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miércoles, 28 de enero de 2015

El nombre de Petrus Romanus (Padre Alfonso Gálvez)

(Tercera Parte)

Durante la persecución final que sufrirá la Santa Iglesia Romana, reinará Pedro Romano, que apacentará sus ovejas entre multitud de tribulaciones, transcurridas las cuales, la Ciudad de las Siete Colinas [Roma] será destruida. Y el Juez terrible juzgará a su pueblo. Fin.

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Una primera curiosidad que llamaría la atención, de no ser porque suele pasar desapercibida, tiene que ver con el hecho de que el oráculo se refiere exclusivamente a la Iglesia Católica Romana como la única a la cual conoce. Si se tiene en cuenta que su fecha de origen es el siglo XII (suele fijarse hacia el año 1140), el Cisma de Oriente o Gran Cisma ---primero de los más importantes---, ya se había consumado definitivamente en un tiempo anterior (año 1054). Luego hay que considerar también la terrible catástrofe de la Reforma, con la aparición de las innumerables sectas protestantes que también se separaron de la verdadera Iglesia. Sin embargo, y frente a todo eso, el texto de San Malaquías no considera a la Católica como una más en la que subsiste la Iglesia de Cristo, tal como efectivamente lo hace el Concilio Vaticano II (Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, n. 8).

Es sabido que las doctrinas postconciliares han dado de lado al tradicional concepto de la Iglesia como Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, a fin de legitimar las nuevas doctrinas que incluyen a las sectas y Movimientos cismáticos y separados como verdaderas Iglesias y, por lo tanto, como instrumentos válidos de salvación (apartándose claramente en este punto de un secular y tradicional Magisterio). Que el vaticinio de San Malaquías exclusivamente conoce a la Iglesia Católica como única y verdadera Iglesia (ni siquiera se plantea el problema de las otras Iglesias), lo demuestra el hecho de su clara alusión a la Romanidad de la Iglesia y su explícita referencia a la Ciudad de las Siete Colinas. Es cierto, sin embargo, que ya desde la Antigüedad ---empezando por el Libro del Apocalipsis--- se llamó Iglesias a las Comunidades locales; aunque el concepto quedaba limitado exclusivamente, como hemos dicho, al ámbito de las Comunidades de cristianos esparcidas aquí y allá, sin que jamás les fuera atribuido el significado de Iglesia en sentido comprehensivo.

Otra importante cuestión abierta a la especulación, según se desprende del texto final de la Profecía de San Malaquías, tiene que ver con el papel desempeñado en los acontecimientos de los Últimos Días por el titular del lema que cierra la serie. Allí se dice que este misterioso Pedro Romano apacentará a las ovejas -pascet oves- entre muchas tribulaciones durante la persecución final. El texto in multis tribulationibus, aunque es suficientemente claro, no excluye cierta ambigüedad capaz de considerar diversos matices interpretativos: ¿Se trata de difíciles y peligrosos obstáculos que el último Papa habrá de esforzarse en sortear mediante graves sufrimientos y duras penalidades? ¿O, por el contrario, habrá contribuido él mismo a provocar tales pruebas que, por otra parte, se verán obligados a sufrir los elegidos? La realidad es que no es posible descartar, ni tampoco admitir, cualquier hipótesis a la ligera, desde el momento en que las profecías sobre los novísimos hablan de falsos profetas que engañarán a muchos y hasta de anticristos que pretenderán ocupar el lugar de Dios.

Es necesario reconocer, con respecto a la responsabilidad de Pedro Romano en los graves acontecimientos que precederán a la Parusía, que nada seguro se puede deducir a este respecto -bueno o malo- del contenido del texto. Lo único cierto es que será él quien estará desempeñando la función de Vicario de Cristo en aquellos terribles momentos. La decisión de atribuirle, en todo o en parte, la responsabilidad de los acontecimientos, supondría la voluntad de identificarlo con alguno de los falsos Profetas que, según todas las profecías, actuarán en los Últimos Tiempos desplegando un arsenal de falacias con el que engañarán a muchos. Sería, sin embargo, una grave afirmación sobre la que no existe base alguna en el texto como para poder decir que se trata de algo más que una gratuita atribución. Por lo que se trataría de una acusación carente de suficientes fundamentos. Aunque tampoco sería razonable descartar ---dentro del terreno de hipótesis en el que nos encontramos--- la teoría de algunos según la cual existen bastantes indicios que inducen a pensar lo contrario.

Mucho más importante es la cuestión de los tremendos acontecimientos que tendrán lugar durante el Pontificado de Pedro Romano, puesto que son los que señalarán el fin de la Historia y la segunda venida del Supremo Juez. Lo que significaría, de ser cierta la atribución del lema al Papa Francisco, que la Iglesia actual está abocada a las graves persecuciones, penalidades y sufrimientos que, según lo que está profetizado, pondrán a prueba la fe de losescasos cristianos (Lc 18:8) que hayan permanecido fieles hasta entonces. Todo lo cual ocurrirá en un momento por ahora imposible de conocer (Mt 24:36), pero probablemente ya cercano al que actualmente vivimos los cristianos (1 Cor 7: 29--31).

Ahora bien, ¿puede decirse que los acontecimientos que en estos momentos están afectando a la vida de la Iglesia, como también a la de la Humanidad, poseen la suficiente envergadura para considerarlos como los que habrán de ocurrir en los Últimos Tiempos, o al menos como los que marcarán su comienzo?

Y la respuesta más razonable es, por supuesto, la de que no lo sabemos. Sin embargo, las tribulaciones y asaltos que en estos momentos está sufriendo la Iglesia, que la han conducido a la mayor crisis de su Historia, son de tan extraordinaria gravedad que hubiera sido imposible imaginarlos hace aproximadamente sesenta años. Se podrá discutir todo lo que se quiera acerca de si tales acontecimientos son los propiamente señalados para suceder en losÚltimos Tiempos..., aunque resulta difícil pensar, en el caso de que no sea así, en la manera en que podrían ser superados por los que habrían de venir después.

Puede decirse, por lo tanto, que se trata efectivamente de una hipótesis a la que no es posible prestar plena adhesión, pero que no deja de ser, sin embargo, otra circunstancia más que apunta hacia la identificación del Papa Francisco con Pedro Romano.

La gravedad de tales acontecimientos aumenta si se considera, no solamente que suelen pasar desapercibidos, sino que son calificados además como el triunfo de una línea de progreso que ha mejorado notablemente la vida de la Iglesia ---la Primavera eclesial---. Lo cual sucede mientras la Esposa de Cristo lucha para desenvolverse en un ambiente letal de paganismo, incredulidad, corrupción generalizada, general apostasía, mentira institucionalizada en todos los órdenes..., y hasta de burla constante de Dios. Nunca Satanás podía haber esperado que la difusión de la herejía modernista le iba a proporcionar semejante triunfo, que además posee todos los visos de estar a punto de acabar con la Iglesia Católica.

Ya hemos dicho, y lo seguimos manteniendo, que nos estamos moviendo dentro del terreno de las hipótesis. De donde se desprende que aquí no se pretende dar nada como definitivamente demostrado. Sólo intentamos hacer ver que, tanto la Profecía de San Malaquías como la atribución del mote de Pedro Romano (correspondiente al último Papa) al Papa Francisco, no pueden ser cosas desechadas a la ligera.

