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Bien, continuamos analizando las palabras del papa Francisco en su entrevista con Cymerman, en junio de este mismo año, en donde afirmaba que algunos grupos cristianos, aunque pocos, son también fundamentalistas. Previo a lo cual había dicho que la estructura mental de un grupo fundamentalista es violenta, es violencia en nombre de Dios, aunque no pegue ni mate a nadie. Como ya demostramos en su momento (y aunque parezca increíble), cuando el Papa habla de cristianos fundamentalistas se está refiriendo a los que son fieles a la Tradición de la Iglesia, y éstos no son, precisamente, cristianos violentos, desde ningún punto de vista (se incurre en una contradicción), equiparándolos (¡pues los mete a todos en el mismo saco!) a los grupos fundamentalistas judíos e islámicos, en los que sí se da tal violencia, particularmente en los últimos.
Podríamos pensar en que se trató de un "lapsus" por parte del Papa, pero lo cierto es que, en la conferencia de Prensa que dio durante su vuelo de regreso de Turquía a Roma el 30 de Noviembre de 2014, vuelve a utilizar la misma palabra "fundamentalista" refiriéndose a cierto grupo de cristianos, coincidiendo, como era de esperar, con lo que manifestó en la entrevista que le concedió al periodista Henrique Cymerman el pasado 13 de Junio de 2014, que es la que estamos tomando como referencia en este estudio, pues ahora dice, partiendo de que hay actos terroristas islámicos.
"Muchos, muchos musulmanes se sienten ofendidos, y dicen: «No, nosotros no somos así. El Corán es un libro de paz, es un libro profético de paz. Esto no es el Islam» Creo que – al menos yo lo creo, sinceramente – no podemos decir que todos los musulmanes son terroristas: no se puede decir. Como no se puede decir que todos los cristianos son fundamentalistas, porque también nosotros los tenemos. En todas las religiones existen estos pequeños grupos".
Por lo visto, parece que todo el que no comulgue con las ideas del Papa es un fundamentalista. De entrada, como ya hemos comentado muchas veces en este blog, el Papa no es Jesucristo y puede equivocarse cuando no habla "ex cathedra". No se puede decir amén a todo cuanto diga el Papa en cualquier ocasión. Eso sería un insulto a nuestra inteligencia y a la capacidad de razonar que Dios nos ha dado. Porque resulta que los cristianos calificados por él como "fundamentalistas cristianos" no se dedican a violar, asesinar, degollar y crucificar como sí lo hacen los fundamentalistas islámicos. La comparación que realiza el Papa es, a todas luces, injusta para con estos cristianos que aman la Tradición y aman a Jesucristo.
Que todos los musulmanes no son terroristas ya lo sabemos. Aunque nunca nos viene mal que nos lo recuerden ... Hasta aquí, correcto. Pero es que esos musulmanes a los que se refiere el Papa, aquellos que dicen que "el Corán es un libro profético de paz", yerran completamente, porque lo que se lee en el Corán no es eso sino lo contrario, a saber:
“Matadlos dondequiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La oposición [a vuestra creencia] es más grave que matar”[Corán 2:191]
“Y no los matasteis vosotros, Alá los mató. Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Alá quien tiraba”.[Corán 8:17]
Como se ve aquí no aparece la idea de paz por ninguna parte. Es más, lo que podríamos deducir, en buena lógica, es que los buenos musulmanes, los que no son terroristas, lo son en tanto en cuanto no siguen las enseñanzas del Corán. Aunque ... lo peor de todo es que el mismo Santo Padre, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, piense que el Corán es un libro de paz: " Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia (punto 253)". Esto es difícil de entender y de admitir; pues si nos atenemos a las palabras del Corán, que se han leído más arriba; y si ellos creen en esas palabras a pie juntillas ... la conclusión lógica a la que se llega es que los verdaderos creyentes del Islam son los más violentos de todos, en contra de lo que afirma el papa Francisco.
