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domingo, 21 de junio de 2015

¿Es importante lo que el Papa piensa? ¿Hasta qué punto? (2 de 2)


Hay que distinguir entre el Papa (cada Papa concreto, de los que ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia) y el Papado, como Institución fundada por Jesucristo. Ha habido Papas santos, otros no tan santos y algunos un auténtico desastre ... pese a lo cual la Iglesia continúa, aunque se desenvuelva en medio de un ambiente pagano y sea perseguida, pues "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18), en palabras del mismo Jesucristo.

Es preciso no olvidar que la fidelidad que se le exige a un cristiano no es a tal o cual Papa sino a la Iglesia, como Institución, fundada por Jesucristo quien dijo a san Pedro: "Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos en la fe" ( Lc 2, 32). A lo largo de veinte siglos la doctrina católica se ha ido consolidando y comprendiendo mejor, tomando como base la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras, sobre todo en el Nuevo Testamento, y la Tradición, ambas entendidas a la luz del Magisterio Perenne de la Iglesia. La referencia, como no podía ser de otro modo, son las palabras de Jesús: "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"(Mt 24, 35). 




Tenemos, además, el resto del Nuevo Testamento. Por ejemplo, el autor de la carta a los hebreos, que afirma que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8). San Pablo, en su segunda carta a Timoteo le dice: "Ten por norma la sana doctrina que oíste de mí, con la fe y la caridad, que están en Jesucristo. Guarda el buen depósito, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros" (2 Tim 1, 13-14). Y, en otro lugar: "Timoteo, guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 20-21). Y así en infinidad de ocasiones, todas en el mismo sentido. A los gálatas, por ejemplo, les escribe: "Hay quienes os perturban y quieren trastocar el Evangelio de Cristo(Gal 1, 7). Pero, "si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1, 9). [La palabra anatema significa maldito]. 

El Evangelio que se ha recibido (no el que nosotros nos inventemos): ésa es la regla que nos sirve para conocer si lo que nos dicen en nombre de Cristo es o no es verdad: "Porque surgirán falsos "cristos" y falsos profetas, y harán grandes signos y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los mismos elegidos. Mirad que os lo he avisado" (Mt 24, 24-25). [Esto son palabras de Jesús; no me las he inventado yo].


La Iglesia fundada por Jesucristo ha ido saliendo adelante porque Dios ha hecho surgir, en los momentos más críticos de la historia, grandes santos que se han enfrentado incluso a los Papas, cuando éstos no actuaban conforme al pensamiento de Cristo. Y es que los Papas, por muy Papas que sean, no se pueden inventar nada: son simplemente transmisores de la Palabra de Dios, manifestada en Jesucristo: una Palabra que sirve para todos los tiempos y lugares, en lo que a su aplicación se refiere

Nunca, bajo ningún concepto, y menos escudándose en lo que se ha dado en llamar "razones pastorales", los Papas pueden cambiar la Doctrina que han recibido; su misión es transmitirla con fidelidad, de generación en generación, sin añadir ni quitar nada del depósito recibido. (Cfr Ap 22, 18-19). 

Si, por las razones que fuesen, un determinado Papa no cumpliera esa misión, tendría que ser desobedecido, pues la Iglesia no es del Papa sino de Jesucristo. El Papa es el Vicario de Cristo en la tierra, pero no tiene potestad para cambiar el Mensaje evangélico. De hacerlo tendríamos que actuar conforme lo hicieron san Pedro y los Apóstoles, cuando respondieron, en el Sanedrín, al Sumo Sacerdote"Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 


Como digo, a lo largo de la historia de la Iglesia han surgido muchos problemas, pero Dios ha suscitado siempre los santos que su Iglesia necesitaba para que ésta no fuera destruida. De ahí que una buena regla, para salir de los escollos en los que podamos encontrarnos, es acudir a la lectura de los libros de los grandes santos, en particular de aquéllos que han sido reconocidos como doctores de la Iglesia. 


En este sentido, posee una especial relevancia Santo Tomás de Aquino, uno de los grandes doctores de la Iglesia que ha sido capaz, ayudado por la gracia, y dedicando a ello toda su vida y su potente inteligencia, de utilizar los vocablos adecuados para expresar por escrito el significado correcto del contenido de las Sagradas Escrituras, al meditar en ellas, sin que su lectura [la de las Escrituras] pudiera ser ya tergiversada.

No es casualidad lo que dice el Papa san Pío X, refiriéndose a Santo Tomás, en su encíclica "Pascendi" (tal es la importancia que le merece este gran santo):

Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.


San Pío X se está refiriendo aquí a la enseñanza en los Seminarios, de manera que los seminaristas -futuros sacerdotes- puedan adquirir la formación adecuada y necesaria para cumplir la misión que les será encomendada. 