Por otra parte, no debe olvidarse que aquí se está hablando exclusivamente de la Profecía de San Malaquías ---a la que también hemos considerado como profecía privada, aunque de carácter serio--- sin pretender parangonarla ni contrastarla con ninguna de las que integran la nube de profecías, revelaciones, apariciones y visiones que, como las moscas en tiempo de verano, pululan dentro de la Iglesia en estos momentos. Acerca de las cuales los cristianos harían bien en recordar que tal cosa es lo que siempre suele suceder en épocas de grandes crisis como la actual, y que ninguna de ellas, a excepción de Fátima y Lourdes justamente bendecidas por la Iglesia, ofrecen garantía alguna de credibilidad.

Igualmente decimos, dentro de este contexto de posibilidades sobre el que estamos elucubrando, que se podrá discutir todo lo que se quiera acerca de si los acontecimientos que actualmente afectan a la Iglesia y al mundo se parecen o no a los que habrá de sufrir la Humanidad en los Últimos Tiempos, o en sus proximidades. Pero, a no ser que se quiera negar toda evidencia, hay dos hechos a este respecto que están ahí, para cualquiera que quiera ver:

a) Que la situación actual del mundo es un polvorín a punto de estallar y con el que puede ocurrir cualquier cosa.

b) Que la persecución que la Iglesia está sufriendo en el momento actual es la mayor que ha padecido en la Historia, superando en mucho a las sufridas en la época del Imperio Romano. Los cristianos que son masacrados cada día tanto en África como en Asia son innumerables. En cuanto al llamado mundo de la civilización occidental (en el que podemos considerar a Europa y a las dos Américas), la ofensiva desencadenada contra él por todas las ideologías anticristianas (racionalismo, inmanentismo, existencialismo, historicismo, marxismo, y sobre todo por el modernismo como abarcador de todas ellas según San Pío X), con el único fin de acabar de una vez con todos los valores cristianos, ha adquirido una ferocidad rayana en lo diabólico. Con otra agravante más, sin embargo, pero que cobra extraordinaria importancia, cual es la de que el punto álgido de la persecución contra los cristianos está situado esta vezdentro de la misma Iglesia, pues son los mismos que se llaman cristianos los que con mayor intensidad están persiguiendo a los pocos que todavía se mantienen fieles a la Doctrina de la Fe y que despectivamente son llamados tradicionalistas(como si el término tradicionalista no fuera inherente al de cristiano).

Con respecto a este último punto, y siempre dentro del terreno hipotético en el que hablamos -¿habrá que repetirlo de nuevo?-, resta añadir que resulta difícil descartar el papel decisivo que el Papa Francisco parece estar desempeñando en la puesta de trabas y dificultades a los cristianos tradicionalistas y, en general, a todo lo que suena a Tradición dentro de la Iglesia.

Y sin embargo queda un hecho fundamental indiscutible y ahora ya fuera de toda hipótesis, cual es el de que una Iglesia no fiel a la Tradición no puede ser la verdadera Iglesia.

Uno de los principales logros conseguidos en la que parece ser la Batalla Final contra la Iglesia, y del que jamás nadie habla, se refiere a la abolición del precepto divino de la indisolubilidad del matrimonio. Al cabo de veinte siglos de defender lo contrario, la Iglesia parece estar dispuesta, no solamente a amparar el divorcio mediante la alegación de razones que rayarían con el ridículo de no ser porque suponen una burla al Derecho divino, sino a dar al traste con toda la doctrina tradicional sobre la familia y la peligrosa y atrevida admisión a la Eucaristía -de Dios nadie se ríe, decía San Pablo- de quienes carecen de las debidas disposiciones, haciendo caso omiso de todas las prescripciones del Derecho divino.

Sin embargo, cuando las exigencias de adecuación al Mundo y el deseo de no parecer anticuados son más importantes que la guarda de la Ley de Dios -Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre- (Mt 19:6; Mc 10:9), y además se proclaman como un triunfo del progreso, sin tener en cuenta las previsibles consecuencias de la destrucción de la Familia y aun de la Fe de la multitud de los fieles, cuando las cosas han llegado a ese punto, resulta difícil negar que andamos cerca del Final del camino.

Pero acerca de todo esto queda mucho por decir.

(Continuará)

lunes, 26 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (7) [Ambigüedad y sencillez ]

Las palabras de Jesús son "Espíritu y Vida" (Jn 6, 63). Ninguna palabra de Jesús está dicha con doblez. Así se lo enseña a sus discípulos: "Sea vuestra palabra: 'Sí, sí', 'No, no'. Lo que pasa de esto del Maligno viene" (Mt 5, 37). Y así se lo dice a su Padre: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños" (Mt 11, 25). Los sencillos, los humildes, los que no tergiversan la verdad, los que llaman a las cosas por su nombre y no conocen el engaño, porque son como niños en la malicia, ésos son los únicos a quienes les está reservado el Reino de los Cielos, ésos son los privilegiados del Señor, los auténticamente pobres, según se entiende la pobreza en el Evangelio:  "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5, 8). Jesús se pone a Sí mismo como ejemplo: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt 11, 29). Y no estamos hablando de algo secundario, sino esencial para la salvación: "Os aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Lc 18, 17). Sus palabras son verdad, pues "Él mismo es la Verdad" (Jn 14, 6).Por eso, si no queremos ser engañados y caer en la esclavitud de la mentira, debemos escucharle y seguirle: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12).



Jesús es "el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas" (Jn 10, 11). A Jesús le importamos [¡tremendo misterio éste del Amor que Dios nos tiene!] hasta el extremo de dar su vida por nosotros [como así ocurrió]. Si ponemos un poco de atención, observaremos que Jesús no se refiere a Sí mismo como un buen pastor, un pastor cualquiera, sino como el buen pastor; es decir, el único buen Pastor que se preocupa de verdad por sus ovejas: "Yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10, 15b). Y aunque dice que tiene también "otras ovejas que no son de este aprisco" (Jn 10, 16a), refiriéndose a aquéllas que no forman parte de su Iglesia, sin embargo, "a ésas es preciso que Yo también las guíe"(Jn 10, 16b). De ahí viene la enorme importancia de la misión encomendada por Jesús a sus apóstoles: "Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Así "oirán Su voz" (Jn 10, 16c). Y si esa palabra cae en buena tierra dará fruto (Mt 13, 8). Y entonces "habrá un solo rebaño y un solo Pastor" (Jn 10, 16d).


Éste fue el sentido de la vida de Jesús, para eso vino al mundo y fundó su Iglesia, al objeto de que a todos les llegara su Mensaje, el Único capaz de proporcionar la salvación y la felicidad a todo hombre que viene a este mundo. Y ése tiene que ser también el sentido de nuestra vida. Los discípulos de Jesús -es decir, los cristianos-  estamos llamados a configurarnos con nuestro Maestro y a vivir su propia Vida. La gente, cuando nos mire, debería verle a Él en nosotros. Sólo así, conformada nuestra vida a la Suya, podríamos dar un verdadero testimonio de Jesús y contribuir a la conversión y a la salvación de todos los hombres, pues nuestros sufrimientos, unidos a los de Jesucristo, salvan al mundo. Así lo afirmaba san Pablo: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24)


Hoy en día, sin embargo, hay muchos que aparecen como pastores [en teoría representantes de Cristo, el único Pastor] pero que no hablan conforme al sentir y al Espíritu de Cristo. No transmiten la palabra de Dios sino preceptos puramente humanos. Son falsos pastores, asalariados: "Y el asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13). Son "extraños" y, como dijo Jesús, las ovejas "no siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 10, 5). Aunque esto ocurre sólo con las ovejas acostumbradas a oir la voz del buen Pastor; que, gracias a ello, no son engañadas, pues conocen bien el Mensaje de Jesucristo y saben que quienes les hablan, aunque utilicen sus Palabras, lo hacen dándole un sentido que no tienen, un sentido puramente humano y distinto al que Jesús le daría; un sentido que no coincide con el sentido que el Magisterio de la Iglesia ha estado enseñando, a lo largo de veinte siglos ... Por eso huyen de ellos.

