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Conviene recordar, o aprender -si no se sabe- que la fidelidad de un cristiano no es a tal o cual Papa, no es a un Papa concreto, sino al Papado, instituido directamente por Jesucristo, así como también a los dogmas que se han ido definiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, verdades que son inalterables por voluntad de su Fundador: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19).
Las palabras de Jesús, como Dios que es, Señor de la Historia, son siempre actuales; no sirven sólo para una determinada época o para un lugar concreto, sino para todos los tiempos y lugares: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). De igual modo ocurre con los dogmas, como verdades absolutas definidas de una vez para siempre, a lo largo de la Historia de la Iglesia, verdades que no evolucionan ni se tienen que adaptar a los tiempos.
Es lo que ocurre con todos los misterios y verdades de fe, cuyo contenido no depende de la conciencia personal subjetiva de cada uno. O se aceptan y se creen (y si se está bautizado se forma, entonces, parte de la Iglesia) o no se aceptan y no se creen (en cuyo caso no se forma parte de la Iglesia, como Cuerpo Místico de Cristo). Si alguien opta por la segunda opción, debe saber que tiene siempre a su disposición el sacramento de la Penitencia, del que puede hacer uso, [si quiere]; y si se arrepiente sinceramente de su falta de fe ante un sacerdote recibe de éste la absolución, mediante la cual se le perdonan todos los pecados que haya cometido, puesto que el sacerdote actúa "in persona Christi".
[Aunque no venga expresamente al caso, creo que no está de más volver a repetir algunos puntos que pienso que no se tienen lo suficientemente claros. Citaré sólo tres:
1. No tenemos dos sino un solo Papa, que es el papa Francisco. El anterior papa Benedicto XVI ya no es Papa, aunque vista de blanco, se llame Papa emérito y aparezca junto al papa Francisco en algunas ceremonias, para mayor confusión del pueblo cristiano. Dimitió libremente como Papa (así lo expresó personalmente) y, desde ese momento, dejó de ser Papa. Vuelve a ser, otra vez, el cardenal Ratzinger. El Papado es una institución, no es un sacramento. Un sacerdote o un obispo lo es para siempre, puesto que el sacerdocio imprime carácter en el alma del sacerdote. No así la condición de Papa. Esta idea es fundamental. De igual modo que se dice: "Madre no hay más que una", se puede también decir que "Papa no hay más que uno".
2. El papa Francisco es un Papa legítimo, incluso aun cuando hubiesen habido irregularidades en su nombramiento como Papa -tal y como algunos dicen-. De ser así, ese nombramiento tendría que haber sido impugnado en su momento, lo que no se hizo. La sede de Pedro, por lo tanto, no está vacante, como erróneamente piensan los llamados sedevacantistas.
3. No se puede demostrar que estemos ante un Papa hereje. Aunque así fuese -que eso sólo Dios puede saberlo- tal afirmación tendría que ser demostrada de modo inequívoco, puesto que nadie puede juzgar al Papa, al ser la máxima autoridad en la Iglesia. Y eso pese a la infinidad de expresiones "papales" que continuamente aparecen en los medios y que darían pie para pensar así. Dado el lenguaje usado y las circunstancias en que lo ha hecho, el Papa siempre podría argumentar que se ha interpretado mal lo que él dijo; no puede afirmarse, con rotundidad, que estemos en presencia de un papa hereje. Para ello, o bien tendría que ser el propio Papa quien reconociera formal y públicamente su herejía, o bien tendría que expresarse de tal manera que negase alguna verdad de fe, de modo explícito. Si tal evento se produjera -lo que, evidentemente, no va a ocurrir- sólo entonces ipso facto quedaría depuesto como Papa. ]
(Continuará)