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Dios es rechazado. No soportamos su amor, no lo queremos. Aceptarlo supone complicarnos la vida. Y puesto que se piensa que no hay más vida que ésta y que todo acaba con la muerte, pues ¡ancha es Castilla!, como aquel que dice. Se implanta así el egoísmo como norma de vida. Y se vive en la mentira (si a eso se le puede llamar vida)... cuando sería tan bonito escuchar y vivir conforme a las palabras de Jesús, esas palabras que son Espíritu y Vida (Jn 6,63) y que nos dicen que Él es la Verdad (Jn 14,6) y que "la Verdad os hará libres" (Jn 8,32). Sólo el estar junto al Señor, el vivir para Él, el vivir como Él, el tener sus sentimientos y su mente, el tener su Corazón, sólo eso nos puede hacer realmente felices, ya en este mundo... y luego por toda la eternidad.
No lo debemos olvidar: "Ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5,4), pues "¿quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5).
Lo que atrae al mundo (y a todos los hombres de buena voluntad) es lo que viene de Dios y no lo que es invención de los hombres. Jesús arremetió duramente contra los fariseos, porque querían cambiar el mensaje de Dios por preceptos que son invenciones humanas: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, según está escrito: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. En vano me dan culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres' " (Mc 7, 6-7). Hoy en día -incluso en las altas capas de la Jerarquía eclesiástica- por lo que se conoce como "razones pastorales", se quiere cambiar la doctrina católica por doctrinas que son invenciones de hombres.
Se pueden poner muchos ejemplos. Valga uno de muestra: el mero hecho de plantear la posibilidad de la comunión de los que están divorciados y vueltos a casar (a fin de evitar que sufran) conlleva, además de minusvalorar el mandamiento de Dios, que no hay ningún problema en plantear dudas sobre temas que son de fe y que, por lo tanto, no son cuestionables. El gran peligro es que si algo se pone en tela de juicio es porque no debe ser muy importante o porque no está tan claro que tenga que ser así, que es lo que la gente acabará pensando... con lo que se estaría cambiando la doctrina dada por Dios acerca de este tema ... ¡y esto es muy grave! Además de estar en contra de la voluntad de Dios, según la cual el matrimonio es indisoluble ["Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mc 10,9)], "misericordiar" para que no sufran no les hace ningún bien, porque se les está mintiendo. La verdad es que "cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 10-12). Y ya sabemos que "los adúlteros... no poseerán el reino de Dios" (1 Cor 6,9). El adulterio es un pecado grave. Siendo esto así, si se llegara a admitir que los divorciados y vueltos a casar pueden recibir la comunión, nos estaríamos encontrando con que es posible recibir la comunión en estado de pecado grave, en contra de lo que leemos en la Sagrada Escritura: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor 11,27).
¿Que está ocurriendo? A mi entender, todo hace pensar que en el fondo de estas cuestiones late una falta de fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, por nombrar sólo lo más importante. ¡Tales cuestiones ni siquiera deberían llegar a plantearse! Si hay algo claro, en cuestión de misericordia es que, como decía San Agustín, es preciso amar al pecador y ayudarle, pero nunca engañarle. El pecado sigue siéndolo y, como tal, ha de ser odiado porque aparta de Dios, que es el Sumo Bien. La persona que pasa por situaciones tan difíciles debe ser ayudada y comprendida y sufrir con ella, pero no merece ser engañada y que se le diga que está bien aquello que no está bien.
Miremos por donde lo miremos, lo mejor y lo único que nos puede salvar es, ha sido y será siempre el vivir conforme a la voluntad de Dios, manifestada en Jesucristo. No hay otro camino. Y, además, es el mejor. ¿O es que nosotros somos más listos y más buenos que Dios?
