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lunes, 20 de octubre de 2014

Pecado y Ley natural desaparecen de un plumazo

El presente artículo es un resumen o extracto de un artículo de Roberto de Mattei, usando prácticamente sus mismas palabras, y resaltando aquellas frases de su artículo que más me ha llamado la atención. El titulo de dicho artículo es "Resistir a la tendencia herética. La Relatio de Erdö borra de golpe el pecado y la ley natural". Puede leerse completo pinchando aquí.

La Relatio post disceptationem redactada por el Cardenal Erdö resume la primera semana de trabajo del Sínodo y lo orienta con sus conclusiones. Con la relación presentada por el Cardenal Péter Erdö el 13 de octubre de 2014 en el Sínodo sobre la familia, la revolución sexual irrumpe oficialmente en la Iglesia, con consecuencias devastadoras en las almas y en la sociedad. Queda borrado el sentido del pecado, abolidas las nociones de bien y de mal, suprimida la ley natural; y archivada toda referencia positiva a los valores, como la virginidad y la castidad


Se afirma, además, un nuevo asombroso principio moral, la “ley de gradualidad”, que permite captar elementos positivos en todas las situaciones hasta ahora definidas por la Iglesia como pecaminosas. El mal y el pecado no existen en cuanto tales. Existen sólo “formas imperfectas de bien” (n.º 18). “Se hace, por lo tanto, necesario un discernimiento espiritual, acerca de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus confines visibles y sacramentales.” (n.º 20).

El problema de los divorciados vueltos a casar es el pretexto para que pase un principio que echa por tierra dos mil años de moral y de fe católica. Cae todo tipo de condena moral, porque cualquier pecado constituye una forma imperfecta de bien, un modo incompleto de participar en la vida de la Iglesia. Se dice: “Una sensibilidad nueva de la pastoral actual consiste en acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas diferencias, entre las convivencias” (n.º 36). Se da la vuelta a la doctrina de la Iglesia según la cual la estabilización del pecado, a través del matrimonio civil, constituye un pecado, aún más grave que la unión sexual ocasional y pasajera, porque esta última permite volver más fácilmente a la recta vía.

La nueva pastoral impone no hablar sobre el mal, renunciando a la conversión del pecador y aceptando su statu quo como irreversible. Según ellos ésas son "opciones pastorales valientes” (n.º 40). Parece, por lo visto, que la valentía no está en oponerse al mal, sino en adecuarse a él.

Las palabras fulminantes de San Pablo, según el cual “ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios” (1 Cor 6, 9) pierden sentido para los malabaristas de la nueva moral. Es necesario sustituir la “moral de la prohibición” con la de la misericordia y del diálogo, según la nueva fórmula pastoral en la que “nada se puede condenar”.

Todo este proceso comienza en octubre de 2013, cuando el Papa Francisco, tras haber anunciado la convocación de dos Sínodos sobre la familia, el ordinario y el extraordinario, promueve un “Cuestionario” dirigido a los obispos de todo el mundo. Los sondeos atribuyen a la mayor parte de las personas opiniones anteriormente predeterminadas por los manipuladores del consenso. El cuestionario querido por el Papa Francisco ha abordado los temas más candentes, desde la contracepción a la comunión a los divorciados, de las parejas de hecho a los matrimonios entre homosexuales.

La primera respuesta publicada, el 3 de febrero, fue la de la Conferencia Episcopal alemana (“Il Regno Documenti”, 5 (2014), pp. 162-172). "Las respuestas que las diócesis han enviado dejan entrever cuán grande es la distancia entre los bautizados y la doctrina oficial, sobre todo en lo que concierne la convivencia prematrimonial, el control de la natalidad y la homosexualidad” (p. 172).

Pero esta distancia no se presenta como si fuera, como lo es, un alejamiento de los católicos del Magisterio de la Iglesia, sino como una incapacidad de la Iglesia para comprender y secundar el curso de los tiempos. En su relación al Consistorio del 20 de febrero, el Cardenal Kasper definirá tal distancia como un “abismo”, que la Iglesia tendría que haber colmado, adecuándose a la praxis de la inmoralidad.

Por otra partes, si es verdad que el Papa ha querido que el debate se desarrollase de manera transparente, entonces no se comprende la decisión de mantener tanto el Consistorio extraordinario de febrero como el Sínodo de octubre a puertas cerradas. El único texto que se llegó a conocer, gracias al periódico “Il Foglio”, fue la relación del cardenal Kasper. 


Los vaticanistas más atentos, como Sandro Magister y Marco Tosatti, han subrayado cómo, a diferencia de los anteriores, en este Sínodo se ha prohibido a los padres sinodales intervenir.
Magister ha hablado de un “desdoblamiento entre sínodo real y sínodo virtual, este último construido por los medios de comunicación con la sistemática enfatización de las cosas más queridas por el espíritu del tiempo”. Pero hoy son los mismos textos del Sínodo los que se imponen con su fuerza demoledora, sin posibilidad de tergiversación por parte de los medios, que hasta han manifestado su sorpresa por la potencia explosiva de la Relatio del Cardenal Erdö. Por supuesto que este documento no tiene ningún valor magisterial. Además es lícito dudar de que refleje el pensamiento real de los padres sinodales, pero la Relatio prefigura aquello en lo que va a consistir la Relatio Synodi, el documento conclusivo de la asamblea de los obispos.

En una entrevista con Alessandro Gnocchi publicada en “Il Foglio” del 14 de octubre, el Cardenal Burke afirma que eventuales cambios de la doctrina o de la praxis de la Iglesia por parte del Papa serían inaceptables, “porque el Pontífice es el Vicario de Cristo en la tierra y por lo tanto el primer siervo de la verdad de la fe. Conociendo la enseñanza de Cristo, no veo cómo se pueda desviarse de esa enseñanza con una declaración doctrinal o con una praxis pastoral que ignoren la verdad”

Los obispos y cardenales, y más aún los simples fieles, se encuentran ante un terrible drama de conciencia, más grave que aquel con el que tuvieron que enfrentarse en el siglo XVI los mártires ingleses. Entonces se trataba de desobedecer a la suprema autoridad civil, el rey Enrique VIII, que por un divorcio abrió el cisma con la Iglesia romana, mientras que hoy día la resistencia debe oponerse a la suprema autoridad religiosa en el caso de que se desviara de la enseñanza perenne de la Iglesia.

Y quienes están llamados a desobedecer son precisamente los que más profundamente veneran la institución del Papado. El brazo secular contemporáneo encargado de aplicar la lapidación moral a estos cristianos disidentes está a cargo de los medios de comunicación de masas, que tienen un gran poder, debido a la presión psicológica que ejercen sobre la opinión pública.

El resultado es, muy a menudo, la quiebra psicofísica de las víctimas, la crisis de identidad, así como la pérdida de la vocación y de la fe ... a menos que seamos capaces de ejercitar, con la ayuda de la gracia, la virtud heroica de la fortaleza. Resistir significa, en último término, reafirmar la coherencia integral de la propia vida con la Verdad inmutable, que es Jesucristo.

Roberto de Mattei