Vivimos, sin embargo, en un mundo que ha dado la espalda a Dios. Y una de las mayores desgracias con las que nos encontramos -por no decir la mayor desgracia- es que, a día de hoy, hay muchísima gente que todavía desconoce la voz de Jesucristo, su auténtica voz: aunque es doloroso decirlo, es lo cierto que nos encontramos con sacerdotes -e incluso obispos y cardenales- que han perdido la fe. De manera que lo que anuncian al pueblo cristiano no es ya la verdadera Palabra de Dios, no anuncian a Jesucristo, por más que usen palabras contenidas en el Evangelio, engañando a muchos. 

Situación realmente lamentable: cada día es más frecuente encontrarse con "católicos" que como tales se consideran pero que, en realidad, no lo sonY no lo son, desde el momento en que admiten, como normales, un conjunto de graves errores que están expresamente condenados por el Magisterio de la lglesia; por ejemplo: la licitud de los anticonceptivos, el divorcio, el aborto, la homosexualidad, etc...). Y no creen, además, en los misterios fundamentales del Cristianismo, como son -entre otros- la realidad del pecado original y la historicidad del Evangelio. Ésta conlleva la creencia, sin ningún género de duda, en la Virginidad de María, en la Encarnación del Hijo de Dios y los milagros que hizo durante su vida terrenal; la Redención del pecado por su muerte en la Cruz, su Resurrección y Ascensión en cuerpo y alma a los Cielos, la existencia del Cielo y del Infierno, la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, etc ... Todas estas cosas, que son esenciales para la existencia de la Iglesia, hoy apenas se predican. Son muchos los cristianos que desconocen su fe y que viven conforme a los mismos criterios del mundo, sin diferenciarse de los demás en cuanto a su modo de pensar y en cuanto a su vida. Y, sin embargo, según la Sagrada Escritura, "quien desee hacerse amigo del mundo se convierte en enemigo de Dios" (Sant 4, 4). 



(Continuará)

sábado, 24 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (6) [Doctrina recta y Papado]


Es cierto que "el Espíritu sopla donde quiere" (Jn 3, 8), pero no es cualquier espíritu, sino que es siempre el Espíritu de Cristo. Y "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8). Por eso -nos dice el autor de la carta a los hebreos- "no os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas; pues lo mejor es que el corazón se afiance con la gracia y no con alimentos, que de nada aprovecharon a los que obraron conforme a ellos" (Heb 13, 9). Y el apóstol san Juan: "Carísimos, no creáis a cualquier espíritu; antes bien, examinad si los espíritus son de Dios, porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas. En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiese a Jesús, no es de Dios; ése es el espíritu del Anticristo, de quien habéis oído que va a venir, y ya está en el mundo" (1 Jn 4, 1-3).  

Esto tiene una importancia esencial porque nos va en ello la vida. El autoengaño es peligroso, pues "de Dios nadie se burla. Lo que uno siembre, eso recogerá; el que siembra en su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra en el Espíritu, del Espíritu cosechará la vida eterna" (Gal 6, 7-8).  ¿Y dónde encontraremos ese Espíritu? "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63) -decía Jesús. Lo que se nos anuncia en el Evangelio es, sencillamente, verdad: "Lo que hemos oído -decía san Juan- lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de Vida (...) os lo anunciamos también a vosotros" (1 Jn 1-3).  Y no podemos pensar que el Hijo de Dios se hizo hombre para nada; y que eso a nosotros ni nos va ni nos viene, porque "la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón" (Heb 4, 12). Ante esa Palabra no nos queda otra opción que definirnos (con nuestra vida). Y eso es así lo queramos o no pues: "el que no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30), nos decía Jesús.




Puesto que se trata de algo tan serio, Jesús no podía irse al Cielo sin dejarnos una garantía segura del Camino que teníamos que seguir para no errar. Ciertamente su Mensaje y su Vida los podemos encontrar en los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), donde puede leerse:  "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6), que son palabras de Jesucristo. A su vez, esta Revelación de Dios al mundo en su Hijo se completa con el resto del Nuevo Testamento, que son todas aquellas cartas inspiradas por el Espíritu Santo y escritas por el apóstol Pablo y el resto de los Apóstoles, hasta la muerte del último apóstol, san Juan quien escribió el Apocalipsis, hacia el año 100 d.d.C cuando estaba desterrado en la isla de Patmos (Ap 1, 9). 


Sólo a la luz del Nuevo Testamento puede entenderse bien el Antiguo Testamento, cuyas profecías se cumplen todas en Jesucristo. Así puede leerse, por ejemplo, en las palabras que les dirige Jesús -ya resucitado- a los discípulos de Emaús, a raíz de su incredulidad: "¡Oh, necios y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y entrara así en su gloria? Y empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretaba lo que hay sobre Él en todas las Escrituras" (Lc 24, 25-27). Algo semejante dijo Jesús a sus discípulos en las últimas instrucciones que les dio antes de subir a los Cielos:  "Éstas son las cosas que os decía cuando estaba todavía con vosotros, pues es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos, acerca de Mí. Entonces abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras. Y les dijo: "Así está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y en su Nombre había de predicarse la penitencia para la remisión de los pecados a todas las gentes, comenzando en Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas". (Lc 24, 44-48). 


Antes de subir, en cuerpo y alma, a los Cielos, los apóstoles debían de tener muy claro cuál era su misión, tanto en la relación entre ellos mismos como en relación con los demás. Y Jesús procedió de manera que no tuvieran ninguna duda al respecto, tanto a lo largo de los tres años de vida pública que estuvo con ellos como después de resucitar. Así, por ejemplo, cuando Pedro, delante de todos los discípulos, confesóTú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!" (Mt 16, 16), obtuvo de Jesús esta promesa formal"Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18) ... promesa que le confirmó después -ya resucitado- cuando le dijo por tres veces, también en presencia del resto de los apóstoles: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21,17). Se lo dijo solamente a él y no al resto de los apóstoles. Y así lo entendieron todos, desde el principio.


No importó que Pedro le hubiese negado por tres veces, tal y como Jesús le había predicho que iba a ocurrir, pues -como sabemos- Pedro "lloró amargamente" (...) por la traición a su Maestro. Un llanto de pesar y de amor. Y así se lo dijo cuando el Señor le preguntó si le amaba más que los demás. Pedro le contestó: "Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero" (Jn 21, 17). Pero Jesús aún lo quería más a él, hasta el punto de confiarle el destino de su Iglesia, como representante suyo en la tierra: "Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos; y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). 

Este poder de atar y desatar también se lo concede a los demás apóstoles: "Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mt 18, 18). A todos les confiere una misión: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblosbautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado" (Mt 28, 18-20a). Este mismo mensaje es expuesto por san Marcos, de modo parecido: "Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará" (Mc 16, 15-16). 


