2. "Los fundamentalismos de ambas
partes" (n.
250 y 253)
Por último, hay dos aspectos que querría criticar. El primero es
aquél en el que el Papa pone
juntos a todos los fundamentalismos. En el n. 250 se dice: “Una actitud de apertura en la
verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las
religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades,
particularmente los fundamentalismos de ambas partes”.
El otro es la conclusión de la sección sobre la relación con el Islam
que termina con esta frase: "Frente
a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los
verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas
generalizaciones, porque el
verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda
violencia" (n. 253).
Personalmente, yo no pondría los dos fundamentalismos en el
mismo plano: los
fundamentalistas cristianos no llevan armas; el fundamentalismo islámico es
criticado ante todo y precisamente por los propios musulmanes, porque este
fundamentalismo armado busca reproducir el modelo mahometano. En su vida,
Mahoma libró más de 60 guerras; ahora bien, si
Mahoma es el modelo excelente (como
dice el Corán en 33:21), no
sorprende que algunos musulmanes usen su violencia a imitación del fundador del
Islam.
3. La violencia en el Corán y en la vida
de Mahoma (n. 253)
Por último, el Papa menciona la violencia en el Islam. En el
parágrafo 253 se lee: "el verdadero Islam y una adecuada
interpretación del Corán se oponen a toda violencia". Esta frase es bellísima, y expresa una actitud muy
benévola del Papa hacia el Islam. Pero me parece que ella expresa más un deseo que una
realidad. Que la mayoría de los musulmanes puede ser contraria a la
violencia también puede darse. Pero decir que "el verdadero Islam es
contrario a toda violencia" no me parece cierto: la violencia está en el Corán. Decir además que "una adecuada
interpretación del Corán se opone a toda violencia" tiene necesidad de
muchas explicaciones. Basta recordar los capítulos 2 y 9 del Corán.
Sin embargo, es
verdad cuanto el pontífice afirma sobre el hecho que el Islam tiene necesidad
de una "adecuada interpretación". Este camino ha sido recorrido
por algunos eruditos, pero no es lo suficientemente fuerte para contrastar la
que recorre la mayoría. Esta minoría de eruditos busca reinterpretar los textos
coránicos que hablan de la violencia, mostrando que ellos están ligados al
contexto de la Arabia de la época y estaban en el contexto de la visión
político-religiosa de Mahoma.
Si el Islam quiere permanecer hoy en esta visión ligada al tiempo
de Mahoma, entonces siempre habrá violencia. Pero si el Islam – hay un buen número de místicos que lo
han hecho – quiere encontrar una espiritualidad profunda, entonces la violencia
no es aceptable. El Islam se encuentra frente a una encrucijada: o la religión es
un camino hacia la política y hacia una sociedad políticamente organizada, o la
religión es una inspiración para vivir con más plenitud y amor. El que critica al Islam a propósito de la violencia no hace una
generalización injusta y odiosa: muestra las cuestiones presentes, vivas y
sangrantes en el mundo musulmán.
En Oriente se comprende muy bien que el terrorismo islámico está
motivado religiosamente, con citas, oraciones y fatwa por parte de imanes que
fomentan la violencia. El hecho es que en el Islam no hay una autoridad central
que corrija las manipulaciones. Esto hace que cada imán se crea un mufti, una
autoridad nacional que puede emitir juicios inspirados por el Corán, hasta
llegar a ordenar que se mate.
CONCLUSIÓN: UNA "ADECUADA
INTERPRETACIÓN DEL CORÁN"
Para concluir, el punto verdaderamente importante es el de la "adecuada interpretación". En el mundo musulmán, el debate más
fuerte – que es también el más prohibido – es precisamente el de la interpretación del libro sagrado.
Los musulmanes creen que el Corán salió de Mahoma, completo, en la forma que
conocemos. No existe el concepto de inspiración del texto sagrado, la cual da
espacio una interpretación del elemento humano presente en la palabra de Dios.
Tomemos un ejemplo. En tiempos de Mahoma, con tribus que vivían en
el desierto, el castigo para un ladrón era cortarle la mano. ¿Para qué servía?
¿Cuál era la finalidad de este castigo? No permitir que el ladrón siguiera
robando. Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo podemos salvaguardar hoy esta
finalidad, es decir, que el ladrón no robe? ¿Podemos utilizar otros métodos en
lugar del corte de la mano? Hoy todas las religiones tienen este problema: cómo reinterpretar
el texto sagrado, el cual tiene un valor eterno, pero que se remonta a siglos o
a milenios.
Cuando encuentro a amigos musulmanes, saco a la luz el hecho que
hoy en día es necesario interrogarse sobre la "finalidad" (maqased)
que tenían las indicaciones del Corán. Los teólogos y los juristas musulmanes
dicen que se deben buscar las “finalidades de la Ley divina”. Esta expresión
corresponde a lo que el Evangelio llama “el espíritu” del texto, en oposición a
la “letra”. Es necesario buscar la intención del texto sagrado del Islam.
Varios eruditos musulmanes hablan de la importancia de descubrir “la
finalidad” de los textos coránicos para adecuar el texto del Corán al mundo
moderno. Me parece que esto está muy próximo a cuanto el Santo Padre
intenta sugerir al hablar de "una
adecuada interpretación del Corán".