Y visto lo visto, yo me pregunto: ¿Por qué esa FIJEZA desde el Concilio Vaticano II hasta ahora, en cuestiones que, mal entendidas, pueden resultar incluso heréticas, como son el "ecumenismo" y el "diálogo interreligioso", entre otras?
El único sentido que tiene el ecumenismo, bien entendido, es que "los que no creen vuelvan al redil de la única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica". Sería necesario, en mi opinión, escoger bien los términos usados para no inducir a confusión o error al pueblo cristiano que se sigue manteniendo fiel a las enseñanzas de Jesucristo. Y así -pienso- habría que dejar de hablar tanto de ecumenismo (¡parece que no hay otro tema!) y cambiar esa palabra por la de catolicidad (por ejemplo) o algo parecido. ¿Por qué? Pues porque podría ocurrir -y es lo que está sucediendo- que un católico llegara a pensar que lo mismo da una religión que otra; al fin y al cabo, todos se van a salvar, cada uno en su religión; o incluso aunque no profese ninguna. Decir y enseñar estas cosas es antievangélico, no es conforme a las enseñanzas de Jesús quien dijo a sus discípulos: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). "Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea, se condenará" (Mc 15,16).
Pero, en fin: continúo con el e-mail que le dirigí a este amigo mío. Es lo que está escrito en letra Times. La primera parte del mismo ya se escribió y puede releerse pinchando aquí (de antemano, adelanto que puede haber ligeros cambios con relación al original, tales como señalar alguna cita bíblica, que había dicho de memoria o bien modificar la forma de alguna expresión. Por lo demás, todo ha quedado prácticamente igual:
Fíjate -le dije- en lo que dice san Pablo sobre las relaciones con los paganos: "No os unzáis a un mismo yugo con los infieles. Porque, ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿O qué tienen de común la luz y las tinieblas? ¿Y qué armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? ¿Y cómo es compatible el templo de Dios con los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios vivo" (2 Cor 6, 14-16). Lo que dije en esa entrada del blog a la que te refieres no es una opinión mía personal, pues lo que escribí fue haciendo siempre uso de la palabra de Dios, interpretada correctamente, esto es, según el sentir de la Iglesia de veinte siglos, no según la opinión personal de algunos papas que, al no hablar ex cathedra, pueden equivocarse; y que, de hecho y por desgracia, se equivocan cuando contradicen aquello que es intocable en la Iglesia.
El fundador de la Iglesia es Jesucristo y la misión de Pedro y de sus sucesores, los papas, es la de "confirmar a sus hermanos en la fe" (Lc 22, 32) y la de "guardar el depósito revelado" (1 Tim 6,20), "sin añadir ni quitar nada" (Ap 22,18-19).
Acerca de la Iglesia católica tenemos dos opciones: o es falsa o es verdadera. Si la Iglesia católica es la verdadera, entonces las demás no pueden serlo. Y si Dios nos ha concedido la gracia de la fe -único modo de adquirir esa seguridad- debemos estarle agradecidos, y pedirle que nos la aumente, porque cada día se hace más difícil mantenerse fiel en el mundo en que vivimos. No es soberbia ni presunción el estar absolutamente convencidos de estar en la verdad, porque este convencimiento no nos viene de nosotros, sino de Dios, que se fija precisamente en quienes menos se lo merecen: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido" (Mt 12,25). Dios ha escogido el desecho del mundo para confundir a los sabios y para que así se vea que la gloria es sólo suya y no nuestra.
Debe quedar bien claro que aquí no se está considerando a los demás como inferiores a nosotros; ni se está diciendo que sólo nosotros nos vamos a salvar y ellos no ... ¡En absoluto! ... Con relación a la salvación de cada persona concreta sólo Dios conoce todos los datos y las circunstancias de esa persona. Y el amor de Dios, que le llevó a entregar a su propio Hijo para que pudiéramos salvarnos, debería darnos bastante en qué pensar, y hacerlo en términos altamente positivos, pues "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4). Dios es mucho más bueno e infinitamente más bondadoso que pudiera serlo la madre Teresa de Calcuta. No es ése el problema.
El problema radica en la incompatibilidad entre contrarios. Si el que dice que Jesucristo es Dios está en la verdad, todo aquel que lo niega está en la mentira. Así de sencillo. ¿Qué "diálogo" cabe entre esas dos posiciones? Según el sentido común ... ¡ninguno!. Según lo políticamente correcto (tal como se entiende hoy el diálogo) parece que sí se puede dar ... pero ahí no existe verdadero diálogo; se trata de farsas y de montajes ... y eso no tiene nada que ver con la Verdad: ésta se encuentra sólo en Jesucristo y en su verdadera Iglesia, que es la Católica.
(Hasta aquí el e-mail)
Qué bueno y deseable sería que Dios nos concediera una gran fe en la Iglesia -en la Iglesia de siempre, la de veinte siglos de historia- y que diera luz a nuestra mente y fortaleza a nuestro corazón para no dejarnos engañar, no ya por el mundo - que es enemigo natural de la Iglesia - sino por aquellos malos pastores que pretenden destruir la Iglesia desde dentro, enseñando doctrinas que son meramente humanas.
Jesús nos previene contra ellos y les llama hipócritas: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan como doctrina preceptos de hombres" (Mt 15, 8-9). Y san Juan, hablando de los falsos hermanos: "De los nuestros proceden, pero no eran de los nuestros, porque si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros; así fue para que se manifestase que no todos son de los nuestros" (1 Jn 2,19). Y continúa diciendo más adelante: "¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el Anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2, 22-23) "Lo que habéis oído desde el principio, eso permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre" (1 Jn 2, 24). "Esto os he escrito respecto de los que tratan de engañaros" (1 Jn 2,26).
Todas estas ideas -y muchas más- podemos descubrirlas mediante la lectura meditada del Nuevo Testamento. El que se deje seducir -y sea engañado- será porque así lo ha decidido. La única voz que nos interesa es la del Buen Pastor, esto es, la voz de Jesús, en quien tenemos que permanecer si queremos salvarnos. Y no lo olvidemos: "Si alguien [no importa quien sea, aunque fuese un ángel del cielo o el mismísimo sucesor de Pedro] os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). Por otra parte, no debemos preocuparnos, porque sólo será engañado aquel que quiera ser engañado, aquél que haya optado en su corazón por el camino fácil y el rechazo de Dios.