Humanamente hablando, esta misión les sobrepasaba, pues eran muchos los peligros y dificultades a los que iban a estar expuestos. Y eso Jesús lo sabía muy bien. Por eso, para que no tengan miedo, les dice que no van a estar solos"Yo estoy con vosotros siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20b). Y, además, les promete la asistencia del Espíritu Santo: "Sabed que voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por lo tanto, quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos con la fuerza de lo alto" (Lc 24, 48-49). Esto último ocurrió a los diez días de su Ascensión a los Cielos, cuando estaban todos juntos en el mismo lugar: "De repente sobrevino del Cielo un ruido como de viento huracanado, que invadió toda la casa en la que estaban. Se les aparecieron lenguas como de fuego, que se distribuían y se posaban sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu Santo les impulsaba a expresarse" (Hech 2, 2-4). 

Siguiendo con el hilo de lo que estamos hablando, es preciso insistir en que sobre Pedro recae la mayor carga, la mayor responsabilidad; una carga que no podría soportar si no contara con el amor y la oración de su Maestro, por él y por su Iglesia:  "Simón, Simón, mira que Satanás os busca para cribaros como el trigo; pero Yo he rogado por tí, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te hayas convertido confirma a tus hermanos" (Lc 22, 31-32). Pedro debe confirmar en la fe a sus hermanos, apacentar a las ovejas, proponer un sucesor de Judas, el traidor, para completar el colegio de los Doce (Hech 1, 15-26), [puesto que recayó sobre Matías]. Y después de la venida del Espíritu Santo pronunció el primer sermón (Hech 2, 14 -36), a raíz del cual se convirtieron y fueron bautizadas unas tres mil personas (Hech 2,41). 

Es importante tener en cuenta todos estos detalles -y muchos otros que aquí se omiten, porque no podemos hacer un estudio exhaustivo en esta entrada- para resaltar el Primado de Pedro como cabeza visible de Cristo en la Iglesia. Esta idea es fundamental, pues existe el peligro de conciliarismo en la Iglesia, como si la autoridad de un Concilio pudiese estar por encima de la del Papado, lo que es herético. Ya se ha hablado de ello en otras entradas de este blog. La estructura de la Iglesia es JerárquicaLa idea de democracia, en el seno de la Iglesia, es ajena a la voluntad de su Fundador y al sentir de la Iglesia de siempre. No puede haber, por ejemplo, un concilio de obispos sin la presencia del Papa, que es la suprema autoridad. si eso ocurriera se trataría solamente de un conjunto de obispos particulares que se han reunido, pero no iría más allá. Y lo que dijeran tendría validez tan solo en la medida en que estuviera en conformidad con la doctrina vigente en la Iglesia durante veinte siglos. 


Es importante tener claras las ideas en este sentido. Sin la Palabra de Dios no se va a ninguna parte. Esa es la base fundamental, a parir de la cual se construye la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Condición necesaria, pero no suficiente. Pues ante ella caben múltiples interpretaciones, como ocurre en el caso de los protestantes que se rigen por el "principio de la sola Escritura". Y ya conocemos los resultados, que saltan a la vista: la proliferación de infinidad de sectas protestantes que hace cada vez más difícil la unidad entre los cristianos.  Lo que se debe al hecho de haberse separado de la Única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica, aquella que fundó Jesucristo, quien dijo:  "El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 6). Pero es imposible que podamos permanecer en la Cabeza, que es Cristo, si no estamos también unidos a su Cuerpo, que es la Iglesia. De manera que "es preciso que nos adhiramos con más diligencia a lo que hemos oído, no sea que nos extraviemos(Heb 2,1). Tal ocurrió con los que llamamos cristianos separados, por cuya vuelta al redil de Cristo hay que pedir, de acuerdo con el deseo del Señor, en su oración sacerdotal, dirigida a su Padre: "Que todos sean uno; como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, para que el mundo crea que Tú me has enviado" (Jn 17, 21). ¡Qué mal se entiende hoy el llamado "ecumenismo"!


Es necesario, hoy más que nunca, tener en cuenta, la Tradición y la Doctrina del Magisterio de la Iglesia, que son las que hacen posible la recta interpretación de las palabras de la Biblia. Hecho esto, ya sólo nos queda poner nuestra confianza en la misericordia del Señor, que es quien conoce los corazones, pues una cosa es segura: sólo Dios puede juzgar: "Ni siquiera yo mismo me juzgo" (1 Cor 4, 3) -decía san Pablo ... "Quien me juzga es el Señor" (1 Cor 4, 4). Eso sí: tenemos la obligación moral de poner todos los medios posibles a nuestro alcance para no ser engañados. Debemos formarnos y conocer nuestra fe, conocer a Jesucristo, como primer paso para poder amarle. Amar al Jesús real, al Único en quien está la Salvación, no al Jesús que cada uno se invente, un Jesús subjetivo, cuya existencia es sólo una proyección de nosotros mismos, o sea, nada. Y, por fin, debemos de grabar muy bien, en nuestra mente y en nuestro corazón, estas palabras del apóstol san Pablo, que nos pueden servir para identificar a los falsos profetas: "Si alguien os anuncia un Evangelio distinto del que recibisteis ¡sea anatema!" (Gal 1,10)

(Continuará)

sábado, 17 de enero de 2015

Libertad, hipocresía y sentido común (2 de 2)


7) La libertad no es un absoluto. Por eso se habla de un recto uso de la libertad, de manera que cierto tipo de "libertades" deberían estar prohibidas por la ley, entre ellas la libertad para insultar, para ofender, para incitar al odio y para difamar al prójimo y mentir.  


8) La libertad tiene unos límites que deben ser respetados. Y estos límites están marcados por la justicia. Atenta contra la justicia el que, tomando como excusa la libertad de expresión, la transforma en libertad para insultar. ¿Qué de extraño tiene, aunque no se pueda justificar, que otros usen también su libertad para impedir la nuestra si nos metemos con ellos? Es el famoso caso de las viñetas de Mahoma en la revista Charlie Hebdo.  El sentido de la existencia de los medios de comunicación de masas es, ciertamente, el de informar de las noticias que, por desgracia, son casi siempre malas ... pero su misión no es la de degradar ni la de insultar a personas e instituciones que muchos consideran sagradas. En cierto modo, se trata de un "maltrato" a infinidad de personas; un maltrato permitido por la ley que, por otra parte, tanto aboga para que no existan maltratos. Una ley que es hipócrita, pues se contradice. No se puede maltratar a las mujeres (lo que me parece de una lógica aplastante) aunque, por lo visto, no se contempla la posibilidad del maltrato de la mujer al hombre. Se puede -y, de hecho, se hace- influir en una mujer para que aborte (máximo maltrato al no-nacido) y no hay en ello ningún delito. En cambio, no se puede maltratar (en lo que estoy de acuerdo: no se debe maltratar a nadie), pero es que ni siquiera se les puede llamar la atención a aquellos medios o revistas que se dedican a "maltratar" a diestro y siniestro- a infinidad de personas a las que "hieren" en lo más hondo, blasfemando contra Dios, contra Jesucristo y contra la Iglesia, contra el Papa, contra la Virgen María, contra Mahoma, etc... Si usted no comulga con determinados modos de vivir de otras personas dígalo, con respeto, y argumente, con datos, lo que dice. Sea crítico, pero no utilice el insulto como arma, del modo en que lo hace y, bajo capa de "libertad de expresión" su tarea sea la de ofender y ridiculizar -con conocimiento de causa- a una gran mayoría que, por otra parte, no puede defenderse acudiendo a la justicia, ya que ésta daría la razón a los diarios, aludiendo a la libertad de expresión. Sería éste un buen momento para revisar la ley, sobre lo que les está permitido y sobre lo que no lo está, en los medios de comunicación. Y, por supuesto, actuar en consecuencia y con rapidez. De lo contrario, la confianza en la justicia irá siendo cada vez menor, como así está ocurriendo. 


