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NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.
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Hay una serie de hechos que hemos venido observando dese hace algún tiempo y que son difíciles de comprender. Se podrían poner muchos ejemplos: tenemos los famosos encuentros de Asís, en donde se reúnen personas de todas las religiones (o incluso aunque no tengan ninguna) y cada uno adora a su dios y le pide que haya paz y que no haya guerra. Esto tiene buena prensa, pero no es conforme a la realidad de aquello en lo que consiste la Religión católica: es imposible que pueda darse un verdadero diálogo entre religiones por una sencilla razón: la Iglesia Católica es la verdadera y, por lo tanto, no puede ceder ni un ápice en el reconocimiento de Jesucristo como Señor del Universo y único Salvador de la Humanidad, so pena de traicionar a su Maestro y de traicionar su misión.
Decir que el dios de los musulmanes, el dios de los judíos y el dios de los católicos es común es una falsedad. Por más abrazos que haya entre los representantes de las distintas religiones, la realidad ontológica no puede cambiarse: el objetivo de la Iglesia católica ha sido, es, y seguirá siendo, cumplir con la misión que le fue encomendada por Jesús: "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar TODO cuando os he mandado" (Mt 28, 19-20). Que eso es precisamente lo que les decía a sus discípulos en su discurso sobre el buen pastor: "Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también es necesario que Yo las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor" (Jn 10, 16). Y ese Pastor es Jesucristo: "En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que podamos ser salvados" (Hec 4,12).
Sin embargo, las demás religiones no sólo no lo reconocen sino que luchan abiertamente contra esto. Niegan a Jesucristo y combaten contra Él y contra todos los cristianos. El mandato de Jesús es claro: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (Mt 5, 44). Y eso es lo que tenemos que hacer si queremos ser buenos discípulos de nuestro Maestro: rogad por la conversión de los que aún no le conocen. ¡ Pero no confundamos el amor por los enemigos con hacer concesiones al error! Yo, sinceramente, por más que lo intento, no acabo de entender el sentido de todos esos "acercamientos" entre las religiones, si no es por razones de tipo político, pero no son éstas las razones por las que debe moverse un cristiano y menos aún un Jerarca de la Iglesia católica. [Y lo mismo, o algo parecido podríamos decir de lo que ocurre con los llamados "hermanos separados" (protestantes, anglicanos, etc...) que, realmente, son herejes o cismáticos, al haber negado verdades fundamentales de la fe y seguir manteniéndose en el error].
En la Iglesia postconciliar se está dando más importancia a aquello que es secundario, pero que llama mucho la atención: la fraternidad universal (¿?). Si lo que se pretendiera es convertir a los demás, lo entiendo, porque de eso se trata, ése es el mandato del Señor ... pero no es así. Según el papa Francisco: "los que son cristianos con la Biblia y los que son musulmanes con el Corán"; además, "el proselitismo es una solemne tontería". Curiosamente, esa misericordia que tanto se predica es selectiva, pues no se ejercita con los cristianos fieles a la Tradición de la Iglesia de siempre. Por eso digo que esto no puede explicarse (yo al menos no puedo) si no es considerando que el mismo Diablo se ha introducido en el seno de la Iglesia, en su Roca, y amenaza con destruirla desde dentro. Algo decía ya el papa Pablo VI en 1972: "El humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia". De tener que hablar ahora probablemente quitaría la palabra "humo", porque (en mi opinión) es el propio Satanás el que se ha infiltrado. ¿Cómo explicar, si no, el ataque sistemático, por parte de la misma Jerarquía de la Iglesia a todo aquello que huela a Tradición? (Véase el caso de los Franciscanos de la Inmaculada, y muchos otros que ahora mismo no recuerdo; ... y esto no ha hecho más que comenzar). Se está intentando cambiar (o anular) doctrinas que son intocables, porque son esenciales al Cristianismo [y lo son porque así han sido establecidas, de modo definitivo, por la Iglesia de veinte siglos que, asistida por el Espíritu Santo, ha seguido las directrices de su Maestro]. Y se pretende introducir otras (que son inventos de hombres), anulando las anteriores (que son invento de Dios). Todo esto no sería posible si no fuese por la falta de auténtica fe y por la cobardía de muchos Jerarcas de la Iglesia, que son malos pastores, y que están estropeando el rebaño que les ha sido encomendado.