Lo más extraordinario de todo es que gracias a los llamados cristianos "fundamentalistas" la Iglesia no se derrumbará del todo. No es justo utilizar la palabra "fundamentalista" para referirse a aquellos cristianos que se toman en serio el Evangelio y que son completamente fieles a la Iglesia de veinte siglos; cristianos que tienen muy claro que "en cuanto al fundamento nadie puede poner otro distinto del que ya está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11). Tal vez habría que llamarles cristianos "fundamentistas", cristianos cuya vida tiene un fundamento y una razón de ser que es Jesucristo; pero nunca "fundamentalistas", pues tal palabra lleva consigo la idea de violencia, como bien dijo el propio Papa, y tales cristianos no son violentos para con los demás: tal vez lo sean para con ellos mismos, en tanto en cuanto "el Reino de los Cielos padece violencia" (Mt 11, 12) y es preciso hacerse violencia para alcanzarlo.
No cabe duda de que Dios pondrá todas las cosas en el lugar que les corresponde, aunque se reserva para Sí el tiempo en el que hará efectivas tanto su justicia como su misericordia. Es asombroso e inaudito que tal acusación de "fundamentalistas" a los cristianos que viven conforme a la Tradición de la Iglesia, haya salido de la boca del propio Papa. Todo esto es grave y está llevando a poner en entredicho -y cada vez con mayor fuerza- si estamos o no ante el verdadero Papa. Puede leerse a este respecto el artículo de Fray Gerundio.
La división interna que está teniendo lugar en el seno de la propia Jerarquía Eclesiástica es ponzoñosa y dañina para la Iglesia de Cristo y para sus fieles, que se encuentran -cada vez más- como "ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Las palabras de Jesús son clarísimas: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17). Es verdaderamente milagroso que la Iglesia aún perviva, lo cual ocurre porque las palabras de Jesucristo no pueden dejar de cumplirse: "El Cielo y la Tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Y entre esas palabras se encuentran las que pronunció con respecto a su Iglesia, y es que -pese a todas las dificultades- "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18).
La Iglesia no podrá ser destruida, por muy grande que sea el empeño de todos "los hijos del Diablo" (1 Jn 3, 10) en llevar a cabo esa labor, pero sí es cierto que serán muy pocos los cristianos que sigan manteniéndose fieles a Jesucristo y a su verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a su mínima expresión, según palabras del propio Jesús: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8).
Los pocos que queden -además- serán perseguidos y considerados malditos por lo que podríamos denominar Iglesia "oficial": "Se acerca hora en la que quien os dé muerte piense que así está sirviendo a Dios" (Jn 16, 2). Una Iglesia que lo será sólo de nombre, puesto que habrá renegado de sus raíces, haciéndose mundana y arrastrando consigo a infinidad de cristianos, que ya no serán tales [aunque se les hará creer que lo son para adormilar su conciencia], pues -comenzando por los propios Jerarcas- cuestionarán las verdades fundamentales de la fe, entre ellas todas las relativas a los dogmas que, como sabemos, son intocables, así como la propia historicidad de los Evangelios.
Todo lo sobrenatural será negado. De la Biblia se tomarán sólo aquellas sentencias o dichos que "interesen" a los que --arbitrariamente- han decidido lo que es -o lo que debe ser- la Iglesia, intentando hacer así tabla rasa de la fe de dos mil años de Historia ... como si la Iglesia Católica verdadera fuese la que ha ido surgiendo a partir del Concilio Vaticano II que, como sabemos, data de hace sólo cincuenta años.
Y, lo que es más grave, a esta "nueva religión", inventada por los hombres (incluidos muchos jerarcas que han dejado de creer en Dios), se le pretenderá seguir llamando -de modo hipócrita- religión católica, para confundir a muchos, pero no será tal, pues nada tendrá ya que ver esa "religión" con la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, la que Él fundó. Ésta quedará reducida a un estado catacumbal, como en los primeros años de la era cristiana.
Los verdaderos cristianos serán perseguidos por la propia Jerarquía, aunada con el mundo, ante el cual habrá claudicado, pues se regirá únicamente por criterios meramente humanos y racionalistas, criterios sólo para este mundo, como si no existiera otro.
