En la tarea de destrucción de la Religión Católica, el mundo lleva ya empeñado bastantes siglos, aunque nunca acaba de lograrlo; pero de dos siglos atrás, más o menos, este empeño se ha ido radicalizando cada vez más, de modo sistemático, debido -sobre todo- a la influencia de las filosofías idealistas, encarnadas particularmente en Kant (época de la Ilustración) y en Hegel. Como consecuencia lógica llegó, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, el pensamiento modernista, el cual ataca toda idea de sobrenaturalidad; y éste es el que domina hoy prácticamente toda la sociedad actual. Fue condenado de modo solemne por San Pío X en su encíclica Pascendi, y definido como la suma de todas las herejías. La gran desgracia es que, al día de hoy, gran parte de la Jerarquía de la Iglesia está imbuida de ideas modernistas. En este sentido se podría decir, sin temor a equivocarnos, que la situación actual por la que atraviesa la Iglesia es la más grave de su historia, desde que fue fundada por Jesucristo, hace ya veinte siglos.
No cabe duda de que en todo este intento de aniquilación de la Iglesia hay ocultas poderosas influencias masónicas. No obstante, si vamos a la raíz del problema, que es lo que realmente importa, debemos de tener muy claro que "nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas"(Ef 6, 12). En la homilía que pronunció el papa Pablo VI el 29 de Junio de 1972 -una fecha posterior a la celebración del Concilio Vaticano II- dijo que "a través de una grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios" ; y añadía, un poco más adelante: "Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre y se siente fatiga en dar la alegría de la fe". Pues bien: estas palabras (que entonces eran ciertas) poseen hoy una mayor credibilidad, hasta el punto de que, en la actualidad, sería más apropiado decir -en mi opinión- que es el mismo Satanás (y no sólo su humo) el que -de alguna manera- se ha infiltrado en el seno de la misma Jerarquía Eclesiástica.
También las palabras del Señor: "Os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10, 16) poseen hoy una actualidad aún mayor que cuando fueron pronunciadas, al añadirse ahora la dificultad -y no pequeña- de saber discernir entre los buenos y los malos pastores, pues tanto unos como otros están "sentados en la cátedra de Moisés" (Mt 23, 2). Contra los malos pastores ya nos previno Jesús: "Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7, 15). Y, además, acto seguido, nos dio la receta infalible para diferenciar entre unos y otros: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16). Y san Pablo, en su carta a los colosenses, nos advierte, con gran seriedad: "Mirad que nadie os atrape por medio de vanas filosofías y falacias, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo" (Col 2, 8). Estamos, pues, avisados, tanto del problema como de su solución.
Es evidente que el Mensaje evangélico debe adaptarse a las diferentes épocas, ..., pero siempre permaneciendo íntegro. Habría que usar -si se quiere- palabras más inteligibles, de modo que la gente llegue a conocer y a querer a Jesús con más facilidad : ¡eso no se discute ni está en tela de juicio, porque es de sentido común! ... pero lo que jamás puede hacer la Iglesia es cambiar la Doctrina recibida de su Fundador. En este sentido, que es el correcto, hay que decir que es el mundo el que tiene que adaptarse a la Iglesia y no al revés. El mundo necesita conocer a Jesucristo; además, convirtiéndose a Él dejaría de ser "mundo"; y podría salvarse.
Por si hubiera todavía alguna duda hay un mandato expreso del Señor, en este sentido: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19 - 20a). ... De manera que no se puede alegar como excusa para realizar determinado tipo de cambios en la Iglesia que "se procede así por razones de tipo pastoral, para que sea mayor el número de personas que lleguen a Jesús": esta argumentación es una falacia. La pastoral no se puede desligar nunca de la Doctrina; proceder de ese modo sería darle a la gente un Jesús inexistente e "inventado por el hombre", un Jesús que queda difuminado y desaparece, pues no es nada: es evidente que el tal Jesús no sería el verdadero, Aquél de quien se dice en la Biblia que "es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8).
Un cristiano no puede presentarse "acomplejado" ante el mundo, como si estuviera suplicando. Quien procediese de ese modo es que no conoce aún la profundidad y la grandeza de su fe. De ahí la enorme importancia de que, quien evangeliza enseñe bien la Doctrina de Jesús, la que ha recibido y se encuentra en las Escrituras, siempre rectamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia. No se puede enseñar a la gente cualquier doctrina y decirles que esa es la doctrina de Cristo. La gente se merece que se le diga la verdad acerca del cristianismo, porque la mayoría de los cristianos de hoy (entendiendo por tales "aquellos que han sido bautizados") no tiene un verdadero conocimiento de su propia Religión. Esto es muy preocupante.
(Continuará)