Para llegar mejor a la gente, se dice que no se cambia la doctrina sino la praxis. Se habla de "razones pastorales" y de adaptarse al mundo de hoy para proceder así. En teoría eso está bien, pues de lo que se trata es de que el Evangelio llegue a todas las gentes. Eso es verdad. Pero el peligro es manifiesto, porque el Evangelio debe transmitirse íntegramente, sin añadir ni quitar nada. Y, además, no se trata de "dialogar con el mundo": Tal diálogo es imposible. Se trata de atraer al mundo hacia Cristo, pero no de mezclarse con el mundo y hacerse mundanos. No es la Iglesia la que debe adaptarse al mundo (¡doctrinalmente no puede hacerlo!), sino el mundo el que debe acercarse a la Iglesia, para lo cual es necesario que ésta cumpla las enseñanzas de su Maestro: "Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí" (Jn 12,32). Lo único que puede atraer a la gente a Dios, encarnado en Jesucristo, es el Amor. Sólo el amor (entendido como Dios lo entiende) puede dar sentido a la vida. Y "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13). De nuevo aparece la Cruz (la cruz de Cristo) como la máxima expresión de amor. Eso es lo que atrae y lo que hace hermosa la vida: el amor. Pero no se puede olvidar que amor y sufrimiento van unidos en esta vida. San Juan aclara el "atraeré a todos hacia Mí": "Decía esto [Jesús] señalando de qué muerte iba a morir" (Jn 12,33).
Por más vueltas que le demos siempre llegamos a lo mismo. San Pablo escribía a los filipenses: "Escribiros lo que os he dicho en otras ocasiones no me molesta, y para vosotros es motivo de seguridad" (Fil 3,1). Y es que es así, no hay otro camino: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14,6).
Así pues: para que el mundo se acerque a la Iglesia (en definitiva, para que el mundo se acerque a Dios) para que la Iglesia sea realmente "atractiva" debe seguir el camino que su Fundador le ha trazado. ¿Pensamos nosotros que nuestras ideas son mejores que las de Dios? ¿Pensamos que si cambiamos el mensaje "exigente" del Evangelio por otro "más acorde" con nuestro tiempo, la gente se va a acercar más a Dios? Pues no es eso lo que está ocurriendo; justo todo lo contrario: la sociedad, en su conjunto, se está alejando cada vez más de Dios, y precisamente desde que se han rebajado las exigencias del Evangelio, queriendo hacerlo más "humano". Recordamos aquí el famoso "aggiornamiento" (o puesta al día) que ha tenido lugar a partir del Concilio Vaticano II, desde hace cincuenta años. Los frutos recogidos no son los que hubiera cabido esperar.
¡Y es que no podemos inventarnos un nuevo Evangelio, distinto del que ya existe, del que ya ha sido dado de un modo definitivo y permanente!: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13,8). Es por eso por lo que nos exhorta San Pablo diciendo: "no os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente" (Rom 12,2); o también: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2,5). Los frutos se producirán cuando cumplamos bien con la misión que se nos ha encomendado, como cristianos. Y sabemos perfectamente que la condición normal del cristiano es la de odio por parte del mundo. No tenemos por qué asustarnos. Todo lo contrario. Deberíamos preocuparnos si no fuese así, porque eso fue lo que nos dijo Jesús: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15, 18-19). Y con una advertencia muy seria: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26).
El hombre de hoy se quiere fabricar su propia religión, sustituyendo la religión de Dios por una "religión" del hombre; una religión, además, cambiante, en función de los acontecimientos que vayan surgiendo a medida que pasa el tiempo. Nada de verdades absolutas. Todo es relativo, todo cambia (como decía Heráclito). Lo que hoy es cierto mañana será falso; no hay nada seguro; cada uno tiene sus propias verdades que hay que respetar, etc. Esta situación de relativismo, extendida a todo, también a lo moral, ha dado lugar a que hoy se admiten como normales (e incluso como signos de progreso) cosas tales como la homosexualidad, el divorcio, el aborto, etc... que son auténticas aberraciones. La "libertad" del hombre es la que decide lo que está bien y lo que está mal. Y la libertad no se puede sujetar a nada...Como decía Zapatero, ex-presidente de Gobierno, haciendo alarde, una vez más, de sus continuas sandeces y parafraseando a Jesucristo, en términos que yo calificaría de blasfemos, puesto que son burlescos: "La libertad os hará verdaderos". Y es en este ambiente de hedonismo, de relativismo moral, de huida de cualquier contrariedad, por nimia que sea, de ausencia de amor, en definitiva, en el que nos estamos moviendo; este es el ambiente social que se respira hoy en día.
(Continuará)