9) ¿Qué pasa con la legítima defensa? Si alguien insulta a mi madre, ¿yo debo quedarme tan tranquilo? ¿Es eso lo correcto? Ciertamente, no lo voy a matar. Pero si él esgrime su libertad para insultarme yo puedo esgrimir mi libertad para defenderme de su insulto. Y, como ante el insulto, no caben argumentos, lo propio es el castigo. ¿Cómo escandalizarse de que el Papa haya dicho que se esperen un puñetazo si insultan a su mamá? Saco esta cita del periódico el País:


“En cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común (…) Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás (...) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite (...) Y este es el límite. Puse este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites como en el ejemplo de mi mamá”.


Estas palabras, en el contexto en el que fueron dichas, son de sentido común, aun cuando algunos medios las hayan tergiversado, como si el Papa estuviese de acuerdo con la barbarie asesina que se ha cometido, lo que es una gran mentira, atribuyéndole intenciones que no existen.


No se trata de justificar la violencia, que nunca es justificable (tan solo si es en legítima defensa y no hay más remedio que usar de ella) sino de aplicar la justicia. E incluso la caridad, diría yo. Muy posiblemente le esté haciendo un bien a la persona que recibe el puñetazo, como respuesta por haber insultado a mi madre. Así aprenderá a pensárselo mejor antes de acudir al insulto. Mi puñetazo habría servido así como expresión de "odio al pecado y de amor al pecador",  pues aunque éste se ha visto lastimado, mayor es el daño que ha causado. Y aprenderá también que no se puede hacer uso impunemente de la libertad, pues -como ya se ha dicho- libertad y responsabilidad van unidas, de modo inseparable, como caras de una misma moneda. 

El mismo Jesucristo, que es "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29) sin embargo, en una determinada ocasión, "se encontró en el Templo con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y con los cambistas sentados. Y haciendo de cuerdas un látigo expulsó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores de palomas: '¡Quitad esto de aquí! No hagáis de la casa de mi Padre una casa de negocios' " (Jn 2, 14-16). San Lucas escribe que les dijo: "Está escrito: 'Mi casa será casa de oración', pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones" (Lc 11,46). No era esto lo habitual en Él, pero es muy significativo este episodio de la vida de Jesús .... ¡Y es que Jesús, además de ser Dios, que lo era, era hombre igualmente, un hombre como nosotros; siendo divino, era también humano ... ¿y hay algo más humano que defender a aquel a quien se ama y a quien están insultando en tu presencia? 

Y se impone ser realistas: con algunas personas no valen los argumentos; sólo entienden el lenguaje del castigo. Ocurre como con los niños traviesos a quienes sus padres tienen que castigar, a veces, por su propio bien, porque no tienen conocimiento. Si un niño está a punto de beber algo que es un veneno o a tocar un escorpión, ¿qué padre se pondría a razonar con él, en ese momento? Lo que haría es tirar el veneno antes de que se lo bebiera y lanzar lejos al escorpión antes de que picara al niño con su aguijón. Y, acto seguido, reprendería al niño con fuerza y le daría un palo en el culo para que no volviera a hacer más cosas semejantes. ¿Acaso la acción del padre no está movida por el amor a su hijo y está, por lo tanto, más que justificada? ¡Por supuesto que sí! Ha salvado la vida de su hijo, aunque para ello haya tenido que darle unos azotes, porque es lo que necesitaba en ese momento, y el único modo de que aprenda. Luego vendrán los argumentos, cuando el niño crezca y razone. Entonces sentirá agradecido el sopapo que le dio su padre.

Aunque en esta sociedad "buenista" e hipócrita en la que vivimos, siempre habrá gente que interpretaría ese hecho como maltratos al niño por parte de su padre. Pues muy bien: que piensen lo que quieran. Ya sabemos que esta sociedad está cada vez más loca ... y a los locos, ni caso.

En fin, se diga lo que se diga - y no importa quien lo diga- lo cierto y verdad es que no existe el derecho a blasfemar, una verdad que es elemental y de sentido común y que, sin embargo, esa revista -y otras por el estilo- se pasan por el forro, identificando -erróneamente- el derecho a la libertad de expresión con el derecho al insulto. Y, lamentablemente, con el apoyo de mucha gente que -en esto, como en tantas otras cosas- se dejan llevar por el pensamiento único impuesto por el Sistema ... ¡y así nos va! ...¡Y pasa lo que pasa!


Alfredo Urdaci

10) Lo más penoso de todo es que tal libertad para blasfemar haya sido defendida por el señor Alfredo Urdaci, director de informativos de la cadena 13TV, la cadena de la Conferencia Episcopal Española. Podemos pinchar aquí , aquí (ver vídeo, desde 2:56 a 3:20 min) y aquí (artículo interesante de Luis F. Bustamente) 

En su editorial del 8 de enero de 2015, el responsable de informativos de 13Tv, propiedad del episcopado español, afirmó que "hoy es un día para recordar que existe un cierto derecho a la blasfemia, que debemos defender, por mucho que pensemos que el ataque se dirige a algo que consideramos sagrado ... derecho que está contenido en ese derecho a la libertad de expresión que reconocen todas las constituciones de occidente". No contento con esa afirmación de defensa del derecho a blasfemar, continuó diciendo que, a su juicio, tal derecho "forma parte de la esencia de nuestra civilización".


Este señor que dice que "el derecho a blasfemar forma parte de la esencia de nuestra civilización" no  sé a que civilización se refiere. Desde luego, ese derecho no procede de la civilización cristiana ... ni de la civilización musulmana, por razones de todos conocidas. En cuanto a la civilización romana, en ninguna parte existe el elogio de la blasfemia. Quizá haya que ir a los primeros habitantes de la Península. O tal vez haya que remontarse hasta el hombre de Neandertal, que se extinguió hace 40.000 años; y este señor haya encontrado, escritos sobre piedra con letra cuneiforme, unos documentos secretos, sólo por él conocidos en donde se contempla ya ese derecho. En fin… se oyen cosas increíbles ... ¡el colmo es que tales cosas hayan sido dichas dentro de la cadena de la Conferencia Episcopal Española!. Y no pasa nada. ¿En qué mundo vivimos?

Libertad, hipocresía y sentido común (1 de 2)


Lo primero de todo es recordar una serie de verdades, que son obvias y de sentido común y que todos conocen, pero no siempre se actúa de modo coherente con ese conocimiento. Aunque especifico una serie de puntos, en realidad están todos ellos entrelazados:

1) Libertad y responsabilidad son cara y cruz de una misma moneda y, por lo tanto, inseparables


2) La libertad de la persona humana no es ilimitada. Está condicionada por su misma naturaleza como persona:

De entrada, necesitamos de una pareja humana, hombre y mujer, para poder venir a la existencia. Una vez en la existencia, tienen que pasar muchos años para poder hablar de una cierta independencia o autonomía; la cual, a su vez, está condicionada por múltiples aspectos: inteligencia, recursos económicos

3) No se puede hacer uso de la libertad para cambiar la realidad natural. Mi  libertad no puede modificar la verdad de las cosas, que son lo que son con independencia de lo que yo pueda pensar. Es el caso del aborto, el divorcio, la homosexualidad, etc, cuya realidad no cambia por más que se les cambie el nombre y se pongan el ropaje de la ley. La verdadera libertad está siempre en conexión con la verdad ... o no hay tal libertad. Dios, que es el auténtico juez, pondrá las cosas en su sitio, cuando a Él le plazca ... ¡pero lo hará!