Aparentemente, la victoria será de Satanás que es, al fin y al cabo, el Príncipe de este mundo (Jn 14, 30), como así lo llama el Señor en multitud de ocasiones. Y si así lo llama es porque lo es (se le ha permitido serlo, en razón del pecado). Pero tal victoria que será real [pues arrastrará consigo a millones de cristianos, que lo serán ya sólo de nombre por haber renegado de su fe en Jesucristo y en lo sobrenatural] no será definitiva. La última palabra la tiene reservada Jesucristo, Aquél que es "el lucero radiante de la mañana" (Ap 22, 16), quien "vendrá sobre una nube con gran poder y majestad" (Lc 21, 27)
No cabe duda de que Dios pondrá todas las cosas en el lugar que les corresponde, aunque se reserva para Sí el tiempo en el que hará efectivas tanto su justicia como su misericordia. Es asombroso e inaudito que tal acusación de "fundamentalistas" a los cristianos que viven conforme a la Tradición de la Iglesia, haya salido de la boca del propio Papa. Todo esto es grave y está llevando a poner en entredicho -y cada vez con mayor fuerza- si estamos o no ante el verdadero Papa. Puede leerse a este respecto el artículo de Fray Gerundio.
La división interna que está teniendo lugar en el seno de la propia Jerarquía Eclesiástica es ponzoñosa y dañina para la Iglesia de Cristo y para sus fieles, que se encuentran -cada vez más- como "ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Las palabras de Jesús son clarísimas: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17). Es verdaderamente milagroso que la Iglesia aún perviva, lo cual ocurre porque las palabras de Jesucristo no pueden dejar de cumplirse: "El Cielo y la Tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Y entre esas palabras se encuentran las que pronunció con respecto a su Iglesia, y es que -pese a todas las dificultades- "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18).
La Iglesia no podrá ser destruida, por muy grande que sea el empeño de todos "los hijos del Diablo" (1 Jn 3, 10) en llevar a cabo esa labor, pero sí es cierto que serán muy pocos los cristianos que sigan manteniéndose fieles a Jesucristo y a su verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a su mínima expresión, según palabras del propio Jesús: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8).
Los pocos que queden -además- serán perseguidos y considerados malditos por lo que podríamos denominar Iglesia "oficial": "Se acerca hora en la que quien os dé muerte piense que así está sirviendo a Dios" (Jn 16, 2). Una Iglesia que lo será sólo de nombre, puesto que habrá renegado de sus raíces, haciéndose mundana y arrastrando consigo a infinidad de cristianos, que ya no serán tales [aunque se les hará creer que lo son para adormilar su conciencia], pues -comenzando por los propios Jerarcas- cuestionarán las verdades fundamentales de la fe, entre ellas todas las relativas a los dogmas que, como sabemos, son intocables, así como la propia historicidad de los Evangelios.
Todo lo sobrenatural será negado. De la Biblia se tomarán sólo aquellas sentencias o dichos que "interesen" a los que --arbitrariamente- han decidido lo que es -o lo que debe ser- la Iglesia, intentando hacer así tabla rasa de la fe de dos mil años de Historia ... como si la Iglesia Católica verdadera fuese la que ha ido surgiendo a partir del Concilio Vaticano II que, como sabemos, data de hace sólo cincuenta años.
Y, lo que es más grave, a esta "nueva religión", inventada por los hombres (incluidos muchos jerarcas que han dejado de creer en Dios), se le pretenderá seguir llamando -de modo hipócrita- religión católica, para confundir a muchos, pero no será tal, pues nada tendrá ya que ver esa "religión" con la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, la que Él fundó. Ésta quedará reducida a un estado catacumbal, como en los primeros años de la era cristiana.
Los verdaderos cristianos serán perseguidos por la propia Jerarquía, aunada con el mundo, ante el cual habrá claudicado, pues se regirá únicamente por criterios meramente humanos y racionalistas, criterios sólo para este mundo, como si no existiera otro.
Aparentemente, la victoria será de Satanás que es, al fin y al cabo, el Príncipe de este mundo (Jn 14, 30), como así lo llama el Señor en multitud de ocasiones. Y si así lo llama es porque lo es (se le ha permitido serlo, en razón del pecado). Pero tal victoria que será real [pues arrastrará consigo a millones de cristianos, que lo serán ya sólo de nombre por haber renegado de su fe en Jesucristo y en lo sobrenatural] no será definitiva. La última palabra la tiene reservada Jesucristo, Aquél que es "el lucero radiante de la mañana" (Ap 22, 16), quien "vendrá sobre una nube con gran poder y majestad" (Lc 21, 27)
(Continuará)