Da la impresión de que la llamada "nueva" Evangelización, nombre confuso, elegido así a propósito en mi opinión, lleva en sí misma la idea de una "nueva" Iglesia ... Ciertamente eso no puede ser, en teoría, pero es lo que parece. En realidad no es algo nuevo, sino que tiene su origen en el Concilio Vaticano II. Sin embargo, es ahora cuando se están manifestando, con más fuerza, las consecuencias (¡nefastas para la Santa Madre Iglesia!), tanto del Concilio Vaticano II (años 1962 a 1965) como del post-Concilio.
Como acabo de decir, en teoría -y esto se especifica así en sus propios documentos - el CONCILIO VATICANO II es SÓLO PASTORAL y NO es INFALIBLE. No se presenta como dogmático, de modo que, en principio, no se requiere de un asentimiento absoluto a todo lo que diga este Concilio so pena de caer en herejía. Sin duda, esto es Providencial, pues hay ciertos puntos de algunos documentos del Concilio que son, cuando menos, bastante discutibles, doctrinalmente hablando.
Si un católico, en la lectura de un determinado documento del Concilio II encuentra que todo lo que lee no presenta ninguna contradicción con lo definido como dogma en los Concilios anteriores y en particular con lo definido en el Concilio Vaticano I, pues, ¡adelante! ... a seguir las indicaciones del Concilio. Ahora bien: si existe -claramente- tal contradicción, pues adelante también, ... ¡pero en otro sentido! Se corre un tupido velo, como si no se hubiera dicho nada, y se actúa en conciencia conforme a lo que sí que ha sido definido expresamente como dogma en concilios anteriores. La razón es clara: Si un concilio ha definido algo de modo infalible, como dogma, ningún concilio posterior puede cambiar ese dogma.Y no debe olvidarse tampoco que nada de lo que se ha dicho en el Concilio Vaticano II se ha definido de modo infalible. Yo pienso que tendríamos que hacer -en este contexto concreto- lo que decía el apóstol Pablo: "Probadlo todo y quedaos con lo bueno" (1 Tes 5,21)
Dice Brunero Gherardini, en su libro "Vaticano II: UNA EXPLICACIÓN PENDIENTE" (de lectura obligada para poder entender un poquito lo que está ocurriendo): "Cuando un concilio se presenta a sí mismo, al contenido y a la razón de sus documentos bajo la categoría de la pastoralidad autocalificándose, así, como pastoral... no puede pretender la calificación de dogmático, ni otros pueden conferírsela (...) Ésta es la ratio que guió, desde el principio hasta el fin, al Vaticano II. Quien, citándolo, lo equipara al Tridentino y al mismo Vaticano I, acreditándole una fuerza normativa y obligatoria que por sí mismo no posee, hace algo ilegítimo y en última instancia no respeta al concilio". Y continúa más adelante: "Alguno dirá que nunca nadie ha definido como dogmático al Vaticano II y, a fin de cuentas, es cierto. Pero es también cierto que magisterio, teología y operadores pastorales han hecho del Vaticano II un absoluto. Un error de base, sobre el cual se ha construido el edificio postconciliar y contra el cual es necesario reaccionar"
En principio no tendría por qué haber ningún problema, pues de modo explícito decía el Papa Juan XXIII que nadie debería preocuparse porque no se trataba de definir nuevas verdades; tan solo de hacer más accesibles a la gente las mismas verdades. En realidad, sobre papel, todos los Papas posteriores al Concilio han hablado de continuidad con respecto a la doctrina multisecular de la Iglesia. Y no han hablado nunca de ruptura. "El mismo Papa Benedicto XVI, a principios de su Pontificado (22 de diciembre de 2005) manifestó viva sensibilidad por el problema del Vaticano II y fijó el criterio de su recta interpretación en lo que llamó hermenéutica de la continuidad. (...) Es un claro síntoma de que el problema existe y de que el primero en reconocerlo es el Sumo Pontífice" (Gherardini)
Sin embargo, hay un problema de hecho, tanto en lo que se refiere al contenido -en sí mismo- de algunos documentos del CVII (de clara influencia modernista) así como al carácter de absoluto -y de impositivo- que se le está dando al Vaticano II (en contra de lo que el mismo concilio dice que se haga) ... Aunque teóricamente, según decía el propio Benedicto XVI en el discurso a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005, habría que hablar de una "hermenéutica de la reforma y de la renovación en la continuidad del único sujeto-Iglesia que el Señor nos ha dado" lo cierto y verdad es que no todos los documentos del Vaticano II colaboran en dicho desarrollo y la innovación va más allá de la frontera de lo contingente.
Como sigue diciendo Gherardini "parece difícil negar que el post-concilio recorrió su camino sin imponerse frenos y que tomó formalmente como referencia el concilio pero, de hecho, rompió los diques de la gran Tradición, dentro de los cuales el concilio mismos había intentando contener su curso" (...) A las innovaciones post-conciliares les faltaba casi siempre el vínculo con "este mismo pensar y este mismo sentir" [que es lo propio de los cristianos], el reflejarse en la identidad tradicional de la fe y de la doctrina; el intento sincero de confesar la fe de un modo unívoco".
Ahí tenemos los grandes temas sobre la "libertad religiosa", la "colegialidad", el "diálogo interreligioso", el mal entendido "ecumenismo", que no es tal, en realidad y algunos puntos más, que necesitan ser aclarados. La interpretación, de estilo modernista, que se está dando, en la actualidad, a esos temas -y a muchos otros concernientes a las verdades fundamentales de nuestra fe- esta conduciendo -aunque no se quiera ver o no se quiera reconocer- a una ruptura con la Iglesia de siempre, la Única Iglesia fundada por Jesucristo.
Al igual que hay "un solo Cuerpo y un solo Espíritu" (Ef 4,4) pues hay "un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos (...) también hay una sola Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo, un Cuerpo que es único ... y del que nosotros somos sus miembros (1 Cor 12, 27). "A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida en que Cristo quiere otorgar sus dones" (Ef 4, 5-7): "A algunos constituyó como apóstoles, a otros evangelizadores, a otros pastores y doctores (...) para la edificación del cuerpo de Cristo" (Ef 4,11). El objetivo es muy claro: "Que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13). Y el modo de lograrlo también: "Que viviendo la verdad con caridad, crezcamos en todo hacia Aquél que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo (...) va consiguiendo su crecimiento para su edificación en la caridad" (Ef 4, 15-16)
(Continuará)