4) Hay un componente social de la libertad, que no se puede tirar a la basura. La frase: "Mi libertad termina donde empieza la libertad de los demás" es más que una simple frase. Revela una realidad. Entre otras cosas que la libertad no es un valor absoluto, ni consiste en hacer lo que a uno le plazca. Hay que contar con la libertad de los demás. El ser humano vive en sociedad. Y esto no se puede ignorar. Enarbolando la bandera de la libertad (libertad para los que piensan de una determinada manera) se ataca a los que piensan de modo diferente; y todo ellos con el apoyo de la ley. Y el dicho: El que siembra vientos recoge tempestades también tiene actualidad. Por eso, no se entiende que la gente se escandalice y se extrañe cuando ocurren sucesos como los que ocurrieron el 7 de enero en Francia que, ciertamente, son lamentables y condenables, pero que han ocurrido porque quienes, tomando como base la "libertad de expresión", se han dedicado a insultar y a blasfemar. ¿Justifica eso el crimen de que han sido objeto? En absoluto. Pero sí lo explica. Si las autoridades actuasen contra la raíz del problema, que es la mal llamada libertad de expresión (cuando ésta se entiende como libertad de insulto) estarían actuando, al mismo tiempo, contra la violencia que tal "libertad" ha provocado. 

5) "Libertad" sólo para algunos: aquellos que piensan como lo ha dispuesto el Sistema. A los demás hay que reducirlos al silencio. "Libertad" reducida al pensamiento único. ¿Se puede llamar a eso libertad? Sólo se reconoce como libres a los que piensan conforme a lo políticamente correcto. El que piense de modo diferente, y lo manifieste, será vilipendiado, calumniado, perseguido, etc. Tremenda hipocresía ésta que sólo permite pensar de una determinada manera y condena cualquier otra forma legítima de pensamiento. Por ejemplo: ¡Ay del que esté en contra del aborto, del divorcio, de las parejas de hecho, de la homosexualidad, de la ideología de genero, etc...! Contra él todo el peso de la "ley". No así para los mentirosos, los depravados, los violentos -siempre que sean de izquierdas-, los que corrompen a los niños en los colegios con ideologías ateas y contrarias a la ley natural. Sí, porque ellos representan el progreso y la modernidad. La "ley del embudo", como puede verse, sigue teniendo vigencia y es, además, aplaudida por casi todos, debido -en gran parte- a la enorme influencia de los mass media.




6) La libertad no consiste en hacer lo que uno quiera. Esto no es la esencia de la libertad, pues ésta -como todo lo que es bueno- depende de la verdad. El conocimiento y la aceptación de la realidad es la condición primera para llegar a unas cotas de libertad que estén en conformidad con lo que verdaderamente somos: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32) decía Jesús. Sólo el amor a la verdad nos puede hacer realmente libres. El mentiroso, el que no llama a las cosas por su nombre, es un desgraciado y un esclavo. Así, por ejemplo, no todos tienen la misma inteligencia ni pueden elegir cualquier carrera, o incluso ninguna, si no tienen las aptitudes necesarias para ello. Tampoco todos tienen las mismas habilidades: pensemos en el dibujo, la pintura, la escultura, el atletismo, el fútbol, el tenis, el billar y un sinfín de etcéteras. Estamos condicionados y esto es bueno saberlo. Esto es estar en la verdad. Y desde la verdad es cuando podemos -y debemos- ejercer la libertad. ¿Acaso se puede decir, sinceramente, que no es libre aquel que no puede hacer una carrera que le gustaría si se sabe, con total seguridad, que no es apto para ejercerla? ¿Se puede pedir de todos que sepan jugar al billar o al tenis y que sean, además, los mejores ... o de lo contrario, ya no serían libres? ¡Eso es un disparate! ¡Pero si es de sentido común! ¿Cómo se le pueden pedir peras al olmo? La misión del olmo -la verdad del olmo- es que no puede producir peras, aunque "quisiera", pues no está dotado para ello. La producción de peras está reservada al peral. Y así con todo.


jueves, 15 de enero de 2015

Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas (por Roberto de Mattei)


Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas

Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. 

De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delegación para las áreas de Ciencias Humanas. 

Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. 

Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. 

Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/)

Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

El artículo original puede leerse haciendo clic aquí. 


Marcher contre la Terreur, “Marcha contra el Terror”, ha sido el título con el que “Le Monde”, el “Corriere della Sera” y los principales periódicos occidentales han presentado el gran desfile laicista del 11 de enero. Nunca un eslogan ha sido tan hipócrita como ése, impuesto por los medios de comunicación de masas como reacción a la masacre de París del 7 de enero. ¿Qué sentido tiene hablar de Terror sin añadir al sustantivo el adjetivo “islámico”?

El ataque a la redacción de “Charlie Hebdo” fue perpetrado bajo el grito «¡Allahu Akbar!» para vengar a Mahoma ofendido por unas caricaturas, y detrás de los kalashnikov de los terroristas hay una visión del mundo bien precisa: la musulmana. Sólo ahora los servicios secretos occidentales empiezan a tomarse en serio las amenazas de Abu Muhamad al Adnani, contenidas en el comunicado en diversos idiomas difundido el 21 de septiembre de 2014 a través del periódico on line “The Long War Journal”.

«Conquistaremos Roma, romperemos sus cruces, haremos de sus mujeres nuestras esclavas con el permiso de Alá, el Excelso», declaró a sus secuaces el portavoz del “Estado Islámico”, el cual no sólo reiteró la incitación a exterminar a los “infieles” allí donde se encuentren, sino que además les indicó las modalidades: «Colocad el explosivo en sus calles. Atacad sus bases, haced irrupción en sus casas. Recortad sus cabezas. ¡Haced que no se sientan seguros en ninguna parte! Si non conseguís encontrar el explosivo o las municiones, aislad a los Americanos infieles, a los Franceses infieles o no importa cuál de sus aliados: partid sus cráneos golpeándolos con piedras, matadles con un cuchillo, arrolladlos con vuestros coches, lanzadlos al vacío, ahogadlos o envenenadlos».

Nos engañamos pensando que la guerra que se está librando no sea la que el Islam ha declarado a Occidente, sino una guerra que se combate dentro del mundo musulmán y que el único modo para salvarse sea el de ayudar el Islam moderado para derrotar el Islam fundamentalista, como ha escrito en el “Corriere della Sera” del 11 de enero Sergio Romano, un observador que pasa por inteligente. En Francia, el eslogan más repetido es el de evitar la “amalgama”, o sea la identificación entre Islam moderado y el radical. Sin embargo, el objetivo común de todo el Islam es la conquista de Occidente y del mundo. Quien no comparte este objetivo no es un moderado, simplemente no es un buen musulmán.

