Y es que, en efecto, la Iglesia será la misma (no puede perecer), pero sin duda que es diferente de la que existió hasta el Concilio Vaticano II, por más que las nuevas generaciones no puedan imaginarla porque jamás la vieron. Pero, ¿cómo alguien puede pretender que la Iglesia de la Gran Apostasía es más auténtica que la que durante veinte siglos luchó contra las herejías? ¿A tanto han llegado el poder de la seducción y la claudicación humana, como para que se pretenda imponer al conjunto de los fieles que piensen que es blanco lo que a la vista está que es negro, o que admitan que es negro lo que están contemplando como blanco?
¿Que algunos se ven forzados a vivir de la nostalgia y a sentirse abrumados entre sollozos y llanto … ? ¿Y cómo podría ser de otra manera …? Ellos ciertamente saben que la Iglesia está ahí, puesto que es indefectible y las Puertas del Infierno no pueden vencerla (Mt 16:18). Lo cual, siendo tan cierto, no es óbice para que a veces sea difícil reconocerla y encontrarla.
Aunque el Papa Francisco parece no querer reconocerse como Pedro, el lema de San Malaquías se muestra decidido (curiosidades y misterios de la Historia) a encasquetarle el nombre para convertirlo, quieras que no, en el único Papa de la Historia que ha llevado el nombre del Príncipe de los Apóstoles [Ver nota final]. Por el contrario, el Papa Francisco insiste en que es el Obispo de Roma, lo cual, como todo el mundo sabe, es absolutamente cierto. Aunque de todos modos resulta extraño su empeño en resaltar tal condición de Romano, como si deseara enfatizar este segundo nombre para poner en un segundo plano al del Príncipe de los Apóstoles.
¿Obispo de Roma? Ciertamente que sí, aunque también sucesor de Pedro y Papa de toda la Iglesia: Petrus Romanus, el último de los que gobernarán la Iglesia, según la relación de San Malaquías, una vez llegado el fin de los Tiempos
En los momentos actuales -segunda decena del siglo XXI- la Iglesia está siendo ferozmente atacada en la propia Roca sobre la cual fue erigida. La Piedra inamovible, base y fundamento que habría de asegurarla para siempre contra cualquier intento de destrucción, está sufriendo gravísimas acometidas por parte de Alguien que ansía derribar todo el Edificio que se sustenta en ella. Y la operación posee todas las trazas de lograr el éxito de lo que con ella se pretende.
Con respecto a lo cual, si hay quien se atreva a comparar los ataques sufridos por el Papado, a lo largo de una historia de veinte siglos, con la gravedad de los que actualmente están siendo dirigidos contra el Bastión, es que desconoce por completo la Historia pasada y padece absoluta ignorancia de la actual.
El Enemigo ha logrado penetrar en la Fortaleza -también es frase de Pablo VI- y ahora está centrando la fuerza de sus ataques contra la misma Base y Fundamento que la sustentan, y que no son otros sino el Papado. Mientras tanto, todo parece indicar que entre los Papas postconciliares ninguno ha dado muestras de ofrecer resistencia. Y como prueba quizá la menos importante que se podría aportar, ahí está la eliminación de todas las insignias y emblemas papales: desde la supresión de la tiara y de la silla gestatoria hasta el trono de San Pedro y el Anillo del Pescador, que son los dos últimos distintivos que el Papa Francisco ha hecho desaparecer.
Pero el Asalto definitivo a la Roca, con la consiguiente Apostasía de la Iglesia Universal, no hubiera tenido lugar jamás ni tampoco gozar de la menor oportunidad de éxito sin el consentimiento de lo Alto. Sin embargo, Dios dará en aquellos momentos licencia y poder al Enemigo para hacer la guerra contra los santos y vencerlos. [ver Ap 13, 13]
Y sucede que todos los síntomas que apuntan hacia el final de la Batalla son favorables al Enemigo, con el terrible resultado que parece previsible. Lo cual quiere decir, para quien tenga entendimiento, que los momentos actuales por los que está atravesando la Iglesia, y pese a la extraña inoperancia y absurda indiferencia de sus fieles, serían más que suficientes para inquietar a cualquiera.
¿Coincidirá el Papa Francisco con el Pedro Romano anunciado por San Malaquías? Y todo parece indicar que sí. O tal vez no, en cuyo caso le quedará a la triste Humanidad la confianza en un nuevo y verdadero Amanecer, presidido por la que es Madre de toda la Iglesia, la Virgen María, la Mujer que al fin aparecerá vestida del Sol, la Luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. La cual será para los fieles su única y verdadera Esperanza, mientras dura el tiempo de los dolores y hasta que amanezca la luz del nuevo día.
Conclusión
En los momentos actuales -segunda decena del siglo XXI- la Iglesia está siendo ferozmente atacada en la propia Roca sobre la cual fue erigida. La Piedra inamovible, base y fundamento que habría de asegurarla para siempre contra cualquier intento de destrucción, está sufriendo gravísimas acometidas por parte de Alguien que ansía derribar todo el Edificio que se sustenta en ella. Y la operación posee todas las trazas de lograr el éxito de lo que con ella se pretende.
Con respecto a lo cual, si hay quien se atreva a comparar los ataques sufridos por el Papado, a lo largo de una historia de veinte siglos, con la gravedad de los que actualmente están siendo dirigidos contra el Bastión, es que desconoce por completo la Historia pasada y padece absoluta ignorancia de la actual.
El Enemigo ha logrado penetrar en la Fortaleza -también es frase de Pablo VI- y ahora está centrando la fuerza de sus ataques contra la misma Base y Fundamento que la sustentan, y que no son otros sino el Papado. Mientras tanto, todo parece indicar que entre los Papas postconciliares ninguno ha dado muestras de ofrecer resistencia. Y como prueba quizá la menos importante que se podría aportar, ahí está la eliminación de todas las insignias y emblemas papales: desde la supresión de la tiara y de la silla gestatoria hasta el trono de San Pedro y el Anillo del Pescador, que son los dos últimos distintivos que el Papa Francisco ha hecho desaparecer.
Pero el Asalto definitivo a la Roca, con la consiguiente Apostasía de la Iglesia Universal, no hubiera tenido lugar jamás ni tampoco gozar de la menor oportunidad de éxito sin el consentimiento de lo Alto. Sin embargo, Dios dará en aquellos momentos licencia y poder al Enemigo para hacer la guerra contra los santos y vencerlos. [ver Ap 13, 13]
Y sucede que todos los síntomas que apuntan hacia el final de la Batalla son favorables al Enemigo, con el terrible resultado que parece previsible. Lo cual quiere decir, para quien tenga entendimiento, que los momentos actuales por los que está atravesando la Iglesia, y pese a la extraña inoperancia y absurda indiferencia de sus fieles, serían más que suficientes para inquietar a cualquiera.
(Padre Alfonso Gálvez)
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Nota final: Para entender bien la razón por la que el nombre "Pedro Romano" puede asignarse perfectamente al papa Francisco [aunque no necesariamente] habría que leer el artículo completo al que hice referencia al principio, pues un resumen como éste, en el que copio exactamente las propias palabras del autor, queda ciertamente con lagunas, aunque la conclusión quede bien clara.