Para llegar a la conclusión anterior no hay nada mejor que el análisis de los hechos. Los que vienen a renglón seguido son sólo algunos de ellos, relativos a la actuación del papa Francisco y a cuáles son, de verdad, sus preferencias que, por otra parte, no oculta. [En su momento, en este mismo blog ya analizamos unos cuantos más, que vienen recogidos en las entradas de título La vía de los hechos]. Veamos:
1. No condena a los que se manifiestan en contra de la divinidad de Jesucristo, como es el caso del cardenal Kasper, de quien, por otra parte, tiene un concepto muy elevado (siendo, como es, un claro partidario de dar la comunión a los divorciados y vueltos a casar).
2. Es muy amigo de las encuestas sobre determinados temas que no se pueden someter a ningún tipo de consenso.
3. Aunque no dice que la Iglesia sea una democracia (¡pues no puede decirlo!), sí da la impresión de que ese sea uno de sus objetivos, mediante la formación del grupo G-8 (ahora G-9). De hecho dice: "Yo sigo lo que los cardenales me han pedido". ¿Por qué tiene que hacer eso si es la Suprema Autoridad? Algo distinto es consultar o informarse bien sobre los temas, pero la decisión a tomar no debe estar influenciada por lo que le hayan pedido algunos cardenales.
4. No reprende a sacerdotes como Pagola y otros de su estilo que doctrinalmente dejan mucho que desear, por no decir algo más fuerte.
5. Permite espectáculos como el de infinidad de obispos bailando en la JMJ de Brasil, haciendo el ridículo más espantoso.
6. Concelebra misa -él mismo- con Michele De Paolis, un sacerdote homosexual, de ideología marxista y partidario de la teología de la liberación.
7. En los diez consejos para ser feliz que ha dado recientemente, en una entrevista de 77 minutos concedida a la revista "Viva" no menciona a Dios ni una sola vez, lo que es preocupante. Aquí hay una versión ilustrada de los diez consejos
En fin, son tantas las situaciones de permisividad reinante en esta "nueva Iglesia" (pues no sé cómo llamarla) que es muy fácil que podamos acabar acostumbrándonos a los disparates más disparatados ... ¡lo que sería muy grave, por nuestra parte! ... También nosotros tenemos nuestra responsabilidad y debemos ejercer bien la libertad para no dejarnos engañar por doctrinas extrañas y ajenas al mensaje de Jesucristo (aunque sea el mismo Papa quien las diga). Cada uno tiene la responsabilidad de su propia vida y no puede escudarse en que si tales obispos o tales Papas han dicho o han dejado de decir ... ¡No, eso sería caer en el engaño, un autoengaño culpable por negligencia!
Nunca hay que acostumbrarse al error y al mal, como si eso fuese lo normal (aunque sea lo más frecuente). Una cosa es la moral y otra, muy distinta, la estadística. Si queremos realmente que Jesucristo signifique algo para nosotros, es preciso que llamemos a las cosas por su nombre. Y si no lo hacemos así es que Jesús cuenta muy poco -o nada- en nuestra vida: el que no ama la verdad no puede amar a Cristo, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14,6).
Ya conocemos cuáles son las preferencias del papa Francisco. Pero lo peor de todo es que -por desgracia-, el inventor de la "misericordina" castiga de modo "inmisericorde" a los que se mantienen fieles a la Tradición de la Iglesia de siempre: desde detalles tan simples como el molestarse porque un monaguillo vaya con las manos juntas, en actitud de respeto hacia lo que es sagrado, hasta llegar a prohibir la misa en latín, e incluso el cierre de seminarios a los Franciscanos de la Inmaculada (e infinidad de cosas más que aquí no se cuentan) pasando por el hecho de que en las misas diarias de santa Marta no desperdicia ninguna ocasión para lanzar diatribas en contra de los que él llama cristianos "tristes", "formalistas", "santurrones", "con cara de pepinillo avinagrado" e infinidad de expresiones más por el estilo. Y esto prácticamente todos los días y a todas horas.
Franciscanos de la Inmaculada |
(Continuará)