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viernes, 12 de septiembre de 2014

UN SÍNODO SOBRE LA FAMILIA O UN EXTRAÑO SINCRETISMO [P. Alfonso Gálvez]

El Próximo mes de Octubre se va un celebrar en Roma un Sínodo sobre la Familia. Un gran número de Altas Jerarquías de la Iglesia, Obispos y Consultores de todo el mundo: El Papa como Presidente General, un Secretario General, varios Presidentes Delegados, un Relator General, un Secretario Especial, diversas Comisiones de las Iglesias Orientales Católicas, los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, los Cardenales Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, los Miembros del Consejo Ordinario, otros Miembros de Nómina Pontificia, un gran número de Colaboradores y un extenso etcétera que componen en total una larga lista.

Como no podía esperarse menos, el cristiano de a pie, guardando siempre las formas y el debido respeto, tiene perfecto derecho a reflexionar y expresar su pensamiento acerca de lo que hace y dice la Jerarquía que gobierna la Iglesia a la que él pertenece. San Pablo exhortaba a los cristianos con la siguiente consigna:Examinad todas las cosas, retened lo bueno y apartaos de toda clase de mal (1 Te 5:21). Por otra parte, el Cristianismo es la Religión que más ha abogado por la búsqueda de la verdad: No os escribo porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad, decía el Apóstol San Juan en su Primera Carta (2:21).

Y lo primero que se le ocurre al cristiano común que piensa, con respecto a tan enorme e importante acontecimiento eclesial es acerca de su objeto y, por supuesto, de su oportunidad. Claro que cuando la legítima Jerarquía lo convoca es porque habrán sido propuestos unos fines bien determinados, promovidos por una clara necesidad, buscando todos ellos el mejor bien de la Iglesia y lo más conveniente a la salvación de las almas. Es evidente que la Iglesia debe adaptarse a las exigencias de los tiempos y a los requerimientos de todos los lugares.

Pero de ningún modo está obligado el cristiano de la calle a comprenderlo todo, y de ahí su legítima ansiedad a preguntarse por los últimos porqués (y también por los primeros). Tampoco le ha negado nadie algo que es tan natural al ser humano cual es la capacidad de asombrarse ante lo que presencia. Pues fue precisamente el asombro lo que motivó en los albores del pensamiento humano el nacimiento de la Filosofía. Ahora bien, nadie se atreverá a poner en duda que muchas cosas que suceden en la Iglesia actual no dejan de suscitar admiración.

Un Sínodo Universal sobre la Familia. En el que la Iglesia, según se dice, tratará de afrontar los desafíos que el mundo moderno presenta ante la Doctrina tradicional sobre la Familia. ¿Quizá una Nueva Doctrina? ¿Nuevas aportaciones que complementen y seguramente apuntalen la Doctrina tradicional de la Iglesia? ¿Un intento de añadir especificaciones que faltan en la Revelación o de suprimir otras que sobran? ¿Tal vez de cambiarlas y modificarlas? Todo ello enfocado, claro está, desde la perspectiva de las necesidades del mundo moderno, que es, en último término, el elemento determinante que ha provocado el problema.

Como puede verse, las preguntas se acumulan en número sobre el ingenuo pensamiento del cristiano corriente. La primera de las cuales es la siguiente: Si el problema, en primera y última instancia, viene determinado por las exigencias del mundo moderno, que es el que ha obligado a re-examinar los datos de la Revelación, ¿dónde queda la fe de la antigua creencia según la cual es la Palabra de Dios la que juzga y determina al mundo, y no el mundo el que juzga y determina la Palabra de Dios?

Y las preguntas podrían continuar. Una renovación y actualización de la Doctrina sobre la Familia. ¿Pues no estaba ya contenida esta Doctrina en el Nuevo Testamento, y concretamente en el Evangelio y en las Cartas de los Apóstoles?

Para lograr una cierta comprensión de la necesidad de este importante Sínodo es necesario partir de la idea según la cual la Iglesia ha formado a la Familia cristiana sobre la base de unos principios incompletos. Millones de familias cristianas han vivido durante siglos fundamentadas sobre la base de unas estructuras que ahora se descubren como erróneas o al menos como incompletas.

Claro está - se dice ahora - que no se trata de eso. Sino de responder a las necesidades provocadas por los nuevos desafíos con los que el mundo moderno amenaza la Doctrina de la Iglesia.

Una clara falacia que esconde, a su vez, dos grandes mentiras que en realidad se reducen a una.

En primer lugar, que no es el mundo moderno el que amenaza a la Iglesia acerca de su Doctrina sobre la Familia. Sino el mundo de siempre es el que ha amenazado y estado en constante oposición contra la Iglesia. El mundo no ha dejado en ningún momento de combatir a la Iglesia y al Evangelio predicado por ella, y de ahí que sea falso decir que es el mundo moderno el que amenaza, como si de una cosa nueva se tratara.

En segundo lugar, hablar de nuevos desafíos que se presentan contra la Familia, ante los que - según parece - son incapaces de dar respuesta la Revelación ante todo, y las Enseñanzas de la Iglesia de veinte siglos después, no tiene ningún sentido. ¿Quién y cómo ha sido descubierto tal problema - un tremendo fallo en la Doctrina - y cuándo ha sido demostrado?

Pero hay algo más que confunde al cristiano del montón, llamado por su misma situación y naturaleza a escuchar y aprender de las enseñanzas de la Iglesia Jerárquica (a este grupo de cristianos se les denominaba en la Doctrina antigua como Iglesia discente): El solo hecho de poner sobre el tapete toda esta problemática induce a pensar en dos cosas:

Tiene que ver la primera con el hecho de que la Doctrina de la Nueva Ley, que es la que induce al cristiano a vivir una vida nueva en Cristo, está incompleta; en cuanto que no ha sido capaz de adaptarse a las necesidades de todos los tiempos y lugares.

La segunda se refiere a la sospecha de la relatividad de la Revelación. Como si estuviera en lo cierto el Modernismo al asegurar que la Palabra de la Escritura tiene que adaptarse al pensamiento de los hombres, según las circunstancias de los diversos tiempos y lugares (historicismo).

Es difícil evitar la sensación, una vez reunido tan gran número de gentes provenientes de tan diversos lugares, y con tantos matices en sus creencias pretendidamente comunes, de que el Sínodo busca encontrar una solución consensuada, según se dice en el argot moderno. Pero nadie ha demostrado todavía que la verdad se logre nunca a través de opiniones diversas contrastadas y consensuadas: pues de la mezcla de lo diverso, y aun de lo contrario, no puede surgir la sencillez de la verdad.

El resultado final, que es en realidad a lo que se expone el Sínodo, no es otro sino la posibilidad de aumentar la confusión y debilitar todavía más la ya vacilante fe de unos cristianos que forman parte de una Iglesia en crisis.


Padre Alfonso Gálvez