(Continuará)
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En la actualidad el pueblo judío, en su conjunto, sigue sin aceptar a Jesucristo, como el Mesías prometido, y todavía siguen esperando a otro Mesías. Dentro de la dificultad que supone hablar del fin de los tiempos, tal vez el punto de más difícil comprensión sea el relativo a la conversión del pueblo judío (que no está, precisamente, por la labor). De todos modos, igual que en Adán (como representante de la raza humana) todos pecamos, es posible -a modo de hipótesis- que la conversión de un reducido grupo de judíos represente al pueblo judío en su totalidad; pues de hecho, cuando llegue el final serán muy pocos los que quedarán con fe en la tierra, que son los que constituirán la verdadera Iglesia, la que ha sido siempre fiel, desde el principio, al depósito recibido: "No temáis, mi pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino" (Lc 12,32) [En este sentido seguirían siendo válidas las palabras del Señor, como no puede ser de otra manera, de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia, puesto que ésta no será completamente destruida sino que vivirá en sus miembros, aunque éstos se encuentren diseminados por toda la tierra]
A la vista de los acontecimientos actuales si no estamos aún en el final, es muy probable que estemos bastante cerca. Aunque, claro está, siempre nos queda la incertidumbre con respecto a los tiempos bíblicos, pues "para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (2 Pet 3,8). En fin, sea como fuere, no tenemos ningún motivo para asustarnos, pues la consigna de Jesús sobre la necesidad de estar preparados en todo momento sigue siendo válida, tanto si estamos cerca de los últimos tiempos como si no lo estamos.
La conclusión acerca de lo todo lo que se ha dicho en estos artículos parece clara. Por una parte está el Dogma que no ha sido tocado ni puede serlo. Pero, por otra parte, aunque no se niegue, no se habla de él: por ejemplo, del carácter sacrificial de la Misa, de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, de la necesidad de pertenecer a la Iglesia como única tabla de salvación, de la existencia del pecado original y de los pecados personales, de la misericordia de Dios vinculada a la conversión y a la confesión de los pecados, de María como Virgen y Madre de Dios, de la Resurrección REAL de Jesucristo, que está en cuerpo y alma en el cielo (al igual que su Madre), etc...; y al no hablar de todas estas cosas, que constituyen la esencia del Cristianismo, verdades de carácter sobrenatural y que nos trascienden, entonces el cristiano acaba DE HECHO desconociéndolas y, desconociendo, por lo tanto, su propia Religión. Y si alguna noticia le llega, porque es inevitable, pensará que se trata de leyendas piadosas, propias de un determinado momento histórico, pero desfasadas, hoy en día. Alguno incluso llegará a pensar que todo eso que se cuenta en los Evangelios no ocurrió realmente; si acaso sólo aquello que fuese comprensible por su razón.
De este modo, por la vía de los hechos (en este caso, "hechos" de omisión), la Iglesia se iría esfumando, las nuevas generaciones no conocerían a Jesucristo, y las palabras de San Juan: "el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5,19b), que siempre han sido reales, pues son palabra de Dios, serían también aplicables a la Iglesia, una vez que ésta hubiera llegado a confundirse con el mundo... Frente a esto tenemos, no obstante, las palabras de Jesucristo, de que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16,189; por lo que sabemos que siempre quedará un resto que se habrá mantenido fiel, y que constituirá la verdadera Iglesia. Y en atención a ellos se adelantará la segunda venida de Jesús al mundo, "pues de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán" (Mt 24, 22). Y ahora Jesús no vendrá para sufrir ni para morir, "porque sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre Él" (Rom 6, 9). "Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria" (Mt 24,30)
¿Y qué sucede hoy con la Tradición y el depósito recibido? San Pablo tenía muy clara su misión: "No me avergüenzo del Evangelio, porque es una fuerza de Dios para la saalvación de todo el que cree, del judío en primer lugar y también del griego" (Rom 1, 16), "pues no todos tienen fe" (2 Tes 3,2). ¿Cómo debe proceder un cristiano con relación a los cristianos que han renegado de su fe? : "Os ordenamos, hermanos, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que os alejéis de todo hermano que ande ocioso y no conforme a la Tradición que recibieron de nosotros" (2Tes 3,6)
Estas palabras nos hablan de la importancia capital de la Tradición en la Religión católica, hasta el punto de que renegar de la Tradición equivale a renegar de Jesucristo y de su Iglesia. De ahí que no pueden entenderse ciertos sucesos que, influidos por el modernismo, vienen ocurriendo en el seno de la Iglesia, desde hace ya más de cincuenta años, pero especialmente en estos últimos años, si no es por intervención diabólica. Se dice en el Apocalipsis, hablando de la bestia, es decir, del Diablo : "Se le permitió hacer la guerra contra los santos, y vencerlos; y se le dio poder sobre toda tribu y pueblo, lengua y nación. Y le adorarán todos los que habitan la tierra, aquellos cuyo nombre no está escrito, desde el origen del mundo, en el libro de la Vida, del Cordero inmolado" (Ap 13,7-8).
(Continuará)