A lo sumo, las divergencias no conciernen el fin sino los medios: los musulmanes de Al Qaeda y del Isis han abrazado la vía leninista de la acción violenta, mientras que los Hermanos Musulmanes utilizan el arma “gramsciana” de la hegemonía intelectual. Las mezquitas son el centro de propulsión de esta guerra cultural que Bat Ye’or define el soft-yihad, mientras que con el término hard-yihad define la guerra militante para aterrorizar y aniquilar al enemigo. Se puede discutir, y ciertamente se discute dentro del Islam, sobre la elección de los medios, pero hay concordia sobre el objetivo final: la extensión al mundo de la sharía, la ley coránica.

De todos modos, Islam es un sustantivo verbal traducible como “sumisión”. La sumisión para evitar el Terror, el escenario del futuro europeo imaginado por el novelista Michel Houellebecq en su último libro, apresuradamente retirado de las librerías francesas. No al Terror significa para nuestros hombres políticos no a la sumisión violenta de los yihadistas, sí a una sumisión pacífica, que lleve a Occidente a una condición de dhimmi.

Occidente dice que está dispuesto a aceptar un Islam “con el rostro humano”, pero en realidad, lo que del Islam rechaza no es sólo la violencia, sino también su absolutismo religioso. Para Occidente hay licencia para matar en nombre del relativismo moral, pero no en nombre de los valores absolutos. Sin embargo, el aborto es sistemáticamente practicado en todos los Países occidentales y ninguno de los Jefes de Estado que han desfilado en París contra el Terror lo ha condenado jamás. Pero ¿qué es el aborto sino la legalización del Terror, el Terror de Estado promovido, alentado, justificado? ¿Qué derecho tienen los líderes occidentales de manifestarse en contra del Terror?

En “La Repubblica” del 13 de enero, mientras el exjefe de “Lotta Continua” Adriano Sofri celebra La Europa que renace bajo la Bastilla, la filósofa posmoderna Julia Kristeva, muy apreciada por el Cardenal Ravasi, afirma que «la plaza iluminista ha salvado Europa», y que «ante el riesgo que estaban corriendo, libertad, igualdad y fraternidad han dejado de ser conceptos abstractos, encarnándose en millones de personas». Pero ¿quién inventó el Terror sino la Francia republicana, quien lo usó para aniquilar a todos los opositores de la Revolución francesa? La ideología y la praxis del terrorismo se asoman por primera vez en la historia con la Revolución francesa, sobre todo a partir del 5 de septiembre de 1793, cuando el “Terror” fue puesto por la Convención en el orden del día y se convirtió en parte esencial del sistema revolucionario. El primer genocidio de la historia, el de los vandeanos, fue perpetrado en nombre de los ideales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. El comunismo, que pretendió llevar a cumplimiento el proceso revolucionario de secularización inaugurado por la Revolución francesa, puso en acto la masificación del terror a escala planetaria, provocando, en menos de setenta años, más de 200 millones de muertos. ¿Y qué es el terrorismo islámico sino una contaminación de la “filosofía del Corán” con la praxis marx-iluminista importada de Occidente?

“Charlie Hebdo” es un periódico en el que, desde su fundación, la sátira fue puesta al servicio de una filosofía de vida libertaria, que ahonda sus raíces en el iluminismo anticristiano. El periódico satírico francés se hizo famoso por sus caricaturas de Mahoma, pero no se deben olvidar las disgustosas viñetas blasfemas publicadas en 2012 para reivindicar la unión homosexual. Los redactores de “Charlie Hebdo” pueden ser considerados una expresión extrema pero coherente de la cultura relativista difundida ahora en todo Occidente, así como los terroristas que los han exterminado pueden ser considerados expresión extrema pero coherente del odio contra Occidente de todo el vasto mundo islámico.

Los que reivindican la existencia de una Verdad absoluta y objetiva son equiparados por los neoiluministas a los fundamentalistas islámicos. Pero nosotros equiparamos el relativismo al islamismo, porque ambos están aunados por el fanatismo. El fanatismo no es la afirmación de la verdad, sino el desequilibrio intelectual y emocional que nace del alejamiento de la verdad. Y hay una sola verdad en la que el mundo puede encontrar la paz, que es la tranquilidad del orden: Jesucristo, Hijo de Dios, al que todas las cosas tienen que ser ordenadas en el Cielo y en la tierra, para que se realice la paz de Cristo en el Reino de Cristo indicada como el ideal de cada cristiano por el Papa Pío XI en la encíclica Quas Primas del 11 de diciembre de 1925.

No se puede combatir el Islam en nombre del iluminismo ni mucho menos del relativismo. Lo que solamente se puede oponer a él es la ley natural y divina, negada radicalmente tanto por el relativismo como por el Islam. Por eso, levantemos aquel Crucifijo que el laicismo y el islamismo rechazan y hagamos de Él una bandera de vida y de acción. «Nosotros - afirmaba San Pablo – predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los paganos» (I Cor 1, 23). Podríamos repetir: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas».

Roberto de Mattei

miércoles, 14 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (5) [Cruz, amor y alegría]

Hemos visto cómo el Señor nos previene de los falsos profetas y cómo nos da una regla segura para identificarlos: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7, 15). Lo cual no debe pillarnos de sorpresa, pues hemos sido prevenidos por el Señor acerca de los peligros con los que se iban a encontrar todos los que quisieran seguirle. 



Ser discípulo de Jesucristo nunca ha sido fácil: "Os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10, 16). Tenemos que estar dispuestos a jugarnos la vida por el Señor y no avergonzarnos de Él, en un mundo en el que son cada día más el número de los que lo traicionan y le dan la espalda. Pues "al crecer la maldad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11). "Pero -continúa diciendo el Señor- quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 12). 


Estamos advertidos. Conocemos los peligros a los que estamos expuestos por el mero hecho de ser cristianos y de estar orgullosos de serlo: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12). [Leer también 2 Cor 11, 23-28] "Y todas estas cosas os harán -decía Jesús- a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me ha enviado" (Jn 15, 21). En el momento actual son millones los cristianos perseguidos en el mundo: Siria, Irak, etc... Y todo esto se consiente por los países que -hipócritamente- se proclaman a sí mismos como "defensores de los derechos humanos". Todo es una farsa. Pero, en fin. Nuestro Maestro ya nos advirtió de ello, de modo que lo que está ocurriendo no es nada extraño; por el contrario, es la condición normal del cristiano: "Acordaos de las palabras que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a Mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20) 


Podemos sentir la tentación de ponernos tristes. Y es muy humano. Nadie, en su sano juicio, desea el sufrimiento. Lo que ocurre es que, una vez que Jesucristo ha asumido sobre sí el sufrimiento de toda la humanidad, cuando nosotros sufrimos, si lo hacemos por Él y unidos a Él estamos, entonces, compartiendo su propia vida, que pasa a ser también nuestra. Y eso no es triste, aunque se sufra. Pues ¿ hay algo más hermoso que compartir la suerte y la vida de la persona amada, sobre todo cuando se trata, como en este caso, de la Persona divina de Jesucristo? Se cuenta en los Hechos de los Apóstoles que llamaron a los Apóstoles al Sanedrín y luego "los azotaron, les ordenaron no hablar en el nombre de Jesús y los soltaron" (Hech 4, 40) y "ellos salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre de Jesús" (Hech 5, 41). ¡Un verdadero ejemplo de auténtico amor a Jesucristo!


