BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



jueves, 19 de noviembre de 2015

Discurso de clausura del Sínodo -6 (Análisis crítico)



Pero sigamos analizando las palabras del santo Padre: según él los "corazones cerrados" "se esconden detrás de las enseñanzas de la Iglesia" ... "o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas".

Ignoro exactamente a lo que se refiere el papa Francisco. Puedo colegir, dado el tema que está en estudio en este Sínodo, y teniendo en cuenta los resultados de la "relazione finale" que en su mente se encuentran aquéllos que se han divorciado y se han vuelto a casar por lo civil: situaciones ciertamente difíciles y de gran sufrimiento en todos los que, de alguna manera, están implicados, bien sean los esposos (cada uno de ellos, sea o no culpable) o bien los hijos (si los hay) ... Sin embargo, la solución no se encuentra (¡no puede encontrarse!) en ser "comprensivos"  hasta el extremo de cambiar la ley de Cristo: falsa comprensión la que prescinde de la ley Divina

Eso implicaría, entre otras cosas, admitir, más o menos de modo consciente, que Dios manda imposibles, lo que es una herejía (Jansenismo, si no me falla la memoria). Y supondría, además, que mantenerse unidos un hombre y una mujer en matrimonio indisoluble sería lo correcto ... únicamente para algunas personas privilegiadas que, por lo que sea, son capaces de hacerle frente a las situaciones difíciles que se presentan a lo largo de su vida matrimonial. 
Y -dicen- que, si bien es cierto que es estupendo y deseable que haya personas así, capaces de vivir su matrimonio en fidelidad hasta la muerte ... sin embargo, tal enfoque del matrimonio no debe exigirse a todos los que se casan. 

La Iglesia, que es Madre -continúan diciendo- tiene que comprender que hay situaciones límite que hacen necesaria la separación ... Bueno, esto siempre ha sido así: cuando, por las razones que sean, la convivencia entre los esposos se hace imposible, la Iglesia tiene previsto para estos casos la separación ... con vistas a una posible reconciliación ulterior ... (la cual podrá darse o no), bien entendido que nunca, bajo ningún concepto, ninguno de los que se ha separado, puede volver a casarse otra vez con una nueva persona; de hacerlo incurriría en adulterio. 

Evidentemente, estamos situados en la esfera de lo sobrenatural. Y entender estas cosas no sólo es difícil sino imposible. Es necesario el auxilio de la gracia divina. Y éste requiere de la fe por parte del que está casado. Si se pierde la fe entonces es cuando vienen los problemas ... aunque "el problema gordo", por así decirlo, consiste en no llamar a las cosas por su nombre. 


Las personas que se encuentran en esta situación de gran dificultad deben de ser ayudados. Es una obligación de caridad el hacerlo; lo es para un cristiano ... pero mucho más aún para un sacerdote. Y toda ayuda que lleve a engañar al otro, so pretexto de compasión, es una falsa ayuda y una falsa compasión

Es lo propio que los que se encuentran en tales situaciones de extrema necesidad acudan a la Iglesia en demanda de comprensión. Y es habitual que argumenten del siguiente modo: 
Si su matrimonio ha fracasado, ¿acaso no tienen derecho a rehacer su vida en un nuevo matrimonio?¿Por qué no pueden casarse con otra persona? Puede que se nos parta el corazón, pero si hay algo claro es que ni siquiera la Iglesia tiene potestad para conceder tal dispensa. El "nuevo matrimonio", de darse,  no sería tal, sino adulterio. Y esto no porque lo diga la Iglesia, sino porque lo dijo Jesucristo: "Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre" (Mt 19, 6). 

Ésta es la ley de Cristo acerca de la indisolubilidad del matrimonio ... una ley que no está pensada para personas especiales, sino para cualquier hombre y cualquier mujer que se unan libremente en matrimonio. 


