, posiblemente, la razón más importante de la Encarnación, la que llevó a Dios a tomar un cuerpo, en la Persona de su Hijo, y a hacerse un niño pequeño para que pudiéramos verlo, oírlo, tocarlo, besarlo y abrazarlo.
(Continuará)