No olvidemos que "Él nos amó primero" (1 Jn 4, 19), "se hizo hombre" (Jn 1, 14) y "murió por nosotros" (Rom 5, 8). Además, "murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí sino para Aquél que por ellos murió y resucitó" (2 Cor 5, 15). Ojalá pudiéramos decir, con san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado. Y vivo, pero ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 19-20). Cristo nos da su Vida y nosotros le damos, a cambio, la nuestra. En este intercambio de vidas, salimos ganando, sin ningún género de dudas.


Debemos recordar que Dios nos creó libres para que pudiéramos decidir acerca de lo que queremos que sea nuestra vida, nuestra vida futura -después de la muerte terrenal- y también nuestra vida presente. Y lo que Él quiere para nosotros nos lo ha manifestado sin ningún tipo de ambigüedad: "El que no está conmigo está contra Mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12, 30). Quiere que estemos con Él y estar Él con nosotros. Estar con Él significa amarle, ser sus amigos, al igual que Él nos ama y es nuestro amigo; y, por esencia, la amistad, o es recíproca, o no hay tal amistad. Nunca se puede imponer. Con relación a nosotros, la voluntad de Dios es clara, tanto en lo que concierne a nuestra salvación"Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), como en lo que concierne a nuestra libertad: "Si alguno quiere venir detrás de Mí ..." (Lc 9, 23). 


Dios no salvará a nadie que no quiera ser salvado. Tal salvación sería imposible, puesto que si Dios es Amor y el amor conlleva la completa reciprocidad entre los que se aman, ejercida con plena libertad por parte de ambos. Si esta condición no se da por parte de alguno, en él el Amor no llega a plenitud. Por lo tanto, es preciso que el hombre se decida libremente por el amor de Dios para poder ser aceptado en el seno de la Trinidad. Tiene todos los medios a su alcance, pero debe utilizarlos si tiene interés en esa amistad. Si no lo hace es porque no la desea; y entonces ni Dios mismo no podría obligarlo, al haberlo creado libre (único modo de que la relación amorosa entre Dios y el hombre pudiera ser real). Dice Jesús: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me odia a Mí, también odia a mi Padre" (Jn 15, 22-23).


Pues bien: si tenemos claras todas estas ideas -que son palabra de Dios- en la mente y en el corazón; e intentamos hacerlas realidad en nuestra vida - contando siempre con la gracia, sin la cual nada podríamos- sería señal de buena voluntad por nuestra parte y de que el Espíritu de Jesús habita en nosotros ... de modo que no permitirá -de ninguna de las maneras- que seamos engañados, no sólo por el mundo sino ni siquiera por los falsos profetas - es decir, los falsos pastores, con apariencia de ovejas- pues, ciertamente "surgirán falsos profetas que engañarán a muchos" (Mt 24, 11). Son palabras de Jesús, o sea, palabra de Dios: "Mirad que nadie os engañe. Pues muchos vendrán en mi Nombre, diciendo: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos" (Mt 24, 4-5)


¿Cómo podemos saber si estamos ante un falso profeta? ¿Qué nos ha dicho Jesús para que podamos identificarlos fácilmente y no nos dejemos seducir ni engañar por ellos? Algo muy sencillo, a lo que ya nos hemos referido y en lo que insistiremos, con algunos matices añadidos. Pero, en principio, no tenemos que fijarnos tanto en lo que dicen estas personas, aunque también, cuanto en lo que hacen: "Por sus frutos los conoceréis"  (Mt 7, 16).

(Continuará)

lunes, 12 de enero de 2015

Libertad de expresión (por Juan Manuel de Prada)

Personalmente pienso que la llamada "libertad de expresión" es una gran hipocresía; y no se atiene a la realidad de los hechos. Y, además, hay que distinguir entre libertad de expresión e insulto. Atacar al Islam con argumentos es una cosa, pero, ¿derecho al insulto? Tal vez dedique una entrada a hablar de este asunto. De momento me limito a transcribir un artículo de Juan Manuel de Prada, publicado en el ABC, que viene a ser, en cierto modo, una continuación del que ya escribió dicho autor hace dos días y que también coloqué en este blog

Juan Manuel de Prada
Muchos lectores me han expresado su perplejidad ante la exaltación y defensa absolutista de la libertad de expresión que en estos días se ha hecho, incluso desde medios de inspiración cristiana o declaradamente confesionales, para justificar las caricaturas del pasquín Charlie Hebdo en las que se blasfemaba contra Dios de modos aberrantes. 

A estos lectores les digo que no se dejen confundir: quienes hayan hecho tales defensas no profesan la religión católica, ni se inspiran en la filosofía cristiana, aunque finjan hacerlo, aprovechando la consternación causada por los viles asesinatos de los caricaturistas; sino que son jenízaros de la “religión democrática”, perversión que consiste en sustituir la sana defensa de la democracia como forma de gobierno –que, mediante la representación política, facilita la participación popular en el ejercicio del poder—por la defensa de la democracia como fundamento de gobierno, como religión demente que subvierte cualquier principio moral, amparándose en supuestas mayorías, en realidad masas cretinizadas y sugestionadas por la repetición de sofismas.

Los jenízaros de esta religión necesitan que las masas cretinizadas acepten como axiomas (proposiciones que parecen evidentes por sí mismas) sus sofismas, entre los que se halla la llamada “libertad de expresión” en su versión absolutista. Para crear tales axiomas recurren al método anticipado por Aldous Huxley en Un mundo feliz, que consiste en la repetición, por millares o millones de veces, de una misma afirmación. En la novela de Huxley, tal repetición se lograba mediante un mecanismo repetitivo que hablaba sin interrupción al subconsciente, durante las horas del sueño; en nuestra época se logra a través de la saturación mental lograda a través de la bazofia que nos sirven los mass media, infestados de jenízaros de la religión democrática que defienden una libertad de expresión absolutista: libertad sin responsabilidad; libertad para dañar, injuriar, calumniar, ofender y blasfemar; libertad para sembrar el odio y extender la mentira entre las masas cretinizadas; libertad para condicionar los espíritus e inclinarlos al mal. 

Quienes defienden esta “libertad de expresión” como derecho ilimitado son los mismos que también defienden una “libertad de conciencia” entendida no como libertad para elegir moralmente y obrar con rectitud, sino como libertad para elegir las ideas más perversas, las pasiones más torpes y las ambiciones más egoístas y ponerlas en práctica, pretendiendo, además, que el Estado asegure su realización. No nos dejemos engañar: quienes defienden la libertad para publicar caricaturas blasfemas están defendiendo una libertad destructiva que sólo lleva a la decadencia y al nihilismo.

El pensamiento cristiano nos enseña que la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar la verdad. Si a la palabra libertad no se le añade un “para qué”, se convierte en una palabra sin sentido, una palabra asquerosamente ambigua que puede amparar las mayores aberraciones. Como decía Castellani, “la libertad no es un movimiento, sino un poder moverse; y en el poder moverse lo que importa es el hacia dónde, el para qué”. 

No puede haber una libertad para ofender, para enviscar odios, para jalear bajas pasiones; no puede haber libertad para ultrajar la fe del prójimo y blasfemar contra Dios. Los cristianos se distinguen porque rezan una oración en la que se pide: «Santificado sea tu Nombre». Los jenízaros de la libertad de expresión quieren que ese Nombre sea eliminado, envilecido y escarnecido, para mayor honra de su religión democrática. No les hagan caso: vistan con traje y corbata, o con sotana y solideo, les están engañando, quieren convertirles en masa cretinizada.

Juan Manuel de Prada