Jesucristo sabía perfectamente, cuando dio esta Ley, que se presentarían situaciones especialmente graves entre los esposos, algunas de ellas muy difíciles de superar ... ¡pero no imposibles! Decía san Agustín: "Dios no manda cosas imposibles sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas ... y te ayuda para que puedas"

Con el sacramento del matrimonio los esposos reciben lo que se llama gracia de estado, la cual les proporciona -a ambos- la suficiente fortaleza para poder mantenerser fieles mutuamente, hasta que la muerte los separe, en medio de todo tipo de dificultades, dificultades que necesariamente les van a surgir, tanto en su vida en pareja, como con relación a los hijos, etc ... 

Y esto es así para todos los matrimonios. No hay, en este sentido, matrimonios privilegiados. Lo que sí hay, por desgracia, es falta de fe. Y sin fe es imposible mantener esta fidelidad


Y aquí no sirve lo de "nadar y guardar la ropa"; es decir, olvidarse de la fe y mantenese fieles. Si se actúa así no se están poniendo los medios adecuados y el matrimonio, normalmente -y lógicamente- suele acabar mal en estos casos. Pero el problema ya no es de Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), sino que es nuestro por falta de docilidad a sus leyes.

Es importante tener presente, en la mente y en el corazón, que por difícil que sea la fidelidad entre los esposos, ésta es posible: Dios siempre concede su gracia a quien se la pide, de manera que lo que puede parecer imposible -y lo es, humanamente hablando- junto a Él se transforma en posible.


... Y es que, por más vueltas que le demos, el amor verdadero (en este caso, el amor entre los esposos) va unido necesariamente a la Cruz.  El amor y la cruz, en la presente vida, son inseparables. Y si no lo entendemos de esta manera es que aún no hemos descubierto aquello en lo que consiste el verdadero amor: la falsa misericordia, aquella que considera que el primer matrimonio no es válido, no es tal misericordia, por la sencilla razón de que va en contra de la ley de Dios

¿Acaso no es Dios misericordioso? ¿Podemos encontrar a alguien que sea más bueno o más misericordioso que Él? Ciertamente que no. Pues si eso es así, como lo es y, sin embargo, Dios ha impuesto esa ley, por muy incomprensible que nos resulte, sus razones tendrá. 


Si hay algo claro -y de esto no debemos de tener la menor duda- es que las leyes divinas no son inventos de Dios para fastidiarnos. Otra cosa diferente es que no entendamos, con frecuencia, el porqué de lo que ocurre o por qué las cosas tienen que ser de una deteminada manera y no de otra. Pero eso es otro punto a considerar:  tampoco la Virgen María -¡y era su propia madre!- entendía muchas de las cosas que hacía su Hijo  ... pero no se rebelaba sino que "las guardaba en su corazón" (Lc 2, 19). 

Y esa ha de ser también nuestra actitud con relación a los designios divinos cuando nos encontremos con que hay infinidad de cosas que no entendemos: aceptarlas primero ... y meditarlas después, con la confianza completamente puesta en Él, sabiendo que todo cuanto nos pida y nos ocurra es para nuestro bien, para nuestro auténtico bien ... a menos que queramos ser más que Dios. 

¿Acaso nuestro modo de entender la misericordia y la comprensión es más conforme con la realidad que el modo que tiene Dios de entender esta realidad? ¿Acaso quiere Dios que seamos unos desgraciados? La respuesta no puede ser sino negativa. Dios nos quiere felices, ya en esta vida. De manera que el problema no es de Dios, sino nuestro. Y lo que tenemos que hacer es cambiar nuestro chip de la felicidad

Dios nunca es obsoleto. Es perennemente actual. Sus leyes son eternas y valen para siempre, no son sólo para el pasado. Y mediante el cumplimiento de estas leyes, por amor, podemos alcanzar la máxima cota de felicidad que es posible conseguir en el presente eón: separarnos de su Ley es lo que nos hace desgraciados e infelices ... y no sólo para este mundo.

Todo lo cual está en consonancia con las palabras que leemos  en la Biblia (y esto ya en el Antiguo Testamento): "¿Acaso me agrada la muerte del impío -oráculo del Señor- y no que se convierta de sus caminos y viva?" (Ez 18, 23). "Yo no quiero la muerte del que muere -oráculo del Señor Dios- Convertíos y vivid" (Ez 18, 32)



(Continuará)