-------
La Biblia es un libro profético, cuyo autor es el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu de Jesús que es, al mismo tiempo, Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo. En definitiva, el autor de la Biblia es Dios, de modo que todo lo contenido en ella es su palabra, es palabra de Dios. A la luz del Nuevo Testamento podemos leer e interpretar correctamente el Antiguo Testamento. Así decía Jesús: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5,17). Todas las profecías del Antiguo Testamento se cumplen en Jesucristo. El Dios único del Antiguo Testamento se nos ha dado a conocer en Jesucristo; y desde que eso ha ocurrido, es imposible conocer a ese Dios único, el Dios de la Biblia, si no conocemos a Jesucristo. Quien negase a Jesucristo como Hijo de Dios y verdadero Dios, está negando al Padre: "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2,23). Es cierto que Jesús le dice a la samaritana que "la salvación procede de los judíos" (Jn 4,22). Pero cuando ésta le responde: "Sé que el Mesías, el llamado Cristo, está al llegar. Cuando Él venga nos manifestará todo" (Jn 4,25), Jesús le dice: "Yo soy, el que habla contigo" (Jn 4,26). Así se aclara esa aparente contradicción entre las palabras que dijo Jesús de que la salvación procede de los judíos; y aquellas otras según las cuales sólo en Jesucristo es posible la salvación: Jesús era judío.
[Escribo esto porque esas palabras de Jesús de que "la salvación viene de los judíos" podrían ser malinterpretadas en el sentido de que en el pueblo judío, y solamente en él, está la salvación. Esto queda incompleto. Hay que especificar y ser más concreto. Es verdad que "la salvación viene de los judíos", pero esto es así porque Jesús era judío, y fue en un judío donde Dios se encarnó y habitó entre nosotros. Pero ya no hay más. De no hacer esta aclaración podría parecer que la salvación proviene también del pueblo judío actual, un pueblo que rechaza al judío Jesucristo, en quien no cree, un pueblo que sigue esperando a un Mesías judío que ya vino con la venida de Cristo Jesús, pero en el que muchos de ellos no creyeron entonces, según está escrito: "Vino a los suyos pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) y en el que una gran mayoría de los judíos actuales sigue sin creer. Por lo tanto, no es verdad que haya que hacerse judío para salvarse: hay que hacerse cristiano. En el cristianismo está la perfección del judaísmo. Una vez más es preciso recordar que Cristo no vino para destruir la Ley y los Profetas sino para llevarlas a su plenitud. Pues en Él se cumplió todo lo que vaticinaron los Profetas acerca del Mesías. Desde ese momento ya no es posible la indiferencia ante Jesús: "Quien no está conmigo está contra mí; y quien no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12,30). Y en otro lugar dice: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado: Quien me odia a Mí, odia también a mi Padre" (Jn 15,22-23). Estas ideas conviene tenerlas muy claras, porque está en juego nuestra salvación]
Con relación a la misión de los apóstoles de que deben enseñar todo lo que Él les ha mandado, es preciso hacer hincapié en el todo. Nadie puede añadir ni quitar nada de lo que está escrito. Si alguien lo hiciera dice San Juan que Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa (ver Ap 22, 18-19). San Pablo lo expresa también con mucha claridad: "Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,10). Ésta es la teoría, ésta es la doctrina de siempre. Pero ¿qué ocurre con la praxis? ¿Qué observamos?
Ya hemos comentado algo en artículos anteriores acerca de lo que está ocurriendo hoy en día en el seno de la Iglesi a. Ésta atraviesa posiblemente la mayor crisis de su Historia, aunque a veces aparezcan voces diciendo que estamos mejor que nunca. No es verdad. La misión de la Iglesia es la de custodiar el depósito que han recibido, teniendo siempre presente que "Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8). La Iglesia ya está inventada: Jesucristo fue su fundador. Nadie puede inventar una nueva Iglesia, porque ésa no sería la Iglesia de Jesucristo, no sería la verdadera Iglesia.
Por desgracia hay muchos jerarcas en la Iglesia (¡cada vez más!) que no nos anuncian el mensaje de Cristo sino teorías mundanas. Muchos de ellos han perdido la fe y aparecen como pastores, pero no son buenos pastores, puesto que no entran por la puerta del redil, que es Jesucristo, sino que saltan por otro lado, haciendo así mucho daño a las ovejas. Esto no es nuevo. Ya lo decía Jesús: "El asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13)
Pero, en fin: continuemos con el hilo inicial. Como sabemos, Jesús es el Rey del Universo y el Señor de la Historia (¡ÉSTA ES LA TEORÍA Y EL DOGMA!). Así es, por lo tanto, como debería aparecer ante todos los cristianos, como el centro de la vida cristiana y como el único cuya posesión puede hacerlos felices, con una felicidad verdadera, que no es de este mundo.
Resulta, sin embargo, que nos encontramos (¡ÉSTA ES LA PRAXIS!) con que no es Jesucristo sino el Papa el que aparece como centro en todos los medios de comunicación desde el primer día en que fue elegido Papa hasta el momento presente. Elegido "hombre del año 2013" por su popularidad; alabado y ensalzado por todos los mass-media, incluidos los ateos y anticristianos, enemigos acérrimos de la Iglesia, a la que odian y cuya desaparición desean. La verdad es que todo esto es como para estar muy preocupados, si es que las palabras de Jesús significan algo y no hemos perdido ya la fe: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26).
