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"Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26,31). "Esos tales -dice san Pablo- son falsos apóstoles, operarios engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no ha de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; pero su fin será según sus obras" (2 Cor 11, 13-15)
¿Acaso pensamos que san Pablo predicaba por gusto? Pues si así lo pensamos nos equivocamos, de pies a cabeza. Predicar era para él un deber: "¡Ay de mí si no predicara! Si lo hiciera por propia iniciativa tendría recompensa; pero si lo hago por mandato cumplo una misión encomendada" (1 Cor 9, 16-17). Y su misión consistía en transmitir fielmente el depósito recibido, sin quitar ni añadir nada, dar a conocer el mensaje de Jesucristo acerca de lo que diferencia a un cristiano de aquellos que no lo son o que, aun siéndolo, viven como si no lo fuesen. Un mensaje de amor, pero sin olvidar que la cruz autentifica el amor.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros" (Jn 13, 35). "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como Yo os he amado" (Jn 15,12). El amor verdadero, el que caracteriza a un cristiano, es de carácter sobrenatural: se trata de amar como Jesús nos ha amado, o sea, hasta dar la vida: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1). Y dar la vida supone elegir la puerta estrecha: "Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!" (Mt 7, 13-14). Y para que no haya lugar a dudas acerca de la puerta a la que se refiere dice: "Yo soy la Puerta: si alguno entra a través de Mí se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos" (Jn 10, 9).
Amar y dar la vida es lo propio de un cristiano que quiere ser como su Maestro; y supone, por lo tanto, elegir el camino de la cruz, o sea, el camino que Él escogió para demostrarnos su amor: "Si alguno quiere venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga" (Mt 16,24). Estas palabras son de Jesucristo, o sea, son Palabra de Dios, o sea, son indiscutibles, porque son Verdad.
¿Cuántos cristianos conocen hoy esta realidad, que apenas se predica? ¿No sabemos, acaso, que no hay otro camino de salvación que no sea Jesucristo: "Yo soy el Camino" (Jn 14,6)?. Y si esto es así, ¿por qué tanta cobardía ante el mundo? : "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y perversa, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8,38) ¿Por qué queremos inventarnos nosotros un nuevo cristianismo? ¿Por qué jugamos a ser más que Dios? En el pecado llevamos la penitencia.
Amar y dar la vida es lo propio de un cristiano que quiere ser como su Maestro; y supone, por lo tanto, elegir el camino de la cruz, o sea, el camino que Él escogió para demostrarnos su amor: "Si alguno quiere venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga" (Mt 16,24). Estas palabras son de Jesucristo, o sea, son Palabra de Dios, o sea, son indiscutibles, porque son Verdad.
¿Cuántos cristianos conocen hoy esta realidad, que apenas se predica? ¿No sabemos, acaso, que no hay otro camino de salvación que no sea Jesucristo: "Yo soy el Camino" (Jn 14,6)?. Y si esto es así, ¿por qué tanta cobardía ante el mundo? : "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y perversa, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8,38) ¿Por qué queremos inventarnos nosotros un nuevo cristianismo? ¿Por qué jugamos a ser más que Dios? En el pecado llevamos la penitencia.
(Continuará)