El hecho de que un Obispo se atreva nada menos que a defender la Fe y se quede solo, sin nadie que
le siga ni le defienda, es cosa ya vieja en la Iglesia. Y no ya que se quede
solo, sino que además sea perseguido con saña hasta el exterminio, si fuera
posible. La cosa incluso parece que ya se ha hecho tradición en la Iglesia.
Desde San Atanasio, en el siglo IV, Obispo de Alejandría y campeón invencible
en la lucha contra la herejía arriana, que sin embargo fue llevado a prisión y
expulsado hasta cinco veces de su Sede, hasta hoy, la historia se
repite.
En nuestros recientes tiempos, todo el mundo conoce el caso
de Mons. Rogelio Livieres, Obispo de Ciudad del Este y cuya trayectoria y
ejercicio de su Ministerio no vamos a especificar aquí por ser demasiado
conocidos. La Conferencia Episcopal del Paraguay fue precisamente el dedo
acusador del infeliz Prelado (la vida y milagros de los componentes de la tal
Conferencia también son conocidos), señalándolo poco menos que como
delincuente.
Con todo, hay algo en este asunto que aún llama más la
atención. El Gobierno de la Prelatura del Opus Dei (el Obispo pertenece al Opus
Dei) se apresuró a tomar
distancias sobre la postura y las declaraciones del Obispo. Las cuales
habían consistido en proclamar su actitud de obediencia y exhortar a sus
seminaristas a que fueran fieles a la Tradición y se mantuvieran también en esa
misma línea de obediencia.
No podemos saber lo que pensaría el Fundador de la Obra si la contemplara tal como está en
estos momentos..., pero podemos suponerlo. Algo que nació bajo tan felices
auspicios, hasta el punto de suscitar el entusiasmo de Pío XII, ha descendido
ahora a tal situación de servilismo y acercamiento a las Nuevas Doctrinas, que bien
podría ser calificada como lastimosa y lamentable. En el mismo sentido,
igualmente parece penosa la actitud del Cardenal Cipriani, Arzobispo de Lima y
también miembro del Opus Dei. El cual, ante el terremoto recientemente
suscitado en la Iglesia por los últimos resultados del Sínodo de la Familia, ante los
que tan valientemente han protestado algunos Cardenales, Cipriani, sin embargo,
bien conocido por su espíritu conservador y de fidelidad a la Iglesia, está
manteniendo un pudoroso silencio. No tendría nada de particular que algunos
pensaran que el Cardenal temiera que el Gobierno del Opus Dei también tomara distancias respecto a él; aunque es de esperar
que no sea así, a fin de que muchos no tengamos que rectificar el buen juicio
que hasta ahora manteníamos con respecto a su persona.
Y con esto llegamos al caso del Obispo de Alcalá, en
España. Un gran Obispo, de quien me precio haberlo conocido personalmente y de
quien puedo dar fe, por lo tanto, de su fidelidad a la Iglesia y de su grandeza
de espíritu.
Pero ha cometido nada menos que el terrible delito de
condenar el aborto como lo que es: crimen nefando, abominable ante Dios,
condenado por la Iglesia y por cualquier hombre de buena voluntad..., e incluso pingüe negocio para muchos aprovechados. Con lo cual
han ocurrido las dos cosas que eran de esperar:
La primera, que toda la jauría de defensores del aborto
(aquí una interminable lista) han salido a devorarlo. Acerca de lo cual hemos
de reconocer que, al fin y al cabo, están
en lo suyo.
La segunda es más extraordinaria todavía, aunque es de
reconocer que incluso era todavía más de esperar y además conforme a las
costumbres: el silencio más
absoluto de la Conferencia Episcopal Española: ¿Acaso es que también están
en lo suyo?
Cuando nacieron las Conferencias Episcopales, como uno de
los productos del Concilio Vaticano II, muchos
alarmistas ya dijeron que no iban a servir sino para coartar la legítima
autonomía de los Obispos, fundamentada en la misma Constitución divina de la
Iglesia. Parece que el tiempo les ha dado en gran parte la razón, además de que
rara vez, o nunca, han emitido documento alguno que dijera algo que valiera la
pena. En la Iglesia universal, los fieles hace tiempo que ya se acostumbraron a pasar de ellas.
En el caso concreto de la Conferencia Episcopal
Española, he oído decir a algunos que no podía esperarse de ella nada en favor
del Obispo de Alcalá: sería decir
algo, y contravenir por lo tanto el voto
de silencio que parece haber
pronunciado desde su creación. Algunos, más atrevidos, incluso llegan a decir
que debe tenerse en cuenta que, de una manera o de otra, directa o
indirectamente, la Conferencia ha apoyado siempre al Partido Popular actualmente
en el Gobierno de España, y responsable directo del homicidio (asesinato) de
miles de niños españoles que nunca han nacido ni que tampoco nacerán;
precisamente en un país que ostenta uno de los índices más bajos de natalidad
del mundo.
En la Iglesia actual ---la Iglesia de la Apostasía--- se ha
hecho cosa corriente que Obispos y Cardenales hagan caso omiso de las Leyes
Divinas. Parece que, entre su mala memoria y en que generalmente ignoran la
Palabra de Dios contenida en las Escrituras, han olvidado la sentencia
inapelable de San Pablo: No os
llaméis a engaño; de Dios nadie se ríe (Ga
6:7).
Los españoles participan del estado general de dormición que hoy domina en el mundo occidental.
No se dan cuenta de que España, que hace tiempo que olvidó su acendrado y
tradicional cristianismo, no solamente está a punto de desaparecer como Nación,
sino de desmoronarse por completo y quedar sumergida en la ruina. O en algo
peor: esclavizada y en el más fétido de los basureros.
Nota: La carta pastoral completa de Monseñor Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares puede leerse pinchando aquí.