Independientemente de esto, de lo que no cabe la menor duda es de que la lectura, por ejemplo, de los escritos de san Agustín, de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz, por poner ejemplos de santos muy conocidos, nos puede hacer mucho bien. Los santos fueron personas de carne y hueso, como nosotros, pero se fiaron de Jesús ... y le entregaron su vida entera para intentar corresponder así al Amor con el que percibieron que eran amados por Él ... de manera que la lectura de sus escritos, desde la buena voluntad que se supone en quien los lee, puede ayudar-entre otras cosas- a entender mejor ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras que no acabamos de comprender, por más que los leamos, 

Aunque lo esencial es llegar a la amistad íntima con el Señor ... y esto es personalísimo y no se aprende en ningún libro, sino junto al Sagrario. La palabra de Dios siempre dice cosas nuevas, aun siendo siempre la misma. Tal es su profundidad y su grandeza. De ahí la necesidad de conocerla lo mejor posible en sus fuentes, en particular el Nuevo Testamento, a la luz del Magisterio de la Iglesia. Dios se encargará del resto.

No obstante, dado que estas personas han sido declaradas santas por la Iglesia se supone que en sus escritos, [producto de una vida de estudio y de meditación cerca del Señor, junto al Sagrario] algo se les debe haber "pegado" de ese contacto con Jesús ... y, a través de ellos, es posible que algo se nos pueda pegar también a nosotros. En cualquier caso, lo importante, como digo, es la relación íntima con Jesús, de tú a tú, con cada uno de nosotros.

En fin, para no desviarnos demasiado del tema que nos ocupa, [o sea, sobre si es importante lo que el Papa piensa y dice; y hasta qué punto] aunque, en cierto modo, ya se ha respondido, conviene recordar que el Papa, como cualquier otra persona, dice algunas cosas buenas y otras que no son tan buenas, o bien por ser erróneas, o bien por ser ambiguas. En esos casos tenemos que practicar la virtud del discernimiento, a la luz de la verdad, la cual nos viene del sentido común y de las palabras de Jesús.

Conclusión (para un católico). Ante la pregunta: ¿hay que estar con el Papa? habría que responder con otra pregunta: ¿Qué es más importante, el Papa o la verdad? Para todo aquel que no esté obcecado (tal vez por padecer de una cierta papolatría, de la que, a veces, ni es consciente), la respuesta es clara e inmediata: hay que estar con la verdad ...  Pues así hablaba Jesús: "Todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18, 37). En otras palabras: el que no ama la verdad ( lo que se nota en sus palabras ambiguas o en sus mentiras claras y manifiestas) ese tal no está escuchando la voz de Jesús y se está alejando de Él ... ya no lo sigue, aunque diga otra cosa; está dejando de ser una de sus ovejas, pues según dice Jesús: "Mis ovejas oyen mi voz; Yo las conozco y ellas me siguen" (Jn 10, 27).

Jesucristo era de una claridad meridiana en sus expresiones. A los judíos que decían que tenían por padre a Dios, les dijo: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais; pues Yo salí y vengo de Dios; no vengo de mí mismo, sino que Él me ha enviado" (Jn 8, 42). Y seguía: "¿Por qué no entendéis mi lenguaje?" (Jn 8, 43a) y les daba una respuesta: "Porque no podéis oír mi Palabra" (Jn 8, 43b). Ya habían hecho su opción contra Jesús, de manera que su inteligencia se había embotado y eran incapaces de entender la verdad

Jesús no se amilana, y continúa hablando: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44). Más claro, agua: el Diablo [que existe y no es ninguna patraña] es el padre de todos los mentirosos. De modo que si alguno dice mentira, la palabra de Dios no está en él.  "Si decimos que no tenemos pecado ... la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1, 8). ¿Cuántos creen hoy que son pecadores, si se supone que el pecado no existe y que el Diablo es una quimera? Muy pocos. Y esa es la gran desgracia de nuestro mundo y de la Iglesia actual ... Y, sin embargo, " si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados" (1 Jn 1, 9). 

Como decíamos al principio, y esto son palabras del Señor y valen para todos (también para el Papa y los Obispos):  "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Esto debe ser motivo de alegría porque, aun en medio de tantas dificultades por las que está atravesando hoy el mundo y la Iglesia, el Señor nos sigue interpelando: "Rema mar adentro",(Lc 5, 4) le dice a Pedro ... y fue tal la cantidad de peces que recogieron que las redes se rompían. Y aquí viene la actitud de Pedro, el cual "se arrojó a los pies de Jesús, llorando, y diciendo: 'Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador' " (Lc 5, 8).

Cuando todo parece perdido, cuando "hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada ..." (Lc 5, 5a), entonces es el momento de fiarnos completamente de las palabras de Jesús, porque está claro que sin Él nada podemos hacer. Así actuó Pedro: "... pero fiado de tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 5b). Y la pesca realizada fue grandiosa, hasta el punto de que tuvieron que hacer señas a los compañeros de otra barca para que fueran a ayudarles y, aun así, se llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían (cfr Lc 5, 6-8). Éste es el momento oportuno para ponernos por entero en las manos de Jesús y esperarlo todo de Él. No todo está perdido. Hay nuevos horizontes y nuevas esperanzas. Hoy comenzamos a vivir, porque hoy nos hemos encontrado con Él y, a través de nosotros, muchos lo harán también: "No temas, le dijo a Simón, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 10)