Se habla de Francisco como "el Papa de todos" . Éste es el título de un libro de un cura argentino. De entrada, el mismo título desfigura la realidad. A lo largo de la Historia de la Iglesia nunca un Papa ha sido el Papa de todos; sólo de aquellos que, por el bautismo, han pasado a formar parte del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, y de la cual el Papa es su cabeza visible [la cabeza invisible es Cristo]. Y puesto que "fuera de Iglesia no hay salvación", la misión principal del Papa (y en realidad la única), es la de hacer todo lo que esté en su mano para que el mensaje de Jesucristo llegue hasta todos los hombres.
Se podría decir, como mucho, que está llamado a ser el Papa de todos, en el sentido de que a todo el mundo debe llegar la noticia de que Dios es nuestro Padre y de que se ha revelado en Jesucristo. Pero no lo es. Exagerando, podría decir que ni siquiera Jesucristo, que es el Rey del Universo, reina en el corazón de todos los hombres, aunque ese es su más ardiente deseo, pues no ha llegado a todos su mensaje; y a quienes les ha llegado, no todos le han respondido dándole cabida en su corazón. En ese sentido, tampoco Cristo es el Rey de todos (pues no todos le admiten). ¿Cómo puede ser que el Papa sea considerado como el Papa de todos? Pues ahí está.
No se entienden, por lo tanto, las siguientes palabras del Papa al Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, durante una reunión que tuvo con él en el Vaticano el 9 de mayo de este año de 2014: "Les invito -dijo el Papa- a promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y aplique una ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos".
Vamos a ver. Intentemos hacer uso de la razón y del sentido común, si es que esto es todavía posible: hablar de fraternidad entre todos los hombres supone admitir que todos los hombres son hermanos. Y si son hermanos deben tener un Padre común. Y ese Padre común es Dios, que se reveló en Jesucristo, para hacernos ver y entender que realmente estamos llamados a ser sus hijos y que podemos serlo, si nos unimos a Jesús, en el Espíritu Santo. Si entendemos así la fraternidad estamos completamente de acuerdo. Pero para nada salió lo específicamente cristiano. Todo lo contrario. Dice textualmente el Papa: más allá de cualquier diferencia de credo. No se casan los conceptos de fraternidad, por una parte, y más allá de cualquier diferencia de credo, por otra. ¿Por qué no? Pues porque cada credo religioso tiene una idea de Dios completamente distinta (¡y no está precisamente relacionada con la fraternidad y la solidaridad entre los hombres!). El Papa no se puede convertir en portavoz de todos los credos. Vamos, es de pura lógica aristotélica: una ética universal creada por hombres y para todos los hombres es una utopía. Y, sobre todo, no es conforme al mensaje sobrenatural de Cristo, un mensaje que se pretende ocultar a todos, como si Cristo no hubiera venido al mundo y nos hubiera hablado.
¿Por qué ese afán de agradar a todos para que escuchen lo que quieren oir? Francamente no lo entiendo. Yo no digo que esté mal llegar a acuerdos entre personas. No sólo no está mal. ¡Está muy bien y es necesario! Pero la misión del Papa no es ésa. No tenemos más que fijarnos en cómo procedía Jesús: "Uno de la multitud que le seguía le dijo: 'Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo' ... Jesús le respondió: 'Hombre, ¿quién me ha constituido juez o encargado de repartir entre vosotros?' "(Lc 12,13-14). El Señor es muy claro y explícito, como siempre. Por eso, si tengo que elegir entre lo que dice el Papa y lo que dice Jesús, y lo que dicen son cosas diferentes con respecto a temas semejantes, yo me quedo con lo que dice Jesús.
En mi modesta opinión, lo que pienso que hubiera podido hacer el Papa, actuando como Papa, es haber aprovechado la ocasión para hablar de que los grandes males que afligen hoy a la humanidad provienen de que ésta se ha alejado de Dios, un Dios que nos quiere y que desea nuestro auténtico bien. Sólo la vuelta a Dios y la conversión personal pueden hacer posible que este mundo cambie a mejor. No hay otra solución. Si éstas o parecidas palabras hubieran sido dichas por el Papa, entonces el Papa estaría hablando conforme a lo que es su misión específica, cual es la de influir en que Cristo sea conocido y amado por todo el mundo. Pero no es eso lo que hizo. Esto son hechos.
No estoy juzgando a nadie, ni soy quién para hacerlo. Doy esto por sentado. Simplemente me limito a razonar desde mi condición de cristiano que intenta ser fiel al mensaje que Cristo nos entregó. Y esto nadie nos lo puede prohibir. Y menos el propio Cristo quien dijo de sí mismo que Él es la Verdad. Sabiendo, además, que la razón no está reñida con la fe, sino que son complementarias, me atrevo a opinar, razonando siempre lo que digo.
Un ejemplo: la centralidad es Cristo y no el Papa (¡dogma!) pero yo veo que el Papa aparece como centro, y no Jesucristo (¡praxis!). ¿Realmente la gente conoce más a Jesús y cree más en Él debido a sus homilías de Santa Marta y a sus comentarios a los periodistas? Yo no lo veo así. Sí constato, en cambio, el entusiasmo que tienen con el Papa Francisco los enemigos de la Iglesia. ¡Ésto son hechos! ¿Cómo no voy a preocuparme? Pero eso sí, sin perder nunca la paz interior, una paz que proviene de Jesús, cuyas palabras resuenan en mi corazón: "En el mundo tendréis tribulación. Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)
(Continuará)