(Del vaticanista de Le Figaro‘s, Jean-Marie Guénois)
El Papa Francisco ha rezado explícitamente, el sábado por la mañana, 29 de noviembre, en la mezquita azul de Estambul al lado del gran Mufti. Es la primera vez que ocurre tal cosa. En una misma situación en 2006, Benedicto XVI simplemente permaneció en contemplación, de una forma mucho más discreta, y fue suficiente para haber levantado una controversia. Algunos decían que el Papa alemán había “rezado” en la mezquita. Para otros no, porque un cristiano, el Papa con más motivo, no podía -afirmaban- rezar en un lugar de culto musulmán. Prudentemente, el Vaticano se decantó por la “contemplación” de Benedicto XVI
Es, sin duda, con el fin de evitar la ambigüedad pero, sobre todo, por profunda convicción [Francisco planteó el “diálogo” con los demás, y con otras religiones, como una prioridad de su pontificado] que el sucesor de Benedicto XVI, en la misma mezquita, cruzó visiblemente los dedos, e inclinó profundamente la cabeza hacia delante mientras cerraba los ojos profundamente, dos o tres minutos, para obviamente rezar. Y así… dejar claro que estaba rezando. Y esto en dirección del Mihra, ese nicho en la pared enmarcado por dos columnas que indica la Qibla, es decir, la dirección de la Kaaba en La Meca.
Un fuerte gesto en forma de mensaje que se inscribe en la línea [general] de este viaje, que se entiende como una mano tendida al Islam con el fin de luchar contra el “fundamentalismo“, como Francisco explicó ayer en Ankara, en el primer día de la visita. Se terminará mañana, 30 de noviembre, cuando el Papa asista a la Divina Liturgia Ortodoxa con el Patriarca Bartolomé.
Momentos después de esta espectacular oración, el mismo sábado por la mañana, el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, se apresuró a especificar que era, de hecho, una “adoración silenciosa”. El Papa, según Lombardi, también ha dicho a su anfitrión musulmán que “nosotros debemos adorar a Dios”
Esta parada en la mezquita, donde no se esperaba ninguna alocución, debe ser uno de los momentos fuertes de su visita de tres días a Turquía. Y lo ha sido tanto que permanecerá como un fuerte gesto de Francisco. Porque él se ha atrevido a hacer allí lo que ninguno de sus predecesores había hecho nunca: orar abiertamente en una mezquita codo a codo con un dignatario musulmán.
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Me gustaría hacer unas breves reflexiones al respecto. Con relación al Papa un católico debe de tener muy claro en su mente: primero, que el Papa es la máxima autoridad de la Cristiandad y como vicario y representante de Cristo en la Tierra que es, no puede ser juzgado por nadie: sólo Dios puede juzgarle; y segundo que al Papa se le debe respeto y obediencia, dado lo que representa y a quien representa. Esto no debemos olvidarlo.
Sin embargo, dicho esto, y puesto que todos los cristianos somos -por la gracia de Dios- miembros de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo; y dado, además, que la facultad de pensar es algo que de Dios hemos recibido para que la ejerzamos, no podemos menos que expresar nuestra preocupación y nuestro desconcierto ante ciertas palabras y ciertos modos de actuar del papa Francisco. No podemos juzgar de sus intenciones, cuyo propósito parece ser el de fomentar la unión entre las distintas religiones y el Ecumenismo. Pero estamos en nuestro derecho a expresar la confusión y la preocupación e inquietud que sentimos, y a manifestar que, sencillamente, no lo entendemos.
Por ejemplo, no se entiende que el Papa diga que "el Corán es un libro profético de paz", cuando se sabe que incita a la violencia y a la muerte de los que no creen en Alá. Este asunto ha sido abordado ya en este blog, en varias ocasiones (pinchar aquí y aquí)
No se entiende que el Papa "rece" junto al gran Muftí, en la mezquita azul de Estambul, mirando en dirección a la Meca, tal como hacen los musulmanes: ¿A qué Dios está rezando? Porque Alá no es el Dios de los cristianos. Para los musulmanes Jesucristo es un blasfemo y un falso profeta y, por supuesto, no es Dios.
Y en las Sagradas Escrituras se puede leer, sin que haya lugar a ningún tipo de ambigüedad: "El que me odia a Mí -decía Jesús- odia también a mi Padre" (Jn 15, 23). "Nadie va al Padre si no es a través de Mí" (Jn 14, 6). "Todo el que niega al Hijo tampoco tiene al Padre" (1 Jn 2, 23), etc ... , donde queda suficientemente clara la necesidad de creer en Jesucristo, como verdadero Dios que es, además de ser perfecto hombre; y que no hay otro camino para salvarse: "En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvados" (Hech 4, 12). Además, decía también Jesús: "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de Él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8, 37). Las citas pueden multiplicarse. Y su interpretación no deja lugar a dudas, puesto que se trata de afirmaciones clarísimas y tajantes.
Por ejemplo, no se entiende que el Papa diga que "el Corán es un libro profético de paz", cuando se sabe que incita a la violencia y a la muerte de los que no creen en Alá. Este asunto ha sido abordado ya en este blog, en varias ocasiones (pinchar aquí y aquí)
No se entiende que el Papa "rece" junto al gran Muftí, en la mezquita azul de Estambul, mirando en dirección a la Meca, tal como hacen los musulmanes: ¿A qué Dios está rezando? Porque Alá no es el Dios de los cristianos. Para los musulmanes Jesucristo es un blasfemo y un falso profeta y, por supuesto, no es Dios.
Y en las Sagradas Escrituras se puede leer, sin que haya lugar a ningún tipo de ambigüedad: "El que me odia a Mí -decía Jesús- odia también a mi Padre" (Jn 15, 23). "Nadie va al Padre si no es a través de Mí" (Jn 14, 6). "Todo el que niega al Hijo tampoco tiene al Padre" (1 Jn 2, 23), etc ... , donde queda suficientemente clara la necesidad de creer en Jesucristo, como verdadero Dios que es, además de ser perfecto hombre; y que no hay otro camino para salvarse: "En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvados" (Hech 4, 12). Además, decía también Jesús: "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de Él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8, 37). Las citas pueden multiplicarse. Y su interpretación no deja lugar a dudas, puesto que se trata de afirmaciones clarísimas y tajantes.
J.M.F.