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sábado, 2 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (9) [Obediencia al Papado]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Afortunadamente, el que ha conocido a Jesucristo -aunque sea un poquito- sabe que su vida ya no tiene ningún sentido si no es a su lado y prefiere morir antes que negarlo. Sabe que no todas las religiones son iguales y que una sola es la verdadera y ésa es, precisamente, la católica. ¡Bueno, pues estas cosas no se le dicen a la gente! 

Se calla que los cristianos que están siendo asesinados diariamente a causa de su fe, así como los que han sido expulsados de Mosul son, precisamente, aquellos que creen que Jesucristo es Hijo de Dios y que está realmente presente en la Eucaristía [es decir, los cristianos que creen en la Tradición de la Iglesia]. Se han jugado la vida por amor a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. 

Si los cristianos de Mosul, por ejemplo, hubieran pensado [como hoy se nos quiere hacer creer a los católicos desde determinados sectores de la Jerarquía eclesiástica]  que lo mismo da una religión que otra y que, al final, todos se salvan, no importando la religión que profesen o incluso aun cuando no profesen ninguna ... si hubieran pensado eso -digo- ¡se habrían quedado en Mosul y hubieran renunciado a su fe, casi con toda seguridad, porque ¿acaso merece la pena complicarse la vida e incluso jugársela por ser fieles a Jesucristo y a su Iglesia si, desde la misma Jerarquía, te están diciendo -más o menos solapadamente o incluso abiertamente-  que da lo mismo ocho que ochenta? 


Por supuesto que ellos negarían haber dicho tales cosas y que se les ha entendido mal. ¡Lamentablemente no es así! Es una realidad, que estamos viendo todos los días, que lo que hoy más preocupa a las altas Jerarquías son los tan manidos -y más que discutibles- temas del ecumenismo, la colegialidad, el diálogo interreligioso y la libertad religiosa. ¡Esos parecen ser los problemas más importantes por los que atraviesa la Iglesia en la actualidad! 


En cambio, el más grave problema, que es la pérdida de fe en los fundamentos del Cristianismo y en todo lo que huela a sobrenaturalidad, se omite. E incluso se da por supuesto que eso es algo que todos los cristianos conocen: ¡nada más lejos de la realidad! ¡Qué pocos católicos conocen su fe! Una pastoral que ignora esto no puede ser buena. Nadie puede vivir conforme a algo que no conoce. Una auténtica pastoral pasa siempre por el Dogma. Ambas van unidas. Y aunque el dogma no se niega expresamente (pues no puede hacerse) los hechos confirman que los verdaderos católicos, aquellos que conocen algo su fe e intentan, con la ayuda de Dios, poner en práctica sus creencias, esos católicos cada vez son menos. 


La Iglesia está necesitada de verdaderos y auténticos cristianos. Éste es el grandísimo problema que tiene hoy planteada la Iglesia ... pero no se hace nada para remediarlo. Es más: da la "casualidad" de que esos cristianos, que son los únicos que merecen llamarse así ... ¡atención! ... tales cristianos son, precisamente, aquellos que siguen viviendo conforme a la Tradición de la Iglesia de siempre, los "tradicionalistas", los llamados por el papa Francisco "fundamentalistas", los que, en la "nueva iglesia", están de más, pues -de hecho- se les combate fuertemente en el seno de la misma Iglesia, como hemos podido ver en otras entradas.


Esta "nueva iglesia" anda "preocupada" sólo por los problemas meramente humanos, como la Marta del Evangelio, a quien Jesús le dijo: "Marta, Marta, te preocupas e inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada" (Lc 10, 41-42). No tiene sentido hablar de problemas meramente humanos, porque no hay verdadero problema humano que no pase por Jesucristo, que es el único en quien vienen dadas todas las soluciones a todos los problemas de la humanidad de todos los tiempos y lugares


Se pretende que la verdadera realidad cristiana es aquella que pasa por vivir conforme a lo que hoy se ha dado por llamar el "espíritu" del Concilio, un "espíritu" que nadie sabe lo que es, en realidad [ya que puede ser un espíritu "bueno" pero también un espíritu "malo"] y que, por lo visto, se encuentra en cualquier persona humana, por el mero hecho de ser persona.



Mujeres cristianas en una iglesia de una aldea iraquí de la zona de Al Qosh
De ese "espíritu" se dice que es "abierto, comprensivo, dialogante, etc",..., todo lo que se quiera ... lo que está muy bien, en principio ... pero incluso aun cuando se tratase de un espíritu "bueno" seguiría sin ser el Espíritu de Cristo. ¿Por qué? ¿Cómo podemos reconocer el Espíritu de Cristo, sin que haya lugar a dudas? La respuesta se encuentra en el Nuevo Testamento: "En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios; pero el espíritu que no confiese a Jesús no es de Dios; ése es el Anticristo, el cual oísteis que viene, y ahora ya está en el mundo" (1 Jn 4, 2-3).

Hay infinidad de textos que hablan del Espíritu (escrito con mayúscula): "Cuando venga el Paráclito que Yo -decía Jesús-os enviaré del Padre, el Espíritu de la Verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí" (Jn 15,16). "Él me glorificará porque recibirá de lo Mío y os lo anunciará" (Jn 16,14). Y san Pablo: "Todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu (...) para formar un solo cuerpo" (1 Cor 12, 13). "Vosotros sois cuerpo de Cristo y cada uno un miembro de Él" (1 Cor 12, 27) "que Dios dispuso en la Iglesia (1 Cor 12, 28). 


El Espíritu Santo no es cualquier "espíritu" (ni siquiera el "espíritu" del Concilio Vaticano II que nadie sabe en qué consiste), sino que es el Espíritu de Jesucristo. Y este Espíritu va unido -de modo infalible e indisoluble- a su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, aquella Iglesia que Jesús fundó (la Única Iglesia, pues único es el Cuerpo) que es la que se mantiene fiel al depósito recibido: "Timoteo, guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 20-21). Por eso, la autenticidad del Espíritu se pone de manifiesto, entre otras cosas, en la obediencia y aceptación del depósito recibido, es decir, de todo lo que está definido dogmáticamente en los veinte concilios anteriores al Vaticano II. 

¿Obediencia al Papado?: ¡siempre y totalmente! Ubi Petrus, ibi Ecclesia ¿Obediencia a un determinado Papa?:  ¡Sólo si lo que dice no contradice al Papado y actúa representado a Jesucristo y no omitiendo nada del depósito Revelado que él tiene la misión de que se conozca y de que se haga cumplir! Sus opiniones personales (que en teoría deberían corresponderse con lo que es su misión específica) no cuentan -es más, deben ser rechazadas- si, por lo que sea, son disconformes a lo que siempre ha dicho la Iglesia de veinte siglos.



(Continuará)